viernes, 12 de diciembre de 2014

61.- EL FERROCARRIL LEÓN-BRAGANZA Y OTRAS FALLIDAS VÍAS FÉRREAS

Estación de La Bañeza a mitad de los años 30



Los años veinte estuvieron en nuestro país (y especialmente en lugares como León, Astorga, Veguellina o La Bañeza) muy ligados al ferrocarril, dado el auge alcanzado ya entonces por este medio de transporte en contraposición a las deficientes y escasas carreteras y al rudimentario y costoso tráfico de mercancías en camiones. Con base en estas circunstancias, y al socaire de la pretensión del Consejo Superior de Ferrocarriles de establecer “líneas secundarias, estratégicas y de tráfico local”, el ilustre bañezano, abogado y militar Nicolás Benavides Moro proyectó en 1925 la construcción de la línea férrea León-Braganza (Portugal). Sus estudios y propuestas movilizaron a la prensa en pro del trazado, llegando hasta dicho Consejo, que se interesó por el proyecto, y a los ingenieros de la Compañía de Ferrocarril del Norte, que propugnaron un ramal que colmara “intereses ferroviarios regionales” y que desde Puebla de Sanabria pasara por La Bañeza, Valencia de Don Juan, Sahagún y Saldaña, para enlazar en Mataporquera con los ya existentes del Norte y de La Robla a Valmaseda.
Los bañezanos defendieron su propuesta, variante de otra de la Diputación provincial que pretendía el enlace Guardo (Palencia)-La Bañeza. Dos años más tarde don Nicolás Benavides, entonces coronel de Estado Mayor, añadió a su diseño algunas variaciones con la idea de que el trazado (“el más corto y el menos costoso”) uniera dos importantes puertos marítimos (Bilbao-León-La Bañeza-Puebla de Sanabria-Braganza-Oporto) y aproximara las cuencas mineras astur-cántabro-leonesas al norte de Portugal carente de carbón.
En 1927 otro bañezano, Vicente Fernández Alonso (uno más de los iniciales entusiastas de la dictadura primorriverista en nuestra tierra que lo sería después del socialismo), logró mediante sus intervenciones en la prensa local, regional y nacional, las adhesiones del ayuntamiento y de la Diputación leoneses al proyecto de don Nicolás, para cuya defensa y la de la línea León-Braganza se celebró en octubre una asamblea interprovincial en la Casa Consistorial bañezana seguida de un banquete popular en el que brindaron por el éxito del empeño, entre otros, el médico Mariano Andrés Luna y el Jefe de Correos Augusto Valderas Blanco.
En este asunto, “que bien lo merecía y lo merece” (se decía de él todavía a la altura de 1957) La Bañeza comenzó a ser oída en algo que le interesaba (aunque más importaba a la capital provincial y a las zonas leonesas del Páramo y zamoranas de la Carballeda y la Sanabria, aisladas y sin comunicación ferroviaria), y a su favor se sumaron muchas voces, y en contra solo una, la de “un contumaz colaborador de un periódico vecino (El Pensamiento Astorgano) que obtuvo varapalos a diestro y siniestro, tanto por lo serio como por lo bufo”. En los inicios de 1931, desde el número 5 del semanario bañezano La Opinión, Vicente Fernández Alonso llega a proponer, ante el desinterés de la capital, una línea que comience en Veguellina o en Astorga con ramal de Nogarejas a La Bañeza.
(Tal vez sean reminiscencias aún de aquellos intereses y anhelos las actuales pretensiones de conseguir ver realizada la autovía León-Braganza, cuyo trazado presenta grandes similitudes con el que antaño se pretendió para aquella tan deseada vía férrea).



Ya había habido años antes intentos de conseguir otros trazados ferroviarios que transcurrieran por La Bañeza: los regidores bañezanos acordaban en junio de 1859 dar toda clase de facilidades para la construcción del “camino de yerro” que habría de unir la villa con la capital de la provincia, en lo que ya se consideraba una decisiva apuesta de futuro. Después, se había pretendido en 1904, y se llegó a realizar para tal fin una asamblea en Veguelllina de Órbigo, el ferrocarril Grado-La Bañeza y su posterior prolongación hasta Puebla de Sanabria; en 1907 tomaron gran relieve las gestiones encaminadas a alcanzar su construcción, realizándose en mayo una reunión de representantes de los ayuntamientos enclavados en su pretendido trazado, y el desplazamiento a Madrid de una comisión formada por los dos diputados provinciales del distrito y dos concejales, que se entrevistaron con el ministro y con responsables de Fomento y obtuvieron su interés y la demanda de que se les presentase el oportuno estudio. Cuando desde La Bañeza se comunicó a los ayuntamientos de Grado y de Puebla de Sanabria el importe de aquél (70.000 pesetas), contestó el primero que no contribuiría, y el segundo ni siquiera contestó. En 1923, en el Índice de peticiones que la ciudad de León hace al Rey y al Directorio Militar gobernante para el progreso de la provincia, se dice hallarse aún en estudiado proyecto (aprobado desde junio de 1890 y considerado ya en 1864 de interés por el gobierno) la línea a Portugal por Benavente desde León, “que tantos años atrás ya fuera rechazada por la decisión de un preboste maragato”, y por la que desde la Cámara de Comercio de Gijón se abogaba en noviembre de 1930, propuesta de la que aquí se hacía eco El Diario de León a primeros de marzo de 1931
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60.- “La Moda” mortífera de 1918.-

Hospital improvisado en Kansas (USA) durante la epidemia de gripe de 1918

Hace ahora más de 94 años, la llamada gripe española mató a más de 40 millones de personas en todo el mundo (la Primera Guerra Mundial dejó 9 millones de muertos) y a unas 300.000 en España. Fue probablemente la peor epidemia de todos los tiempos, con más mortandad que la Peste Negra del siglo XIV. La última mortalidad catastrófica de la historia; un infortunio que acabó con más del 5% de la población humana de su tiempo. En España se la llamó “la Pesadilla” o, con el humor negro habitual ante la tragedia, “la Cucaracha”. Se inició pocos meses después de que al menos la provincia de León fuera puesta en alerta y desde el gobierno civil se instara a tomar todo tipo de medidas preventivas frente a la epidemia de tifus exantemático que por entonces invadía Portugal, según la circular que a mitad de abril se dirige a la alcaldía bañezana.
El nombre es inmerecido. Su denominación técnica es gripe tipo A, y su origen, el día 11 de marzo de aquel año, fue norteamericano, y más exactamente un campo de entrenamiento donde se preparaban soldados para aquella contienda. Desde allí, con los movimientos de tropas propios de la confrontación, la epidemia saltó a Europa. No llegó a España hasta el verano, a través de la frontera francesa, fundamentalmente por soldados y trabajadores portugueses camino de su tierra, pero como nuestro país no participaba en aquella guerra y no había por ello censura militar de la prensa, fue el primero donde se dio a conocer en todo su alcance. De ahí el sambenito de gripe española. También es cierto que varias ciudades españolas padecieron una enorme mortalidad, agravada en alguna de ellas, como en Zamora, por el alto contagio producido en los masivos cultos religiosos convocados para pedir la protección divina contra ella, “consecuencia de nuestros pecados” según las autoridades religiosas habían decretado.
De unas u otras maneras, las muertes por aquella gripe, que afectó principalmente a la población más joven, los menores de 5 años y el grupo de edad de 20 a 30, pasaron, debido a las condiciones existentes y a las imprevisiones sanitarias, de las cercanas a las 7.000 de 1917 y los años anteriores a las más de 147.000 de 1918, no volviendo a las ratios previas hasta 1921, y nuestra tierra y toda Castilla la Vieja fue parte de los territorios en los que más se cebó la mortandad, expandida sin otros remedios que las “molestas lavativas desinfectantes y las fumigaciones y sahumerios que tienen que sufrir los viajeros llegados a las estaciones de ferrocarril”. La menor incidencia en las edades más avanzadas pudiera haber tenido relación con la epidemia gripal de finales del siglo anterior (1889-1890), que posiblemente serviría como escudo defensivo a quienes estuvieran en contacto con ella, al igual que habría sucedido en su última y reciente repetición del año 2009.
En la provincia de León el desconcierto era general ante la aparición de esta enfermedad y su rápido desarrollo y cruel letalidad. Los médicos rurales se veían desbordados y asustados al no tener respuestas que ofrecer: “no había soluciones; nadie sabía qué hacer”, dejaría escrito el médico leonés Rafael Santamarta, que ejercía en la provincia zamorana. Es fácil imaginar el pánico que debió cundir en la población ante la continua sucesión de muertes sin explicación. Los testimonios de aquella época son todos terribles, sobre todo por la falta de información. En las estimaciones realizadas aparece la provincia de León con la cifra de 10.000 muertos, una de las más azotadas por la terrible plaga. La mayor mortalidad se asentó, al parecer, en las pequeñas poblaciones, donde las víctimas, si bien no muy cuantiosas en términos absolutos, alcanzaron cifras elevadas en valores relativos, y tal vez por ello dijera años después José Marcos de Segovia en sus Efemérides a propósito de su incidencia en La Bañeza: “Como en la mayor parte de España, se desarrolló también aquí una intensa epidemia de gripe que ocasionó sensibles fallecimientos, aunque no muy numerosos, obligando al ayuntamiento a enfrentar la grave crisis que principalmente trajo para las clases más pobres la persistencia y la extensión de la calamidad”.  
En cualquier caso, la epidemia de gripe del otoño de 1918 se cebó tremendamente con los pueblos de la meseta castellana, intensificando más aún la crisis de subsistencias que ya se padecía, a pesar de que desde años antes (mediados de 1915 al menos) el delegado en la cuarta región del Instituto de Reformas Sociales controlaba desde Oviedo “los precios medios de los artículos de primera necesidad de consumo corriente entre los obreros de la localidad”, al cual se enviaban trimestralmente sus variaciones. Los atacados se contaban por miles, originándose un autentico problema humanitario. En las tierras bañezanas, a primeros de septiembre escaseaba la harina, ya que ningún fabricante de la capital la vendía para ellas y las harineras locales carecían de existencias suficientes para abastecerlas, según se notificaba desde el gobierno civil a la alcaldía de su cabecera, y a finales de octubre se nombra a Darío de Mata Rodríguez delegado de la Junta Central de Abastecimientos para la compra de trigo a precio tasado (44 pesetas el quintal) y para su incautación en caso de que los proveedores no lo entreguen voluntariamente. Por las mismas fechas remiten denuncia los harineros bañezanos al gobernador civil (que la traslada al Sindicato Harinero de León, que la hace suya y la eleva al ministerio) contra los fabricantes de harina de Benavente Conde de la Bisbal y Cía. por vendérsela a 75 pesetas el quintal, y envía la autoridad provincial a La Bañeza 200 pesetas y un lote de “camisetas, mantas y desinfectante para los enfermos pobres del municipio”, mandando al inicio de noviembre un nuevo giro por la misma cantidad y quinina, ampollas de aceite alcanforado y suero antidiftérico. En los centros de enseñanza hubieron de aplazarse los exámenes hasta últimos de enero de 1919 por haber estado cerrados durante la epidemia gripal.
En el municipio de Santa Elena de Jamuz, por ejemplo, fue raro el día, sobre todo en los meses de septiembre, octubre y noviembre, en que no hubo ningún fallecimiento, contabilizándose aquel año 58 en Jiménez, 37 en Villanueva y 35 en Santa Elena, cifras tan alarmantes como lo era el temor al contagio, para cuya evitación se enterraba al difunto cuanto antes (con premura tal que en uno de los entierros el muerto no lo estaba del todo y “rebulló” dentro de la caja). Se acababa de enterrar a un fallecido y ya sonaban las campanas que anunciaban otro óbito, produciéndose aquellos meses en días consecutivas hasta dos o tres cada jornada. “La Moda” no respetaba edades: de los fallecidos en Jiménez 10 fueron niños menores de un año y 14 de menos de diez años, aumentando ya las defunciones considerablemente por encima de las habituales tanto en 1917 (60 en todo el municipio) como en 1919, con 49 decesos.
En el pueblo de Jiménez de Jamuz, por los mortíferos efectos sobre familias enteras de aquel aquí llamado “mal de moda” se hubieron de cerrar algunas casas y otras resultaron bien mermadas: solo sobrevivió Bernardo González (“el ti Buro”) de toda su familia, y fallecieron los dos hijos, Manuel y Candelas, de Ceferino Cabañas Domínguez habidos con su primera esposa. Otra familia sucumbida por completo ante la epidemia fue la de Justo Álvarez Álvarez (peón caminero) y Rosalía González Mateos, de 32 y 29 años, sus hijos María Luisa y Gabriel, de 4 y 1 años, y Fermina y Juana, hermanas de Justo, un conmovedor drama no menor que el de Vicente Murciego de la Fuente y su esposa Bernarda Peñín Vega, de 29 años, a quienes les fallecen los dos hijos, Dominga y Ángel, de 4 y 2 años, entre el 27 y el 31 de julio, y el 17 de septiembre el recién nacido que acaban de tener. Los oficios que más abundan entre los entonces finados jiminiegos son los de alfarero (unas 50 veces, entre ellos una mujer, Josefa Vivas Pastor, de 40 años, soltera, consignada como tal), labrador (menos de 20), y 6 que corresponden a otros varios.

Era juez municipal José Vivas Pastor, y secretario Pedro del Palacio Alonso, y ambos se ven el 28 de octubre de 1918 precisados de abrir el tomo 26 del libro de defunciones del Registro Civil en un cuaderno provisional y sin esperar a que el alcalde los provea del oficial aperturado con las formalidades legales, “ante las muchas defunciones que a consecuencia de la epidemia reinante

están ocurriendo”. 

59.- La República y los escolares bañezanos.




El día 15 de noviembre de 1931, en el semanario bañezano La Opinión, los maestros de las escuelas nacionales de La Bañeza, Ricardo Álvarez Acedo, Antonio Juárez Crespo, Cecilio Sixto Toral Manjón, Francisca Pascua Riesco, Carlota Fernández Trobajo y Dionisia Arconada Ontañón, firman un manifiesto “a favor de la escuela laica y única y contra el clericalismo que no se resigna a perder el monopolio de la enseñanza ni el predominio sobre las conciencias, y que, intolerante, lanza en hojitas parroquiales y otros impresos una campaña tendenciosa y sectaria excitando a los padres a que no manden a sus hijos a la escuela nacional e injuriando y zahiriendo a los maestros”; un esclarecedor escrito en el que se posicionan a favor de la escuela aconfesional y neutra, activa, igualitaria y coeducativa, la que acabará con “espectáculos inhumanos como los poco caritativos y cristianos de escuelas sin calefacción en el invierno, a las que asisten pobres niños calzados de zapatillas húmedas y sin más abrigo que una blusa, y bochornosos de colegios particulares en los que los niños pobres que reciben enseñanza gratuita entran y salen por distinta puerta que los ricos y uniformados”, y de escuelas como las del Padre Manjón o Teresianas que “reciben de gratificación 50.000 pesetas mientras a la mayoría de  las escuelas nacionales se dan para material, limpieza y demás 147 pesetas anuales”, y en el que manifiestan que “acatan el régimen republicano como ciudadanos y maestros, por íntimas convicciones o por disciplina social, y que retiraron de las aulas los símbolos religiosos con respeto y cumpliendo rectamente la Ley, a la cual han sujetado, sujetan, y sujetarán su actuación profesional…”.

(El 17 de febrero de 1932 tendría lugar una manifestación de más de 500 señoras, que reunidas en el Teatro Pérez Alonso, previa convocatoria de la Junta local de la sección bañezana de Acción Femenina Leonesa, se trasladaron a las escuelas y a la alcaldía para pedir que se volvieran a colocar los crucifijos en las escuelas).
 Tal vez apuntaran los maestros bañezanos en su crítica al cercano Colegio Carmelita, en el que (al igual que en otros muchos colegios privados religiosos) al menos hasta los años sesenta del pasado siglo existieron dos categorías de alumnas, las de pago y las gratuitas, con uniforme completo las primeras y vistiendo una sencilla bata blanca las segundas; sin compartir aulas ni patio, y tampoco puerta, pues accedían unas por la principal y las otras por la muy inferior situada en la corrupia, entre charcos, barro, mugre y orines que allí se acumulaban. Algunas de las alumnas gratuitas eran becadas, y debían por ello de ocuparse de la limpieza de las aulas y otras dependencias.    
Un episodio de la virulenta guerra escolar entre la escuela confesional y la escuela laica decretada por la Constitución desatada por los sectores sociales más conservadores que también se libraba en nuestra tierra (“el maestro de Felechares no ha retirado de la escuela el retrato del exrey”, se dice a la mitad de diciembre en el semanario astorgano y socialista El Combate), y de la que formaría parte, además de los relacionados con la simbología religiosa en los centros de enseñanza, el denunciado por el concejal socialista Porfirio González Manjarín en el pleno del 21 de septiembre de 1932, según el cual las señoras de la bañezana Conferencia de San Vicente de Paul (portadoras tal vez de “aquella moral religiosa defensora de los privilegios sociales y que crea primero la miseria para después atribuirse la virtud de socorrerla”, según señalaba el bañezano y socialista semanario Avance el 9 de julio de aquel año), “por una hogaza de pan que regalan a algunos pobres durante la semana hacen propaganda diciéndoles que deben de mandar a sus hijos a las escuelas privadas en vez de a las públicas”, y esto debe de ser corregido (añadía. Decidía la corporación en aquella sesión municipal que tales actuaciones eran coactivas, y se acordaba tenerlas en consideración).
A los padres de niños pobres se dirigía poco después mediante bando la alcaldía para hacerles saber que podían solicitar del ayuntamiento ropas y zapatos proporcionados por la Junta de Protección a la Infancia, y en el pleno del 30 de noviembre se presenta oficio de los maestros de las Escuelas Graduadas en el que dicen que “sienten la República y desde su proclamación piensan en una escuela más agradable y esperan con impaciencia las prometidas mejoras”, y que acompañan escritos de escolares en los que muestran el ansia de ver cumplidas sus infantiles ilusiones de disponer de carbón para las estufas, anhelo que se decide se les cumpla a aquellos niños que, al decir de sus maestros, “reconocen en la República un régimen más justo y humanitario que la Monarquía”, proponiéndose además por la minoría socialista que se dote de calefacción central a las escuelas.  

Estos eran los escritos de maestros y escolares llevados a aquel pleno:

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Escuela Graduada de Niños
La Bañeza

Los niños también sienten la República y reconocen en ella un régimen más justo y humanitario que la Monarquía. Desde la proclamación de aquella piensan en una escuela más agradable y esperan con impaciencia las prometidas mejoras, entre las que se destaca, quizá por ser de actualidad en la estación invernal, la calefacción, que ellos creen ingenuamente que les ha de proporcionar el Ayuntamiento, como parece deducirse del hecho siguiente:
El día 24 del actual ordenó a sus discípulos el Maestro de la 3ª sección de esta escuela graduada un trabajo libre de redacción. Sucedió a la orden un breve cuchicheo de mesa en mesa y al cabo de 20 minutos todos habían redactado algo que ellos llaman una instancia; cuyos ejemplares más típicos tenemos el gusto de acompañar, atendiendo al expreso ruego de sus autores, para no destruir el efecto educativo de un acto espontáneo que condensa tantas infantiles ilusiones.
Reconocemos los maestros cuanto significa la petición que los adjuntos escritos entrañan; pero nos consideramos en el deber de darle curso, tanto por no desairar a los niños que los hicieron con el expreso deseo de que llegaran a su destino, como porque reflejan la verdadera necesidad que sienten de calefacción, y porque la escuela ha de ser una sociedad en pequeño, en que el niño, sin dejar de ser niño y de vivir su propia vida, debe aprender a ejercitar sus deberes y derechos de hombre.
Suplicamos al Ayuntamiento de su digna presidencia que dé a esta comunicación la interpretación debida y que vea en ella solamente la transmisión de un ruego de inocentes y tiernas criaturas que sienten frío, a quienes por su ingenuidad y por el efecto educativo debemos todo el apoyo moral ante la justicia de una petición que esperamos ha de  ser atendida.
Viva Vd. Muchos años.
La Bañeza, 27 de noviembre de 1931.

Antonio Juárez                            Cecilio Toral                  Ricardo Álvarez

Sr. Alcalde constitucional del Ayuntamiento de La Bañeza.

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Sr. Alcalde de La Bañeza.

Hace algún tiempo vengo observando que una estufa arrinconada pide clemencia desde más de un año. Gracias a los cuidados que nosotros le hemos prestado no ha criado moho. Nuestros padres votaron la candidatura republicano socialista con la esperanza que la escuela graduada floreciera y tuviera más comodidades que con la monarquía. Le rogamos nos mande combustible pues estamos expuestos a perder la estufa y a tener menos comodidades que anteriormente. Los alumnos de la escuela graduada.

Santiago Alonso

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Sr. Alcalde de La Bañeza.

Como creíamos que la República nos daría para una estufa que teníamos arrinconada detrás de un tablero desde el otro año.
Le escribimos diciendo que los compañeros y yo tenemos mucho frío.
Le decimos que nos dé para carbón, pues hemos tenido que llamarle la tención a nuestro profesor diciéndole que seba a pudrir.
Y si usted nos da para carbón lo recibimos con mucho gusto.

Segundo Aparicio Vega

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Sr. Alcalde de La Bañeza.

Pedimos los niños de la escuela carbón para una estufa que tenemos arrinconada tras de un tablero, ya el año pasado estuvo como está este año parece que ya va criando moho. Creíamos los niños de la escuela que ahora con la República nos iban a dar carbón pero como vemos que no nos lo dan tenemos que pedirlo los niños de la escuela al alcalde de La Bañeza porque tenemos frío y da lástima ver temblar algunos niños pobres sin más abrigo que una blusa y unas zapatillas rotas y úmedas.

Teodoro Juárez

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Sr. Alcalde de La Bañeza.

Yo creo que la escuela es el principio de los hombres porque allí se forman las ideas y se hacen trabajadores, así que es donde el pueblo debe poner más estímulo para las comodidades y gracias a Dios tenemos algunas pero nos faltan las principales una de ellas, es el pájaro para una jaula que está aquí en esta escuela hace algún tiempo que está criando moho (me refiero al carbón y la limpieza de los arbañales) pues ya sabe V. que aquí venimos todos pobres y ricos. Y así como unos tienen con qué abrigarse otros no y da pena vernos unos y otros temblando de frío y encima sin poder salir a dar cuatro brincos al patio para calentar porque está lleno de agua. Sin más por hoy queda de VSSS.

Antonio González

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