lunes, 28 de mayo de 2012

Casio, el churrero: una persona que dejó huella‏



José Cruz Cabo
Monte Urba me invitó a que hablara sobre este mayo dedicado a Casio y como no se hacerlo en verso, voy a daros unas pinceladas sobre este simpatico y, a ratos cabreado churrero, que ponía su puesto a las puertas de lo que hoy es el establecimiento de Cano Cornejo. En verano al nacer el alba, en invierno en noche cerrada, llegaba a la hoy plaza Fray Diego Alonso con todo lo necesario para hacer los churros y unas botellas de aguardiente, ya que muchos hombres de aquella época, sobre todo los trabajadores, eran lo que desayunaban ambas cosas: El Churro y la copita de aguardiente. Ayudado por su hermana Josefa, ambos fueron solteros, se dedicaban a freir y despachar los churros, mientras la gente esperaba, unas veces pasando frío y otras calor, a que les sirvieran. Si se llevaban para casa, se ensartaban en unas tiras de junco, entonces no se compraban periódicos como ahora ni había tanto papel. A media mañana, Josefa iba con un cesto, a las casas donde sabía que tenía que llevarles los riquísimos churros de su hermano. 
Mis recuerdos de este popular personaje, vienen de mediados de los años cuarenta, en que adolescente y joven acudía, con una serie de amigos, a la misa dominical de nueve y media de la mañana de Santa María, que era la misa dedicada a Acción Católica y, a la salida, sobre unos ocho o diez compañeros, nos ibamos para los churros, pero esperando que llegara el siempre recordado juez por la juventud de aquellos años, Don Alberto Gutiérrez, que solía invitarnos a un churro al salir de misa, y allí esperábamos a que viniera; cuando éste llegaba, Casio se ponía a su disposición y se olvidaba de la cola que estaba antes que Don Alberto, le daba los churros que le pedía, y cada uno de nosotros cogíamos uno y lo comíamos. ¡Qué ricos nos sabían en aquellos años de miseria!
Pero a Casio, para la historia bañezana, no solo se le recuerda por eso de los riquísimos churros, sino porque en los años veinte, hubo un desfile en Madrid ante el Rey Alfonso XIII, y Nicasio, que era su nombre, a pesar de su baja estatura, no llegaba al uno cincuenta de altura necesaria para ir a la mili, pujó el pendón de La Bañeza en dicho desfile, y cuando llegó a la altura del Rey, con una mano sostuvo el pendón y, con la otra, se quitó la gorra y saludó al rey, y cuentan las crónicas, que recibió los mayores aplausos de la gente que estaba presenciando dicho desfile. En sus años mozos tenía una fuerza enorme.
La verdad es que Casio y su hermana Josefa, eran unas personas que todo el mundo quería en nuestra ciudad, pues eran trabajadores, humildes, solidarios y amables, a cuántas personas ayudaron sin que su mano derecha supiera lo que hacia la izquierda. La verdad es que la imagen de los dos hermanos la tengo grabada en la retina y en el corazón, por lo riquísimos que eran sus churros, y por su bondad y honradez. Amigo Casio, que Dios te haya dado el descanso que no tuviste en la tierra, donde solo supiste trabajar y querer a los demás.

1 comentario:

Endo de Alija dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.