sábado, 6 de septiembre de 2014

51.- Reclamaciones y críticas desde El Jaleo.-

Reflejo y fruto del esplendor cultural asociado al desarrollo industrial experimentado en La Bañeza en las primeras décadas del siglo XX, surge en 1913 el periódico El Jaleo, publicación popular y diferente a todas las numerosas que hasta aquella fecha habían visto la luz en la ciudad: “Amor, desinterés y desahogo; alegría, entusiasmo y bailoteo” fue su lema. Satírico, gracioso y chispeante, capaz de sostenerse sin anuncios comerciales. Poco más de un año tuvo de vida aquel “periódico mensual fantasma-satírico-cómico-bufo y humorístico”, como rezaba su portada. Su equipo de asiduos colaboradores y sus sucesivas redacciones, estuvieron “compuestas de conservadores, liberales, socialistas, republicanos, jaimistas y ácratas” a su propio decir, y entre el 23 de noviembre de 1913 y el 7 de febrero de 1915, fechas de su primer y último ejemplar, mezclados con las abundantes composiciones simpáticas y jocosas, aparecen algunas agudas y a veces corrosivas críticas y denuncias sobre la vida ciudadana y la política provincial y municipal del momento, salpicando los variados aconteceres que se narran en sus habituales ocho planas, “acogidas con cariño y compradas principalmente por la clase obrera”, además de chanzas a costa de los pleitos por la alcaldía entre los liberales y conservadores locales, y de éstos entre sí.
A lo largo de todos los números que van siendo publicados se hace una insistente denuncia (escasamente atendida, a lo que parece) del estado ruinoso de los edificios que albergan el Estudio, la antigua Panera de la Villa (en la que se guardan los gigantes y cabezudos), y las iglesias de San Antonio y la Piedad (seguía denunciándose que su torre ofrece ruina en enero de 1934, lo que desmentirá el informe del arquitecto municipal el 25 de julio de aquel año); se clama por el arreglo del Teatro Municipal y porque se sanee su retrete, y por la desaparición del cementerio viejo, por la construcción de aceras, y por la mejor visibilidad del borroso reloj de la Villa; se critica la falta de aguas potables y se urge su dotación, los numerosos pozos negros de tantas casas; las aguas sucias y de lluvia vertidas a las calles a través de inmundas cunetas o colagas, y la ausencia de recogida de basuras, suplida por la vespertina procesión de latas en que para su vaciado se acarrean los residuos familiares del día, deficiencias higiénicas todas ellas que, junto con la retirada del abono a cualquier hora de las casas campesinas, la cría de gallinas y cerdos sueltos por las calles de los barrios y las porquerías arrojadas al reguero que recorre algunas calles, coadyuvan a que se den endémicas afecciones como el paludismo y las fiebres tifoideas, y a que “La Bañeza siga siendo un semillero de enfermedades”, condiciones que aún se mantenían en 1932 y que en las calles del Marqués de Cubas y del Carmen denuncia repetidas veces desde La Opinión y su pseudónimo de El Alguacil Corchuelo José Marcos de Segovia, persistentes cuando en septiembre del siguiente año se ha de clausurar algún pozo público por la epidemia de tifus desatada.
Esta lamentable situación, o sus residuos, hubieron de ser necesariamente afrontados y corregidos unos años más tarde, en 1918, para combatir la epidemia de gripe declarada con medidas higiénicas que debieron de ser próximas a las dispuestas en la cercana ciudad de Palencia y su provincia, entre ellas la recogida de aguas llovedizas, la prohibición de criar cerdos y conejos en las casas, de depositar basuras en las cuadras y corrales, y de arrojar a la vía pública aguas sucias, aunque todavía en los partes diarios de la Policía municipal de los años 1941 a 1949 son notablemente abundantes sus intervenciones, y las multas, por verter desperdicios y aguas negras y por sacar abonos, albañales y gallinas a las calles, las mismas deficiencias higiénicas contra las que tanto se había clamado desde El Jaleo, y que contrastan con las preocupaciones cívicas y medioambientales de las corporaciones bañezanas de la primavera y verano de 1936, que hacían estampar en anuncios y programas como los del Teatro Pérez Alonso textos como este: ¡Atención! No abandone este programa en la vía pública. Si ha de hacerlo, deposítelo en las cestas destinadas a este fin. (Ruego de la Autoridad Local). Eran aquellas cestas las instaladas en algunas calles bañezanas en 1935 por el alcalde Julio Fernández de la Poza, una mejora copiada seguramente de lo observado en sus frecuentes  y a veces internacionales viajes de negocios.

            También se proponen desde El Jaleo soluciones y remedios, como la adquisición de un carro de la basura (la famosa cuba de años posteriores arrastrada por un decrepito jumento a cargo de Nicolás Alba Guadián, que unas veces, deteriorada, se reclamará se sustituya, y otras sea retirada por el por tantos años pendiente y deseado alcantarillado), la existencia de servicio de bomberos, la actuación de la Junta y la Inspección de Sanidad, y la traída de las aguas que tanto tiempo aún demoraría.

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