viernes, 25 de octubre de 2013

(11) LIBERALES LEONESES MAL PAGADOS.


Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens por José Cabañas González.
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La introducción y la extensión de las ideas republicanas en España estuvo estrechamente vinculada al desarrollo del liberalismo heredero de la Ilustración y de la Enciclopedia, con la progresiva aceptación de sus principios de soberanía de la nación, participación de los ciudadanos en el gobierno, derechos y libertades individuales, y otros, por las clases burguesas de finales del siglo XVIII y principios del XIX, y con la pretensión de los más radicales de aquéllas, como lógica consecuencia de la propugnada supeditación política a la voluntad popular, de elegir la jefatura del Estado y su consecuente postulación de la república frente a la monarquía hereditaria. 
Promulgación de la Constitución de 1812 por las Cortes de Cádiz.

El mismo liberalismo, en lucha contra un antiguo sistema de absolutismo retrogrado que se resistía a morir, del que en 1928 un significado liberal bañezano, de estirpe de librepensadores y republicanos, Menas Alonso Llamas, decía lo siguiente: “…a las máquinas de labranza, segadoras, trilladoras, aventadoras, mullidoras…, debe el labrador su manumisión del trabajo bestial y agotador, y a los liberales deben la redención del espíritu y los aires de la humanidad que respiran los hombres de las ínfimas clases: ellos hicieron a todos iguales ante la ley, abolieron los señoríos, terminaron con el tormento y la esclavitud. Gracias a sus predicaciones, los presidios y los manicomios ya no son antros infernales donde gimen, más que los delincuentes, los enfermos. Gracias a sus enseñanzas laicas, el niño va siendo tratado y educado como futuro hombre… Y así en todo. Y lo han hecho, las más de las veces, tirando piedras a su propio tejado, como el conde de Toreno (berciano, uno de cuyos descendientes sería el militar Gonzalo Queipo de Llano, conspirador por la Segunda República primero y contra ella luego), que hizo cisco el suyo: en las Cortes de Cádiz trabajó para abolir los señoríos, y luego la plebe, a quien había hecho libre, le apedreó y le asaltó la casa…”
Por otra parte, como se diría en 1891, “los republicanos distaban de ser en el país tan nuevos como se pudiera creer. Los hubo ya en los tiempos de Carlos IV. A principios del año 1796 fraguóse en Madrid contra la monarquía una conjura que había de estallar el día 3 de febrero. Se la descubrió, se prendió á gran número de ciudadanos, se les formó causa y se condenó á muerte á seis de los conspiradores, que no eran gente indocta, sino hombres de carrera que se habían inspirado en los acontecimientos de la revolución de Francia. El objeto de la conspiración era trastornar el orden político de España, en sentido republicano. Después del complot de Madrid no se volvió á combatir la monarquía ni aun cuando los reyes abandonaron la patria y se pusieron mansa y humildemente á las órdenes de Bonaparte. Hubo conspiraciones republicanas el año 1821: en Málaga, en enero; en Barcelona, en julio; en Zaragoza, en agosto; las tres descubiertas antes de que estallaran”.  
Después del Trienio Liberal la represión sobre los liberales fue sañuda, y para defenderse ante ella surgieron sociedades como la de los Numantinos, la de los Amigos de la Constitución de León, o la de los Caballeros Comuneros Hijos de Padilla, la más arraigada en la provincia y con célula (torres las llamaban) en La Bañeza, a la que pertenecieron entre otros clérigos, y por ello fueron encarcelados en Astorga, los párrocos de Quintanilla de Somoza (José Falero Fajardo) y de Castrocontrigo, junto con el vicario del último lugar y el racionero de Miñambres.

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