jueves, 8 de julio de 2010

Fernando Carrera, Un hombre bueno y desinteresado

José Cruz Cabo
Aunque durante muchos años, Fernando Carrera tuvo una sastrería, en la que hoy es Avenida de la Plata”, denominada sastrería “El Americano”, a Fernando comencé a tratarlo cuando junto con Delfín Pérez, fue nombrado concejal por el tercio de entidades, allá por los inicios de los años 70, cuando Leandro Sarmiento, era alcalde de la ciudad. En ese tiempo pude comprobar, su hombría de bien, su bondad, y sus enormes ganas de trabajar por La Bañeza. Hay que tener en cuenta que en aquellos años, ni el alcalde ni los concejales, cobraban por su trabajo en pro de la comunidad, más bien, algunas veces, hasta ponían dinero de su bolsillo. Porque unas conferencias telefónicas que se ponían desde casa, no ibas a pasar unas pesetas o menos al ayuntamiento, o un viaje que hacías con tu coche particular, no ibas a pedir una factura por tan poco dinero, y así muchas cosas que eran para el bien de la ciudad, se terminaba poniendo dinero del propio concejal. Habiendo conseguido  Delfín P. Linacero, formar la banda de cornetas y tambores, se trataba de confeccionar el uniforme de los músicos y como Fernando era concejal y entonces eso se llevaba a rajatabla, la ley municipal no permitía que un miembro de la corporación trabajara para el ayuntamiento, por eso Leandro le dijo a Delfín: “A Fernando, como es concejal, no le puedes dar los trajes a hacer”.  Recuerdo, por estar presente, que Delfín le comentó a Fernando que no le podía encargar los trajes por ser concejal y Fernando le contestó: “Ni tu me los puedes encargar, ni yo los aceptaría”.
Y es que en aquellos tiempos el trabajo de concejal era, además de gratis, una manera de perder dinero, porque como representante municipal, el ayuntamiento no te podía encargar nada y tampoco la persona interesada estaba por la labor de incumplir la ley. Por eso en estos tiempos, que el ayuntamiento es una vaca a la que ordeñar, nadie puede entender que durante muchos años, ni concejales ni alcalde tenían sueldo o cobraban comisiones por asistir a plenos o realizar los trabajos de su concejalía, eso era un esfuerzo que se hacía después del trabajo y de forma desinteresada.
A partir de ese tiempo de concejal, Fernando Carrera y yo, fuimos muy buenos amigos y cuando falleció, demasiado joven, sentí su muerte profundamente, ya que además perdía a un buen amigo. Por eso quiero dejar claro que Fernando fue siempre un hombre fiel, leal a su ciudad, y una gran persona que supo granjearse, mientras vivió, la simpatía y el afecto de sus compañeros y conciudadanos.

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