martes, 23 de junio de 2015

Unos semáforos que no se compraron


José Cruz Cabo
Corría el año 1971 y en un pleno del ayuntamiento se trató de comprar unos semáforos para que se pusieran en la calle del Reloj, justo donde comienza su desvio para la hoy calle Conrado Blanco y Vía de la plata, con objeto de regular el paso de coches y camiones en dicho cruce, ya qaue la circulación de vehículos comenzaba a crecer y la calle del reloj y la de Manuel Diz eran de doble dirección.
Hubo en el pleno una fuerte discusión sobre la importancia de regular el tráfico por esa calle, porque cualquier dia podía acaecer un accidente con peligro tanto para los conductores como para  los peatones, ya que no había, como ahora, pasos de cebra para los que cruzan andando la calle.
Después de un tira y afloja, el entonces alcalde, el abogado Leandro Sarmiento Fidalgo, se decidió a pedir precio de los mismos y si podía el ayuntamiento comprarlos.
Pasó un tiempo de varios meses y el asunto volvió al pleno, una vez que una empresa envió el coste de los semáforos que se comprometía a ponerlos, pero el coste era de setenta y cinco mil pesetas. Después de pensar y repensar  como se podían pagar, Leandro decidió que el ayuntamiento no podía empeñarse más, y por lo tanto dicha compra estaba fuera de los presupuestos del municipio y por ello se acordó no comprarlos.
En aquellos dias el consistorio estaba dando comienzo a las obras de la piscina de verano en el llamado Campo de San Manuel, que se inauguró al año siguiente 1972, el 18 de julio a las cinco de la tarde, y el ayuntamiento no tenía dinero para hacer esa obra que a los ediles y al alcalde les parecía muy necesaria de cara a traer forasteros a nuestra ciudad, y los semáfortos podían esperar a mejor ocasión, cuando hubiera dinero para ello. La piscina se inauguró, pero los semáfortos no se compraron, porque después, cuando ya el tráfico era más fuerte, se decidió hacer esas calles de dirección única y nadie se volvio a acordar de aquellos semáforos.

viernes, 19 de junio de 2015

Una poetisa bañezana desconocida para su ciudad


José Cruz Cabo
Ha caido en mis manos dos libros de poesía de una bañezana, residente hace muchos años en Barcelona, Ramona Núñez Vega. La verdad es que ya hace nucho tiempo sabía que Ramony, como firma ahora, tenía publicado algún libro de poesias, pero no había conseguido hacerme con uno.
Ahora en Gráficas Nino los encontré y los leí, dejándome impresionados, por su rítmo, su gran profundidad humana y su espléndida forma de expresarse. “La ventana de la vida” y “Aprendiendo a vivir”, son unos libros poéticos que se meten en el corazón, porque sus poemas, tienen profundidad y magnífico estilo literario. cuentan su vida, sus ilusiones, sus desesperanzas con fuerza narrativa y en las portadas de ambos libros dice que nació en La Bañeza y además en uno de ellos le dedica una magnífica poesía a la ciudad que la vio nacer. Sus poemas pasan de la alegría al dolor, de la amistad  al desengaño, del sueño a la realidad, con una forma de esplicarlos que no te dejan indiferente ninguno de sus poemas.
Hija de Ramón Núñez, el famoso Ramón el hojalatero, que tan popular fue en nuestra ciudad mientras vivió, ya que era carnavalero, ponía tenderetes en las fiestas y era un hombre de gran humor y sencillez.
Ahora su hija taambién habla en sus poemas de su abuela, su padre y su madre Josefa, otra mujer dulce y afectuosa, además de gran trabajadora, en poemas llenos de profundidad y amor hacia sus progenitores, que se meten en el corazón, además de sus ilusiones y sus reveses. Todo ello envuelto en palabras bellas, armoniosas y de gran contenido poético, por lo que deseo dar a conocer una bañezana más que no se olvida de su ciudad, que le da valor y afecto, que es muy conocida en Cataluña y que por ella se da a conocer la ciudad que nos vio nacer.
Yo estuve con ella hace años en Barcelona, pero entonces no sabía que tenía una paisana poetisa, hasta que lo he descubierto ahora con esos dos libros que han caido en mis manos, y no quiero que una pooetisa como ella pase desapercibida en la ciudad que nos vio nacer, porque su poesía nos hace más grandes e importantes a todos los bañezanos

jueves, 4 de junio de 2015

73.- La Masonería en La Bañeza.-

JOSÉ CABAÑAS

Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens por José Cabañas González.
 (+ info en www.jiminiegos36.com)


En La Bañeza en 1939, según las fichas de la Jefatura Superior de Policia de Valladolid, se señalan como integrantes de la Masonería en el pasado a Eumenio Fernández Alonso (a quien se da por fallecido, y cuya salud debía de estar ya muy quebrantada en la primavera de 1936, cuando deja de asistir al consistorio frentepopulista de cuya Comisión Gestora formaba parte por el partido Unión Republicana), Felipe Alonso Marcos, y Herminio Fernández de la Poza, afiliado al Partido Republicano Radical y diputado enAstúrica (“se le considera masón; sobre este individuo continúan las indagaciones”, figura en el informe del camarada de Falange Española de las JONS en Valladolid, Enrique García). Se incluye además en el mismo listado a David Escudero Martínez, originario como su familia de Castrocalbón, maestro y socialista, a quien también se reseña como fallecido (había sido fusilado en León en marzo de 1937); a Juan Clementino Díez González (propietario agrario, afiliado a Izquierda Republicana; alcalde de Coyanza desde el 20 de marzo al 21 de julio de 1936 y después represaliado con cárcel) y Modesto Redondo Prieto, natural de Laguna de Negrillos, que aparece en 1912, con 32 años y de profesión artista, como miembro de la logia Harmonía e Fraternidade de la ciudad de Belem, capital del Estado Federal de Pará, en la República de Brasil, en la que era emigrante (es posible que a su regreso se asentara en Valencia de Don Juan, pues allí lo dan en aquellos documentos como fallecido); a Joaquín Delas Trabadillo, de Veguellina (un informe de la Guardia Civil de su cuartel lo hace en el otoño de 1936 “responsable moral y director oculto allí del movimiento izquierdista”), a Juan José Pérez Matanzo y Luís García Holgado, de Astorga, aunque el último (paseado el 21-09-1936, con 40 años, en Baños de Montemayor, Salamanca) había residido por causa de su empleo de Oficial de Correos y por unos años en la ciudad bañezana antes de ser concejal en 1931 y de nuevo en 1934 en el ayuntamiento maragato, y según la retractación que en 1940 hace el astorgano Mateo Tagarro, habría sido además miembro del Triángulo Asturica, y su iniciador en la masonería. En el mismo listado se incluyen como masonas en León a tres mujeres, Felisa de las Cuevas Canillas entre ellas, y de lo mismo se acusa a su hermana Esperanza y a su padre Juan María de las Cuevas, fusilado éste en Puente Castro el 23 de septiembre de 1936.    
las Cortes Constituyentes de 1931 y de quien tampoco hay prueba certera y fiable de su adscripción masónica, aunque en alguna documentación se le incluye como integrante del astorgano Triángulo
De los bañezanos tachados de masones, Felipe Alonso Marcos fallecería en agosto de 1946, a los 51 años, después de casar con Aurora Ogando Platas y tener con ella dos hijos, Enrique, nacido el 08-12-1939 y fallecido al mes de vida, y José Antonio, nacido en 1938 y muerto en 1974. En el Padrón municipal de 1935 aparece como residente en el número 34 de la calle Astorga, de profesión empleado, soltero, y compartiendo vivienda con su cuñada Ana Sors Suárez, sus sobrinos José y Enrique, estudiantes, y la sirvienta Gertrudis Carnicero Castro, de Valle de la Valduerna. Escritor y aficionado a la arqueología, publicó artículos en la prensa de La Bañeza y de León (en la leonesa e ilustrada Revista Renacimiento, de “bellas artes, costumbres, viajes, deportes y actualidades”) en la década de 1920 sobre descubrimientos arqueológicos en la comarca bañezana, críticos contra las autoridades que no se interesaban por estos asuntos; también fue autor de poemas y de textos de composiciones musicales, y uno de los redactores del semanario La voz bañezana en su primera época. Había pertenecido al Partido Republicano en los años previos y en los iniciales de la Segunda República, siendo en abril de 1931 secretario del Comité Republicano-Socialista que la había instaurado en La Bañeza, elegido Procurador Síndico en la primera corporación republicana, y nombrado miembro de la Comisión Gestora del Ayuntamiento el 15 de mayo de 1931. Uno de sus hermanos, José Alonso Marcos, fue también acusado de masón, y en julio de 1942 se encontraba preso en el Penal del Puerto de Santa María; para tratar de conseguir su liberación hacía gestiones entonces su primo carnal José Marcos de Segovia cerca del Servicio de Recuperación de Documentos pertenecientes a la Masonería, en Salamanca. Otro, Julio Alonso Marcos había sido médico de la Beneficencia del ayuntamiento bañezano hasta el 30 de mayo de 1915, en que es nombrado Inspector provincial de Sanidad de Álava (residiría después en Valencia de Don Juan, donde en octubre de 1931 era corresponsal de El Diario de León).
Herminio Fernández de la Poza, que jugaría un importante papel en la comarca bañezana en todo el periodo republicano y en el bélico que le siguió, desposado con María Dolores Casado Benito, falleció en Madrid en 1949, a los 58 años, habiendo sido “Coronel de Artillería, Ex-Diputado a Cortes por León, y Ex-Comisario de Ferrocarriles”, según muestra el mármol que cubre sus restos en el cementerio municipal de La Bañeza, y es muy posible que la represión económica que padeció (antes de pasar a ejercer importantes cargos en el Ejército franquista) fuera debida a las sospechas de su pasado masónico o a su pertenencia al Partido Radical, sino lo fue por ambos motivos. 
Ni en aquel ni en ningún otro documento hallamos constancia de haber sido masón el bañezano Isaac Nistal Blanco, emigrante retornado de América, socialista, regidor municipal y alcalde circunstancial de su ciudad en alguna ocasión, y ello contra la leyenda que le adjudicó, y aún le adjudica, tal adscripción en base a un supuesto intercambio de saludos o contraseñas masónicas con el comandante de las fuerzas nacionales que en la tarde del 21 de julio de 1936 rindieron La Bañeza. 

IMAGEN: Una de las contraseñas de reconocimiento entre masones.


Informaba el semanario bañezano El Adelanto al inicio de julio de 1935 que la Guardia Civil había detenido en Santa María del Páramo a Quintiliano García Castellanos (socialista), sorprendido cuando cazaba palomas sin tener licencia para usar armas de fuego, incautándosele de la escopeta, y en La Bañeza el clérigo que en las páginas de aquella publicación “católica independiente” firma K-Vernícola se sigue oponiendo a la mitad del mes a practicar la cristiana compasión con los sentenciados capitales por los tribunales que continúan juzgando a los revolucionarios de octubre del año anterior (también un periódico local astorgano, que tenía a otro sacerdote en su redacción, había publicado el 7 de noviembre de 1934 su decepción por la noticia de dos días antes según la cual, después de tantos Consejos de Guerra aplicados a aquellos revoltosos se iban a ejecutar “solo” dos penas de muerte) algunos de los cuales eran aún perseguidos y detenidos, como Moisés Rodríguez Martínez, de 30 años, complicado en los sucesos de la cuenca del Sil y apresado al finalizar el mes por la Benemérita de Valencia de Don Juan), añadiendo en el mismo número que “en la ciudad hemos progresado tanto que ya tenemos nuestro puñadito de masones con mandil, cazo, borlas, secretitos y demás zarandajas propias de la hermandad. No andan  muy lejos de la calle Juan de Mansilla y celebran sus tenidas con fervor de novicios. Han venido de León a adiestrarlos y los ensayan de cuando en cuando. Son unos monísimos sujetos y ‘sujetas’… Como seguramente este año no habrá festejos por la Patrona, dedicaremos un ejemplar extraordinario a ocuparnos de la ‘confradía’ publicando para regocijo general los nombres y apellidos, con pelos y señales, de los hermanos cofrades. Será un número de mucha risa”. 
Desconocemos si el anunciado ejemplar llegó a publicarse, y también si de aquel asunto se dio más información en algún numero ordinario; desde luego nada nuevo hemos hallado en los restantes consultados. Es posible que el adiestramiento móvil (al estilo de la sección o logia ambulante Electricidad de la vieja Luz de León) de aquellos novicios y novicias (como vimos, también hubo en nuestra provincia algunas mujeres masonas) al que, mofándose, aludía el eclesiástico bañezano tuviera algo que ver con la antes referida memoria oral que atribuye a Isaac Nistal haber sido masón.


71.- La electricidad en La Bañeza (de la Electra Bañezana a la Hidroeléctrica del Eria).-

En el panorama nacional fue León y su tierra adelantada en la actividad industrial de aplicar la luz eléctrica al alumbrado público (la segunda ciudad en hacerlo, después de Barcelona), sobre el que se cita habitualmente la instalación en 1875 en la capital catalana de cuatro generadores como uno de los más primitivos experimentos, y 1878 como el año de inicio de las primeras fábricas de electricidad en explotación comercial, ensayada ya en 1881 en Barcelona y en Madrid en las lámparas de filamento metálico inventadas por Edison tres años antes. Al inicio de marzo de 1886 se tomaba el acuerdo de establecer el alumbrado eléctrico en las calles de León (sustituyendo al de petróleo, carburo y aceite), cuya subasta se anuncia para el 21 del mismo mes (según el diario El Campeón). En 1889 la Sociedad Electrostática de León puso en funcionamiento una central eléctrica de carbón que permitía ya la iluminación de algunas vías principales, aunque la ciudad no tuvo su alumbrado público hasta 1916.
Entre las centrales eléctricas de servicio público anteriores a 1891 y que se encuentran activas hacia 1908 aparecen la de Sociedad Electricista de León, fundada en 1888 (tal vez la anterior con nuevo nombre), la Eléctrica de Benavides, y la Central Eléctrica de La Bañeza (aquella establecida en la calle Labradores cuya caldera explotaría en enero de 1905), ambas creadas en el mismo año de 1890, aunque en la que todavía era villa no se instalará el nuevo sistema de alumbrado hasta 1898 –en agosto del año siguiente, según otras fuentes-, siendo ya ciudad. En 1888, cuando era alcalde Menas Alonso Franco, acordaba la corporación bañezana la adquisición de 24 faroles para el alumbrado público, que debía de ser aún de gas, o tal vez de petróleo, como el primero instalado en 1845 por Juan Antonio González Menéndez, “antiguo y famoso guerrillero contra la invasión napoleónica, ejemplar patriota, y primer alcalde de La Bañeza con ideas renovadoras y de progreso”, cosechadas seguramente en su obligado itinerario europeo de prisionero de los franceses por un tiempo, creador del cuerpo de serenos, e impulsor del mercado semanal, del empedrado de calles, y de la construcción del Teatro Municipal.
El astorgano Tomás Rubio instala la luz eléctrica en su fábrica de harinas de Astorga al comenzar octubre de 1893, y dos semanas antes trataba de establecerse el alumbrado eléctrico en la villa bañezana tras una nutrida reunión en el Casino La Unión y el nombramiento de una comisión encargada de los trabajos preliminares, que pide antecedentes a León y Villafranca. Se presupuestaron 50.000 pesetas emitiéndose acciones de 250 pesetas cada una, a las que garantiza el interés del 6% el acaudalado capitalista de la villa José Latas Valcarce (alcalde entonces). Unos años después, el primero de agosto de 1899, sin solemnidad alguna, se puso en funcionamiento por vez primera el alumbrado por electricidad en La Bañeza.
La mayoría de las instalaciones eléctricas eran movidas a vapor (con sus calderas, dinamos y grupos de acumuladores), generaban corriente continua de baja tensión, y la distribuían mediante cortas redes, generalmente trifilares; pocas optaron por la corriente alterna, salvo algunas de las que contaban con motores hidráulicos. Parece ser que fue el ramo o negocio de los fotógrafos de estudio uno de los primeros que optó en villas y ciudades por la iluminación eléctrica y por auspiciar y promover su instalación: un avance con el que cancelaban las viejas limitaciones de los atriles o mesas de retoque alumbrados por la luz diurna que llegaba a sus gabinetes mediante espejos u otros artilugios reflectantes (con la luz del día, y también con una vela, hacía funcionar en La Bañeza la caja de luz de su ampliadora de proyección horizontal el fotógrafo Leonardo Prieto Ferrero antes de disponer de luz eléctrica).
Necesidades como aquellas u otras serían las que habrían estado en la creación de la sociedad Electra Bañezana, una industria eléctrica que existía al menos desde 1915 (era el militar Ildefonso Abastas Prieto su gerente en noviembre de 1917) y que en febrero de 1921 era adquirida por Blas Cantón Cisneros y por el abogado Gaspar Julio Pérez Alonso después de un tiempo como entidad participada por diversos accionistas.
La construcción de las centrales hidroeléctricas supuso un salto cualitativo favorecedor del desarrollo de la industria, supliendo el carbón por los saltos hidráulicos, necesitados de mayor inversión pero con superior radio de acción, y ubicados donde lo permiten las condiciones naturales en lugar de, como hasta entonces, en los centros de consumo: La primera firma en avistar esta situación es León Industrial (creada en 1907) con sus saltos de Ambasaguas (el primero de la provincia), Vegacervera (construido entre 1909 y 1911), y la urbana presa de San Isidro, y en Val de San Lorenzo se constituye el año 1921 una empresa eléctrica que ostenta el nombre del pueblo e instala las turbinas en Velilla de la Valduerna, aunque traslada sus oficinas a Astorga en 1924.   

En La Bañeza, desde 1919 Santiago Casado Santos disponía de una licencia hidráulica para instalar en el río Ería un grupo productor de electricidad en la presa sita por debajo del lugar llamado la Fervienza, en el término de Morla, cuya ejecución tardó varios años. Se constituyó así la Hidroeléctrica del Ería, que obtuvo la concesión para generar corriente eléctrica hacia 1926 y que ya estaría funcionando en 1928 (según se muestra en la novela Vendimiario) distribuyendo alumbrado y fuerza motriz a La Bañeza, a sus industrias, y a los pueblos de la comarca, y que llegó a tener unos 2.000 abonados en su momento más álgido, pasando por diversas situaciones y avatares, como la noticiada el 22 de diciembre de 1934 por El Adelanto, fecha en la que “los empresarios de la `luz nueva’ (la Hidroeléctrica del Eria) andan en jaleos; parece que ha habido estos días alguna sentencia dictada por el juzgado de Instrucción”, situación que llevaría a que desde julio de 1935 uno de sus socios participantes sea José Marcos de Segovia, con Balbino Nistal Fernández, José de Paz Pérez, y Fernando Fernández Luengo, después de que uno y otros adquieran el 40% de la participación de Santiago Casado (eran copropietarios de la sociedad los hermanos César y José Seoánez Romero, Ildefonso Abastas Prieto, y Joaquín Núñez) embargado y puesto en venta por el Monte de Piedad de León para cobrarse el adeudo de 127.087,15 pesetas de aquél. Constituían entonces los bienes de la empresa: “el salto de agua derivado del río Eria por medio de una presa fija de piedra y cemento; el canal conductor de la presa a la casa de máquinas sita en el término de Torneros; la misma casa de máquinas, el alternador, el elevador de la turbina y demás maquinaria y accesorios; la línea de conducción aérea de la energía eléctrica hasta La Bañeza, y los transformadores, herramientas, efectos y materiales propios de esta industria”.

FOTO
El electricista Elías Falagán Martínez y otros bañezanos empleados de la Hidroeléctrica del Eria en su salto de Morla.


70.- El advenimiento de la República en Madrid en 1931 según un testigo bañezano.

El advenimiento de la República en Madrid en 1931 según un testigo bañezano.
Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens por José Cabañas González.
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La proclamación de la Segunda República produjo una fuerte conmoción colectiva y tuvo una profunda significación popular. Se tenía la sensación de que con su llegada se harían realidad rápidamente cambios sociales largo tiempo esperados. Contó la República con una evidente adhesión popular, pero los protagonistas del nuevo régimen fueron los representantes de unas clases medias urbanas insertas en la tradición de una izquierda liberal, herederas del pensamiento ilustrado y de la mentalidad reformadora de la ILE y el movimiento regeneracionista popular. Para estos políticos de talante profesoral la reforma y la regeneración de la sociedad española de 1931,  eminentemente rural y con un elevado grado de analfabetismo, solo era posible a través de la educación y la cultura. Pero desde los comienzos de su andadura, la República vio como las iniciativas de reforma, más o menos acertadas, de sus gobernantes se veían obstaculizadas por privilegios seculares, intereses económicos, y marcadas diferencias ideológicas y de clase.
Mientras tanto, el primer día de la nueva era republicana España fue una fiesta, y en palabras de quien sería el primer presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, abogado brillante, terrateniente liberal, católico practicante, monárquico decepcionado, finalmente republicano a machamartillo y político equidistante en un tiempo malo para moderaciones, "la revolución fue tan pacífica y la multitud tan noble que la última noche de la familia destronada en Palacio no ofreció peligro ni sobresalto". Un día aquel –no sé si vivido o soñado- (diría Antonio Machado al conmemorar su aniversario en 1937, con la traición y la guerra ya desatadas) en que unos cuantos hombres honrados llegaban al poder sin haberlo deseado, acaso sin haberlo esperado siquiera, pero obedientes a la voluntad progresiva de la nación, con la insólita y genial ocurrencia de legislar atenidos a normas estrictamente morales, de gobernar en el sentido esencial de la historia, que es el del porvenir. Para estos hombres eran sagradas las más justas y legítimas aspiraciones del pueblo; contra ellas no se podía gobernar, porque el satisfacerlas era precisamente la más honda razón de ser de todo gobierno; y estos hombres, nada revolucionarios, llenos de respeto, mesura y tolerancia, ni atropellaron ningún derecho ni desertaron de ninguno de sus deberes.
El 14 de abril de 1931, el joven periodista Josep Pla desembarcó en Madrid. Nada más apearse del tren el escritor catalán pudo asistir, en el transcurso de unas pocas horas, al desplome silencioso de la monarquía y al sorpresivo advenimiento de la Segunda República española, cuyo transcurso y detalles fue anotando en su dietario, hora a hora y día a día: sucesos, personajes, noticias, impresiones, encuentros... A las doce del mediodía Fernando de los Ríos vaticina optimista que, antes de dos años, la República se implantará en España. A las cuatro de la tarde, la bandera republicana asciende lentamente por el mástil del Palacio de Comunicaciones, pero, como no hay viento, la tela cae y solo pueden verse los dos viejos colores conocidos (el morado se esconde entre los pliegues). De la inicial perplejidad, cuenta Pla, se pasa al entusiasmo.
 La multitud avanza, calle de Alcalá arriba, hacia la Puerta del Sol. Los comerciantes retiran de sus tiendas, más o menos discretamente, cualquier símbolo que los relacione con la Monarquía. Ya no hay proveedores de la Casa Real. En el Hotel Príncipe de Asturias, en la Carrera de San Jerónimo, la bandera republicana cubre la palabra "Príncipe". El establecimiento se ha convertido en un instante en "Hotel de Asturias". Suena la Marsellesa. Suena el Himno de Riego. Suena la Internacional. Suenan vivas y mueras y todo adquiere un aire, dice Pla, "de verbena triunfante". Los funcionarios y las clases altas ven con indiferencia el espectáculo. Ni la aristocracia -que lo debe todo a la monarquía- ni el Ejército, que sirvió tantas veces de justificación a las instituciones reales, ni las familias ligadas, por tantas razones, al Estado, han dado señales de vida. En los círculos monárquicos, sigue explicando Pla, "se ha dado como un campeonato para ver cuál izaba antes la bandera republicana".
Los ciudadanos de a pie confraternizaban en las calles en medio de la efervescencia política, el júbilo y los bailes populares… Los cronistas aluden incluso a un clima magnífico: olía a primavera opulenta y a libertad recién conquistada. “Los observadores forasteros manifestaron su asombro ante un cambio de régimen tan unánime, plácido, sin efusiones de sangre, pacífico…”, tanto, que no fue precisa la declaración del estado de guerra que el gobierno dimisionario tenía prevenida (y llegó a disponer) y cuyo bando  fue publicado por El Sol el día 15.
Sobre los acontecimientos vividos aquellos días en Madrid, el 21 de abril le narraba el bañezano Vicente Fernández Alonso, farmacéutico establecido en la calle Serrano 84 y Padilla1, en carta a su amigo José Marcos de Segovia, como la ciudad “está como si nada hubiese pasado y parece imposible que una transición tan grave y tan brusca, además de inesperada, se haya hecho sin derramamiento de sangre. El pueblo soberano ha sido un asombro de formalidad, pues a pesar de la aglomeración nunca vista, las borracheras y la alegría algo inconsciente del gentío, no hubo más desperfectos que los de la estatua de Felipe IV. En la madrugada del domingo apareció la Cibeles con los brazos rotos, pero esta salvajada no puede achacarse a los revolucionarios; se cree que han sido los seguidores del demente Albiñana (los legionarios de su monárquico y ultraderechista Partido Nacionalista Español) con objeto de producir indignación en la burguesía”. A tal tránsito había él contribuido, “siendo interventor en uno de los colegios electorales más difíciles (el de su señorial barrio de Salamanca), pero así y todo sacamos 31 votos de mayoría, cosa asombrosa donde más del 50% de los electores son millonarios”.  

Después de la victoria electoral sería don Vicente enviado a la Prisión Modelo madrileña por la esposa del zamorano Ángel Galarza Gago (radical socialista partícipe en el Pacto de San Sebastián y preso con los miembros del republicano Comité Revolucionario) el día en que éste quedó libre, y con él pasó allí unas horas, y ya en los primeros días de la República intentaba hacer valer sus influencias en Madrid el farmacéutico de origen bañezano, apoyado en “su muy buena amistad con Galarza y con Miguel Maura y Fernando de los Ríos”, y aprovechando la ocasión de ser Álvaro de Albornoz ministro de Fomento y subsecretario en aquel ministerio Félix Gordón Ordás, leoneses ambos, para interceder por la terminación de “la carretera esa que empieza en Nogarejas y termina en un puente, paralizada porque a ella se oponen en Zamora”, confiado en que “podrán salir las obras a subasta en cuanto se consolide la República”, lo que satisfará al cura de Monbuey, “pues allí están interesadísimos en tener la carretera, y en realidad la necesitan”, expone quien seguiría siendo en los años republicanos entusiasta de la República social y de la causa de los trabajadores y de los desposeídos, convencido propagador del socialismo, y eficaz colaborador de la izquierda bañezana en sus inquietudes y pretensiones de progreso (al que también contribuían sus hermanos Carlos y Eumenio, desde su farmacia el primero y su comercio de múltiples productos el segundo, ambos en la bañezana calle del Reloj).