jueves, 4 de junio de 2015

71.- La electricidad en La Bañeza (de la Electra Bañezana a la Hidroeléctrica del Eria).-

En el panorama nacional fue León y su tierra adelantada en la actividad industrial de aplicar la luz eléctrica al alumbrado público (la segunda ciudad en hacerlo, después de Barcelona), sobre el que se cita habitualmente la instalación en 1875 en la capital catalana de cuatro generadores como uno de los más primitivos experimentos, y 1878 como el año de inicio de las primeras fábricas de electricidad en explotación comercial, ensayada ya en 1881 en Barcelona y en Madrid en las lámparas de filamento metálico inventadas por Edison tres años antes. Al inicio de marzo de 1886 se tomaba el acuerdo de establecer el alumbrado eléctrico en las calles de León (sustituyendo al de petróleo, carburo y aceite), cuya subasta se anuncia para el 21 del mismo mes (según el diario El Campeón). En 1889 la Sociedad Electrostática de León puso en funcionamiento una central eléctrica de carbón que permitía ya la iluminación de algunas vías principales, aunque la ciudad no tuvo su alumbrado público hasta 1916.
Entre las centrales eléctricas de servicio público anteriores a 1891 y que se encuentran activas hacia 1908 aparecen la de Sociedad Electricista de León, fundada en 1888 (tal vez la anterior con nuevo nombre), la Eléctrica de Benavides, y la Central Eléctrica de La Bañeza (aquella establecida en la calle Labradores cuya caldera explotaría en enero de 1905), ambas creadas en el mismo año de 1890, aunque en la que todavía era villa no se instalará el nuevo sistema de alumbrado hasta 1898 –en agosto del año siguiente, según otras fuentes-, siendo ya ciudad. En 1888, cuando era alcalde Menas Alonso Franco, acordaba la corporación bañezana la adquisición de 24 faroles para el alumbrado público, que debía de ser aún de gas, o tal vez de petróleo, como el primero instalado en 1845 por Juan Antonio González Menéndez, “antiguo y famoso guerrillero contra la invasión napoleónica, ejemplar patriota, y primer alcalde de La Bañeza con ideas renovadoras y de progreso”, cosechadas seguramente en su obligado itinerario europeo de prisionero de los franceses por un tiempo, creador del cuerpo de serenos, e impulsor del mercado semanal, del empedrado de calles, y de la construcción del Teatro Municipal.
El astorgano Tomás Rubio instala la luz eléctrica en su fábrica de harinas de Astorga al comenzar octubre de 1893, y dos semanas antes trataba de establecerse el alumbrado eléctrico en la villa bañezana tras una nutrida reunión en el Casino La Unión y el nombramiento de una comisión encargada de los trabajos preliminares, que pide antecedentes a León y Villafranca. Se presupuestaron 50.000 pesetas emitiéndose acciones de 250 pesetas cada una, a las que garantiza el interés del 6% el acaudalado capitalista de la villa José Latas Valcarce (alcalde entonces). Unos años después, el primero de agosto de 1899, sin solemnidad alguna, se puso en funcionamiento por vez primera el alumbrado por electricidad en La Bañeza.
La mayoría de las instalaciones eléctricas eran movidas a vapor (con sus calderas, dinamos y grupos de acumuladores), generaban corriente continua de baja tensión, y la distribuían mediante cortas redes, generalmente trifilares; pocas optaron por la corriente alterna, salvo algunas de las que contaban con motores hidráulicos. Parece ser que fue el ramo o negocio de los fotógrafos de estudio uno de los primeros que optó en villas y ciudades por la iluminación eléctrica y por auspiciar y promover su instalación: un avance con el que cancelaban las viejas limitaciones de los atriles o mesas de retoque alumbrados por la luz diurna que llegaba a sus gabinetes mediante espejos u otros artilugios reflectantes (con la luz del día, y también con una vela, hacía funcionar en La Bañeza la caja de luz de su ampliadora de proyección horizontal el fotógrafo Leonardo Prieto Ferrero antes de disponer de luz eléctrica).
Necesidades como aquellas u otras serían las que habrían estado en la creación de la sociedad Electra Bañezana, una industria eléctrica que existía al menos desde 1915 (era el militar Ildefonso Abastas Prieto su gerente en noviembre de 1917) y que en febrero de 1921 era adquirida por Blas Cantón Cisneros y por el abogado Gaspar Julio Pérez Alonso después de un tiempo como entidad participada por diversos accionistas.
La construcción de las centrales hidroeléctricas supuso un salto cualitativo favorecedor del desarrollo de la industria, supliendo el carbón por los saltos hidráulicos, necesitados de mayor inversión pero con superior radio de acción, y ubicados donde lo permiten las condiciones naturales en lugar de, como hasta entonces, en los centros de consumo: La primera firma en avistar esta situación es León Industrial (creada en 1907) con sus saltos de Ambasaguas (el primero de la provincia), Vegacervera (construido entre 1909 y 1911), y la urbana presa de San Isidro, y en Val de San Lorenzo se constituye el año 1921 una empresa eléctrica que ostenta el nombre del pueblo e instala las turbinas en Velilla de la Valduerna, aunque traslada sus oficinas a Astorga en 1924.   

En La Bañeza, desde 1919 Santiago Casado Santos disponía de una licencia hidráulica para instalar en el río Ería un grupo productor de electricidad en la presa sita por debajo del lugar llamado la Fervienza, en el término de Morla, cuya ejecución tardó varios años. Se constituyó así la Hidroeléctrica del Ería, que obtuvo la concesión para generar corriente eléctrica hacia 1926 y que ya estaría funcionando en 1928 (según se muestra en la novela Vendimiario) distribuyendo alumbrado y fuerza motriz a La Bañeza, a sus industrias, y a los pueblos de la comarca, y que llegó a tener unos 2.000 abonados en su momento más álgido, pasando por diversas situaciones y avatares, como la noticiada el 22 de diciembre de 1934 por El Adelanto, fecha en la que “los empresarios de la `luz nueva’ (la Hidroeléctrica del Eria) andan en jaleos; parece que ha habido estos días alguna sentencia dictada por el juzgado de Instrucción”, situación que llevaría a que desde julio de 1935 uno de sus socios participantes sea José Marcos de Segovia, con Balbino Nistal Fernández, José de Paz Pérez, y Fernando Fernández Luengo, después de que uno y otros adquieran el 40% de la participación de Santiago Casado (eran copropietarios de la sociedad los hermanos César y José Seoánez Romero, Ildefonso Abastas Prieto, y Joaquín Núñez) embargado y puesto en venta por el Monte de Piedad de León para cobrarse el adeudo de 127.087,15 pesetas de aquél. Constituían entonces los bienes de la empresa: “el salto de agua derivado del río Eria por medio de una presa fija de piedra y cemento; el canal conductor de la presa a la casa de máquinas sita en el término de Torneros; la misma casa de máquinas, el alternador, el elevador de la turbina y demás maquinaria y accesorios; la línea de conducción aérea de la energía eléctrica hasta La Bañeza, y los transformadores, herramientas, efectos y materiales propios de esta industria”.

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El electricista Elías Falagán Martínez y otros bañezanos empleados de la Hidroeléctrica del Eria en su salto de Morla.


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