jueves, 1 de julio de 2010

Querida y raudamente desaparecida: Ana Isabel Casas Toral

José Cruz Cabo
Querida y raudamente desaparecida: Ana Isabel Casas Toral: 
Aunque te conocía de siempre, cuando comencé a tener amistad contigo, fue cuando ingresaste en las oficinas del ayuntamiento, pues yo en aquel tiempo iba mucho por allí. Después al encargarte de los proyectos y contratos de las obras que realizaba la corporación, así como de las subastas de las mismas, fue cuando comencé a darme cuenta de tu valía no solo de tu valía intelectual, sino también humana, llena de amabilidad y bondad. Fueron bastantes los días que tuve que ir a tu oficina a enterarme de obras municipales para dar la noticia y tú siempre, con la sonrisa en la boca, me atendías maravillosamente. 
Pasados unos años, nos encontramos en el cabildo de la Cofradía de la Vera Cruz, tú como secretaria, y qué secretaria, y yo como mayordomo. Allí pude apreciar en plenitud, todas tus enormes virtudes como ser humano, tus ansias de hacer las cosas bien, de que la Cofradía fuera creciendo y fortaleciéndose, de tu esfuerzo callado y silencioso pero de muy alta calidad intelectual, donde la bondad y la inteligencia, iban unidas para hacer que la cofradía creciera. En ella hiciste de todo, lo controlabas todo, y lo ordenabas todo, entre hombres muy poco interesados por el orden. No permitías que nadie fumáramos en los cabildos y hasta en la calle, no te gustaba pararte con gente que estuviera fumando en ese momento en que tú lo veías. Pero nunca, nada ni nadie, fuimos capaces de borrar tu perenne sonrisa, pues aunque nos reñías por nuestro bien, siempre lo hacías con la sonrisa en los labios y el afecto en el corazón. Tú pusiste en marcha la página Wed de la cofradía y todas las citaciones o los cultos que se iban a celebrar, pasaban por tus manos, y eran preparados con una belleza y una perfección de gran artista, así como la claridad y preciosidad de tu escritura, que quedará reflejada  para siempre, en los libros de actas, cómo llevabas las cosas, siempre en orden y bien estructuradas. 
Queridísima amiga Ana Casas, como te llamábamos los amigos, la impresión de tu muerte, en plena juventud, cuando la vida había comenzado a sonreirte, ha sido una puñalada para los que te queríamos y admirábamos, no salíamos del dolor mientras estuviste enferma y, veíamos que, a pesar de tu decisión de lucha, el mal iba acabando con tu vida. Cuantas veces tu compañero Toño Odón y yo, al hablar de tu enfermedad, nos asomaban las lágrimas a los ojos, al ver que la esperanza que teníamos de que sanaras, no se hacía realidad. 
En este momento de dolor, de la horfandad en que dejas a tus padres, a tu esposo, a tu hijo, a tus hermanos, me viene al recuerdo las anécdotas que te contaba de tu abuelo, el recordado y querido Luis Toral, en los años que estuve de compañero con él en nuestra banda de música, y sobre todo rabio por haberte perdido y tenerlo que hacer cuando estabas en lo mejor de tu vida. 
Solo quiero que quede constancia, que a pesar de que casi te doblaba la edad, fuimos unos estimados compañeros de cofradía, que quiero que se sepa tu enorme valor tanto intelectual como humano y que sepas, desde el más allá, que siento profundamente tu muerte y que no quiero que pase desapercibida tu vida, y lo mucho que trabajaste por la Cofradía de la Vera Cruz, que es decir por la ciudad que te vió nacer.
Al unirme al dolor de todos los tuyos, te doy mi palabra de honor de que nunca te olvidaré y que más pronto que tarde, seguiremos nuestra amistad en la otra vida.

No hay comentarios: