martes, 17 de diciembre de 2013

18.-Cosos taurinos bañezanos.-


RETAZOS DE NUESTRO PASADO.- 

Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens por José Cabañas González.
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Hubo en la Plaza Mayor de La Bañeza, centro del comercio local y corazón del mercado semanal, además de farolas, templetes, embaldosaos, bailes, verbenas, procesiones, conciertos, desfiles y paseos, desde 1915 barracas de venta de pan (instalada la primera por Odón Alonso), frutas, pescado y carnes; de relojería, kiosco de prensa, mar
ca de equidistancia entre Madrid y La Coruña (punto kilométrico 303); y un pozo artesiano, primero con extracción por torre de viento y por bomba de manubrio más tarde, en el lugar en el que mucho antes existió otro cuyo brocal se desmontaba para, hasta 1880, hacer de ella, acondicionada con carros y tableros, coso taurino el día de Santiago, el mismo que, portátil, se montaba en la explanada de la Estación, en “los Barreros”, a la altura de 1913 y que perduró hasta 1916. Ya se había celebrado con toros en La Bañeza en abril de 1614 la beatificación de la carmelita Teresa de Jesús, promovidos por los monjes del convento del Carmen.
Tendido de una plaza de toros instalada en La Bañeza. Años 20.
Llegó a alzarse en junio de 1904 una plaza de toros en el Monte, en la finca “Villa Adela” de los Seoanez, de corta vida dada su lejanía de la ciudad, y en ella se lidiaron tres novillos por otras tantas cuadrillas de aficionados bañezanos. Desde el periódico La Opinión, tal vez acuciados por el ejemplo de la vecina villa de Valencia de Don Juan, que disponía desde aquel año de un magnífico coso (construido por el particular Pedro Martínez Zárate, en 1999 fue donado por sus hijas al ayuntamiento coyantino), y movidos quizá por emularla, se pretendió en 1924 la construcción de una plaza de toros estable, de piedra, cuyo coste de 50.000 pesetas se sufragaría por suscripción económica de los interesados en el proyecto, pero la iniciativa no llegó a cuajar, a pesar del ánimo de la comisión gestora designada (Herminio Fernández de la Poza y cuatro más formaron parte de la misma) y del entusiasmo presente en la asamblea del vecindario convocada en el Teatro Seoanez para tratar de tal asunto, como tampoco había prosperado en 1916 (a pesar de que las obras llegaron a mostrarse avanzadas a final de julio, sin que se remataran, después de que a la mitad del mismo mes la previsión fuera en La Crónica de “colocar en las próximas fiestas patronales –en las que habrá concurso de aviación- la primera piedra de la futura plaza de toros de cuya construcción se va a encargar -proyectando una vez más para La Bañeza- el arquitecto Lázaro de Diego”) o en marzo de 1914, reclamada entonces al ayuntamiento desde El Jaleo, que insistía unos meses más tarde en reseñar el esfuerzo de Santa María del Páramo para tener corridas de toros en sus festejos de junio (se celebraría el día de San Pedro una becerrada a beneficio del Hospital de León), en celebrar el éxito de los festejos de la Patrona del año 1913, “después de cinco años de indolencia”, y en llamar a reincidir en dicho logro (con toros incluidos), “para no ser los bañezanos, con mejores medios de comunicación, menos que los esforzados parameses”, ni prosperaría en 1951, a pesar de haberse llegado a colocar la primera piedra en los terrenos cedidos al efecto en “la Canterona” de la Cuesta de Santa Marina. En la misma publicación -La Crónica del 27 de agosto de 1916- en que se informa de las pretensiones taurinas se da cuenta de los triunfos del torero paramés Honorio de Paz López, apodado “Santa María” (Chiquito era su alias en enero de 1915). 
Se instalaron también cosos taurinos en las dos Vegas, de Arriba y de Abajo, uno de ellos en 1928 y 1929 en el lugar que después sería parque Juan de Ferreras, propiedad de Manuel Alonso García-Aparicio (que contrató para las fiestas de agosto del primero de los años a “dos ases entre los novilleros, ‘Chatet de Valencia’ y ‘Vaquerín’, además de a unos aplaudidos toreros cómicos”), el mejor de todos los que se montaron hasta entonces y que más tarde, asentado en la capital, alcanzaría merecida fama, además del emplazado en los festejos de agosto en 1940 en un solar de la calle de El Salvador, en el que se celebraron dos becerradas.   


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