jueves, 26 de noviembre de 2015

Cuando los del futbol buscaban a “Pacun”



José Cruz Cabo
Corría el año 1956 y jugaba en La Llanera La Hullera Vasco Leonesa contra nuestro equipo, La Bañeza Fútbol Club, en la categoría entonces provincial y resulta que nuestro equipo, que gracias a Dios todavía dura y sigue ilusionando a los bañezanos, llevaba unos partidos en los que no conseguía buenos resultados y entonces, un joven cronista deportivo, que firmaba Pacun, sus crónicas en El Adelanto, ya que no quería que se supiera su nombre, les criticaba y eso molestaba a la entonces directiva y a los aficionados, que en casi doscientas personas entraron ese día en nuestro campo de futbol, ya que los partidos contra la Hullera, eran casi como los que se jugaban contra el Astorga, de eternos rivales, junto con Bembibre, en aquellos años, que nos daban bastante guerra y era dificil ganarles. 
Finalizó el primer tiempo y el equipo de casa ganaba por dos cero y había hecho un gran partido, por lo que durante el descanso apareció una pancarta que ponía ¿Que salga Pacun?, y el buenazo, gran persona y enorme aficionado a nuestro primer equipo, Julio González Dúvid, recorrió el campo, con su enorme vozarrón, pidiendo que saliera Pacun, “que haber lo que tenía qué decir ahora”. Como nadie sabía que era yo, seguí disfrutando del partido ya que no pedía alineaciones ni ningún dato durante el mismo. Mi crónica la confeccionaba el martes por la prensa provincial.
Pero como en todos los partidos, comenzó el segundo tiempo y la Hullera se hizo dueña del campo y practicamente barrió a nuestros jugadores del campo y cuando el partido finalizó, el marcador señalaba un empate a dos y la gente salió diciendo que Pacun tenía razón, que tenían el partido ganado y lo dejaron perder. Hay que tener en cuenta que los jugadores de entonces practicamente no entrenaban entre semana, que cuando lo hacian tenian que salir corriendo de su trabajo para llegar a la Llanera y entrenarse a la luz de la luna, ya que el hoy estadio, no tenía más luz que las de las casetas.
Nunca nadie ha comentado este partido, ni siquiera en la prensa local, ya que El Adelanto se hacía en Gráficas Rafael, en la Plaza Mayor, y nadie nunca, de los poquísimos que lo sabian se fueron de la lengua. Mi historia como cronista deportivo de El Adelanto comenzó en el año 1951 en mayo, y la primera crónica que escribí, pedí en la imprenta un seudónimo para firmar las crónicas, y me dijo José Santos Carrascal, compañero de profesión y del deporte “ya que eres músico y tocas el trombón en la banda, por qué no firmas Pacun” y así lo hice, hasta que definitvamente pasados unos pocos años comencé a firmar todo lo que escribía con mi nombre y apellidos. También ya entonces como ahora era socio y sigo siendo de La Bañeza Futbol Club, porque si yo pedía que ayudaran los bañezanos a nuestro primer equipo, aunque podía entrar grais al campo yo debía ser socio y pagar los dias del club. Así lo hice mientras fui cronista deportivo que duró desde el año 1951 hasta el dos mil siete, que dejé las agencias deportivas que tenía como Mencheta y una de Barcelona, porque ya no podía ir al futbol, lloviera, nevara, hubiera frio o hiciera sol, pero mi carnet de esta temporada tiene el número cinco de socio.

lunes, 16 de noviembre de 2015

82.-La construcción de la Casa Consistorial de La Bañeza.-

En septiembre de 1899 se declaró definitivamente ruinosa la vieja Casa Consistorial y se trasladaron sus oficinas a las escuelas públicas de la plaza de la Cruz Dorada creadas hacía un lustro, para iniciar al año siguiente la construcción de la actual, que se remataría en 1907, aunque se inauguraba dos años más tarde. Sobre el solar y los edificios ocupados por el Regimiento (Ayuntamiento) bañezano se habían ido acumulando desde los siglos XVI y XVII bastantes obras y reformas, hasta aquellas que diseñaron y ejecutaron el que aún se mantiene, entre clásico y moderno, en el vértice de las antiguas calles del Vino y de la Fuente, nombrada desde 1906 de Manuel Diz en honor del autor del proyecto del Puente de Requejo, inaugurado en mayo de aquel año, como se nombró en 1907 de Pérez Crespo la que hasta entonces había sido calle del Reloj, en la que se de-molieron antes el arco que lo sustentaba y en junio de 1904 por el relojero local Francisco Freire (se había tomado el acuerdo en 1900) la torre, que invadía la calzada y a la que se había adosado en la parte que daba a la otra calle un banco o potro para herrar el ganado.
Ya en 1895 el entonces alcalde Darío de Mata Rodríguez se había dirigido a los arquitectos Francisco Blanch y Pons (que lo era de la Diputación provincial), Juan Crisóstomo Torbado Flórez (arquitecto diocesano), y Juan Bautista Lázaro de Diego pidiéndoles presupuesto de elaboración de planos para la construcción de una nueva Casa Consistorial en La Bañeza, haciéndoles saber que “el municipio anda bastante escaso de recursos y por ello desea la mayor economía”. Los tres se mostrarán dispuestos a ocuparse del proyecto, ofreciendo el primero hacerlo a título particular, cobrando la mitad de los honorarios que son habituales (que se doblan cuando se trata de trazados de edificios públicos), o bien como arquitecto provincial, en cuyo caso se le abonarían tan solo las dietas devengadas pero habría de esperar la corporación bañezana su turno y a que antes realizara los encargos de otros ayuntamientos que previamente los solicitaron y que están ya comprometidos, mientras responde el último (en carta con membrete de Construcciones Civiles y como arquitecto jefe de la zona del noroeste) estar dispuesto a realizarlo sin cobrar honorarios siempre que el Ayuntamiento lo indemnice de los gastos materiales que le conlleve hacerlo (“que podrán ascender a 150 ó 200 pesetas, si se necesitasen, como cree, dos ejemplares completos”). En cuatro o seis meses podría servirles el proyecto si le envían plano o croquis acotado del solar, pero esto no evitará que haya de desplazarse para verlo, “pues deseo evitar lo que pasó cuando el cementerio, que mandándome el croquis y hecho el plano con arreglo a sus datos, supe después por el contratista que las rasantes eran inexactas y dio lugar a dificultades que por conveniencia de todos es recomendable evitar”, les manifiesta.
En febrero de 1901 cuenta el Ayuntamiento bañezano con un proyecto que firma el arquitecto Arsenio Alonso Ibáñez (a quien acompaña como ayudante Rogelio Cañas, maestro de obras e ingeniero; el segundo hizo los planos de la iglesia de San Esteban de Nogales –inaugurada en 1896- que el primero firmaría) y que contempla la construcción del Consistorio en tres fases y a cargo de los contratistas Domingo Vázquez y Ángel Fernández Franco. Aquel mismo año se iniciaba la segunda de ellas (sacada a subasta el 27 de febrero), habiendo actuado como contratista también antes Marcial García Guerrero, que continuaba en 1902, cuando en diciembre observa el arquitecto deficiencias en la edificación en marcha de la torre, que presenta aspecto ruinoso, cursándose entonces órdenes del Ayuntamiento al contratista para que la demuela (lo que se comenzará a realizar el 27
de aquel mes, durando su derribo hasta el 8 de febrero del siguiente año) y recibiendo oficios sobre el reconocimiento técnico de la misma tanto del Consistorio de León como del Gobierno Civil, al que por telegrama y con urgencia se había solicitado su inmediato examen por el arquitecto municipal de la capital de la provincia. En 1903 el arquitecto Arsenio Alonso elabora un expediente descriptivo de la obra realizada y determina no volver a repetir el elevado minarete proyectado, después de que un grupo de diez jornaleros se hayan encargado de la demolición completa de la torre derruida (por la que se les abona la cantidad total de 483,85 pesetas a Juan García, José y Benito Botas, Joaquín Santos, Manuel Raigada Ferrero, Domingo y Manuel Domínguez, Pablo González, Eugenio Lobato, y Urbano Alonso Fernández), produciéndose en agosto una denuncia del contratista Ángel Fernández Franco, que pleiteará con el Ayuntamiento bañezano por no cobrar la cantidad estipulada al no haber terminado la obra en el plazo previamente fijado, un asunto de impago que aún los enfrenta en 1904 y 1905, cuando se produce la solicitud de dimisión del contratista, y que se sustanciará entre dictámenes de los abogados Eumenio Alonso González y Elías Tagarro, contenciosos entablados por el acreedor y los deudores, y resoluciones del gobernador civil que ordenan el pago de la certificación de la obra cursada.
Se había encargado a un hijo del arquitecto, Emiliano Alonso, como perito práctico en la inspección del derribo de lo edificado y el reconocimiento de los materiales, de la que presentaba en nombre de su padre su informe el 4 de febrero de 1903 señalando algunas deficiencias constructivas que han hecho que los muros se resientan en exceso del peso de la torre, hurtando en algunas zonas “ladrillos por cascajo”, y usando un mortero de cal común bastante malo, con una mezcla de por lo menos cuatro partes de arena por una de cal (cuando la proporción debía de ser de dos a uno), siendo, dice, “esta la mierda que han empleado para el asiento de la fábrica de ladrillo”.

Torre de Santa María y Casa Consistorial en construcción

A primeros de abril de 1905 un numeroso grupo de vecinos dirige una instancia al Consistorio bañezano indicando que
desde que desapareció la Torre llamada del Reloj y este, la necesidad de colocarlo nuevamente ya sea en el edificio construido para Casa Consistorial, con el armazón de hierro cuyo proyecto se dice existe, ya sea en otra parte, es una necesidad imperiosa y urgente que se deja sentir en todo el pueblo, no solo porque sin él carece de hora oficial, necesaria para todo trabajador y patrono y porque seguramente se destruirá por la acción del tiempo la maquinaria, o por lo menos quedará inservible de seguir así, sino por otras mil razones que al Ayuntamiento no se le pueden ocultar; y como entre las obras anunciadas a subasta, cuya necesidad y bondad no desconocemos, no lo ha sido esta que de necesidad es, suplicamos al Ayuntamiento ya sea por subasta o administración acuerde la colocación del Reloj llamado de la Villa en el edificio construido para Consistorio o en el punto que más conveniente crea, por ser una necesidad hacerlo así y de justicia.
Seguramente esa “otra parte” en la que se colocaría entonces aquel reloj fuera uno de los huecos de las campanas de la torre de la Iglesia de Santa María, provista aún del romo tejadillo que había sustituido a la esbelta cúpula perdida años atrás en el incendio, antes de que se iniciara el inconcluso añadido vertical que le daría el aspecto que hoy presenta (también en la torre eclesial aumentada en altura se mantuvo un tiempo aquel reloj), según muestran algunas fotografías de la época. Parece que el proyecto al que los vecinos aludían no se llegaría a realizar, y de haberse materializado hubiera tal vez coronado durante algunos años (posiblemente entre aquellas fechas de 1905 y las del inicio de la construcción de su última fase en 1909) un torreón metálico el inacabado edificio del ayuntamiento bañezano, a semejanza quizá del que ostentaba en el centro de su fachada el de Valencia de Don Juan, pero lo que si nos descubren otras placas fotográficas es la existencia en la bañezana Plaza Mayor, al lado del templete y en un tiempo posterior al del remate de la Casa Consistorial, de una elevada torreta metálica que sostiene una especie de amplia plataforma cubierta por tejado que termina en estilizada aguja, de parecida hechura a la que en los años 20, y posiblemente soportando antenas radiotelegráficas, se alzaba en la leonesa Plaza de Santo Domingo, y ya antes, en torno a 1900, en la astorgana del Obispo Alcolea.
El arquitecto provincial Blanch y Pons realiza en diciembre del mismo año 1905 una valoración del estado de las obras encargada por el alcalde Darío de Mata Rodríguez, a quien se ha de dirigir en mayo de 1907, cuando ya es regidor municipal el sobrino del anterior, Leopoldo de Mata Casado, para que hable con este a fin de ver si se arregla pacíficamente el asunto del pago de sus honorarios, al que durante año y medio el actual alcalde y el secretario han estado respondiendo con evasivas, confiado en que no le vuelva ahora a suceder como con los emolumentos correspondientes a su proyecto y dirección de la Cárcel del Partido, que tardaron en abonarle once años, rogándole dé a aquellos recado para que le resuelvan el asunto y no haya de usar de los derechos que le asisten para intentar el cobro.
En julio de 1906 remite a la alcaldía bañezana un oficio el que será el nuevo arquitecto para la finalización de la obra, Manuel de Cárdenas Pastor (lo fue municipal de León desde 1900 hasta julio de 1914 en que pasa a serlo provincial; fue también arquitecto de la diócesis de Astorga), rogando se le envíen “las bases del concurso de proyectos para la conclusión del palacio municipal de la ciudad”. En mayo de 1908 se disculpaba ante el Consistorio, presidido ahora por Salustiano Casado Santos, por el retraso en la elaboración de aquel proyecto que antes le habían encargado y que en breve remitirá, como debió de hacer, pues el mismo aparece fechado en aquel mes de 1908, cuya ejecución saldrá a subasta a continuación (en bando que firma Robustiano Pollán Rodríguez como alcalde accidental; lo sería titular entre 1909 y 1910), adjudicada esta vez al contratista Emilio Perandones Cabo (había participado poco antes en la construcción del Puente de Requejo), que se obliga el 21 de junio a realizar conforme al mismo la terminación de la Casa Consistorial en la cantidad de 37.180 pesetas (15,34 menos de lo que había sido el tipo licitado). También se subastaba por entonces (en 2.870,03 pesetas) la obra de cerramiento con verja de la fachada principal del Hospital de la Vera Cruz de La Bañeza.
A lo largo de lo que restaba de aquel año y del de 1909 se remataría la construcción de la tercera fase del Consistorio bañezano, añadiendo la actual torre hexagonal con tejado de pizarra, no sin que antes se diera alguna reclamación a su diseño, como la que en 1908 entablaba el vecino Tomás Pérez Álvarez “para que modifiquen una ventana que da para su casa fuera de la distancia que para ello marca el Código Civil”, liquidando en abril del año siguiente el arquitecto al contratista Ángel Fernández Franco las 1.250,10 pesetas importe de la piedra facilitada por este para la edificación (aunque no incluirá “la partida del cantero”), una obra que supondría en su conjunto “un antes y un después en la arquitectura de la ciudad y el paso de una de hechuras tradicionales a otra modernista, ecléctica más bien”.
En 1910 y 1911 se va acometiendo la renovación del mobiliario interior del nuevo consistorio sacándose a subasta el amueblamiento de la alcaldía y de la sala de sesiones, que se adjudica al tapicero leonés Saúl Gutiérrez, quien envía muestras de tapizado en terciopelo inglés (también enviarían diseños de mesas y otros muebles, modelos de cortinas y presupuesto desde la leonesa “fábrica de muebles por energía eléctrica” de César Gago), y ya en febrero del segundo año ruega a quien es entonces de nuevo alcalde, Darío de Mata Rodríguez, se le salden las facturas que aún tiene pendientes. No obstante, al mismo alcalde se enviaban ya en abril de 1915 por ferrocarril sillones y divanes desde el gran almacén de muebles de ebanistería y tapicería de Higinio Gómez, en Valladolid.
El mismo año 1911 en respuesta a la pretensión de la Corporación bañezana de instalar por concurso un nuevo reloj en la Casa Consistorial y en la Estación del ferrocarril se reciben en enero presupuestos de algunas fábricas de relojes desde diversos lugares, como Zamora, de la relojería y óptica de Higinio Merino, y Benavente, de la gran relojería y taller de composturas de Isidro Parada Moreiras, e incluso de Francia, de Morez du Jura, de las fábricas de relojes monumentales de Pablo Odobey, hijo, y de su padre L. D. Odobey Cadet, que envía al Consistorio un extenso catálogo de sus relojes y remite a los concejales a su representante en Barcelona. También contactarían por entonces con la alcaldía bañezana desde la palentina fábrica de relojes de torre y fundición de campanas de Moisés Díez, quien el 8 de marzo indica a su titular que no se hará cargo de las obras de albañilería, carpintería y herrería precisas para la instalación del nuevo reloj (“al Ayuntamiento lo servirán mejor y con más economía los de aquí, mientras que del forastero siempre abusan”, dice), y sí del traslado del reloj viejo, aunque no puede fijar su importe “por desconocer el estado de la torre en que se ha de colocar (la de El Salvador seguramente, a la que se llevaría desde la de Santa María), quizá otro tanto como las 600 pesetas que vendrán costando aquellas obras, sin contar reparación alguna en el reloj, a lo que habrá de añadirse las 500 pesetas que importarán su limpieza y reponer con una esfera nueva la actual que está rota” (no tenemos seguridad de que se instalara efectivamente entonces el nuevo reloj en el Consistorio, y sobre todo de que se trasladara el viejo, pues aparece aún en la torre de Santa María en fotografías que se fechan en 1914). A los Hijos de Moisés Díez se encargará en 1926 la sustitución de aquel reloj por otro nuevo, una decisión de la Corporación de entonces que formaría parte de las del periodo primoriverista después denunciada como irregular y revisable por el Consistorio republicano elegido en 1931.


En 1918 Fernando García, maestro de obras de León, remite a la alcaldía bañezana presupuesto para pintar pasillos y techos y el salón de sesiones, y para realizar una lucera o claraboya de cristal y hierro cubierta a cuatro aguas (la que años después, en abril de 1933, se habrá de reparar tras su destrozo por una tormenta de granizo). En octubre de 1930 se autoriza la instalación de “calefacción por agua caliente o vapor” en el edificio consistorial, por importe de 4.348 pesetas y a
cargo de la empresa Viuda de Luís Gutiérrez, de León, la misma que en 1932 dotará de ella el juzgado de Instrucción; el expediente de subasta para su contratación se había iniciado en 1929 y en ella pujaría también la leonesa Comercial Industrial Pallarés, que a principios de septiembre de aquel año recomendaba a la Corporación no descuidar su decisión y estimar el presupuesto que le había remitido. Se consideraría en 1933 la colocación de baldosas en el patio de cristales del Consistorio, y al inicio de octubre de 1934 se adjudicará mediante subasta pública al contratista Narciso Concejo Álvarez la obra de reforma de las oficinas municipales, ya finalizada al terminar el año. Entre 1975 y 1977 se fecha el proyecto de modificación de las escaleras y otras dependencias de la Casa Consistorial bañezana, cuyas obras se liquidan en 1980 al arquitecto Pablo Vicente Herranz.

81.-Leonesistas y regionalistas bañezanos.-

En el periodo revolucionario, de 1869 a 1873, los federalistas pretendieron una descentralización del país, que entendían avanzada y decisiva, en contraposición al religioso y tradicional arcaicismo carlista de los fueros. En tiempos de la Primera República ya se recogió en su proyecto de Constitución federal del 17 de julio de 1873 la pretensión de crear un único Estado federado (dentro de los 15 proyectados) de once provincias en el valle del Duero español, que además hubiera com-prendido las de Logroño y Santander, como pocos años antes habían propugnado para Castilla la Vieja desde Valladolid en el Pacto Federal Castellano. En posteriores ocasiones denominarán Región Duero, y también Castilla-León, a ese territorio central que confiere a Valladolid su centralidad y a la que a lo largo de la historia le ha dado carta de existencia, por lo que esta urbe ha estado siempre al frente de todo intento unificador de castellanos y leoneses y oponiéndose con rotundidad a las reivindicaciones de unos y de otros en defensa de sus respectivas y separadas identidades.
Aquel proyecto será contestado por los republicanos leoneses de manera contundente, y fruto de la movilización de políticos de todo signo e instituciones, a la Asamblea Constituyente llegó en agosto de 1873 desde la comisión de la Diputación provincial de León (integrada por el secretario y cinco diputados, todos monárquicos) y apoyada por el ayuntamiento de La Bañeza y otros como los de Valencia de Don Juan y Riaño, una petición de su modificación que permitiera a la provincia formar un Estado propio dentro de la República Federal Española. El fin del breve régimen republicano, a principios de 1874, dio al traste con una y otra iniciativa.
Por lo que hace a la provincia leonesa, donde ya Fernando Merino, conde de Sagasta, había representado una aspiración leonesista, más o menos hábil o discretamente llevada, contra la aspiración o realidad centralista encarnada por los políticos datistas o garcíaprietistas, una de las características distintivas, no obstante, del regionalismo leonesista, del leonesismo cuyas raíces e impulso se hunden en el siglo XIX, frente al castellano-leonés fue la distinta relación que uno y otro tuvieron frente a las reivindicaciones autonómicas catalanas: Cuando en diciembre de 1918 se redacta por los representantes de las diputaciones de Castilla y de León en Burgos un documento de oposición al nacionalismo catalán, el ayuntamiento de León con su alcalde socialista Miguel Castaño Quiñones al frente rechazará tales acuerdos y se manifiesta favorable a las pretensiones catalanas, a la vez que reclama una amplia descentralización para municipios y provincias.
Se dieron además frecuentes y amistosos contactos entre Francesc Cambó y líderes leonesistas como José Eguiagaray Pallarés, quien, consciente de los atentados a la identidad leonesa, pretendió potenciarla evitando toda posible confusión artificial con las regiones vecinas, llegando a proponer en marzo de 1934 desde El Diario de León la creación de una Liga Regional Leonesa en-tendida como un centro de estudios leoneses, con sus secciones económicas y comerciales y con evidentes paralelismos con el viejo partido del nacionalista catalán. Ya antes, el 10 de mayo de 1931, en pleno periodo electoral para la representación en las Cortes Constituyentes, desde La Opinión, en La Bañeza, se había mostrado a Cataluña como “ejemplo vivo de la necesidad preconizada de defender el porvenir de la región, cada cual desde su credo ideológico, pero todos juntos antes que nada”, y en julio del mismo año, desde el mismo semanario bañezano Felipe Alonso Marcos (tildado de masón años más tarde) proponía la creación del Bloque Leonés, un partido político “para el necesario despertar de un regionalismo sincero y consecuente con los principios de las nacionalidades y el mejoramiento moral y material de la provincia de León y de la región leonesa”.
Antes, en 1917, en el número 7 y siguientes de La Voz Bañezana sus redactores Felipe Alonso Marcos, Gaspar Julio Pérez Alonso, Augusto Valderas Blanco, y Nicolás Benavides Moro habían formulado ya una manera de pensar el leonesismo, el Regionalismo leonés, como el mejoramiento moral y material de la provincia, al que se ha hecho acreedora por derecho; una idea ya presente en las páginas del bañezano semanario predecesor El Pueblo, la de establecer un bloque leones (netamente) para intensificar la vida provincial, la esencia de la Región Leonesa, que el primero retoma y brinda en La Opinión en agosto de 1931. En enero de 1915 se celebra en el Casino el homenaje al bañezano Padre Miguélez, recogido en sus placas de magnesio por el fotógrafo Manuel Anta (que se proveería seguramente de material fotográfico en el establecimiento de Luís Vigal, óptico y farmacéutico), y el discurso del agustino, tintado de un cierto y precursor leonesismo, lla-mando “al resurgir de la patria chica tan abandonada por el centralismo que todo lo absorbe”.
Se dio coincidiendo con la dictadura un leonesismo cultural que alimenta los ateneos y las sociedades y tertulias, que florecen entonces junto a revistas literarias e ilustradas en las que conviven gentes de todas las tendencias. Una efervescencia cultural que acrecienta el desarrollo de las letras y las artes y origina el renacer de la reivindicación universitaria y la recuperación de la historia, las tradiciones y el folklore (algunos de quienes la propiciaron en La Bañeza fueron, entre otros, Menas Alonso Llamas, Manuel Fernández y Fernández Núñez, y Nicolás Benavides), elementos todos que se plasman en el afianzamiento de un regionalismo leonés ligado a la defensa de los intereses morales y materiales de la provincia y que recoge con simpatía el golpe del general Primo de Rivera, presentado con rasgos arcaizantes y nostálgicos y desprovisto desde el principio de los perfiles y los contenidos propios de los nacionalismos periféricos peninsulares disidentes, frente a los cuales, ya en la Segunda República, aparecerá de nuevo como un “regionalismo sano y bien entendido” que reclama como discurso legitimador la rectificación de las reformas republicanas, de tal modo que la derecha leonesista se sumará en ocasiones a las campañas contra el Estatuto de Cataluña y participará en las propuestas regionalistas de las provincias de la cuenca del Duero, defendiendo su federación y la equiparación con otras regiones, e interviniendo en la redacción del proyecta-do Estatuto castellano-leonés para una comunidad que, tanto región entonces como autonomía casi cincuenta años después, se diseñaba como españolista contrapeso de aquellos nacionalismos de la periferia centrífuga.

Juegos Florales leoneses en las primeras décadas del siglo XX. Una de las manifestaciones del resurgir del leo-nesismo cultural. Fotografía de Germán Gracia.

Desde el mismo semanario había celebrado el 1 de marzo José Marcos de Segovia las orientaciones que desde la capital se pretenden dar por aquellas fechas al leonesismo por un grupo de prestigiosos intelectuales, abogando porque ellas produzcan los óptimos frutos virtualmente contenidos en el aún poco cultivado espíritu regional, y condensen “un regionalismo leonés elevado y sin mácula; un leonesismo grande e imperecedero”, que propugna como “el remedio a todos los males y postergaciones que colectivamente sufrimos”, y del que derivará “el respeto y la autonomía des-embarazada para colaborar en el engrandecimiento patrio”.
El regionalismo leonés se vio en aquel tiempo influido por las tesis del vallisoletano Narciso Alonso Cortés, favorables a la integración de todas las provincias de Castilla y de León en una Federación Castellana, planteamientos luego abandonados por los de formar un regionalismo más leonesista, como los que por entonces mostraba el citado semanario bañezano La Opinión, que clama porque “los nueve diputados que en las Cortes Constituyentes van a representar a la provincia sien-tan los latidos del pueblo leonés y sus problemas, y con Cataluña como espejo y ejemplo piensen en la región sobre todo lo demás, y cada cual dentro de su credo ideológico, pero todos juntos, laboren por ella como leoneses antes que nada”.
La Segunda República había reconocido la identidad leonesa como tal región cuando crea en 1933 el Tribunal de Garantías Constitucionales que prevé un representante de cada una de las re-giones españolas, tanto las “autónomas” como las “no autónomas”, León entre ellas (conformada por León, Zamora y Salamanca). En el mismo año el bañezano Manuel Fernández y Fernández Nú-ñez, que ya había aportado en 1919 su contribución teórica a la reflexión sobre “la descentralización, la autonomía, la mancomunidad, el regionalismo y la independencia” con la obra El problema del regionalismo en España (“De la descentralización surge la mancomunidad municipal; de la provincial o regional, la autonomía; y de este concepto la soberanía regional”, decía entonces), creó el grupo regionalista leonés Amigos de León, basado en la defensa del Fuero de León y de los intereses industriales, agrícolas y tradicionales de la región leonesa y en especial de la provincia “para que sea León quien rija sus propios destinos”, y con representación en todos los partidos judiciales, aunque el ideario y las aspiraciones autonomistas del Partido Republicano Autónomo Leonés (o Alianza Republicana), fundado por Ricardo Pallarés Berjón (presidente de la Diputación de León en 1931) y otros ya en 1912, y en el que habían militado, entre otros, Publio Suárez Uriarte, Alfredo Barthe Balbuena y Félix Sampedro Jíménez, no alcanzaron hasta ahora realización, y tampoco en la República ni en el tiempo posterior.
Surgía en 1934 el Grupo pro León, y en el mismo año la institución regionalista el Orfeón Leonés (la masa coral más antigua de España, creada en 1888 –o en 1886, según otros, con la inauguración del Círculo de Obreros Católicos-) estrenaba el Himno a León, con letra de José Pinto Maestro (su presidente, y director del diario conservador La Mañana) y música del bañezano Odón Alonso González (el director del Orfeón), y con motivo de la solemne celebración del quinto centenario de la gesta del Paso Honroso (para la que la comisión presidida por Mariano Domínguez Berrueta solicitó la contribución de los ayuntamientos, aportando el de La Bañeza 100 pesetas), al tiempo que se inauguraba el 22 de julio la Biblioteca Regional Leonesa, dependiente de la Diputación, a cuya Comisión Gestora propone desde El Diario de León José Marcos de Segovia (que firma Salvador Ferreras Mansilla) que se interese por adquirir para la neonata biblioteca las obras y un retrato del bañezano prócer nacional Padre Juan de Ferreras y García, teólogo y poeta, historiador, y Bibliotecario Mayor de la Academia Española que con el marqués de Villena fundara en 1713, que se sumarían en tal caso a los Apuntes para la historia del Partido Judicial de La Bañeza, de Manuel F. y Fernández Núñez, que él mismo acababa de donar.
El 1 de abril de aquel año daba en los nuevos y recién inaugurados locales del Orfeón Leonés una conferencia muy aplaudida sobre el tema “Estampas Leonesas” el mismo autor bañezano, excitando en ella a la unión para defender los Fueros leoneses, declarándose contrario al centralis-mo, y manifestando que “debemos ir a Madrid no a rogar sino a imponer nuestros derechos”. Dos días después Luís Corral y Fue abunda desde El Diario de León en proponer la creación de un Centro Leonés de Estudios Económicos. El leonesismo del que aquellos acontecimientos eran muestra
se acrecentaba también por entonces en América, donde en el mes de julio, coincidiendo con la conmemoración de las proezas del Paso Honroso, se inaugura en el Centro Leonés de La Habana la Biblioteca Leonesa (de autores leoneses y asuntos de León) reunida desde 1927 por la Comisión de Intereses Morales y Materiales que entonces se crea merced a donaciones particulares y a la hecha por la Diputación, a cuya formación había también contribuido el contramaestre de la armada cuba-na y maragato Toribio Fernández, y aquí, con el comienzo de las fiestas de conmemoración de las hazañas del caballero Suero de Quiñones (un brillante acto de afirmación del ideal leonesista), se proclama que “hay que emprender una cruzada para rescatar los tesoros leoneses que están fuera de las tierras de León, como la documentación llevada de San Marcos (con manuscritos de Quevedo) que aún se halla en el Archivo Histórico Nacional sin abrir ni catalogar”. En el número extraordinario de septiembre de aquel año 1934 de la revista León del Centro Región Leonesa de Buenos Aires se incluían sendas colaboraciones de los bañezanos Manuel F. y Fernández Núñez y Nicolás Benavides Moro (uno de los citados como regionalista leonés por el sociólogo Díez Llamas).
Como un signo más de las frecuentes disputas entre leoneses y castellanos, en 1935, y auspiciado por la Universidad de Santander, se celebran las fiestas milenarias de la independencia de Castilla del Reino de León, con un marcado e implícito carácter de agresividad antileonesista (a las que los leoneses no podemos sumarnos, decía el 20 de marzo El Diario de León). En respuesta, León conmemorará el aniversario de las Cortes Leonesas, las primeras de España con las que León antes de que surgiese Castilla estaba ya forjando la nación, tal como proclama aquel Himno de la ciudad, oficial desde 1978 y que se toma a veces por el de la provincia.
Miembros de la Colonia leonesa de Cuba en los años 20. De la Memoria de la Colonia leonesa de Cuba: desde su fundación en 1914 hasta el año actual 1939.

A lo largo del año 1935 Clemente Vilorio, en la sección casi fija de El Diario de León (desde el 11 de febrero añadía “Por León y para León” bajo la cabecera) que titula “Leoneses y Castellanos” asumirá la defensa de León y de su supremacía histórica sobre Castilla, como ya había hecho (firmando C. Vilorio de Altobar) en 1914 reivindicando el renacimiento de la región más sacrificada (casi víctima) en aras de la unidad nacional y rehusando la integración de León con el mayor número de provincias castellanas en la regionalización administrativa de la mancomunidad de Castilla y León que entonces, en la estela de la constitución de la Mancomunitat catalana, con tardío y no muy decidido ánimo se propone (se desechaba al inicio de 1914, por la enérgica reacción de Valladolid, la iniciativa madrileña de poner en marcha una Mancomunidad castellana que uniría ambas Castillas excluyendo las provincias de León, Palencia, Salamanca, Valladolid y Zamora, por considerarlas leonesas), abogando por la restauración de los Fueros y Privilegios y por una Mancomunidad exclusivamente leonesa dentro de una Federación de las Regiones que pertenecieron a los monarcas leoneses: Galicia, Asturias, León y Extremadura, un planteamiento panleonesista que forma parte de los escasos habidos en la historia contemporánea.
En sus escritos de 1935 (pergeñados desde una clara vinculación con el catolicismo y la derecha) circunscribirá el territorio leonés a las provincias de Zamora, Salamanca, Valladolid (que “no fue nunca Castilla”), Palencia y la mayor parte de la de Santander (“un siglo pegados a Castilla nominalmente no vale tanto como once vividos realmente en León”), incluyendo desde luego toda la leonesa, y rebate y argumenta históricamente contra los que “continúan en el error de tomar a Castilla por León y a León por Castilla”, pues “a pesar de las burdas confusiones y de todos los errores históricos producidos por la nefasta castellanización de la última mitad de la edad media, León brilla en la Historia, y tan mal servicio se hace al pueblo castellano atribuyéndole grandezas ajenas, como al leonés arrebatándole las propias”, vindicando los hechos y símbolos identitarios de un pueblo leonés decadente que se redimiría con el leonesismo, sin atentar en ningún caso contra la unidad española, y ”sin entender que un mal leonés pueda ser un buen español”, en una militancia leonesista que como la de los otros escasos compañeros de ideal no dejaba de ser en el León anterior a 1936 excepción a la regla y predicación en un desierto de indiferencia, aunque ya en periodo electoral, en el manifiesto que el 27 de enero de aquel año presentan a la opinión pública leonesa los candidatos centristas Juan Castrillo Santos y Toribio Martínez Cabrera se señale su pretensión de “intentar un renacimiento del leonesismo para mantener vivo el espíritu regionalista a fin de que la provincia de León ocupe el rango a que tiene derecho por su condición de madre”.

miércoles, 28 de octubre de 2015

La primera entrevista que hice


José Cruz Cabo
En el otoño de 1964, mi tio Rafael Cabo, entonces subdirector de El Adelanto, el director era aquel grandísimo sacerdote, Francisco Viloria, me comentó que debía hacerle una entrevista a Benigno Isla García, entonces alcalde de nuestra ciudad y mi tio Rafael, primer teniente de alcalde, por lo que no le parecía oportuno hacersela él. En aquellos tiempos había que hacerlo todo a mano y llegué a casa, cogí la máquina de escribir, y redacté las preguntas que el alcalde me tenía que contestar.
El motivo era que se estaban haciendo unas obras en el antiguo pozo de Santiago de la Valduerna, de donde nos llegaba el agua corriente para los domicilios, para que en el verano no tuviéramos problemas, aunque hubiese sequía en el Duerna, que las había la mayoría de los veranos.
Al día siguiente entré en el comercio de Mariano de la Fuente, después Cafetería Sapporo, ya que Mariano era su suegro, a dejarle el folio con las preguntas y, al poco rato, llegó a la imprenta de mi tio, que estaba pegando al comercio de su suegro, y me dijo que ya había visto las preguntas y que me contestaría todas en cuanto tuviera tiempo, ya que Benigno además de alcalde, tenía su despacho de abogacía, ya que la alcaldía en aquellos años, no daba sueldo ni al alcalde.
Pasaron varios días y, cuando me veía, me decía que ya estaba en ello y que pronto me la daría, pero al final se pasó casi un mes hasta que la recibí. Me puse manos a la obra y en mis ratos de asueto, le fuí pasando la entrevista a máquina y en la semana siguiente la publiqué en el semanario bañezano.
Pero cual no sería el asombro de todos los bañezanos, al verano siguiente, que a pesar de lo que me había dicho en la entrevista: que con la nueva captación no solo no habría problemas de cortes, sino que se aseguraba el agua para una localidad de 20.000 habitantes. En el verano del año siguiente, 1965, se volvieron a producir los cortes de agua porque el Duerna se había secado y los pozos no se llenaban. El problema de los cortes de agua solo se solucionaría totalmente, años más tarde, cuando se hizo la captación en el Rio Orbigo en los años ochenta.

Esto no quita para que no fuera uno de los buenos alcaldes que hemos tenido en la ciudad, ya que durante su mandato se finalizó el Seminario Menor, que había comenzado su antecesor, Inocencio Santoa Vidales y otras cosas más que ahora ya son historia.

miércoles, 14 de octubre de 2015

80.-Alcaldes republicanos de La Bañeza (II).- (El fraternal cambio de régimen).

Nunca unas elecciones municipales suscitaron tanto interés ni fueron tan trascendentes como las del domingo 12 de abril de 1931, planteadas como un verdadero referéndum sobre la adhesión o no al régimen monárquico (como “elecciones legislativas y constituyentes”, según diría Melquiades Álvarez en el ABC del día 15 de abril). En León y su provincia, como en el resto del país, la jornada electoral transcurrió tranquila en medio de la expectación por la incertidumbre de los resultados. En la provincia leonesa el triunfo de los coaligados de la conjunción republicano-socialista fue abru-mador.
En la capital del partido bañezano no se produjeron incidentes, y “en las escuelas públicas, el mismo escenario por el que pasaban años atrás conducidos como manso rebaño un buen número de votantes, y espacio esta vez de la gran obra de civismo bañezano” ganaron los dinásticos con 7 regidores liberales-demócratas (Eugenio de Mata Alonso, Celso Ares Alonso, Marcelino Martínez (Simón), Liberto Díez Pardo, David González Moratinos, Herminio Nistal Luengo, José Román) y 4 conservadores (José Santos Pérez, Manuel Ferrero Nuevo –era representante de la compañía As-surances Generales-, Juan Espeso González, José Ramos Pérez), empatando Iñigo Llanos (liberal) y Toribio González Prieto (de la Conjunción Republicano-Socialista), que consiguen sendas actas. Después del escrutinio, realizado a las cuatro de la tarde, corrillos y gran paseo en la Plaza Mayor. Al día siguiente, lunes, no hay prensa y todo son rumores sobre lo que está sucediendo en el país; “a la medianoche por teléfono se anuncian graves acontecimientos, y hasta la proclamación de la Re-pública. Se extiende la noticia, y la incertidumbre, por las sociedades y cafés”.
El martes, “por la tarde la pizarra de La Opinión va dando cuenta de la transición de poderes según van recibiendo noticias por radio y conferencia; la muchedumbre se agolpa y las recibe con júbilo. A las siete se reúne el Comité Revolucionario local en la Casa del Pueblo (la que ocupaban en el edificio compartido con la Asociación La Caridad) para dirigirse desde allí en manifestación y en perfecto orden al ayuntamiento, en el que su presidente, Félix Cardillo Puerta hace saber al al-calde Ildefonso Abastas Prieto que se ha instaurado la República en España, y aunque aún no tiene orden oficial de entrega de poderes, este se muestra dispuesto a traspasarlos cuando el Comité lo estime conveniente, lo que acuerdan hacer al día siguiente al mediodía, después de conferenciar con el gobernador civil y a pesar de la orden portada por un delegado del Comité Revolucionario pro-vincial de recibir en esa misma fecha la alcaldía. Después de izada la bandera republicana en la Ca-sa Consistorial, el secretario del Comité local, Felipe Alonso Marcos, desde uno de sus balcones transmite los acuerdos al pueblo reunido en la Plaza Mayor, y con vivas a España y a la República continúa la manifestación con todo orden”. Así lo contaba quien firma El Alguacil Corchuelo (José Marcos de Segovia) en aquel semanario el día 19. Tal vez para hacerse perdonar su pasado republi-canismo Felipe Alonso Marcos entregaba a la mitad de enero de 1937 un donativo de 125 pesetas para el comedor de Asistencia (Auxilio) Social, lo que no evitará que en 1939 se le tenga por ma-són.
En La Bañeza, el día 15 de abril por la mañana (“Sol abrileño. Fiesta. Comercios cerrados. Alegría y animación en los primeros grupos callejeros”, diría La Opinión) una nueva marcha de nuevo presidida por el Comité Revolucionario se encamina desde la Casa del Pueblo a la Casa Con-
sistorial, en la que a las once se constituyó en su sala de sesiones en sesión extraordinaria el ayun-tamiento pleno (lo presidió el alcalde saliente Ildefonso Abastas Prieto, y fueron ausentes los conce-jales Tomás Antúnez Fernández y Doroteo Alonso Sastre) último de la monarquía, para resignarlo junto con la alcaldía en el Comité Republicano Socialista de la ciudad, cuyos miembros acompañan a los corporativos que cesan en sus cargos, y que conformaban Félix Cardillo Puerta, Manuel Mar-tín Martín, Toribio González Prieto, Joaquín Lombó Pollán, Severino Muñoz Velasco, Ángel Gon-zález González (el padre), Narciso Asensio Asensio, e Isaac Nistal Blanco (todos los anteriores ha-bían sido candidatos municipales), Santiago Vidales Manjón, Porfirio González Manjarín, Felipe Alonso Marcos y Ramón Santos Prada, “animados de un alto espíritu ciudadano”, al decir del señor Abastas Prieto (en febrero de 1937 será nombrado delegado gubernativo para el partido judicial) al resignar su autoridad, “con satisfacción y confiado en que ha de ser beneficioso para la ciudad que todos aman”.
Agradece sus palabras el señor Cardillo Puerta, y añade que “representando la monarquía la his-toria del pasado y la República el porvenir para hacer una España grande, habrá que olvidar toda clase de rencillas y en una amplia cordialidad y amistad seguir el elevado ejemplo de ciudadanía que en esta transición ha dado España entera, realizando una revolución como no existe otra en la historia, y por tanto, al hacerse cargo de la alcaldía en nombre de la República, quiere que el acto de transmisión de poderes entre alcaldes que cesa y que entra se adorne de toda solemnidad, reinte-grando al pueblo a los concejales cesantes con un abrazo de hermanos que ha de efectuarse en la Plaza Mayor a la finalización de la sesión”. A continuación pasa a ocupar la presidencia y recibe del alcalde saliente las insignias de mando.
Parecidas celebraciones de júbilo republicano debieron de darse en La Bañeza.
En lo administrativo el ayuntamiento ha de seguir rigiéndose por las ordinarias normas de fun-cionamiento, había señalado también el nuevo alcalde, cuyas palabras, como las del sustituido, fue-ron acogidas por el mucho público asistente con aplausos y con murmullos de satisfacción, para acoger el congregado en la plaza a las corporaciones entrante y saliente con vítores y aplausos cuando en su centro y a los acorde de la Marsellesa ejecutada por la Banda Municipal de Música ambos regidores, el elegido y el depuesto, aclamados por la muchedumbre se dieron un efusivo abrazo, continuando la manifestación “con mucho entusiasmo pero con muchísimo orden”. Por la tarde el pueblo en fiesta celebra los acontecimientos y la Banda da un concierto escuchado por el nutrido vecindario que pasea por la Plaza.
El día 16 de abril, a las siete de la tarde, se reunió la nueva corporación bañezana, estando la sa-la de sesiones invadida de numeroso público, al que el flamante munícipe Félix Cardillo Puerta dirige una alocución manifestando su satisfacción por la implantación del nuevo régimen que anuló la causa que nos llevó al envilecimiento, en unas fechas de júbilo para todos, “aunque no para los bañezanos, ya que éstos reflejaron en las urnas su predilección por lo que moría” (aquí habían triun-
fado los monárquicos). Añade “sentir que la intervención que se les encomienda no pueda ser tan activa como exige el cumplimiento del amplio programa que hay que desarrollar, una verdadera revolución administrativa”. Según el artículo 56 de la Ley municipal de 1877 se eligen dos tenientes de alcalde y un concejal como procurador síndico, el primero de aquéllos Ramón Santos Prada (im-presor, era presidente de la Agrupación Socialista bañezana); el segundo, y por unanimidad, Ángel González González; Felipe Alonso Marcos resulta elegido síndico. Unos y otro “tomaron posesión quieta y pacíficamente de sus cargos”, y acordó el consistorio celebrar los lunes de cada semana, a las ocho de la tarde, sus sesiones ordinarias. El viernes, 17, “todo el pueblo trabaja tranquilo y hace su vida ordinaria”. El sábado hay mercado semanal y muchos desplazados de los pueblos comarca-nos reclaman noticias y detalles de la proclamación de la Segunda República española. El domingo, 19 de abril, desde La Opinión dan la bienvenida al nuevo régimen, del que con hidalguía y nobleza ha sonado la hora del resurgir, dicen, y llaman “a todos y a todo por España, y a respetar las órdenes del gobierno provisional y a cooperar en el mantenimiento del orden”.

78.-La Unión Patriótica Nacional y el Somatén en La Bañeza.-

El dictador Miguel Primo de Rivera creó en abril de 1924 una fuerza política al servicio de su régimen: la Unión Patriótica Nacional (UPN), un partido oficialista con la fina

lidad de hacer propaganda de su imagen y divulgar la ideología derechista y católica del sistema impuesto por la incruenta asonada militar de un año antes; a tal objeto llegó a contar con el apoyo de setenta perió-dicos oficiales. Es el propio autócrata el que marca la línea ideológica del nuevo partido: rechazo de la democracia liberal, desprecio del sistema parlamentario, unicameralismo corporativista, naciona-lismo centralista antirregionalista, defensa de la religión católica, rechazo a la política de partidos, y anticomunismo. Él mismo definió a su creación como un “partido político, pero apolítico, que ejer-ce una acción político-administrativa”; como “un partido central, monárquico, templado y serena-mente democrático, al servicio de ideales de orden y justicia”, y más adelante hizo para él una divi-sa: “Patria, Religión y Monarquía”, adaptación del antiguo lema triádico carlista “Dios, Patria y Rey”.
El día 17 de septiembre de 1923, cuatro después del pronunciamiento y golpe de estado el dictador creaba o extendía el Somatén, con el modelo del existente desde el siglo XI en Cataluña (desaparecido en el XVIII con Felipe V y resurgido en el XIX para colaborar con las fuerzas arma-das durante la Guerra de la Independencia), “para garantizar el orden público y para la defensa y cumplimiento de la ley”.
El de León dependía, con Galicia y Asturias, de la VIII Región Militar. “Concurso de ciuda-danos honrados, mayores de 23 años y de reconocida moralidad, comprometidos para la defensa del orden, sobre todo en el campo y pequeñas poblaciones, y que en caso preciso colaborarán con la Guardia Civil para el mantenimiento de la Ley”, su presencia se generalizó desde 1924 como mili-cia ciudadana armada (“usarán armas largas de su propiedad, y las autoridades militares concederán a los cabos, subcabos y escoltas de bandera el uso de armas cortas, disponía el artículo 5º del Real decreto que lo instituyó) auxiliar en la persecución de delincuentes y barrera en la contención del bolchevismo y de sus ideas disolventes. Por cierto que inscribirse y pertenecer a un Somatén fue entonces subterfugio socorrido para disponer de armas largas y de licencia para cortas, burlando así las disposiciones gubernamentales de desarme de una sociedad en la que abundaban ilícitamente en demasía (y seguirían abundando).
En 1926 la UPN estaba ya asentada en todas las provincias. En cada localidad se formó un Comité de Partido Judicial, que nombraba sus representantes en el Comité Provincial. Sus afiliados y adherentes ocupan los cargos en ayuntamientos, diputaciones y gobiernos civiles, y proceden pri-mordialmente de los sectores más económicamente pujantes de la sociedad, en su mayoría de la burguesía agrícola, dirigentes de organizaciones católicas, componentes de la antigua oligarquía caciquil, mauristas, carlistas y antiguos liberales. Respecto al número de los que llegaron a engrosar sus filas, la revista del partido los cifró en torno a 1.700.000, aunque algunos historiadores señalan cantidades próximas a los 500.000. A pesar de que uno de los objetivos políticos de la dictadura era “extirpar el caciquismo”, lo cierto es que la Unión Patriótica incorporó a sus filas a muchos de los antiguos caciques, que vieron en el partido oficialista la posibilidad de regenerarse políticamente, de reciclarse y continuar ligados al poder.
La UPN, tras el fallecimiento del dictador, se convirtió en abril de 1930 en Unión Monár-quica Nacional, para integrarse en Falange Española en 1936 después del fallido intento de los inicios de 1930 de crear un partido de centro con sus restos y con el apoyo de los que habían sido ministros en la dictadura, impedido por la desbandaba de quienes formaran en sus filas. De hecho, en León a mediados de febrero de 1931 en los locales ocupados antes por la Unión Patriótica se abría el nuevo Círculo organizado por la Juventud Monárquica leonesa.
En nuestra provincia surgió aquella formación con ánimos regionalistas, integrada por ultra-derechistas, mauristas y conservadores reciclados con aspiraciones de ocupar el espacio de los vie-jos partidos de la Restauración, invocando para ello los intereses provinciales. En Astorga el obispo presidió con presto y declarado entusiasmo su asamblea fundacional. La UPN encontró en el clero y en el profesorado de los centros de enseñanza leoneses la élite intelectual que aportó contenido ideológico a la obra de la dictadura. En León editaba su propia revista con el título de Región Leo-nesa; en Villamañán existirá un Círculo de Unión Patriótica desde finales de enero de 1928, y en La Bañeza el abogado José Marcos de Segovia dirigía La Opinión, órgano oficioso de la Unión Patrió-tica local. El letrado Gaspar Julio Pérez Alonso formó parte como vocal de la directiva provincial. José Santos Fernández, bañezano que ejercía de notario en Santander, integró la representación pro-vincial leonesa en la Asamblea Nacional, espejismo parlamentario con carácter solo deliberante, caricatura de las Cortes disueltas.
En 1925 fue homenajeado por la corporación municipal en el Teatro Seoanez de La Bañeza Manuel Fernández y Fernández Núñez, gobernador civil de Lérida desde el año anterior, lo que indica que también él debió de ser uno de los numerosos atraídos en tantos lugares y al principio por el deslumbrante señuelo de regeneración de la vida nacional que la “cirugía necesaria” de la dicta-dura de don Miguel representó para tantos. De hecho, dos años antes era aquella una idea y un sen-timiento tan extendidos, que los muestra en La Bañeza en septiembre de 1921, en entrevista en El Sorbete, incluso una joven como Tránsito Alonso Llamas (una de los siete hijos de Menas Alonso Fresno y de Loreta Llamas, y hermana del autor de Vendimiario), a la que se presenta como sufra-gista templada y feminista, contraria a un régimen que posterga a la mujer, y que manifiesta que “por la ausencia de la regeneradora trinidad: patriotismo, dignidad y buena voluntad, es tan necesa-rio hacer un buen barrido en nuestra política”. Uno de los atraídos entonces por las perspectivas y los horizontes que aquel cambio de régimen parecía representar (y después desengañado, como tan-tos) habría sido el político leonés Félix Gordón Ordás, entusiasta adalid del republicanismo luego, quien (a juzgar por lo que –copiado de El Diario de León- de él se dirá en la sección “Adelantando” del semanario bañezano El Adelanto el 14 de diciembre de 1935) “fue de la dictadura en aquellos ‘siete años indignos’, y calificó a la dictadura de ‘advenimiento feliz’, escribiendo versos religiosos en la revista Unión Patriótica” (lo que, de ser cierto, habría sucedido antes de que el dictador lo desterrara, aunque don Félix lo negará calificándolo de burda calumnia del rotativo leonés). Los deslumbrados fueron muchos, y de ellos bastantes arribaron luego al socialismo o al republicanismo de izquierdas (pasando a veces por el radical-socialismo).
La noticia del pronunciamiento en un periódico de entonces

A finales de junio de 1926 y en 1929 el dictador visitó León, acompañado en la segunda ocasión por el maragato y entonces coronel Toribio Martínez Cabrera, lo que cabría interpretar co-mo adhesión a Miguel Primo de Rivera y a su régimen, por cuanto su situación era de disponible en La Coruña. En el último año había somatenes militarmente organizados en casi todos los munici-pios de la provincia. En la capital se encargó de su organización el ex concejal Eulogio Crespo Ge-ro; en Astorga el banquero Pedro Domínguez, y en La Bañeza el militar retirado, abogado, y regen-te de una de las administraciones de tabacos Ildefonso Abastas Prieto (alcalde de 1920 a 1923 y en 1930). Se financiaba con fondos estatales, complementados luego con donativos (el ayuntamiento bañezano lo subvenciona con 100 pesetas en octubre de 1929) y suscripciones al Boletín del Soma-tén, y terminó siendo un mero adorno para realce de los actos del régimen que lo había creado. Al inicio de septiembre de 1928 la Bandera del Somatén del Partido Bañezano contaba con 340 indivi-duos, incluidos los cabos y subcabos (2) que los mandaban desde La Bañeza y los que lo hacían desde los distritos (15 de cada clase) y los pueblos (4 y 6), uno de ellos, Domingo García de Luís, en el de Nogarejas.
Muchos fueron también en nuestra tierra quienes se adhirieron al proyecto de la Unión Pa-triótica Nacional del dictador, entre ellos políticos que lo habían sido antes, y lo serían después, de las más variadas tendencias, algunos transitando una llamativa evolución ideológica que los llevaría años más tarde a militar, y a morir por ello en tantos casos, en el socialismo o en el republicanismo de izquierdas: En junio de 1924, “salvada España del desastre y de la ruina por la valerosa interven-ción del general Primo de Rivera”, se dice en el boletín de adhesión a su Comité en el distrito de La Bañeza, la preside Gonzalo Fernández de Mata (diputado provincial y su eficaz promotor en estas tierras), es vicepresidente César Moro Blanco (médico; lo había sido años antes municipal de Soto de la Vega), secretario Servando Juárez Prieto (maestro), y vicesecretario Francisco Baeza. Entre los vocales y los ya entonces adheridos aparecen industriales como Santiago Casado, Benigno Isla Carracedo, Vicente González Prieto, José y César Seoanez Romero, Salvador González, o Francisco Ruiz García; integrantes de la élite intelectual y cultural bañezana como José Fernández y Fernán-dez Núñez y Salustiano Casado Santos; políticos locales como Juan Fernández de Mata, Ildefonso Abastas Prieto, o José de Paz Pérez; médicos como Manuel Marqués Pérez (llegará a ser después Jefe Local de Falange, más tarde Jefe Provincial, diputado provincial desde agosto de 1937 y presi-dente de la Diputación de octubre de 1941 al mismo mes de 1942); clérigos como José Rubio Mar-tínez y Juan Combarros Cabero, o maestros como Enrique Fernández Cabal, Elisardo Moro García y David Escudero Martínez. Creemos que quien aparece como Herminio Fernández sea de la Poza, militar (al igual que Ildefonso Abastas, aunque éste figura ya como retirado de la milicia en mayo de 1915) que años más tarde será diputado por el Partido Republicano Radical de Lerroux en las Cortes Constituyentes republicanas de 1931 y candidato de nuevo en las elecciones de febrero de 1936, tenido por masón y represaliado por ello.
Resalta la ausencia en el listado de esta fecha de personajes bañezanos que después debieron de integrar sin duda aquel Partido “de buenos ciudadanos”, de “personas serias y respetables” que desde él ”acaso defendían sus vidas y haciendas no ha poco seriamente amenazadas” (cuando la huelga general de agosto de 1917), como los abogados José Marcos de Segovia o Gaspar Julio Pé-rez Alonso, ambos diputados provinciales upetistas antes del transcurso de un año, director el pri-mero del semanario La Opinión, difusor oficioso en La Bañeza de las tesis, opiniones y logros de aquella dictadura, además de presidente de la Unión Patriótica local, y el segundo vocal en la Junta Provincial de la UPN Leonesa. También es de notar la falta entonces del industrial Ceferino Martín Martín, uno de los fundadores de aquella upetista publicación y colaborador en las dos etapas de la misma, derivado más tarde, como tantos, al Partido Radical y presidente de su Círculo en La Bañe-za a la altura de agosto de 1931.
En agosto de 1924 aparece en la ciudad bajo la dirección de José Marcos de Segovia el se-manario independiente La Opinión (mientras se mantuvo, hasta julio de 1928, más dependiente de la UPN de lo que se proclamaba), publicado “previa revisión por la censura militar”, y cuya redac-ción integraban un nutrido grupo de prohombres locales a los que cabe por ello adjudicarles alguna
afección o simpatía por la formación política que la publicación representaba y promovía: Alfredo González Santos (maestro), Aureliano García Martínez (abogado), Ceferino Martín Martín, Emilio de Prada, Eugenio de Mata Alonso, José Fernández y Fernández Núñez, Luis Vigal Tinajas (era nombrado médico de Villamontán en mayo de 1916), Mariano Andrés Luna (médico; con el tiempo falangista), Toribio Santos Santos (industrial que terminará siendo socialista), Ventura García Bece-rril (profesor mercantil), y alguno natural de otros lugares, como Luís García Holgado (socialista con el tiempo), que lo era de La Fregeneda (Salamanca) y residía en La Bañeza en su condición de Administrador de Correos, varios de los cuales vendrán a tener un marcado y a veces trágico (cuan-do no enfrentado) protagonismo de una u otra manera una vez que pasados unos años se desate en julio de 1936 la vorágine de sangre.
Numerosos maestros se sumaron como aquí en todas partes con entusiasmo en un princi-pio a las “ansias de regeneración patria” que aquel Partido Nacional decía encarnar, y en estas tie-rras bañezanas resultó especialmente curiosa y significativa la implicación que con el mismo tuvo David Escudero Martínez, maestro de Castrocalbón y alcalde de la villa además de cabo de su So-matén entonces, muy cercano al dictador, con el que llegó a compartir alguna jornada de pesca en el Lago de Sanabria en una de aquellas visitas que don Miguel hizo a nuestra provincia, pocos años después entusiasta republicano y socialista, fusilado por ello en León en marzo de 1937.
Con Primo de Rivera en León en 1929. David Escudero pudiera ser el primero por la derecha (delante del mili-tar maragato Toribio Martínez Cabrera)

79.-Los antiguos antruejos en tierras bañezanas.-

RETAZOS DE NUESTRO PASADO.-

Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañe-zanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens por José Cabañas González. (+ info en www.jiminiegos36.com)
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En las fiestas de los pueblos de la comarca bañezana se sucedían los bailes de dulzaina y tam-boril (eran afamados los de la ribera del Órbigo) en la plaza del lugar; y en los carnavales los disfra-ces asequibles y los socorridos esquilones y cencerros de animales (instrumentos idiófonos los nombran los etnólogos) los muchachos; las muchachas lucían los manteos o rodados de paño grue-so, los mandiles de abalorios y los pañuelos de ramos sacados de las arcas en las que reposaban desde que las abuelas habían dejado de usarlas, allá por 1880; indumentaria tradicional de lino, lana y estameña que requería de entre diez y quince prendas (teñidas cuando era el caso en el tinte de Villamandos, el más afamado del partido e industria antaño floreciente; en 1928 aún existe en La Bañeza una tintorería así llamada y a nombre de “hijos de Benito”) además de grandes piezas de joyería que daban cuenta de la riqueza de cada persona, y a veces de la localidad, pues los vecinos cedían todas sus joyas a la mujer que en la ocasión y ceremonialmente las lucía.
Así eran los antruejos en la segunda década del siglo XX y lo fueron aún por muchos años, como por mucho tiempo salió en los de Jiménez de Jamuz “el toro” (armazón o aparejo de madera traves-tido de humilde vestimenta de sacos o de mantas que portaban uno o dos jóvenes, dotado de un par de cuernos a su frente y trasunto de personajes zoomorfos de otros carnavales, como “la morena” de los cercanos de Galicia, o “la gomia” y “la mula” de los más próximos de Carrizo de la Ribera y de la comarca leonesa de Rueda) a embestir a los mozos y a las mozas y a tratar de levantarles a éstas las faldas con la cornamenta, recorriendo las calles del pueblo para susto de grandes y pequeños mientras otros disfrazados llevaban un fardel del que extraían la ceniza con la que tiznaban a los descuidados, que en ello y en realizar tauromáquicas pantomimas y mascaradas hilarantes consistía allí “correr el carnaval”, como lo era en Alija (de los Melones entonces) que “los jurrus” asustasen a todos con grandes tenazas de madera que blanden al son de cencerros durante los cuatro días de carnestolendas y jurraran y dieran las mazaculas a las mozas que se atrevían a salir de casa, mien-tras peleaban con los esbirros de doña Cuaresma, “los birrias”, hasta que finalmente el bien se im-ponía sobre el mal y el Gran Jurru recibía en la hoguera purificadora su castigo.
El ambiente del híbrido urbano de la villa-ciudad cabecera de comarca agrícola que es La Bañeza lo describe en breve alusión el jurisconsulto bañezano Manuel Fernández Núñez en su obra de 1931 Folklore bañezano: El domingo y el martes de carnaval los aldeanos del contorno se reunían allí para bailar en la Plaza, y entre ellos las máscaras de Castrocalbón conocidas como los juanillos, que antes habrán participado en las rondas moceriles de cantos petitorios de viandas y aguinaldos al compás del tamboril, acompañados por los arrumacos que agitan panderetas con sonajas y suenan castañuelas, al tiempo que introducen por las ventanas una larga vara con cintas de colores en la que los vecinos cuelgan los presentes con los que premian al pedigüeño cortejo, que a su término dará cuenta de ellos en una opípara merienda rodeada de francachela, baile, cantos y jarana. Otros acom-pañantes podían ser los farramacos de Castrocontrigo, cubiertos los rostros con máscaras y el cuer-po con enaguas blancas para meter miedo cual fantasmas y alborotar a los vecinos.
Es Ernesto Méndez Luengo quien refiere como en los carnavales bañezanos pobres y ricos, niños, jóvenes y mayores rivalizaban en ingenio y buen humor disfrazándose con los más bellos, típicos, singulares o extravagantes trajes que deleitaban a propios y forasteros. Se bebía, y mucho, en las tabernas, mientras en los casinos y cafés los incautos labradores de los pueblos del partido dejaban
sus ahorrillos de todo el año en las mesas de juego a manos de los tahúres locales. No faltaba tam-poco el clásico partido de fútbol entre un equipo de gentes de la clase obrera y artesana y otro de los mejor acomodados, y en los merenderos de las afueras, junto a los planteles de chopos, se usaba y se abusaba del porrón jugando a los bolos o a la rana, rematando el martes las fiestas con bailes en los casinos, sociedades y Círculo Mercantil, y la elección de la guapa del año en el teatro abarrotado de bullicioso público.
En el último tercio del siglo XIX un grupo de gentes de buen humor capitaneadas por el popular alguacil municipal conocido como el tío Usia divertían en las fiestas de carnaval al pueblo bañezano bailando y cantando la canción “Rengue…, rengue”, que más tarde recogería el músico local Odón Alonso González para presentarla con otras en el gran concierto que el Orfeón Leonés por él dirigi-do daría el 8 de abril de 1934 en el Teatro Pérez Alonso. Algunos años más tarde los carnavales o antruejos resultaron deslucidos. Así ocurrió en los de 1915, según la crónica que de su despedida se hace en El Jaleo, destacando de ellos las coplas referidas al pozo artesiano que desde junio del año anterior se pretendía disponer en Villamontán y a sus peripecias, y reseñando la poca valía de las comparsas (entre ellas “la bonita de modestos y simpáticos jóvenes de ambos sexos postulando a favor de los heridos y familias de los muertos en la campaña de África, a la que tan buena acogida se dispensó, que cantaban una patriótica jota dedicada a los pobres soldados”), lo desmerecido del entierro de la sardina, la menor animación que los años anteriores (se nos ocurre el posible factor de desánimo de la guerra europea, recién iniciada), y los concurridísimos y brillantes bailes de socie-dad en el Casino y el Liceo. A aquellos bailes y a los de disfraces y máscaras y al de Piñata del Car-naval, se concurría también en el Teatro Seoanez (después de su inauguración en 1923), del que para la ocasión se retiraban algunas butacas (contaba con 650 y 6 plateas) convirtiendo su sala en elegante y espaciosa pista.
Antruejos de Alija de los Melones. 1918
Años después, prohibidos los carnavales como tantas otras cosas durante tanto tiempo, eran muy reducidos los disfraces que se paseaban por los soportales de la Plaza, más para esconderse de la autoridad que para guarecerse de las inclemencias de febrero, guardando como castillo numantino resistente a toda interdicción gubernativa, a pesar de todo y de la severidad del franquismo, el sa-grado fuego de la libertad de la fiesta durante los casi 40 de dictadura, en los que raro fue el año en el que en las calles de La Bañeza no se viera alguna representación de la bufonada pecadora e insul-
tante, sacudida por la fusta del poder, camino del encierro en la trena benemérita o en “la perrera” (la Prevención municipal) o de la multa por romper la competente proscripción, cuando no había que salir pitando para llegar a la estación al paso del tren correo de Madrid y bajarse en el siguiente apeadero para regresar andando a la ciudad, o bajar corriendo desde aquella estación hasta la Plaza sorteando la persecución y el peligro de acabar detenido en el cuartel, y ello hasta los últimos ester-tores de la represión, en que los tradicionales antruejos se revistieron nominalmente de “Fiestas de Invierno” para burlar o disfrazar así la mala conciencia represora de los entonces mandamases del Movimiento local y provincial, a los que ya en la posguerra se había enfrentado una emblemática mujer, madre soltera llamada Encarnación Rodríguez Martínez (Encarna) y apodada “la Charra” y “Flor del Té”, instigadora y gran sacerdotisa del Entierro de la Sardina, pretendiendo que el Carna-val Bañezano se mantuviera en aquellos tiempos de prohibiciones y censuras del nacionalcatolicis-mo (empeño que le costaría dormir algún antruejo en la cárcel, a la que era conducida desde la ve-cina tienda que regentaba) después de haber sorteado los anteriores de otra dictadura, la de Primo de Rivera, en la que, en 1930 y ya moribunda, “el gobierno lo prohibía y la prensa de orden, que cla-maba desde antiguo por su desaparición o por su apartamiento del centro de las villas y ciudades, instaba a las autoridades locales a que, secundando la medida, impidieran en lugares públicos las molestas mascaradas”.
Algunos otros datos espigados y correspondientes a los Antruejos de otros años:
El número del semanario bañezano El Eco posterior a los carnavales de 1908 informa del decai-miento y la tranquila calma que aquéllos mostraron, no obstante la presencia de la brillante Tuna Bañezana, el animado paseo en el Parador, y los concurridos bailes del Casino La Unión, el Liceo Bañezano, y los salones Laciana y el Relámpago.
La vida cotidiana siguió en los años 20 su curso a pesar de la falta de libertad y la censura, que no impidieron la invasión de cupletistas y compañías cómicas en los tablados de cafés y teatros. Las campañas de la prensa católica contra las varietés, los cafés cantantes y las casas de juego no consi-guieron frenar la alegría de vivir propiciada por la prosperidad económica que acompañó al fin de la guerra europea, bonanza que trajo consigo los espectáculos, el cine, los deportes y la diversión, combatidos por el conservadurismo católico desde las Ligas contra la inmoralidad y la pornografía, los actos de desagravio por los carnavales, y los bandos gubernativos y las pastorales sobre la in-modestia en las costumbres que fijaban la separación de sexos y lo permitido en bailes, atuendos y excursiones.
Al final de febrero de 1931 en los salones de la distinguida sociedad Casino La Unión se celebró el Domingo de Piñata una cena americana servida por el Hotel Magín (después renombrado Hotel Madrid) y amenizada por la gran Orquestina Jazz Odón, y con tal motivo rememoran en La Opinión los antiguos y suntuosos “bailes de piña” de las madres y las abuelas tocadas con aquellos trajes de estrechísima cintura, con la sorpresa del regalo para la dama agraciada con la cinta de seda y las cintas trampa de varios metros de hiladillo de las que tiraba y tiraba la pareja desafortunada entre la hilaridad de los concurrentes, y la repetición al día siguiente de aquel otro al que invitaban los “Re-yes de la Piña”, la pareja agraciada, que obsequiaba a los asistentes con un té o dulces y vinos gene-rosos. Por cierto que aquel año, a propósito de “las escasas y ya manidas comparsas y de la poca animación de los bailes en las sociedades y en el Teatro y el Nuevo Salón”, se añadía que “poco a poco esta fiesta pagana va llegando a su término”.
En 1932, el alcalde Toribio González Prieto expone al vecindario mediante bando, muy similar por cierto al del alcalde de León, unas estrictas normas y prevenciones para la celebración de los carnavales de aquel año “dentro del buen orden y la moralidad” (en ellos se eligió, entre las cinco concurrentes al concurso de belleza, Señorita Bañeza 1932 a la quinceañera Aurita del Pozo López).
Finalizando el mes de febrero de 1933 y cercanos ya los carnavales (para los que se contratarán, como los años anteriores, unos tamborileros y el grupo Los Alegres para que actúen en la Plaza Mayor) se celebran en la bañezana Iglesia de Santa María (de igual modo también que los pasados años) funciones de reparación y desagravio a Jesús Sacramentado con ocasión de aquellas festivi-dades mundanas, en las que en los tres días de carnestolendas (se dirá en el número de La Opi-nión del 26 de febrero) se celebrarán en el Teatro Seoanez por la tarde y por la noche grandes bailes de mascaras como en años anteriores.
El 5 de febrero de 1934 comenzaba en la valdornesa villa de Destriana un solemne novenario en honor del Sagrado Corazón de Jesús “como desagravio por las ofensas que recibe en estos días de carnaval”, informaba el corresponsal del católico semanario bañezano El Adelanto. Los antrue-jos transcurrieron allí con mucho jolgorio y algazara entre los jóvenes en el típico y muy animado baile, y con muy pocas máscaras, con lo que "se da por desaparecido el carnaval callejero, que bien ido sea", se dice después de transcurridos. En el pleno municipal bañezano del 28 de febrero se acordaba abonar 105 pesetas a los músicos Los Alegres por su actuación en los pasados carnavales.
Se resuelve en la sesión municipal del 13 de marzo de 1935 abonar cuentas a las agrupaciones musicales Los Alegres y Los Gandules por sus actuaciones en las tres tardes del pasado carnaval. Los carnavales transcurrieron en Destriana con mucha alegría un año más, "pero Momo no habrá quedado muy satisfecho, dado el poco culto que aquí se le rinde; los enmascarados han abundado poco, con lo cual se da por terminado el carnaval callejero de antaño" (dice también de nuevo, un año más, El Adelanto), y lo que afirma no parece ser óbice para que también un año más “se des-agravie al Sagrado Corazón por las ofensas que contra él cometen estos días los malos cristianos con la celebración de un solemne triduo”.
Los antruejos bañezanos de 1936 eran animados por los conciertos de la tuna astorgana Los Ma-cacos (dirigida por nuestro paisano el ilustre “Chela” y acompañada en calidad de damas de honor por un grupo de simpáticas señoritas del Círculo Mercantil, según El Adelanto), además de por dul-zaineros y por la comparsa musical Los Gandules (que repetía su asistencia), y a unos y a otros por su contribución festiva aquellos días destinaría la corporación sendas gratificaciones en metálico. Con escasa animación se celebraban las carnestolendas en Santa María del Páramo, que van deca-yendo de modo notable cada año, siendo bastante concurridos los bailes en los salones. Se dieron varios conciertos en el Café Llanes por inteligentes artistas que fueron muy aplaudidos, y visitó también la villa una muy bien organizada comparsa de Benavente (al decir de El Diario de León). En Astorga, el Casino y la Sociedad Lírica Astorgana anunciaban el día 25 los tradicionales bailes de estas fechas carnavaleras.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Despedida a Fermín Ortiz Palau


José Cruz Cabo
Fueron muchos años de convivencia y amistad, con Fermín Ortiz Palau, cariñosamente conocido por Niní. Ya que comenzamos nuestra amistad a través del fútbol, siendo él defensa de la Bañeza Futbol Club, desde sus inicios. Su bondad y sobre todo su carisma, que le obligaban a llevarse bien con todos, nunca le vi enfadado, hacían de él una persona amable, trabajadora, simpática y sobre todo dedicada por entero a su equipo, al que mientras el cuerpo aguantó, siempre estuvo en primera línea para que el equipo bañezano  fuera parte de su vida y de su alma.
Comenzó en ella de defensa y estuvo muchos años defendiendo sus colores, cuando los músculos comenzaron a decirle que ya no podía jugar, hizo de árbitro en algunos partidos. Recuerdo uno en La Llanera en que el árbitro no vino y tuvo que salir Niní a arbitrarlo. Me parece que quedó en empate, pero el equipo forastero marchó muy enfadado con su actuación, porque benefició descaradamente al equipo local, aunque él solo hizo que aplicar el reglamento, Pero en muchos partidos de juveniles hacia de arbitro y sobre todo, una vez que ya no pudo  ser titular en La Bañeza, se dedicó a mejorar el cesped, a preparar el utillaje de los jugadores, a realizar todo lo que el campo de fútbol y el equipo de sus amores necesitara, y así estuvo durante más de sesenta años. Cuando el ayuntamiento le concedió el premio a toda una vida dedicada al deporte, su alegría siguió siendo humilde y agradecida, y siguió luchando por su Bañeza en lo que el equipo necesitara.
Siempre se le veía acompañado de su esposa Maruja Fontanilla, y cuando  esta ya no pudo andar, Niní la sacaba a pasear en silla de ruedas, tan enamorado y orgulloso como cuando se casaron. Niní para todos tenía palabras afectuosas y siempre le veías con la sonrisa en los labios, yo en tanto años que le conocí, nunca le vi enfadarse por nada. Su equilibrio emocional era siempre amable y amistoso con todo el mundo.
En estos momentos dolorosos para Maruja su esposa, Fermín su hijo y Loli su hija política, nos unimos a ellos en su aflicción y te deseamos Niní, que en el más allá te hayas reunido con tu íntimo amigo Sines y con tantos compañeros que tuviste y murieron antes que tú. Descansa en Paz y espérame en la otra vida para seguir nuestra amistad.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

77.- La Casa del Pueblo de La Bañeza.-

Desde el 1 de enero de 1917, aunque su Reglamento tiene fecha del 20 de agosto de 1916, funcionó en La Bañeza la Sociedad Obrera de Socorros Mutuos San José, de cuya junta directiva formaba parte entonces Valentín González, la misma a la que el Ayuntamiento cedería el 3 de julio de 1916, “en interés de la clase obrera, un solar sobrante de vía pública en el corral de la villa para que construya una casa domicilio en las siguientes condiciones: la Corporación cede además piedra de las canteras y madera de los planteles; el local que en él se edifique será para todos los obreros bañezanos, y pasará a poder del municipio si se disolviese aquella sociedad”. El solar cedido a la Sociedad Obrera fue vendido en su mitad a la bañezana Sociedad de Socorros Mutuos La Caridad, y sobre él, de común acuerdo, construyeron ambas entidades el inmueble en el que las dos compartieron sede, que acogería a la Federación Local de Sociedades Obreras en que se transforma con el tiempo la primera y también a la Agrupación Socialista y a las Juventudes Socialistas una vez que una y otra se forman en La Bañeza en marzo de 1930 y a finales de diciembre de 1931. En aquel edificio se alojaba ya en 1920 la bañezana Sociedad de Oficios Varios, a la que en el XIV Congreso de la UGT de aquel año representaba Modesto Ruiz García.
El 31 de octubre de 1932 remiten al Ayuntamiento desde el Partido Socialista local y la citada Federación una solicitud para que les permitan edificar la Casa del Pueblo en el solar que había ocupado el derruido Teatro Viejo, por el primero el tipógrafo Abraham Bécares Rodríguez (presidente), Patricio Carrera y Santiago Fernández (éste era en marzo de 1931 responsable de La Caridad), y por la segunda el también impresor Eugenio Sierra Fernández (presidente), José García (González) y el albañil Alejandro Plaza Fernández. Por las actas de las sesiones municipales de las correspondientes fechas conocemos que además de que el local pertenecía a ambas sociedades (aunque el Consistorio desconocía la venta de la mitad del solar cedido antaño), La Caridad quiere ahora vender su parte, y exige que las otras le paguen la mitad de su valor, lo que no pueden hacer la Sociedad Obrera y la Agrupación Socialista, que alegan que no disponen de dinero, y que para el nuevo edificio en el que pretenden alojar la Casa del Pueblo no precisan efectivo, pues lo harán con su trabajo, además de insistir en lo necesario que les resulta disponer de un más amplio local que dé cobijo a los cada vez más numerosos obreros bañezanos, “lo que será beneficioso para todos, obreros y ricos, ya que si éstos lo son hoy pueden dejar de serlo mañana; un local para la educación e instrucción del pueblo, sin diferencias ideológicas, para engrandecer la paz evitando la intransigencia entre patronos y obreros y buscando el cariño entre ambas clases”, argumentará el concejal Narciso Asensio Asensio.
Se ceñía la premisa del edil socialista al que era uno de los fines de las Casas del Pueblo, en las que se pretendía la formación integral de los trabajadores en diversos aspectos: instrucción, cultura, formación sindical y política en relación con su papel y las ideas de la emancipación de la clase obrera, educación y formación contemplada como alternativa ante las carencias educativas públicas de entonces y a los valores educativos dominantes, objetivos por los que en la de La Bañeza colaborará al poco Joaquín González Duviz (seria su presidente en 1934, según consta en el sumario que en 1936 lo condenaría a ser fusilado en febrero de 1937), dando clases e instruyendo a un grupo de trabajadores bañezanos (que se referían a él como “el maestro”), a los que atendía después de finalizar el uno y los otros sus trabajos entre recomendaciones de que asistieran a aquellas enseñanzas limpios y aseados, aunque hubiera de ser en alpargatas (así, “los de las alpargatas” llamaban a los obreros los señoritos de La Bañeza, por no tener la mayoría para comprar zapatos, e incluso algunos habían de mercarlas con dificultades y al fiado). Colaboraba también al cumplimiento de aquellos objetivos instructivos y a la ilustración de los obreros la existencia de una biblioteca (tan importante en una ciudad en la que, a pesar de los variados intentos anteriores, no existirá una biblioteca pública hasta que se cree la municipal en 1942), cuyos libros, por cierto, desaparecerían tras el triunfo de los alzados el 18 de julio de 1936, sin que se conozca donde terminaron (hay quien dice que en el Casino).
El solar que han pedido se destinaba para casa-cuartel (ya había planos) o viviendas de maestros, y además el mismo lugar del antiguo Coliseo lo solicita el constructor de carros Pedro Rivas Rivas para levantar en él una auto-estación (“en condiciones de explotación similares a la de León y por un periodo de 20 años, quedando después de propiedad del Ayuntamiento”). No accederá la Corporación ni a una ni a otra petición, pues “no hace mucho se acordó no conceder el terreno que pedía la Sociedad de Labradores por carecer de él”, alegan algunos ediles, y a igual acuerdo se llega ahora por mayoría, después de que voten a favor tan solo los regidores socialistas.
De la Federación Local que había firmado aquella petición formarían parte la sección bañezana de la Federación Gráfica Española, de la UGT, cuyo responsable en octubre de 1926 era Miguel García, y la sección de la Federación Nacional de las Artes Blancas Alimenticias, en la que se encuadrarían trabajadores de las fábricas de harina, activa con tan evocadora denominación en la ciudad al menos en febrero de 1933. Uno y otro sindicato, de las ramas de alimentación y de artes gráficas, tenían también presencia en las mismas fechas en Astorga. En La Bañeza unas y otras sociedades obreras, y la Agrupación y las Juventudes Socialistas, eran acogidas en la común Casa del Pueblo, de la que serían presidentes, entre otros, Elías Falagán Martínez, el último en la República, desde el inicio de mayo de 1936 (también postrer presidente de la Agrupación Socialista, elegido a finales del mismo mes y año), y antes Manuel Raigada Ferrero y Modesto Martínez Castillo, siéndolo Toribio Santos Santos en las fechas de octubre de 1934.

Inauguración de la Casa del Pueblo de La Bañeza. Primavera de 1933.
Poco después de aquella denegación municipal (seguramente ya en la primavera de 1933), con la aportación en hacendera del trabajo de sus asociados y la colaboración de quien era Registrador de la Propiedad en La Bañeza, Juan María Begué Arjona, que se constituyó en avalista para la compra de la ampliación del solar  (“de una parte de la Casa del Pueblo”, dirá en su declaración del 3 de septiembre de 1936, cuando sea procesado, añadiendo que “al ser destinado a partir de 1934 a Pola de Laviana -lo fue al inicio de enero de 1935- abonó su parte en el Monte de Piedad”) se levantará la ya autónoma Casa del Pueblo en el mismo terreno que antes ocupara el local conocido como la Casa Obrera y situado por debajo de la Iglesia del Salvador, al lado del reguero que llegaba bordeando la plazoleta para seguir discurriendo por sucesivas calles bañezanas hasta desembocar en la del Arrote después de transcurrir (y anegar) por las del Marqués de Cubas, Obispo Alcolea y del Carmen. El soleado día de su inauguración posaban para la posteridad un nutrido grupo de socialistas bañezanos endomingados con sus mejores galas y puño en alto, camisa y corbata roja algunos, y todos henchidos del entusiasmo y del ardor que tal vez les contagiara la que parece antorcha que flamea en la roja pancarta o estandarte bajo el que ufanos y gozosos se sitúan, desconociendo las dolorosas consecuencias que para muchos de ellos tendría en unos años la fe que a aquella bandera profesaran.
Contra lo que le achacarán los represores cuando instruyan el Sumario 151/36 “por los hechos de julio en La Bañeza”, dirá el Registrador no haber dado su garantía para la adquisición del cinematógrafo con el que pronto se dotó la Casa del Pueblo bañezana, el mismo que alumbraba las sesiones de cine que allí se realizaban (al menos desde febrero de 1934, cuando se suspenden para los menores de diez años por la epidemia de sarampión que se desata), dos por semana, los sábados y domingos, a las que a veces también acudían socialistas de los pueblos cercanos, como Castrocalbón o Jiménez de Jamuz, de las Juventudes y las Agrupaciones, “de mayores” y también de las infantiles (los llamados pioneros socialistas), donde las había, como sucedía en el segundo, del que asistían chiquillos y chiquillas a deleitarse con las asombrosas y arriesgadas aventuras de “Pamplinas” (Buster Keaton) y otros héroes del celuloide, acompañados y al cuidado de los muchachos de las Juventudes Socialistas del lugar, aunque se pasaban películas de todo tipo, como las de Angelillo, famoso flamenco que triunfaba aquellos años, en veladas que en verano eran a veces al aire libre en la Plaza de Romero Robledo, en una pantalla extendida que añadía la magia y el asombro de permitir ver por los dos lados las imágenes.
Conjeturamos que la venta de la mitad del solar hecha por la recién creada Sociedad Obrera a la Sociedad La Caridad en 1916 fuera tal vez el modo en que aquella financió su parte en la construcción del edificio compartido con la veterana entidad, con mejores disponibilidades económicas (en realidad titular desde años antes de un extenso capital). La necesidad de los ajustes financieros que en 1932 urgía la segunda sociedad obedecía sin duda a su voluntad de disponer también de un local independiente y propio, cuya construcción ya había comenzado en 1931 y que se inaugurará, en la avenida de Pablo Iglesias, en agosto de 1934. La Casa del Pueblo de La Bañeza, que ocupa dos números de la antigua plazoleta Primero de Mayo (luego de Calvo Sotelo, y hoy de las Tierras Bañezanas) en la que se sitúa, aparece en cualquier caso en la Historia del socialismo español como propiedad de las organizaciones obreras socialistas (PSOE y UGT), incautada y adjudicada a la franquista Delegación Nacional de Sindicatos en abril de 1941.   


Una imagen actual de la Casa del Pueblo bañezana.