sábado, 6 de septiembre de 2014

52.- Teatros bañezanos.-

En 1845, frente a la cárcel de entonces, por el mismo regidor, Juan Antonio González Menéndez, que instaló el alumbrado público con farolas de petróleo, creó el cuerpo de serenos, impulsó el empedrado de calles y plazas, y potenció el mercado semanal, se construyó el Teatro Municipal (llamado también Teatro Viejo, y por su constructor Coliseo Bañezano) que luego quedó en salón de baile, después de los fallidos proyectos de reforma en 1882 (ejecutado en parte por el ilustre arquitecto Demetrio de los Ríos Serrano, restaurador de la Pulchra Leonina), y de nuevo en junio de 1920, hasta su derribo en enero de 1921. Antes, en 1908, habían asistido allí los bañezanos a las primeras sesiones del cinematógrafo, posteriores a las que unos meses antes iniciaba Patricio González en una amplia sala de su casa.
Hubo más tarde otros proyectos para edificar un nuevo teatro de la municipalidad, en febrero de 1919 (la subasta para su construcción quedó desierta por dos veces) y en marzo de 1921 (derribado ya el antiguo) que no tuvieron concreción. En el último, de reconstrucción en el mismo solar del derruido, “en las afueras, en un lugar con construcciones de estética vetusta y en pugna con la higiene” (asolado por las periódicas riadas que desbordaban el reguero que transcurría por uno de los laterales del viejo coliseo causándole humedades, y reumas a quienes lo frecuentaban), se abandonaron los materiales del derribo y las obras iniciadas con parte de una pared ya levantada, seguramente motivado por la extensa petición de residentes bañezanos (más de 120) en su contra y a favor de la edificación, tampoco realizada, en la que era nueva zona de crecimiento de la ciudad: la estación férrea. Una amplia protesta hubo también años antes de 1916 (en julio de este año se alude a ello en La Crónica) que impidió el decidido derribo y la sustitución del viejo e insuficiente teatro, lo que privó a la ciudad de contar con uno adecuado a las necesidades de la población y acorde a los disponibles en otras de su misma o inferior categoría. 
Se inauguró en febrero de 1923 el Teatro Seoanez (profundamente reformado y reabierto de nuevo como Cine California en 1948), en el que además de funciones teatrales, revistas, comedias de aficionados y zarzuelas, se proyectaban películas “explicadas” por el comentarista y acompañadas de una orquestina que ejecutaba piezas musicales y de la que pudieran haber formado parte los músicos apodados “Chela” (Emilio Fernández González) y “Pajarica” (Toribio Santos Santos). En la sesión inaugural se proyectó “El gran misterio del ‘radio”, una película de las llamadas “de jornadas o episodios”.
El Teatro Pérez Alonso, culminada no ha mucho su restauración como Teatro Municipal, abrió sus puertas el domingo 27 de abril de 1930 (desde años antes se celebraban tertulias y veladas poéticas en los salones del Casino de La Unión) por iniciativa del abogado Gaspar Julio Pérez Alonso y de su mujer Emilia Alonso Pérez (parece ser que la había deslumbrado la grandiosidad de los teatros leoneses –el viejo Teatro Principal y el Alfageme, más reciente- y quiso para su ciudad otro de parecida suntuosidad), después de casi dos años empleados en su construcción (a la mitad de 1932 dotaba el empresario de agua a presión el Teatro y su casa de la Plaza del Obispo Alcolea), en el lugar que había sido sastrería de José Cabo Verde, y que 400 años antes ocupara un molino de dos piedras de aceite de linaza sobre la zaya que recorría toda la antigua calle de la Madera (hoy Padre Miguélez) hasta desembocar en la plaza de los Reyes Católicos, donde se asentó el coliseo municipal de antaño, abrazado en un lateral por el reguero que alimentaba aquel embalsamiento, y según proyecto del arquitecto Francisco Javier Sanz Martínez (había construido en León en los años 20 el Hotel Oliden, y construiría en 1946 el Teatro Trianón), que concibió un recinto espectacular de estilo italiano en el que la vida cultural y social se dieran la mano, pensando en una burguesía bañezana que acudía a las funciones atraída por obras, músicas o actores, y también para ver a sus vecinos y mostrarse ante éstos, y lo hizo celebrando un festival benéfico en el que, con la presencia del gobernador civil, el presidente de la Diputación y el Inspector provincial de Higiene, se representó la zarzuela “El Huésped del Sevillano”, interpretada por un grupo de señoritas y jóvenes de León, cuya recaudación se destinó al Dispensario Antituberculoso de la capital, ubicado en el Instituto Provincial de Higiene, y que también se inauguraba por aquellas fechas.

Aquel mismo año, durante el estío bañezano, la Real Coral de Zamora redondeaba los actos inaugurales con un ameno y aplaudido concierto, y antes de la cruenta guerra civil (que no lo fue poco en La Bañeza), se vivieron en aquel teatro momentos de tan extraordinaria brillantez como el gran concierto dado por el Orfeón Leonés, dirigido para la ocasión por Rafael Chico, un magno acontecimiento en el que destacó la interpretación de la Suite de canciones populares bañezanas escritas por Leonardo Ruiz García.   

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