viernes, 6 de marzo de 2015

Los coches de viajeros de antes


José Cruz Cabo
Ahora con las carreteras y autopistas que existen, además de coches y autobuses rápidos, me recuerdan los primeros autocares de los años cuarenta y cincuenta, hasta la salida del famoso seiscientos, en que las carreteras eran de brea las que la tenían, o simplemente de tierra, en aquellos viajes que tanto se tardaba en llegar a los sitios.
El primer autocar al que yo me subí por vez primera, fue el que el Señor Domingo tenía con la licencia de viaje de La Bañeza a Camarzana de Tera, salía de La Bañeza a las cinco, si habían llegado los coches de León, y si no esperaba hasta que los ricos y autoridades municipales de aquella zona, montaban en la Plaza de La Fuente de donde salian. Si era sábado, en el paso a nivel de la estación paraba bastante tiempo, hasta que llegaban los que habían venido a vender algo a la Plaza del Ganado, si eran cerdos y había quedado alguno sin vender, los subian a la Vaca y muchas veces ibas en el asiento y sentías que te mojabas, aunque no llovía. Después y ya pasadas las seis de la tarde, paraba en Jiménez de Jamuz, luego en Castrocalbón paraba dos veces, una en la parte de arriba y otra en la parte de abajo, y en esta además, se detenía quince o viente minutos, según lo que tardaran los viajeros y  ayudantes en beberse unos vinos, luego continuaba hasta Fuenteencalada, donde volvía a parar a dejar viajeros y efectos, seguía hasta la entrada en Rosinos de Vidriales y también paraba y se ponia en marcha hasta Santibáñez de Vidriales, donde también hacía dos paradas y donde yo me apeaba en la segunda del mismo, para seguir hasta su final que era Camarzana de Tera.
Me había montado a las cinco menos cinco y llegaba a Santibáñez pasadas las nueve y media de la noche, más de cuatro horas de un viaje que hoy se hace en una media hora con las carreteras mucho mejor asfaltadas que entonces y los autobuses mejor acondicionados y más rápidos.
Eso en días normales, pero si el motor del autocar tenia problemas, los viajeros tenian que bajarse en la cuesta de La Portilla, o en la salida de Castrocalbon hacia nuestra ciudad para subir la cuesta de dicho pueblo, y empujar el coche hasta que el motor volvía a funcionar y a seguir el eterno viaje. La vuelta era parecida, ya que saliamos de Santibáñez a las siete y llegábamos a la Plaza Mayor sobre las diez. Eran viajes largos para cortos trayectos.
La amabilidad de los sobrinos y del cuñado del señor Domingo, a parte del dueño que era un hombre bonachon y tranquilo, hacian más agradable el largo viaje y los que veníamos en sus autocares, charlabamos durante el recorrido para que no se nos hiciera el trayecto demasiado largo y nos aburrieramos.
Eran tiempos de gasójenos, y los coches con aquellas carreteras no podían correr como hoy en día, y los viajeros ya montábamos con la paciencia a tope, para no aburrirnos en el viaje.
En fin todo mejora y ahora las noticias corren a través de las redes sociales, pero en esos años no teniamos la mayoría ni teléfono en casa, y las noticias también llegaban, bien por la radio o a través del boca a boca. Por eso no entiendo las prisas de hoy, ya que aunque se marche a menor velocidad de la establecida, se llega muchísimo más pronto a los sitios donde se quiera ir, que en aquellos años de penurias y hambre. Además el teléfono móvil ayuda a decir donde estamos o si necesitamos o tenemos algun problema en el viaje.

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