miércoles, 28 de diciembre de 2011

Sentimiento por la muerte de Maite Almanza‏

JOSÉ CRUZ CABO / La verdad es que yo no tenía noticia de que Maite Almanza, mi querida Maite, estuviera tan enferma como para morirse, hace un mes pregunté por ella y me dijeron que había tenido un niño y estaba de baja por maternidad, por lo que yo estaba convencido que pronto la vería, ya que cuando Alberto descansaba o estaba de vacaciones, era Maite la que venía a las ruedas de prensa o a los plenos y por ello, cogimos una muy buena amistad y en mi caso le cogí un gran cariño, por su amabilidad, su sonrisa, su dedicación al trabajo y sobre todo esa sencillez con que me trataba, que para mí era muy grato estar con ella. Más de una vez la encontré en el mercadillo de los sábados y era una gran satisfacción hablar con Maite. Desde que la conocí, me gustó su forma de ser y si era necesario nos ayudábamos en las noticias, ya que si ella dudaba de alguna cosa, me preguntaba, al finalizar lo que nos habían contado en el ayuntamiento y siempre era un placer hablar con ella. También le comentaba, algunas veces, mi experiencia como corresponsal del Diario de León y ella lo disfrutaba mucho. Fueron unos años de mutua simpatía y cariño, primero cuando era yo subdirector de El Adelanto Bañezano, y después, como corresponsal en activo de Radio Astorga Cadena Cope, donde ella comenzó a trabajar. Por eso el domingo pasado, cuando cogí el Diario de León, me quedé de piedra, al enterarme de su muerte, acaecida en el día de Nochebuena. No me explico por qué la gente tiene que morir casi en plena juventud y cuando ha sido madre por vez primera, pero esta vida es así de cruel y hay que aceptar los designios del Señor. La verdad es que me ha llenado de luto el corazón y su muerte me ha afectado muchísimo, por eso en este momento de dolor, solo me queda expresar mi sentido pésame a su familia, esperando que esté en el cielo de los periodistas y algún día podamos en el más allá, volver a seguir nuestra amistad.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Centro Nuestra Señora del Valle: un orgullo para La Bañeza

No cabe duda que el Colegio de disminuidos psíquicos, Nuestra Señora del Valle, ha sido uno de los grandes logros conseguidos, por el primer ayuntamiento democrático de nuestra ciudad, que encabezó como alcalde con mayoría absoluta, el Industrial Guillermo García Arconada, que, además, fue elegido diputado Provincial. En uno de los primeros plenos de la Diputación del que era presidente, el médico leonés Rodrigo de Santiago, se trató de la creación en la provincia, de un centro que acogiera a los enfermos psíquicos de la misma en régimen de internado. Cuando salieron de la sesión, Guillermo comenzó a convencer al presidente que dicho centro se construyera en nuestra ciudad, y Rodrigo de Santiago le dijo, al entonces nuestro alcalde, que si le donaba los terrenos se haría en La Bañeza. Justo en ese momento entraba en la Diputación el industrial de la ciudad, y dueño de los terrenos, donde hoy está este maravilloso centro, José Ribas Villadangos y, Guillermo le paró, le presentó al presidente de la Diputación, y le explicó que necesitaba unos terrenos con objeto de hacer un centro, que acogiera a los disminuidos psíquicos, ya que si se regalaba el terreno a la diputación se haría aquí este colegio.
Pepe Ribas, como era conocido en nuestra ciudad, le dijo que se podía hablar sobre el tema, y quedaron en reunirse para su estudio. Efectivamente en la siguiente reunión se llegó al acuerdo de la cesión gratuita, de 50.000 metros cuadrados del terreno que poseía enfrente del entonces Mesón La Fragua, y a cambio le tendría que construir el ayuntamiento dos viales o calles, con todos los servicios de agua, luz y alcantarillado, uno que entraba enfrente de donde está hoy el Restaurante Hostal La Hacienda y el otro donde está actualmente la entrada a dicho colegio. Guillermo García le ofreció a Rodríguez de Santiago, ponerle al colegio, el nombre de la mujer del presidente, que se llamaba Paloma del Valle, y éste le dijo que se dejara el título de Nuestra Señora del Valle.
La diputación, una vez firmado el acuerdo, comenzó el proyecto para construir el Colegio y al año siguiente se iniciaban las obras, pero en l981, una cacicada a nivel provincial, de los mandos del partido gobernante UCD, obligaron a Guillermo García Arconada a dimitir como alcalde y nombrar a Antonio Fernández Calvo. El colegio se siguió construyendo y cada poco llegaba una nota de la diputación, ya con otros presidentes, para que nuestro municipio hiciera los viales a los que se había comprometido, pero como no había dinero, se fueron dejando sin hacer. Gracias a que la Diputación, tenía ya construido el edificio y no se podía poner en marcha por la falta de, al menos un vial que sirviera de entrada al mismo, se decidió la Diputación a construirlo a su costa, pero el compromiso era de que se hicieran dos viales y no uno y el colegio ya construido, tuvo que buscar la forma de convencer al donante de que se conformara con uno y encima sin servicios sanitarios, ya que solo se llevó la luz, por lo que hubo que hacer pozos sépticos y pozos de agua limpia. Al final del año de 1986 se consiguió inaugurar dicho Colegio con capacidad para 90 personas de ambos sexos disminuidos psíquicos. Fue un colegio que dio un gran impulso a nuestra ciudad, dado que entraron fijos a trabajar en el mismo unas setenta personas que ahora son muchas más debido a la mejora del centro y a su ampliación, que ahora acoge a más de 130 asistidos.
Todo ello se pudo realizar, porque en sus primeros años, se hicieron cargo del mismo como directores, los hermanos holandeses, con el hermano Teodoro van der Boer, a la cabeza, que supo imprimir en los trabajadores que pusieron en funcionamiento este centro, la ejemplaridad, la dedicación y el afecto a estos seres, que tanto necesitaban de cuidados, cariño y responsabilidad, hasta llegar a ser uno de los mejores de Castilla y León, dado que a los hermanos holandeses les sustituyeron dos directores laicos, que supieron seguir el ejemplo dado por ellos, como Alejandro, primero y ahora Isabel Sánchez, lo siguieron haciendo, aumentando las instalaciones y siguiendo con la misma dedicación que les enseñaron los dos hermanos holandeses llamados Teo.

viernes, 21 de octubre de 2011

DESPEDIDA AL PATRIARCA DE LOS GITANOS

JOSÉ CRUZ CABO.- Durante bastantes años, llamó la atención que la guardia Civil y los gitanos anduvieran juntos en nuestra ciudad y esto era debido a que durante bastantes años se hicieron íntimos amigos el teniente de la Guardia Civil, Don Honorato y el tratante en ganado, de la etnia gitana, el Señor Manolo el gitano. Todos los días Honorato, Tomás el Molancho y Manolo el gitano, iban juntos a tomar los vinos, lo mismo a mediodía que por la noche. Eran años de escasez, aunque ya comenzaban los obreros a levantar cabeza y, en aquellas décadas, a la sociedad bañezana le llamaba la atención que un gitano y un guardia civil alternarán juntos en la vida social y fueran grandes amigos. Pero con el tiempo yo llegué a saber por qué. Al jubilarme coincidí bastantes veces en el bar del Círculo Mercantil, con el Señor Manolo, ya patriarca de los gitanos, y pude apreciar las enormes cualidades que adornaban a este gran personaje gitano de nuestra ciudad.
Era un hombre de gran simpatía, su conversación siempre estaba salpicada de bromas y además dichas con gran afecto. Su palabra era ley, ya que no necesitaba nunca un papel para cumplir la palabra dada, su apretón de manos, al finalizar un trato, era como un escrito firmado por un juez, nunca dejó de cumplir la palabra dada, ganara o perdiera, su honestidad y su honradez eran impecables y todos los que hacían algún trato con él, sabían que sería cumplido al pie de la letra. Estas virtudes, unidas a su generosidad, a su bondad y a su innata gracia para estar en sociedad, le hacían una persona entrañable, con la que se se alternaba con gusto, ya que nunca le noté en los años que nos encontramos en algún bar, ni tacañería, ni adular a nadie y siempre dispuesto a hacetrte un favor. Estuvimos un tiempo sin vernos y volvimos a coincidir en el centro de salud, ya enfermo pero siempre agradable, siempre atento y siempre amigo. “Hombre, señor Manolo, hacía tiempo que no le veía, ¿que tal marcha?”. “Bueno, vamos tirando, vengo a que me remienden un poco, los años no pasan en balde”. Luego en el buen tiempo, los sábados, cuando venía a Gráficas Nino, a jugar con el ordenador y hacer las crónicas para la Cope de Astorga, de la que sigo dando las crónicas diarias de lunes a viernes, cerca de las dos de la tarde. Me lo encontraba sentado en una silla cerca de la entrada a la librería y nos saludábamos. “Que tal vamos señor Manolo”, “aquí tomando un poco el aire y refrescando del calor”, “le encuentro muy bien”, “sí, de aspecto, pero si no fueran los años y los males que hay dentro”.Hacía unos sábados que no lo encontraba en su silla a la puerta de la imprenta, pero lo achacaba a que las mañanas eran frías, pero hace dos sábados, no estaban tampoco sus hijos con los puestos y después vi la esquela. La verdad es que siempre estuvo rodeado del cariño de sus hijos, a los que guió con mano experta, para que fueran unas buenas personas y se integraran en la sociedad con trabajo y honradez, de lo que él sabía un rato. Durante su vida siempre estuvo arropado por su esposa, sus hijos y sus nietos, que le querían y le honraban, pues nunca salió de su propia casa y siempre atendido por ellos, que le acompañaban a donde tuvieran que llevarlo y a la hora de su muerte, allí estaban todos, junto a su cama y en sus honras fúnebres. Señor Manolo, le voy a extrañar y le echaré de menos, pero ahora solo pido a Dios que esté gozando en el cielo de los gitanos, como supo gozar, trabajar, sufrir y ayudar en sus años en la tierra. Patriarca de los gitanos, Manuel Jiménez Jiménez, hasta siempre.

miércoles, 27 de julio de 2011

Las fiestas de antaño y hogaño

José Cruz Cabo
Mi memoria me lleva a mediados de los años treinta, cuando las fiestas eran poco más que bailes en la Plaza Mayor, fuegos artificiales en la Plaza Fray Diego Alonso y algunos juegos infantiles. Mi primer recuerdo de los fuegos artificiales, fue en la Plaza Fray Diego Alonso, esquina con la hoy Avenida Vía de la Plata y, mi emoción de niño, cuando dos de los fuegos artificiales en el momento más espectacular estaban, dejaban caer un lienzo con la imagen de la Virgen de la Asunción y otro con la figura de San Roque. Luego durante los años cuarenta, los conciertos en la Plaza Mayor, las dianas por las calles, parando ante las casas de los alcaldes de cada año y de otras personalidades, del cuarenta y seis al cincuenta y uno, yo era uno de los componentes de la misma, los bailes y los fuegos artificiales que volvieron a la Plaza Mayor, las cucañas que reunían a gran cantidad de gente para ver trepar a los adolescentes y jóvenes por el palo, para conseguir el jamón que había en lo alto. Los tenderetes y juegos en la Plaza Mayor y las pequeñas barracas de entonces, que se ponían en la pequeña plaza de la calle Escultor Ribera. Luego pasarían a la hoy Vía de la Plata y con el tiempo, vendrían muchas mas e irían cambiando de sitio hasta llegar a la finca donde se ponen ahora. Los fuegos artificiales fueron cambiando de ubicación y se hicieron acuáticos en el puente de Requejo, volvieron a la Plaza Mayor, después se cambiaron para lo que es hoy el parque infantil en la Plaza de los Reyes Católicos, de allí se marcharon al barrio de El Polvorín y finalmente recalaron en la zona polideportiva, donde se hacen en la actualidad, Las barracas también han cambiado varias veces de sitio hasta quedar ahora en la finca enfrente de la Plaza del Carnaval.Durante varios años hubo teatros móviles y aquí vino el de variedades de Manolita Chen que se instaló en lo que hoy es Plaza Briva Miravent y donde conocí al gran cantante de Laguna Dalga, Roberto Rey, que falleció unos pocos años después de forma trágica, cuando comenzaba a abrirse un buen hueco en la canción española, también venía uno de teatro y variedades que estos años últimos se ha instalado enfrente de lo que fue la entrada a la estación. También el Teatro Pérez Alonso trajo grandes compañías de teatro en la patrona y durante unos años, alquilado por el ayuntamiento, pudimos disfrutar de dos compañías de Zarzuela. Cuando el teatro funcionaba, durante una patrona se trajo un ballet que actuó en lo que es hoy patio del Colegio San José de Calasanz, ahora vienen y actuan en la Avenida Vía de la Plata.Todo ha ido cambiando a lo largo de los años, menos la alegría de los bañezanos, que generación tras generación hay dos cosas que no cambian, sino que mejoran, la carrera de motos y la alegría. Las misas se han hecho más solemnes y la ofrenda a la patrona, se va fortaleciendo año a año, así como la Misa de San Roque va adquiriendo una demostración de solera tradicional.El desfile de carrozas con las reinas infantil y mayor con sus respectivas damas ha ido fortaleciéndose y siendo el punto final de las fiestas. Muchos años antes, cuando no había tantos coches, ni existían los tractores, se hicieron varios desfiles de carros engalanados.Nuestra ciudad, como todas las cosas, ha ido cambiando y evolucionando y las fiestas han ido ganando en mejoras, han venido atracciones que antes no había. Unos años se han dado toros, durante tres años con grandes matadores, como Andres Vázquez, Palomo Linares y otros, un año en lo que fue Plaza del Ganado hoy Instituto Ornia, varios otros en donde ahora está la piscina municipal y finalmente se ha ido cambiando hasta quedar cerca de la nacional seis, últimamente solo se han dado becerradas y suelta de vaquillas.Cada generación trae sus modas y lo mismo ha pasado en las fiestas de nuestra ciudad. Solo ha quedado siempre la atracción hacia los forasteros y la alegría desbordante de nuestra juventud, en todas y cada una de las épocas.

jueves, 14 de julio de 2011

Encarnación Rodríguez Martínez, Una mujer, alegre, carnavalera y festiva

José Cruz Cabo
La señora Encarnación Rodríguez Martínez, más conocida por La Charra o la Flor del Te, fue una mujer valiente, que nunca le arredró nada y que yo conocí más de carca en el año 1943, dado que aunque ya llevaba siendo vecino de ella, la primera vez que cruzamos la palabra fue con motivo de un gran disgusto que llevó, cuando a su hijo Santiago le dejaron tuerto. Santiago y yo salimos de la Escuela Villa una tarde y a Santiago se le ocurrió meterse en una zapatería que era como una caseta de madera, que había detrás de la cárcel, donde hoy está el parque infantil, en la que trabajaba Manuel Valle. Santiago solía entrar mucho por ella y era muy inquieto. Aquel día me convenció a mi para entrar juntos, yo me acurruqué en un lado y, mientras, Santiago se puso a dar vueltas por allí. El zapatero le decía, “estate quieto Santiago, no me toques nada”, pero Santiago seguía a lo suyo sin hacerle caso. En esto Manolo el zapatero, tenía un cristal en la mano, y lo tiró al aire sin querer hacer daño a nadie y para meterle miedo, pero con tal mala suerte que Santiago, cambió de sitio y su ojo fue a parar al cristal partiéndole la pupila a la mitad. Yo subí corriendo con él al Barrio San Eusebio, a casa de su madre la señora Encarna, y la mujer tuvo que bajar a toda velocidad al médico, pero ya no se pudo recuperar el ojo y Santiago quedó tuerto de por vida. El zapatero llevó un disgusto enorme y no creo que se le ocurriera tirar más veces el cristal al aire.
Seguí viviendo allí hasta el año 1955 y la amistad con la señora Encarna fue aumentando con el tiempo y el conocimiento de su personalidad, y puedo asegurar que era una mujer valiente, decidida, que no le tenía miedo a nada. Cuando llegaban los carnavales ella, además de disfrazarse y correr para que los guardias no la pillaran, todos los años organizaba el entierro de la sardina, pero solo por aquella zona, ya que al oscurecer varios chavales del barrio la ayudaban a realizarlo. Se iniciaba por la calle Santa Elena, entonces no había casas por allí, se llegaba a la Pradilla, donde no vivía nadie, y por la cuesta que comienza en la calle Don Pedro el oculista, se volvía al barrio y a su casa. Para no tener sorpresas, La Charra, ponía vigilantes a lo largo del trayecto y si alguno veía venir a la pareja de la Guardia Civil, silbaba y todo lo del entierro se tiraba en las tierras hasta que pasaba el peligro. Pero la señora Encarna no solo se dedicó al carnaval, también enseñaba a bailar los bailes regionales con su pandereta, mantuvo vivo el traje regional, durante varias fiestas patronales participaba en el desfile de carros engalanados, y tenía un gusto exquisito para adornarlos. Entonces no había carrozas y los desfiles eran de carros, unos pujados con caballos y otros con bueyes, pero la Plaza Mayor se llenaba para ver el desfile de los mismos. Organizó varios festivales en el Teatro Pérez Alonso para recaudar dinero para actos benéficos, era una mujer de una actividad frenética y nunca decía no a cualquiera que le pidiera ayuda, para organizar cosas que pudieran servir para ayudar a la gente o simplemente para que nuestra ciudad tuviera más prestigio, o fuese más conocida fuera de aquí. Ella dirigía los bailes regionales y si tenía que participar bailando, también lo hacía, nunca se negaba a nada, hasta coser los trajes de carnaval si era necesario o ayudaba a otros a prepararlos. Fue una mujer bondadosa, que no ponía pegas para ayudar a los demás, en aquellos años 40, de hambre y necesidades sin cuento. ¡Aquello si que era crisis, que aun trabajando no podías comer!.
La señora Encarna fue una de las personas que a pesar de ser una mujer humilde, sin muchos conocimientos culturales, pero con una energía y un corazón como la copa de un pino, con una alegría desbordante, con una sencillez admirable y con una sensibilidad para hacer las cosas con gusto y satisfacción, que le granjearon el afecto y el cariño de todas las personas que la conocieron y la trataron. Fue una mujer de su época, pero que supo amar a nuestra ciudad con pasión y que en su tiempo fue una mujer valiosa y entregada de lleno a La Bañeza y nunca se rindió, aunque la vida muchas veces no la deparó alegrías.

jueves, 30 de junio de 2011

Lucila Ordás Aller, la alegría personificada

por José Cruz Cabo

Lucila Ordás Aller, fue una mujer que ya de niña o joven, le gustaba alegrar a la gente y para ello se sacaba de la manga, infinidad de proyectos que podían haberle costado caro, dado el tiempo retrogrado y pacato que le tocó vivir. En los años de la guerra iba a la estación y cuando veía a un soldado no le importaba besarlo delante de todos y presentarlo como familiar que nunca lo era. En los años cuarenta, cuando Franco pasaba con toda su escolta, por nuestra ciudad, camino de Galicia o de Madrid, un día, lavando en el puente de la Reina, apostó con las otras mujeres que estaban en el río, que paraba a la escolta de Franco y ni corta ni perezosa, se puso una sábana que la tapaba y subió a la carretera y se hizo la loca, y llegaron los primeros motoristas y frenaron y comenzaron a decir que qué pena, una joven tan guapa y trastornada, así fue parando a la mayoría de la escolta, hasta que una de las amigas le dijo, oye Lucila, que viene tu padre en el carro, y salió disparada para bajo y todo siguió su curso y Franco pasó sin problemas, aunque la escolta estuvo parada más de diez minutos.
Otra vez, estando en el Hospital de León, llegaron los carnavales y ella pidió disfraces y recorrió casi todo el Hospital disfrazada y haciendo las delicias de los enfermos, médicos, enfermeras y familiares de los internos. Lucila nunca se cansaba de hacer reír a los que estaban cerca de ella, fuera en casa o en la calle, tenía una gracia natural para decir las cosas y que resultaran alegres, aunque lo que estuviera contando fuera penoso o triste.
No he podido olvidar el año que su hija Pepita Beyoso Ordás fue elegida reina de las Fiestas Patronales. El alcalde era  Leandro Sarmiento Fidalgo y concejal Delfín Pérez Linacero, que además era el fotógrafo de Prensa, para El Adelanto y los periódicos provinciales. El único periodista que asistió a esta petición, junto con alcalde y concejal fotógrafo, como a otras muchas, fuí yo, no había más corresponsales en la ciudad entonces. Nos recibió Lucila, con su habitual gracejo, nos hizo comer de lo mucho y rico que había dispuesto para agasajar al ayuntamiento y con los mejores dulces que se hacían en la ciudad, concretamente en casa de Baudilio, ya que la reina, su hija, Pepi Belloso, era dependienta en dicha confitería. Después se dedicó a contarnos sus andanzas y aventuras desde su juventud hasta su vuelta a la ciudad, ya que vivió fuera de ella unos cuantos años, y cuando ella se cansó, siguió con sus aventuras carnavalescas Teresa la Curina y para remate, llegó a más de las tres de la madrugada, Kike Java. Nunca ví a Leandro Sarmiento reírse como aquella noche, ni a Delfín. Pero a Leandro se le caían unos lagrimones de risa impresionantes, así nos tuvieron hasta casi las cuatro de la mañana y yo tenía que entrar al trabajo a las ocho y media.
Sus números carnavaleros, junto a su amiga Paula, eran de una comicidad, además de una gran elegancia, que la gente se paraba a contemplarlos y encima se reía a mandíbula batiente, como cuando Lucila se vistió de Chacha y Paula de militar y al día siguiente fueron llamadas al cuartel de la guardia civil, que querían saber quien les había dejado el traje militar. Lucila, con esa increible gracia que Dios le dio, les contó tantas cosas graciosas, que los guardias no paraban de reírse y al final les dijeron que marcharan. Y es que Lucila Ordás Aller, fue una mujer que trabajó como una negra, que sufrió hambre y necesidad a destajo, pero que nada nadie pudo acabar con su buen humor, con su gracia natural, cómica y dicharachera. Ella, lo mismo en la conversación entre amigos, que cuando tocaba disfrazarse de carnaval, su gracia natural y única y su gran bondad, así como lo mucho que aprendió de las adversidades y alegrías de la vida, eran puestas en movimiento, para que los que estaban hablando con ella o viendo sus números carnavaleros, se lo pasaran a lo grande, se divirtieran y consiguieran olvidarse, como ella decía, de los malos ratos que te vienen sin esperarlos y que hay que pechar con ellos aunque no se quieren, por eso hay que divertirse mientras se pueda.

jueves, 2 de junio de 2011

José Tardío Barrios

por José Cruz Cabo

Aunque ya lo conocía siendo yo niño, porque era dependiente del Comercio de Mariano de la Fuente, comencé a tratarlo en el año 1954, cuando comenzó a formarse la Peña Real Madrid de La Bañeza, ya que fue el primer presidente de la misma y estuvo bastantes años dirigiéndola. Antes en el año 1948, fue el encargado de la proyección del Cine Salamanca, donde estuvo muchos años, pero entonces la diferencia de edad  no había dado lugar a la amistad que tuvimos después. Cuando fue presidente de la Peña Real Madrid, yo entré como vicesecretario y en las reuniones de la misma, fue cuando inicié mi amistad con Pepe Tardío, como habitualmente era conocido en la ciudad. El se empeñó en que visitara La Bañeza un equipo del Real Madrid, y al final lo consiguió, pero no para que vinieran a jugar aquí. Aprovechando que un equipo del Real Madrid, vino a jugar un partido amistoso contra el Atlético Astorga, consiguió que al día siguiente, visitará La Bañeza. El entrenador era un antiguo jugador del Madrid, Ipiña. En el equipo venían tres jugadores titulares, entre los que sobresalía el famosísimo Luis Molomny, que estaba acabando su carrera como futbolista. Fueron recibidos por el alcalde de esa época, Pompeyo Lombó Pérez. Se les dio una comida en la sede de la Peña, con todas las autoridades vivas de la ciudad. Pepe Tardio fue durante bastantes años el presidente de la misma, hasta que con el tiempo fueron saliendo otros y la Peña ha podido seguir hasta la actualidad. También era socio de número del Real Madrid y eso hacía que le atendiera el club blanco cuando se pedían entradas para partidos. Recuerdo el recibimiento que nos hicieron la embajada del Real Madrid, cuando el famoso partido que perdió el equipo blanco por 4-3, ante el Valladolid, en el famoso gol de tacón de Diestéfano. Fuimos al Hotel Conde Ansurez a recoger las entradas para el partido, y allí nos presentaron a Diestéfano y a Joseito, y después nos hicieron pasar a un salón donde el encargado del material nos estuvo explicando los viajes por los paises del entonces telón de acero. Durante su mandato la Peña tuvo uno de los mejores equipos de pelota a mano que ha tenido La Bañeza en su historia. También fue el fundador y primer presidente de La Bañeza Fútbol Club que se fundó en 1957, ya que era una persona dinámica, inquieta y que conocía y tenía relaciones importantes no solo aquí, sino en muchas ciudades y pueblos de España, dado su carácter abierto y agradable. Fue bastantes años secretario de la Cofradía de San Blas y, como es lógico, juez uno de los años. Como proyector de las películas en el Cine Salamanca, que él inició y estuvo hasta su jubilación en la cabina, pasando y arreglando las películas que se traían entonces diariamente a nuestra ciudad, y muchos días se ponían dos películas en sesión doble, por lo que, cuando nos veíamos, me ponía enseguida al día en cuanto a los filmes que ya estaban contratados, con los días en que iban a proyectarse y la calidad que tenían, según los especialistas cinéfilos de los periódicos de Madrid.José Tardío Barrios fue un hombre dinámico, muy apegado a la ciudad que le vio nacer, en la que colaboró en muchas cosas y hasta fue el creador de otras, ya que a pesar de que en aquellos años en los comercios no existía un horario fijo y menos los sábados, se cerraba cuando los clientes dejaban, siempre tuvo tiempo para dedicarlo a cosas que mejoraran la cultura, el deporte, la convivencia y el afecto, siendo un hombre cariñoso, amigo de todos y, siempre, con la mirada puesta en la mejoría de La Bañeza en cualquiera de las cosas que él pudiera hacer y la ciudad lo necesitara.  
Estos retratos de personajes que tuvo la ciudad y yo tuve contacto con ellos, no quiero que se queden en el vacío y por ello deseo que mis recuerdos los vuelvan a la actualidad y los habitantes de hoy, sepan de sus antepasados que, de una u otra manera, tuvieron influencia en la vida ciudadana de los días, meses y años del siglo veinte, porque fueron los precursores de La Bañeza actual y deseo que su recuerdo quede para siempre en la pequeña historia que me ha tocado vivir, dando noticias en más de sesenta años para la prensa y radios no solo de la ciudad, de esta Bañeza que debe seguir prosperando con el amor y el trabajo de los que hoy la habitamos.

martes, 10 de mayo de 2011

Manuel Cruz Pérez


José Cruz Cabo
Manuel Cruz Pérez, nació en Camas (Sevilla), y el año 1925 llegó a nuestra ciudad, como tonelero para la Tonelería que había iniciado en La Bañeza, el señor Emilio Perandones. Ya era viudo y un día se le ocurrió preguntar donde podía hacerse un traje y le dijeron que en la sastrería del Señor Pepe. Llegó a la casa, que hoy es el teatro, y encontró a una señorita fregando el portal y le preguntó si era esa la sastrería, Everilda Cabo Valenciano, que así se llamaba la señorita, le dijo que sí. Manolillo, como comenzaron a llamarle en la ciudad, pensó que esa señorita tenía que ser su mujer. Pasado el tiempo, la relación de Manuel y Everilda se fortaleció y un día del año de 1926, Everilda le dijo a Don Lucas Castrillo, párroco de El Salvador y compañero de estudios del sastre José Cabo Verde, que había que ir pidiendo los papeles de Manolo a Sevilla y Don Lucas le dijo, no te preocupes, ya sabemos que Manolillo es una buena persona. El domingo siguiente, cuando Everilda salió a peinar por las casas, le dijeron que le habían leído los proclamos. Se ponían a la puerta de la iglesia, y no lo creía porque no había sido pedida siquiera. Ella iba a misa a las Carmelitas. Como era verdad que los proclamos ya estaban iniciados, hubo que acelerar la boda y en noviembre de ese año, se convertían en marido y mujer. Manolillo cogió la costumbre, cuando vino a la ciudad, de cantar saetas al paso de las imágenes de Semana Santa, con esa preciosa voz y estilo típicamente andaluz. Manuel tenía 36 años y Everilda 33. Ellos siguieron con sus trabajos, y en abril de 1930 nací yo, en la hoy vía de la Plata. Hubo un paréntesis, y en el año 1931 me llevaron con ellos a Hervás, para volver en 1932, con objeto de dar a luz a mi hermano Manuel. Al poco tiempo mi padre era nombrado cabo de serenos y mi madre, una vez restablecida del parto de mi hermano, puso en la casa de la calle Padre Miguélez, donde vivíamos, una especie de colegio para niños de 2 a seis años, ya que hasta los seis no se podía entrar en la escuela. Los domingos por la mañana peinaba por las casas. La primera vez que le oí cantar las saetas a mi padre, fue en el balcón de la casa de Padre Miguélez, donde hoy está la Librería Arlequín, que nos sacó mi madre envueltos en mantas al balcón, yo tenía cuatro años y cuando terminó de cantar a la Virgen de la Soledad, de Jesús Nazareno, hoy la imagen de Fina Luna, mi hermano Manolo no se pudo contener y dijo “Viva mi papá”. Luego ya salíamos hasta la Plaza Mayor, o la calle del Reloj, o a la plaza Obispo Alcolea, para oir cantar a mi padre las saetas. Concretamente las monjas Carmelitas le pidieron que cantara en la Plaza Obispo Alcolea, para poder oirlo, y cantó en la casa que hace esquina con la calle de Conrado Blanco, donde tenía la zapatería Agapito Toral, el que fue marido de la carnavalera Celia Amigo. También en verano salíamos a la Plaza Mayor para oir cantar a los serenos, que lo hacían en el centro de la Plaza y se llenaba de gente para oirles cantar el inicio de la guardia. En 1938, en febrero, moría mi madre Everilda de una pulmonía y estuvimos casi dos años fuera de La Bañeza. Mi padre en agosto del 38 marchó de tonelero a Puerto de Bejar y nosotros terminamos en Sevilla con mi tía Eugenia y su hija Isabel, que habían venido desde Sevilla para cuidar a su hermano y sus dos sobrinos. En septiembre de 1940, mi padre volvió para La Bañeza, de tonelero para Pausílipo, que acababa de poner una tonelería en la hoy Avenida de la Plata. En noviembre se casó por tercera vez, con Pilar Cortés Prieto y poco antes de las Navidades de ese año, nos trajo a mi hermano y a mí desde Sevilla para La Bañeza. Manolillo siguió cantando las saetas hasta el año 1945, en que vinieron unos familiares del Señor Santiago Vidales, también andaluces, y también sabían cantar saetas, aunque en otro estilo, pero a mi padre le picaron con que los había contratado la cofradía de Jesús y se hinchó a cantar saetas hasta el punto de que más de una vez le dejaron con la saeta en la boca, mientras el paso se alejaba. Al año siguiente, Don Angel le dijo que las saetas se habían acabado, mi padre ya no tenía dentadura y la voz no le salía como antes y sus saetas dejaron de oirse en la ciudad. Nuestro gran poeta, Don Nicolás Benavides Moro, General Benavides, le hizo una poesía para su libro de poemas “Momentos”. En septiembre del año de 1967, Manolillo reposó para siempre en su tierra bañezana de acogida, después de cuarenta y seis años viviendo y trabajando en ella.

jueves, 28 de abril de 2011

Angélica Falagán Blanco


POR JOSÉ CRUZ CABO
Yo conocí a la señora Angélica, sobre el año 1967, cuando me casé por segunda vez, ya que mi cuñada Pepa era vecina de ella y de sus hijos, David, Maruja y Fina, en el Barrio entonces del Convento. Y fue cuando pude comprobar por mi mismo, lo que ya me habían dicho otras personas, que si tenías un torcedura o un tendón mal, acudieras a ella que los curaba, además nunca pedía nada a cambio. Cogía lo que le dieras, aunque en mi caso nunca quiso que le diera nada y no me lo cogía.
Durante mucho tiempo, hasta el día que ya no pudo ejercer, que fue poco antes de morir, a nadie que acudiera a su casa, para que le curara dejaba de atenderlo. Tenía unas manos que parecían garfios, con cerca de noventa años, todavía, si te ponía las manos encima, veías las estrellas, pero salías prácticamente curado. Además tenía un carácter amable, cariñoso, afectuoso y el dolor que te pudiera causar, con su sonrisa y sus cariñosas palabras, lo sobrellevabas mejor. Yo tuve que acudir a ella tres veces y lo que me arregló, nunca más me volvió a doler.
La señora Angélica, además, era la que dirigía la cocción, junto a Teresa La Curina y alguna mas, y la preparación del potaje de la cofradía de las Angustias y Soledad, desde el amanecer del miércoles Santo, no en balde su marido, Esteban González, y su hijo David, fueron jueces de la cofradía de Las Angustias, y sus hijas Maruja y Fina, desde pequeñas, junto con su hijo Miguel, la acompañaban para ayudarla, no solo en ese día, sino en los días anteriores para prepararlo todo, para que al amanecer del Miércoles se pudiera comenzar a cocinar el potaje y el bacalao. Entonces no se daba a tanta gente como ahora, pero el trabajo había que hacerlo igual. Era una devota fiel y entregada a la Virgen de Las Angustias, bajo su manto murió, y eso la llevaba a no perderse la novena ningún año que estuviera bien de salud, que mientras yo la conocí la tuvo muy buena, aunque la edad nos traiga achaques a todos los humanos, porque ya digo que, hasta poco de fallecer, seguía curando a todos los que acudían con algún golpe o algún retortijón, porque ella las roturas no las tocaba, los que llevaban algo roto, los enviaba rápidamente al médico. Entonces en ese barrio y, concretamente, en la calle de San Julián, que era donde ella vivía con su hija Maruja y su yerno Luis Mantecón, los vecinos se conocían todos, y en los veranos por la noche salían a la puerta de casa y formaban tertulias y en cualquier momento en que tenían ocasión, charlaban a la puerta o se deban las noticias que sabían. Cuando llegaba el santo o el cumpleaños de alguna, se casaba un hijo o había un nacimiento en el grupo de amigas, ya en aquellos años de nietos o nietas, solían hacer una colecta entre todas y le hacían un regalo, que solía terminar en una merienda. Era una calle muy unida. Una vez que se construyeron las diez casas de la comunidad que se creó para ello.
La señora Angélica, era la abuela de todas entonces, y además una mujer que siempre estaba dispuesta a ayudar, a dar un consejo, a ser solidaria con los demás, y eso era muy apreciado en aquel barrio y en aquel tiempo, porque a su casa llegaban gentes de todos los sitios de la ciudad que tenían algún problema de tendones y de manera especial los futbolistas o deportistas de aquellos años, a los que ella atendía, curaba y les volvía a poner fuertes para seguir haciendo deporte. A nadie dijo no, y siempre ponía buena cara, cuando los demás necesitaban algo de ella, y además nunca pedía nada, si algo le daban, lo recogía y además lo agradecía. Entre ayudar a los demás y trabajar para la cofradía de las Angustias, cuando la necesitaban, no solo durante el potaje, ella se sentía feliz y como dicen ahora, realizada. Fue una esposa fiel, una madre cumplidora y entregada a sus hijos y una mujer ejemplar, en todo lo que podía hacer por los demás. La señora Angélica Falagán Blanco fue un ejemplo de bañezana amante de su ciudad, porque siempre, siempre, ayudó a todo el que se lo pidió y estuvo entregada toda la vida, a la Cofradía de Las Angustias y Soledad.

JOSEFINA ÁLVAREZ ANDRES LUNA ó Fina Luna


JOSÉ CRUZ CABO
Yo conocí a Fina Luna, como la llamaban sus amistades y sus familiares, siendo un niño en los años treinta. Su padre era médico y vivían en la calle Padre Miguélez, donde esta hoy la tienda “Avenida”. Pasados unos años, se cambiaron para la Plaza Mayor donde está la Joyería Isaac, y cuando su padre se jubiló, se fueron a vivir a Madrid. Yo la recodaba de niño, pero la diferencia de edad era mucha para que jugáramos juntos como ella decía. Lo que sí recuerdo fue la primera vez que vinieron desde Madrid, su hermana Carmen y ella a las procesiones de Semana Santa, y como se enamoró de la Virgen de la Soledad, de la Cofradía de Jesús Nazareno. La mandó restaurar, le hizo el trono y el vestuario y esta virgen del siglo XVIII, volvió a salir en hombros en las procesiones. Cuando fui a hablar con ella, por este motivo, y le traté de usted, la diferencia de edad y de posición era grande. Me dijo con mucha gracia: “Hombre Pepe, como me tratas de usted, si jugamos juntos”.Ella cuando marchó de aquí era soltera y estuvo quince años trabajando en el Sanatorio de La Paz, ya que ella era profesora de piano y se dedicó con el piano, a conseguir que los enfermos operados de garganta pudieran volver a hablar.
Después se casó con un ingeniero extranjero, no tuvieron hijos y Fina, en cuanto pudo, se vino a vivir a la ciudad que la vio nacer. Entre ella y su hermana Carmina, costearon las dos imágenes que rodean al cristo crucificado del retablo de Santa María, hizo muchas donaciones tanto a las cofradías, como a las dos iglesias de la ciudad, regaló a la cofradía de Jesús Nazareno, una imagen de la soledad pequeña para que la pujaran los niños. Posteriormente, al recuperarse la Cofradía de la Vera Cruz, se hizo cofrade y lo primero que se le ocurrió fue regalar una Virgen a dicha cofradía, ya que lo que tenía esta hermandad era una Verónica que era la que realizaba el encuentro con Jesús Nazareno, ya muy deteriorada, que hubo que restaurar. No solo regaló la imagen, sino varias vestimentas para la misma y todavía dejó unos miles de euros para reconstruir la nueva capilla, que ella se marchó con la pena de no verla comenzada, porque la ayuda económica hubiera sido mucho mayor. Ella disfrutaba comprando o pagando cosas para las distintas cofradías de la ciudad, así como para diversas asociaciones, a las que regaló banderines o estandartes, también a nuestra banda municipal, pagó los trajes de la Banda de Cornetas y Tambores de La Soledad, que  luego desapareció, aunque ahora muchos de sus componentes pertenecen a la de la Cofradía de la Vera Cruz. Para ella su ilusión era ver una Bañeza unida, sin odios ni rencores, que todos trabajáramos por engrandecerla y así lo dijo en muchas ocasiones. Fue la artífice de poder organizar la fiesta de la Calle Padre Miguélez y durante unos años se celebró con una misa en la capilla de las Hermanas Carmelitas y después una cena, para todos los vecinos de dicha calle, los que habían vivido antes y los que estaban viviendo en la misma ahora. Fue una fiesta muy cariñosa que nos hizo recordar vivencias y amistades que se habían perdido con el tiempo, algunos venían a celebrar la fiesta y era una gran ilusión encontrarlos, a pesar de que ha sido la calle más triste para mi vida, pues en ella se murieron mi madre, Everilda, mi abuela Marcelina, mi primera mujer, Angeles y mi única hija también Angeles. Pero esa es otra historia.  Con el tiempo, y a petición de muchas personas que la queríamos, el ayuntamiento le concedió la insignia de oro de la ciudad, lo que ella disfrutó a lo grande, ya que su única pasión era ver a la ciudad que la vio nacer, prosperar, engrandecerse, estar unida y ser la más importante de la provincia de León. Siempre que salía fuera de aquí, hablaba de La Bañeza como si fuera la ciudad más bella, más rica, más trabajadora y más alegre del mundo. Su bañezanismo era inalterable y su ilusión por verla engrandecerse, era lo más importante de su vida, por eso colaboró con su dinero con todas las cosas que le pidieron y ella podía costear, y muchas veces sin pedírselo, se adelantaba ella a las necesidades que veía y que ella podía remediar. Josefina Andrés Alvarez Luna. Fina Luna, fue una gran mecenas para La Bañeza.

lunes, 14 de febrero de 2011

Gonzalo de Mata Ferrero, Un gran médico y mejor persona

José Cruz Cabo
Aunque ya hacía años que sabía de sus andanzas, no conocí e intimé con Don Gonzalo de Mata Ferrero, hasta los años sesenta y la primera vez que hablé con él, fue en la Plaza Obispo Alcolea, donde tenía Víctor de la Fuente, el estudio de fotografía, hoy es el Infanta Cristina y la Plaza del Centenario. Había comprado él un magnetofón recién puestos a la venta, y quería registrar el sonido de un pedo. Estuvo más de una hora con esa cantinela pero no lo consiguió grabar. Poco tiempo después de aquello, los de Acción Católica, me hicieron viajar con él para dar unas charlas sobre el seminario en las iglesias de Regueras y Azares, yo entonces no tenía carnet ni idea de tenerlo, y a pesar de lo cerca que íbamos, pasé todo el miedo que quise, porque me iba hablando y soltaba el volante. Después, en los años setenta, se hizo colaborador de nuestro semanario, “El Adelanto Bañezano” siendo yo ya entonces subdirector del mismo, y sus artículos eran muy simpáticos, ya que siempre escribía en broma y, en uno de ellos puso, hablando de las mujeres, “las reinas de la casa” y nosotros nos confundimos y pusimos “las ruinas de la casa”, lo que provocó otro artículo más hilarante aún, porque Gonzalo de Mata Ferrero, todo lo tomaba a broma, menos su profesión y la religión, ya que era un médico muy preocupado por sus pacientes y cristiano a macha martillo. No permitía bromas sobre la religión. Pero el tiempo que estaba en la imprenta, cuando nos traía los artículos suyos, eran de pura broma y de tratarle de tú, si no se enfadaba, aunque fue uno de los pocos médicos que era Doctor en Medicina, no solo Licenciado, como la mayoría.
Después un día tuve un problema de salud, era sábado por la tarde, no había todavía urgencias en el primer centro de salud que tuvo nuestra ciudad, y le llamé a su casa. Me contestó, “te espero dentro de media hora aquí”. Llegué y me mandó pasar a su despacho-clínica, y me hizo el reconocimiento más perfecto que me han realizado en mi vida y me dijo “no tienes nada de importancia”, te compras esto y te inyectas una al día, durante cuatro días y efectivamente los problemas se me pasaron, cuando le dije “qué te tengo que dar por la consulta”, casi me pega. “Anda Pepe, marcha y no te preocupes del pago”. Varias veces, mientras ejerció la medicina y ya jubilado, fui a su casa y nunca quiso cobrarme nada, a pesar de hacerme hasta análisis rápidos de orina.
Hubo muchos domingos, o fiestas de guardar, que nos encontrábamos en la Plaza Mayor por la mañana, y paseábamos un buen rato, su conversación era muy amena y te contaba anécdotas de su vida, ya que estuvo a punto de ser médico militar de la Marina Española, luego le adjudicaron varios pueblos de la zona de Maragatería y posteriormente de La Cabrera, hasta llegar a ser nombrado especialista de la piel para los centros de salud de La Bañeza y Astorga, donde se jubiló, a los setenta años. Por tanto era una persona que tenía muchas vivencias y las solía contar con mucha gracia.
Ya jubilado, le tocó vivir los años de la apertura democrática de España y ponía a los políticos a caldo, porque permitían muchas inmoralidades, ya que él era un inconmovible defensor de la ética y la religión y decía que esas incongruencias de los políticos, le iban a traer muchos quebraderos de cabeza a nuestra nación. Fue también un defensor a ultranza de los grajos, ya que en los muchos árboles de su huerta, tenía una enorme cantidad de nidos de estas aves y decía que eran muy buenos para la agricultura, porque solo se alimentaban de los bichos que perjudicaban a las plantas. De todas las maneras, los vecinos estaban enfadados con él, porque decían que en la primavera y el verano, el chillido de estos pájaros les tocaban diana muy pronto y al final se decidió por vender los árboles, pero le causó mucha pena, ya que él la gozaba contándonos la diferencia de los grajos de su huerta, con otras especies del mismo pájaro, porque había traído a unos ornitólogos para que los estudiaran. La verdad es que el Doctor en Medicina, Gonzalo de Mata Ferrero, fue un hombre entregado a su profesión, profundamente católico y enamorado de su tierra bañezana, donde descansó al final.

lunes, 7 de febrero de 2011

Antonio Martín Toral: Un empresario bañezano de los que engrandecieron la ciudad


José Cruz Cabo
Yo inicié el trato con Antonio Martín Toral y con su hermano Manolo, con motivo de comenzar a dar publicidad de las películas de la semana, en “El Adelanto Bañezano”, en los años sesenta y setenta. Una vez a la semana, cuando los contratos de las películas estaban ultimados, me presentaba en la oficina de su fábrica de harinas, donde hoy está la Oficina de Turismo, para que me dieran la relación de las películas a proyectar en la semana siguiente, comenzando el sábado.
Poco a poco fui conociendo a Antonio Martín Toral, que me asombró por sus grandes conocimientos culturales, por su gran sencillez y amabilidad, y sobre todo por su gran generosidad y caridad. Era un empresario vocacional y conocía el mundo de la empresa y las finanzas a fondo. Era un profesional como la copa de un pino, pero sobre todo era un ser humano excepcional, porque muchas veces estando yo en la oficina, llegaba alguien a pedir una limosna y a nadie se le decía que no, todos llevaban algo, a parte de lo que ayudaban sin que su mano izquierda supiera lo que hacía su derecha. Era un hombre de una gran capacidad intelectual, pero al mismo tiempo era una persona profundamente cristiana y lo demostró en múltiples ocasiones.
Yo llegaba a la oficina y Carlos, el contable que tenían de muchos años, me daba la relación de las películas y cuando ya las tenía y me iba a levantar, para marcharme, siempre me decía Antonio, no tengas prisa, espera un poco más, y entonces nos poníamos a charlar de los avatares de la política, de la economía, de geografía, de historia, de lo que saliera en la conversación, que solía durar alrededor de una hora. Cuando yo cogí confianza con los dos hermanos, le decía a Antonio que me acordaba mucho de su noviazgo, ya que la que fue después su mujer, vivía en la calle Padre Miguélez, por donde yo siendo un chaval y un joven andaba mucho, y por las noches les veía a ambos en el portal de la casa charlando, en aquellos años, las expresiones de cariño no se podían dar en la calle, y que la gente comentaba que eran el príncipe y la cenicienta, porque él era de familia rica, como se decía entonces, y ella era una costurera, que vivía, con sus otras dos hermanas, de vestir a las mujeres. Antonio se reía porque decía “Yo cuando la conocí me gustó, la quise, y no me fijé en nada más que en sus virtudes, y además he sido profundamente feliz con ella”.
Me contaba los problemas que tuvo que vencer en los años cuarenta, para conseguir construir el Cine Salamanca, dado que el hierro era por cupo y podían ponerte pegas y no dejártelo comprar, por lo que tenías que buscar amigos influyentes que te facilitaran la compra. Algunos veranos coincidíamos en el monte, cuando yo salía de trabajar en verano, porque en una de esas tardes nos hicimos amigos de una asturiana que solía estar sola en el monte y todos los días que podíamos, mi esposa y yo, ibamos a acompañarla sobre las seis y media de la tarde. Allí me encontré con ellos varias veces, juntamente con sus inseparables amigos, Pedro Escudero y Francisco Ferreiro. Allí hablábamos de todo y disfrutábamos de la naturaleza y de los buenos olores del campo, mientras hacíamos piernas y comentábamos todas las noticias que surgían tanto a nivel nacional y mundial, como local. La conversación de Antonio era de profundas convicciones y nunca se alteraba por nada, aunque no estuviera de acuerdo, él los desacuerdos los solucionaba hablando e intentando convencer a su interlocutor.
Fueron muchas las conversaciones que mantuvimos y a través de ellas pude apreciar lo mucho que amaba a nuestra y su ciudad, de los esfuerzos que hizo por hacerla más conocida, del arduo trabajo que realizó para mantener abiertas tanto la fábrica de harinas como el Cine Salamanca, pero los años no perdonan y aunque al morir Antonio, siguió su hermano Manolo, ayudado por la familia de Marcelo Toral Pascua, primos carnales, al final hubo que cerrar la fábrica de harinas y posteriormente el grandioso Cine Salamanca, orgullo de nuestra ciudad durante muchos años.

lunes, 24 de enero de 2011

Julia Marcos Macías: Una mujer con un corazón de oro

Yo conocí a la Señora Julia, cuando en los primeros años de la postguerra, tenía un bar en la calle Santa Elena, denominado “La Parra”. Recuerdo una carrera ciclista con Ramonín, el de las bicicletas y Asensio, más conocido por Delio, de cómo al llegar a la puerta de la “Parra”, les daban agua o les rociaban con el caldero en aquellos meses agosteños de la Patrona. Al poco tiempo se hizo cargo del entonces, Hotel Magín que ella, junto a su esposo Domingo del Riego, cambió por Hotel Madrid, en la calle Juan de Mansilla, donde estuvieron de clientes D. José Víctor y Don Alberto Gutiérrez.
Pero la Señora Julia Marcos, era una gran cocinera y enseguida comenzó a darle fama al Hotel y las comidas más importantes de aquella época las daba el Hotel Madrid, unas veces en el comedor del hotel, otras en el Nuevo Casino o en el Círculo Mercantil, dado que las bodas de la gente con dinero, se daban tanto en el Nuevo Casino como en el Círculo Mercantil, según de donde fueran socios los padres de los novios contrayentes. Cuando vino un equipo del Real Madrid a jugar a Astorga un partido amistoso, paró al día siguiente en nuestra ciudad, y la Peña Real Madrid, con su presidente José Tardío a la cabeza, les dieron una comida, en los salones de la Peña, que entonces eran los bajos del Casino y fue la señora Julia la encargada de cocinarla y los miembros del Real Madrid, marcharon encantadísimos de la riquísima comida servida por el Hotel Madrid
Pero la mayor virtud de la Señora Julia, era que en su cocina no se estropeaba nada, lo que sobraba de las bodas, en aquellos años de hambre y necesidad, se marchaba para las casas más necesitadas del Barrio de San Eusebio o de otras zonas de la ciudad, ya que ella, una vez que se había servido el banquete, llamaba a las mujeres necesitadas y les daba la comida sobrante que quitaban el hambre a unas cuantas familias pobres de aquellos tiempos. Esa costumbre no la perdió mientras estuvo al frente de la cocina del hotel, con el tiempo ayudada por sus hijos, José Luis, Jesús María (El famoso Ramallets) y Julia Maria, que era la encargada de los adornos de las mesas.
Fue una mujer, como la famosa Catalina de Boño, esclavas de sus pucheros, de sus tarteras y de sus sartenes, pero sus guisos sabían a gloria porque estaban regados con su sudor, su saber y su alma que dejaban entre los fuegos de sus cocinas. En aquellos años eran famosos sus huevos al Madrid, su pollo de corral, entonces no los había de granja, los pimientos rellenos y los calamares y gambas a la gabardina. En una comida de una boda dada por el Hotel Madrid, fue cuando yo comí por vez primera los langostinos, que eran totalmente diferentes a los de ahora.
Una vez que Mari Juli se casó con Saturnino Cabo y pusieron la imprenta librería “Gráficas Nino”, mandábamos a Maximino López Abad, que acababa de entrar de chico en la imprenta, al Hotel Madrid, para que le dieran los datos de las bodas para ponerlas en “El Adelanto”, entonces sin bañezano y siempre la señora Julia se las arreglaba para meterle en una bolsa cosas sabrosas que habían sobrado de la comida nupcial, para los de la imprenta. Cuando Jesús María del Riego o Ramallest, como era más conocido, se casó con Maruja Acebes, ésta fue primero la ayudante de su madre política y la que le heredó, después, todos los secretos culinarios de la Señora Julia, que ella siguió durante bastantes años, hasta que se jubiló.
Pero la señora Julia Marcos Macías, fue una mujer de un corazón y una bondad extraordinarios, siempre estuvo pendiente de sus huéspedes y de sus clientes del comedor o restaurante. Para todos tenía una palabra amable y su sencillez y bondad, eran tan afectuosas, que todos los que la conocíamos la queríamos, por lo que su paso por este mundo fue una gran suerte para mucha gente necesitada, a las que daba todo lo que tenía y no solo comida. En estos relatos que estoy haciendo de personas bañezanas que no deben de quedar en el olvido, la Señora Julia debe tener un hueco de honor en las mismas, ya que fue una mujer excepcional.