miércoles, 2 de septiembre de 2015

77.- La Casa del Pueblo de La Bañeza.-

Desde el 1 de enero de 1917, aunque su Reglamento tiene fecha del 20 de agosto de 1916, funcionó en La Bañeza la Sociedad Obrera de Socorros Mutuos San José, de cuya junta directiva formaba parte entonces Valentín González, la misma a la que el Ayuntamiento cedería el 3 de julio de 1916, “en interés de la clase obrera, un solar sobrante de vía pública en el corral de la villa para que construya una casa domicilio en las siguientes condiciones: la Corporación cede además piedra de las canteras y madera de los planteles; el local que en él se edifique será para todos los obreros bañezanos, y pasará a poder del municipio si se disolviese aquella sociedad”. El solar cedido a la Sociedad Obrera fue vendido en su mitad a la bañezana Sociedad de Socorros Mutuos La Caridad, y sobre él, de común acuerdo, construyeron ambas entidades el inmueble en el que las dos compartieron sede, que acogería a la Federación Local de Sociedades Obreras en que se transforma con el tiempo la primera y también a la Agrupación Socialista y a las Juventudes Socialistas una vez que una y otra se forman en La Bañeza en marzo de 1930 y a finales de diciembre de 1931. En aquel edificio se alojaba ya en 1920 la bañezana Sociedad de Oficios Varios, a la que en el XIV Congreso de la UGT de aquel año representaba Modesto Ruiz García.
El 31 de octubre de 1932 remiten al Ayuntamiento desde el Partido Socialista local y la citada Federación una solicitud para que les permitan edificar la Casa del Pueblo en el solar que había ocupado el derruido Teatro Viejo, por el primero el tipógrafo Abraham Bécares Rodríguez (presidente), Patricio Carrera y Santiago Fernández (éste era en marzo de 1931 responsable de La Caridad), y por la segunda el también impresor Eugenio Sierra Fernández (presidente), José García (González) y el albañil Alejandro Plaza Fernández. Por las actas de las sesiones municipales de las correspondientes fechas conocemos que además de que el local pertenecía a ambas sociedades (aunque el Consistorio desconocía la venta de la mitad del solar cedido antaño), La Caridad quiere ahora vender su parte, y exige que las otras le paguen la mitad de su valor, lo que no pueden hacer la Sociedad Obrera y la Agrupación Socialista, que alegan que no disponen de dinero, y que para el nuevo edificio en el que pretenden alojar la Casa del Pueblo no precisan efectivo, pues lo harán con su trabajo, además de insistir en lo necesario que les resulta disponer de un más amplio local que dé cobijo a los cada vez más numerosos obreros bañezanos, “lo que será beneficioso para todos, obreros y ricos, ya que si éstos lo son hoy pueden dejar de serlo mañana; un local para la educación e instrucción del pueblo, sin diferencias ideológicas, para engrandecer la paz evitando la intransigencia entre patronos y obreros y buscando el cariño entre ambas clases”, argumentará el concejal Narciso Asensio Asensio.
Se ceñía la premisa del edil socialista al que era uno de los fines de las Casas del Pueblo, en las que se pretendía la formación integral de los trabajadores en diversos aspectos: instrucción, cultura, formación sindical y política en relación con su papel y las ideas de la emancipación de la clase obrera, educación y formación contemplada como alternativa ante las carencias educativas públicas de entonces y a los valores educativos dominantes, objetivos por los que en la de La Bañeza colaborará al poco Joaquín González Duviz (seria su presidente en 1934, según consta en el sumario que en 1936 lo condenaría a ser fusilado en febrero de 1937), dando clases e instruyendo a un grupo de trabajadores bañezanos (que se referían a él como “el maestro”), a los que atendía después de finalizar el uno y los otros sus trabajos entre recomendaciones de que asistieran a aquellas enseñanzas limpios y aseados, aunque hubiera de ser en alpargatas (así, “los de las alpargatas” llamaban a los obreros los señoritos de La Bañeza, por no tener la mayoría para comprar zapatos, e incluso algunos habían de mercarlas con dificultades y al fiado). Colaboraba también al cumplimiento de aquellos objetivos instructivos y a la ilustración de los obreros la existencia de una biblioteca (tan importante en una ciudad en la que, a pesar de los variados intentos anteriores, no existirá una biblioteca pública hasta que se cree la municipal en 1942), cuyos libros, por cierto, desaparecerían tras el triunfo de los alzados el 18 de julio de 1936, sin que se conozca donde terminaron (hay quien dice que en el Casino).
El solar que han pedido se destinaba para casa-cuartel (ya había planos) o viviendas de maestros, y además el mismo lugar del antiguo Coliseo lo solicita el constructor de carros Pedro Rivas Rivas para levantar en él una auto-estación (“en condiciones de explotación similares a la de León y por un periodo de 20 años, quedando después de propiedad del Ayuntamiento”). No accederá la Corporación ni a una ni a otra petición, pues “no hace mucho se acordó no conceder el terreno que pedía la Sociedad de Labradores por carecer de él”, alegan algunos ediles, y a igual acuerdo se llega ahora por mayoría, después de que voten a favor tan solo los regidores socialistas.
De la Federación Local que había firmado aquella petición formarían parte la sección bañezana de la Federación Gráfica Española, de la UGT, cuyo responsable en octubre de 1926 era Miguel García, y la sección de la Federación Nacional de las Artes Blancas Alimenticias, en la que se encuadrarían trabajadores de las fábricas de harina, activa con tan evocadora denominación en la ciudad al menos en febrero de 1933. Uno y otro sindicato, de las ramas de alimentación y de artes gráficas, tenían también presencia en las mismas fechas en Astorga. En La Bañeza unas y otras sociedades obreras, y la Agrupación y las Juventudes Socialistas, eran acogidas en la común Casa del Pueblo, de la que serían presidentes, entre otros, Elías Falagán Martínez, el último en la República, desde el inicio de mayo de 1936 (también postrer presidente de la Agrupación Socialista, elegido a finales del mismo mes y año), y antes Manuel Raigada Ferrero y Modesto Martínez Castillo, siéndolo Toribio Santos Santos en las fechas de octubre de 1934.

Inauguración de la Casa del Pueblo de La Bañeza. Primavera de 1933.
Poco después de aquella denegación municipal (seguramente ya en la primavera de 1933), con la aportación en hacendera del trabajo de sus asociados y la colaboración de quien era Registrador de la Propiedad en La Bañeza, Juan María Begué Arjona, que se constituyó en avalista para la compra de la ampliación del solar  (“de una parte de la Casa del Pueblo”, dirá en su declaración del 3 de septiembre de 1936, cuando sea procesado, añadiendo que “al ser destinado a partir de 1934 a Pola de Laviana -lo fue al inicio de enero de 1935- abonó su parte en el Monte de Piedad”) se levantará la ya autónoma Casa del Pueblo en el mismo terreno que antes ocupara el local conocido como la Casa Obrera y situado por debajo de la Iglesia del Salvador, al lado del reguero que llegaba bordeando la plazoleta para seguir discurriendo por sucesivas calles bañezanas hasta desembocar en la del Arrote después de transcurrir (y anegar) por las del Marqués de Cubas, Obispo Alcolea y del Carmen. El soleado día de su inauguración posaban para la posteridad un nutrido grupo de socialistas bañezanos endomingados con sus mejores galas y puño en alto, camisa y corbata roja algunos, y todos henchidos del entusiasmo y del ardor que tal vez les contagiara la que parece antorcha que flamea en la roja pancarta o estandarte bajo el que ufanos y gozosos se sitúan, desconociendo las dolorosas consecuencias que para muchos de ellos tendría en unos años la fe que a aquella bandera profesaran.
Contra lo que le achacarán los represores cuando instruyan el Sumario 151/36 “por los hechos de julio en La Bañeza”, dirá el Registrador no haber dado su garantía para la adquisición del cinematógrafo con el que pronto se dotó la Casa del Pueblo bañezana, el mismo que alumbraba las sesiones de cine que allí se realizaban (al menos desde febrero de 1934, cuando se suspenden para los menores de diez años por la epidemia de sarampión que se desata), dos por semana, los sábados y domingos, a las que a veces también acudían socialistas de los pueblos cercanos, como Castrocalbón o Jiménez de Jamuz, de las Juventudes y las Agrupaciones, “de mayores” y también de las infantiles (los llamados pioneros socialistas), donde las había, como sucedía en el segundo, del que asistían chiquillos y chiquillas a deleitarse con las asombrosas y arriesgadas aventuras de “Pamplinas” (Buster Keaton) y otros héroes del celuloide, acompañados y al cuidado de los muchachos de las Juventudes Socialistas del lugar, aunque se pasaban películas de todo tipo, como las de Angelillo, famoso flamenco que triunfaba aquellos años, en veladas que en verano eran a veces al aire libre en la Plaza de Romero Robledo, en una pantalla extendida que añadía la magia y el asombro de permitir ver por los dos lados las imágenes.
Conjeturamos que la venta de la mitad del solar hecha por la recién creada Sociedad Obrera a la Sociedad La Caridad en 1916 fuera tal vez el modo en que aquella financió su parte en la construcción del edificio compartido con la veterana entidad, con mejores disponibilidades económicas (en realidad titular desde años antes de un extenso capital). La necesidad de los ajustes financieros que en 1932 urgía la segunda sociedad obedecía sin duda a su voluntad de disponer también de un local independiente y propio, cuya construcción ya había comenzado en 1931 y que se inaugurará, en la avenida de Pablo Iglesias, en agosto de 1934. La Casa del Pueblo de La Bañeza, que ocupa dos números de la antigua plazoleta Primero de Mayo (luego de Calvo Sotelo, y hoy de las Tierras Bañezanas) en la que se sitúa, aparece en cualquier caso en la Historia del socialismo español como propiedad de las organizaciones obreras socialistas (PSOE y UGT), incautada y adjudicada a la franquista Delegación Nacional de Sindicatos en abril de 1941.   


Una imagen actual de la Casa del Pueblo bañezana.

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