jueves, 30 de junio de 2011

Lucila Ordás Aller, la alegría personificada

por José Cruz Cabo

Lucila Ordás Aller, fue una mujer que ya de niña o joven, le gustaba alegrar a la gente y para ello se sacaba de la manga, infinidad de proyectos que podían haberle costado caro, dado el tiempo retrogrado y pacato que le tocó vivir. En los años de la guerra iba a la estación y cuando veía a un soldado no le importaba besarlo delante de todos y presentarlo como familiar que nunca lo era. En los años cuarenta, cuando Franco pasaba con toda su escolta, por nuestra ciudad, camino de Galicia o de Madrid, un día, lavando en el puente de la Reina, apostó con las otras mujeres que estaban en el río, que paraba a la escolta de Franco y ni corta ni perezosa, se puso una sábana que la tapaba y subió a la carretera y se hizo la loca, y llegaron los primeros motoristas y frenaron y comenzaron a decir que qué pena, una joven tan guapa y trastornada, así fue parando a la mayoría de la escolta, hasta que una de las amigas le dijo, oye Lucila, que viene tu padre en el carro, y salió disparada para bajo y todo siguió su curso y Franco pasó sin problemas, aunque la escolta estuvo parada más de diez minutos.
Otra vez, estando en el Hospital de León, llegaron los carnavales y ella pidió disfraces y recorrió casi todo el Hospital disfrazada y haciendo las delicias de los enfermos, médicos, enfermeras y familiares de los internos. Lucila nunca se cansaba de hacer reír a los que estaban cerca de ella, fuera en casa o en la calle, tenía una gracia natural para decir las cosas y que resultaran alegres, aunque lo que estuviera contando fuera penoso o triste.
No he podido olvidar el año que su hija Pepita Beyoso Ordás fue elegida reina de las Fiestas Patronales. El alcalde era  Leandro Sarmiento Fidalgo y concejal Delfín Pérez Linacero, que además era el fotógrafo de Prensa, para El Adelanto y los periódicos provinciales. El único periodista que asistió a esta petición, junto con alcalde y concejal fotógrafo, como a otras muchas, fuí yo, no había más corresponsales en la ciudad entonces. Nos recibió Lucila, con su habitual gracejo, nos hizo comer de lo mucho y rico que había dispuesto para agasajar al ayuntamiento y con los mejores dulces que se hacían en la ciudad, concretamente en casa de Baudilio, ya que la reina, su hija, Pepi Belloso, era dependienta en dicha confitería. Después se dedicó a contarnos sus andanzas y aventuras desde su juventud hasta su vuelta a la ciudad, ya que vivió fuera de ella unos cuantos años, y cuando ella se cansó, siguió con sus aventuras carnavalescas Teresa la Curina y para remate, llegó a más de las tres de la madrugada, Kike Java. Nunca ví a Leandro Sarmiento reírse como aquella noche, ni a Delfín. Pero a Leandro se le caían unos lagrimones de risa impresionantes, así nos tuvieron hasta casi las cuatro de la mañana y yo tenía que entrar al trabajo a las ocho y media.
Sus números carnavaleros, junto a su amiga Paula, eran de una comicidad, además de una gran elegancia, que la gente se paraba a contemplarlos y encima se reía a mandíbula batiente, como cuando Lucila se vistió de Chacha y Paula de militar y al día siguiente fueron llamadas al cuartel de la guardia civil, que querían saber quien les había dejado el traje militar. Lucila, con esa increible gracia que Dios le dio, les contó tantas cosas graciosas, que los guardias no paraban de reírse y al final les dijeron que marcharan. Y es que Lucila Ordás Aller, fue una mujer que trabajó como una negra, que sufrió hambre y necesidad a destajo, pero que nada nadie pudo acabar con su buen humor, con su gracia natural, cómica y dicharachera. Ella, lo mismo en la conversación entre amigos, que cuando tocaba disfrazarse de carnaval, su gracia natural y única y su gran bondad, así como lo mucho que aprendió de las adversidades y alegrías de la vida, eran puestas en movimiento, para que los que estaban hablando con ella o viendo sus números carnavaleros, se lo pasaran a lo grande, se divirtieran y consiguieran olvidarse, como ella decía, de los malos ratos que te vienen sin esperarlos y que hay que pechar con ellos aunque no se quieren, por eso hay que divertirse mientras se pueda.

jueves, 2 de junio de 2011

José Tardío Barrios

por José Cruz Cabo

Aunque ya lo conocía siendo yo niño, porque era dependiente del Comercio de Mariano de la Fuente, comencé a tratarlo en el año 1954, cuando comenzó a formarse la Peña Real Madrid de La Bañeza, ya que fue el primer presidente de la misma y estuvo bastantes años dirigiéndola. Antes en el año 1948, fue el encargado de la proyección del Cine Salamanca, donde estuvo muchos años, pero entonces la diferencia de edad  no había dado lugar a la amistad que tuvimos después. Cuando fue presidente de la Peña Real Madrid, yo entré como vicesecretario y en las reuniones de la misma, fue cuando inicié mi amistad con Pepe Tardío, como habitualmente era conocido en la ciudad. El se empeñó en que visitara La Bañeza un equipo del Real Madrid, y al final lo consiguió, pero no para que vinieran a jugar aquí. Aprovechando que un equipo del Real Madrid, vino a jugar un partido amistoso contra el Atlético Astorga, consiguió que al día siguiente, visitará La Bañeza. El entrenador era un antiguo jugador del Madrid, Ipiña. En el equipo venían tres jugadores titulares, entre los que sobresalía el famosísimo Luis Molomny, que estaba acabando su carrera como futbolista. Fueron recibidos por el alcalde de esa época, Pompeyo Lombó Pérez. Se les dio una comida en la sede de la Peña, con todas las autoridades vivas de la ciudad. Pepe Tardio fue durante bastantes años el presidente de la misma, hasta que con el tiempo fueron saliendo otros y la Peña ha podido seguir hasta la actualidad. También era socio de número del Real Madrid y eso hacía que le atendiera el club blanco cuando se pedían entradas para partidos. Recuerdo el recibimiento que nos hicieron la embajada del Real Madrid, cuando el famoso partido que perdió el equipo blanco por 4-3, ante el Valladolid, en el famoso gol de tacón de Diestéfano. Fuimos al Hotel Conde Ansurez a recoger las entradas para el partido, y allí nos presentaron a Diestéfano y a Joseito, y después nos hicieron pasar a un salón donde el encargado del material nos estuvo explicando los viajes por los paises del entonces telón de acero. Durante su mandato la Peña tuvo uno de los mejores equipos de pelota a mano que ha tenido La Bañeza en su historia. También fue el fundador y primer presidente de La Bañeza Fútbol Club que se fundó en 1957, ya que era una persona dinámica, inquieta y que conocía y tenía relaciones importantes no solo aquí, sino en muchas ciudades y pueblos de España, dado su carácter abierto y agradable. Fue bastantes años secretario de la Cofradía de San Blas y, como es lógico, juez uno de los años. Como proyector de las películas en el Cine Salamanca, que él inició y estuvo hasta su jubilación en la cabina, pasando y arreglando las películas que se traían entonces diariamente a nuestra ciudad, y muchos días se ponían dos películas en sesión doble, por lo que, cuando nos veíamos, me ponía enseguida al día en cuanto a los filmes que ya estaban contratados, con los días en que iban a proyectarse y la calidad que tenían, según los especialistas cinéfilos de los periódicos de Madrid.José Tardío Barrios fue un hombre dinámico, muy apegado a la ciudad que le vio nacer, en la que colaboró en muchas cosas y hasta fue el creador de otras, ya que a pesar de que en aquellos años en los comercios no existía un horario fijo y menos los sábados, se cerraba cuando los clientes dejaban, siempre tuvo tiempo para dedicarlo a cosas que mejoraran la cultura, el deporte, la convivencia y el afecto, siendo un hombre cariñoso, amigo de todos y, siempre, con la mirada puesta en la mejoría de La Bañeza en cualquiera de las cosas que él pudiera hacer y la ciudad lo necesitara.  
Estos retratos de personajes que tuvo la ciudad y yo tuve contacto con ellos, no quiero que se queden en el vacío y por ello deseo que mis recuerdos los vuelvan a la actualidad y los habitantes de hoy, sepan de sus antepasados que, de una u otra manera, tuvieron influencia en la vida ciudadana de los días, meses y años del siglo veinte, porque fueron los precursores de La Bañeza actual y deseo que su recuerdo quede para siempre en la pequeña historia que me ha tocado vivir, dando noticias en más de sesenta años para la prensa y radios no solo de la ciudad, de esta Bañeza que debe seguir prosperando con el amor y el trabajo de los que hoy la habitamos.