viernes, 25 de octubre de 2013

(10) CUANDO EN 1933 EL SALVADOR PUDO TENER DOS TORRES



Del libro “LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA” (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens por José Cabañas González.
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Fijaban los ediles el 1 de febrero de 1933 en 6 pesetas el jornal de un bracero en La Bañeza a los efectos de quintas (en 4 lo habían establecido para aquel término en Destriana en la sesión municipal del 22 de enero; el salario medio había sido en España de 4,27 pesetas por día ya en los años 1930 y 1931). A final de abril el ayuntamiento bañezano establecía los siguientes precios para el kilogramo de carne: ternera, con hueso, 3,20 pesetas, sin hueso 5,20; vaca, con hueso 2,70, sin hueso 3,80. Los de algunos productos en el mercado de Santa María del Páramo a finales de septiembre eran: 2,50 pesetas la docena de huevos, 4 ó 5 pesetas un  pollo, y 2,50 pesetas  un conejo. A la altura de 1943 los jornales en el campo no alcanzaban los veinte reales diarios (5 pesetas).  
Iglesia de El Salvador en los años treinta
En el mismo pleno se recibía informe del relojero de la ciudad Mario López de Robles sobre la necesaria reparación, y su coste, del reloj de El Salvador, “de una calidad insuperable”, y se acuerda pedir presupuesto a otros relojeros y decidir al respecto. Los dan en la siguiente sesión Eusebio Martín y Rafael del Riego Cuevas, y se opta por encargar al último el arreglo, cubriendo su maquinaria con una cabina de madera (que realizará el carpintero Mariano Medina Vega, habitual encargado de las reparaciones en la Casa Consistorial y en el templete de la música) para evitar sus desperfectos, que achacan algunos concejales (como Narciso Asensio Asensio, de la minoría socialista) “a manipulaciones de quienes van al templo a orar, o a los monaguillos…”. Se llega a barajar construir una nueva torre para ubicar el reloj (que es propiedad del ayuntamiento). Rafael del Riego no aceptará después las condiciones de pago en tres plazos, se informa el día 22, y en el pleno del 1 de marzo se adjudica a Eusebio Martín la compostura “por ser más económico y garantizar el arreglo por un año”. Poco después se rechaza reparar por cuenta del consistorio dos o tres escalones en la torre de la iglesia (según proponía el relojero, que además de arreglarlo se ocupa de subir –con gran peligro, dice- a dar cuerda al reloj) por no tratarse de un edificio público, y se concluye que de ello se han de ocupar los dueños del templo parroquial.

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