lunes, 3 de noviembre de 2014

Adiós a German del Campo

José Cruz Cabo

No por esperado, me causó menos tristeza tu muerte, amigo German del Campo. Yo te conocí recien venido a nuestra ciudad, con tu esposa Dorita, una vez te jubilaste de director de la sucursal de banco en León y, al poco tiempo de venir a vivir para La Bañeza, comenzaste a escribir aquellos artículos sobre las capitales de provincia de España, que esperábamos con tanta ilusión por tu forma directa, amena y bonita de contarnos las bellezas de nuestras capitales españolas y que te publiqué en nuestro semanario, ya que entonces era yo el subdirector y encargado de sacarlo todas las semanas. Además era una manera de estrechar nuestra amistad, ya que tus opiniones, siempre ponderadas y elegantes, nos desvelaban una persona buena, humilde, sencilla, inteligente y agradable. Fueron muchas las semanas, que estuviste escribiendo y me decías, “cuando no tengas otra cosa mejor que poner, me pones estos artículos “. como si ellos no fueran tan interesantes o más, que muchos de los que se ponían en nuestro semanario.
A partir de aquí nos vimos mucho, especialmente en el verano que ibamos por la noche a la terraza del Bohemia, a refrescar del calor del día. También nos veiamos en el invierno dentro del café, y tu amena conversación y sobre todo tu hombría de bien, llena de ecuanimidad, hacian esos ratos entrañables, que se fueron adentrando en nuestro corazón.
Llegaron los problemas de salud, después de la operación de Dorita, volvimos a vernos a menudo, pero ya en los ultimos tiempos, nos encontrábamos en el Centro de Salud o por la calle acompañado de una joven que te ayudaba a caminar, y esos encuentros eran para mí una enorme satisfación por saber que aún te encontrabas entre nosotros. Yo te preguntaba por Dorita y tu me preguntabas por Nieves.
La última vez que nos vimos más despacio, todavía con algo de fuerzas, fue en la presentación del libro de tu hijo Ricardo, “El efecto California”, una magnífica novela sobre León y sus gentes, que tanto gozo y hasta sorpresa te produjo, pues no esperabas que tu hijo fuera un buen escritor, lo que te llenó de ilusión y lo celebraste con gran alegría.
Amigo German, te estrañaré mucho cuando no te vea por nuestras calles, pero los años pasan para todos, y es posible que algún día podamos seguir nuestras charlas en el más allá. Me uno al dolor profundo de tu esposa Dorita, de tu hijo Ricardo y de todos tus familiares, porque hemos perdido a un hombre integro y maravillosa persona, además de un buen escritor.

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