miércoles, 28 de octubre de 2015

La primera entrevista que hice


José Cruz Cabo
En el otoño de 1964, mi tio Rafael Cabo, entonces subdirector de El Adelanto, el director era aquel grandísimo sacerdote, Francisco Viloria, me comentó que debía hacerle una entrevista a Benigno Isla García, entonces alcalde de nuestra ciudad y mi tio Rafael, primer teniente de alcalde, por lo que no le parecía oportuno hacersela él. En aquellos tiempos había que hacerlo todo a mano y llegué a casa, cogí la máquina de escribir, y redacté las preguntas que el alcalde me tenía que contestar.
El motivo era que se estaban haciendo unas obras en el antiguo pozo de Santiago de la Valduerna, de donde nos llegaba el agua corriente para los domicilios, para que en el verano no tuviéramos problemas, aunque hubiese sequía en el Duerna, que las había la mayoría de los veranos.
Al día siguiente entré en el comercio de Mariano de la Fuente, después Cafetería Sapporo, ya que Mariano era su suegro, a dejarle el folio con las preguntas y, al poco rato, llegó a la imprenta de mi tio, que estaba pegando al comercio de su suegro, y me dijo que ya había visto las preguntas y que me contestaría todas en cuanto tuviera tiempo, ya que Benigno además de alcalde, tenía su despacho de abogacía, ya que la alcaldía en aquellos años, no daba sueldo ni al alcalde.
Pasaron varios días y, cuando me veía, me decía que ya estaba en ello y que pronto me la daría, pero al final se pasó casi un mes hasta que la recibí. Me puse manos a la obra y en mis ratos de asueto, le fuí pasando la entrevista a máquina y en la semana siguiente la publiqué en el semanario bañezano.
Pero cual no sería el asombro de todos los bañezanos, al verano siguiente, que a pesar de lo que me había dicho en la entrevista: que con la nueva captación no solo no habría problemas de cortes, sino que se aseguraba el agua para una localidad de 20.000 habitantes. En el verano del año siguiente, 1965, se volvieron a producir los cortes de agua porque el Duerna se había secado y los pozos no se llenaban. El problema de los cortes de agua solo se solucionaría totalmente, años más tarde, cuando se hizo la captación en el Rio Orbigo en los años ochenta.

Esto no quita para que no fuera uno de los buenos alcaldes que hemos tenido en la ciudad, ya que durante su mandato se finalizó el Seminario Menor, que había comenzado su antecesor, Inocencio Santoa Vidales y otras cosas más que ahora ya son historia.

miércoles, 14 de octubre de 2015

80.-Alcaldes republicanos de La Bañeza (II).- (El fraternal cambio de régimen).

Nunca unas elecciones municipales suscitaron tanto interés ni fueron tan trascendentes como las del domingo 12 de abril de 1931, planteadas como un verdadero referéndum sobre la adhesión o no al régimen monárquico (como “elecciones legislativas y constituyentes”, según diría Melquiades Álvarez en el ABC del día 15 de abril). En León y su provincia, como en el resto del país, la jornada electoral transcurrió tranquila en medio de la expectación por la incertidumbre de los resultados. En la provincia leonesa el triunfo de los coaligados de la conjunción republicano-socialista fue abru-mador.
En la capital del partido bañezano no se produjeron incidentes, y “en las escuelas públicas, el mismo escenario por el que pasaban años atrás conducidos como manso rebaño un buen número de votantes, y espacio esta vez de la gran obra de civismo bañezano” ganaron los dinásticos con 7 regidores liberales-demócratas (Eugenio de Mata Alonso, Celso Ares Alonso, Marcelino Martínez (Simón), Liberto Díez Pardo, David González Moratinos, Herminio Nistal Luengo, José Román) y 4 conservadores (José Santos Pérez, Manuel Ferrero Nuevo –era representante de la compañía As-surances Generales-, Juan Espeso González, José Ramos Pérez), empatando Iñigo Llanos (liberal) y Toribio González Prieto (de la Conjunción Republicano-Socialista), que consiguen sendas actas. Después del escrutinio, realizado a las cuatro de la tarde, corrillos y gran paseo en la Plaza Mayor. Al día siguiente, lunes, no hay prensa y todo son rumores sobre lo que está sucediendo en el país; “a la medianoche por teléfono se anuncian graves acontecimientos, y hasta la proclamación de la Re-pública. Se extiende la noticia, y la incertidumbre, por las sociedades y cafés”.
El martes, “por la tarde la pizarra de La Opinión va dando cuenta de la transición de poderes según van recibiendo noticias por radio y conferencia; la muchedumbre se agolpa y las recibe con júbilo. A las siete se reúne el Comité Revolucionario local en la Casa del Pueblo (la que ocupaban en el edificio compartido con la Asociación La Caridad) para dirigirse desde allí en manifestación y en perfecto orden al ayuntamiento, en el que su presidente, Félix Cardillo Puerta hace saber al al-calde Ildefonso Abastas Prieto que se ha instaurado la República en España, y aunque aún no tiene orden oficial de entrega de poderes, este se muestra dispuesto a traspasarlos cuando el Comité lo estime conveniente, lo que acuerdan hacer al día siguiente al mediodía, después de conferenciar con el gobernador civil y a pesar de la orden portada por un delegado del Comité Revolucionario pro-vincial de recibir en esa misma fecha la alcaldía. Después de izada la bandera republicana en la Ca-sa Consistorial, el secretario del Comité local, Felipe Alonso Marcos, desde uno de sus balcones transmite los acuerdos al pueblo reunido en la Plaza Mayor, y con vivas a España y a la República continúa la manifestación con todo orden”. Así lo contaba quien firma El Alguacil Corchuelo (José Marcos de Segovia) en aquel semanario el día 19. Tal vez para hacerse perdonar su pasado republi-canismo Felipe Alonso Marcos entregaba a la mitad de enero de 1937 un donativo de 125 pesetas para el comedor de Asistencia (Auxilio) Social, lo que no evitará que en 1939 se le tenga por ma-són.
En La Bañeza, el día 15 de abril por la mañana (“Sol abrileño. Fiesta. Comercios cerrados. Alegría y animación en los primeros grupos callejeros”, diría La Opinión) una nueva marcha de nuevo presidida por el Comité Revolucionario se encamina desde la Casa del Pueblo a la Casa Con-
sistorial, en la que a las once se constituyó en su sala de sesiones en sesión extraordinaria el ayun-tamiento pleno (lo presidió el alcalde saliente Ildefonso Abastas Prieto, y fueron ausentes los conce-jales Tomás Antúnez Fernández y Doroteo Alonso Sastre) último de la monarquía, para resignarlo junto con la alcaldía en el Comité Republicano Socialista de la ciudad, cuyos miembros acompañan a los corporativos que cesan en sus cargos, y que conformaban Félix Cardillo Puerta, Manuel Mar-tín Martín, Toribio González Prieto, Joaquín Lombó Pollán, Severino Muñoz Velasco, Ángel Gon-zález González (el padre), Narciso Asensio Asensio, e Isaac Nistal Blanco (todos los anteriores ha-bían sido candidatos municipales), Santiago Vidales Manjón, Porfirio González Manjarín, Felipe Alonso Marcos y Ramón Santos Prada, “animados de un alto espíritu ciudadano”, al decir del señor Abastas Prieto (en febrero de 1937 será nombrado delegado gubernativo para el partido judicial) al resignar su autoridad, “con satisfacción y confiado en que ha de ser beneficioso para la ciudad que todos aman”.
Agradece sus palabras el señor Cardillo Puerta, y añade que “representando la monarquía la his-toria del pasado y la República el porvenir para hacer una España grande, habrá que olvidar toda clase de rencillas y en una amplia cordialidad y amistad seguir el elevado ejemplo de ciudadanía que en esta transición ha dado España entera, realizando una revolución como no existe otra en la historia, y por tanto, al hacerse cargo de la alcaldía en nombre de la República, quiere que el acto de transmisión de poderes entre alcaldes que cesa y que entra se adorne de toda solemnidad, reinte-grando al pueblo a los concejales cesantes con un abrazo de hermanos que ha de efectuarse en la Plaza Mayor a la finalización de la sesión”. A continuación pasa a ocupar la presidencia y recibe del alcalde saliente las insignias de mando.
Parecidas celebraciones de júbilo republicano debieron de darse en La Bañeza.
En lo administrativo el ayuntamiento ha de seguir rigiéndose por las ordinarias normas de fun-cionamiento, había señalado también el nuevo alcalde, cuyas palabras, como las del sustituido, fue-ron acogidas por el mucho público asistente con aplausos y con murmullos de satisfacción, para acoger el congregado en la plaza a las corporaciones entrante y saliente con vítores y aplausos cuando en su centro y a los acorde de la Marsellesa ejecutada por la Banda Municipal de Música ambos regidores, el elegido y el depuesto, aclamados por la muchedumbre se dieron un efusivo abrazo, continuando la manifestación “con mucho entusiasmo pero con muchísimo orden”. Por la tarde el pueblo en fiesta celebra los acontecimientos y la Banda da un concierto escuchado por el nutrido vecindario que pasea por la Plaza.
El día 16 de abril, a las siete de la tarde, se reunió la nueva corporación bañezana, estando la sa-la de sesiones invadida de numeroso público, al que el flamante munícipe Félix Cardillo Puerta dirige una alocución manifestando su satisfacción por la implantación del nuevo régimen que anuló la causa que nos llevó al envilecimiento, en unas fechas de júbilo para todos, “aunque no para los bañezanos, ya que éstos reflejaron en las urnas su predilección por lo que moría” (aquí habían triun-
fado los monárquicos). Añade “sentir que la intervención que se les encomienda no pueda ser tan activa como exige el cumplimiento del amplio programa que hay que desarrollar, una verdadera revolución administrativa”. Según el artículo 56 de la Ley municipal de 1877 se eligen dos tenientes de alcalde y un concejal como procurador síndico, el primero de aquéllos Ramón Santos Prada (im-presor, era presidente de la Agrupación Socialista bañezana); el segundo, y por unanimidad, Ángel González González; Felipe Alonso Marcos resulta elegido síndico. Unos y otro “tomaron posesión quieta y pacíficamente de sus cargos”, y acordó el consistorio celebrar los lunes de cada semana, a las ocho de la tarde, sus sesiones ordinarias. El viernes, 17, “todo el pueblo trabaja tranquilo y hace su vida ordinaria”. El sábado hay mercado semanal y muchos desplazados de los pueblos comarca-nos reclaman noticias y detalles de la proclamación de la Segunda República española. El domingo, 19 de abril, desde La Opinión dan la bienvenida al nuevo régimen, del que con hidalguía y nobleza ha sonado la hora del resurgir, dicen, y llaman “a todos y a todo por España, y a respetar las órdenes del gobierno provisional y a cooperar en el mantenimiento del orden”.

78.-La Unión Patriótica Nacional y el Somatén en La Bañeza.-

El dictador Miguel Primo de Rivera creó en abril de 1924 una fuerza política al servicio de su régimen: la Unión Patriótica Nacional (UPN), un partido oficialista con la fina

lidad de hacer propaganda de su imagen y divulgar la ideología derechista y católica del sistema impuesto por la incruenta asonada militar de un año antes; a tal objeto llegó a contar con el apoyo de setenta perió-dicos oficiales. Es el propio autócrata el que marca la línea ideológica del nuevo partido: rechazo de la democracia liberal, desprecio del sistema parlamentario, unicameralismo corporativista, naciona-lismo centralista antirregionalista, defensa de la religión católica, rechazo a la política de partidos, y anticomunismo. Él mismo definió a su creación como un “partido político, pero apolítico, que ejer-ce una acción político-administrativa”; como “un partido central, monárquico, templado y serena-mente democrático, al servicio de ideales de orden y justicia”, y más adelante hizo para él una divi-sa: “Patria, Religión y Monarquía”, adaptación del antiguo lema triádico carlista “Dios, Patria y Rey”.
El día 17 de septiembre de 1923, cuatro después del pronunciamiento y golpe de estado el dictador creaba o extendía el Somatén, con el modelo del existente desde el siglo XI en Cataluña (desaparecido en el XVIII con Felipe V y resurgido en el XIX para colaborar con las fuerzas arma-das durante la Guerra de la Independencia), “para garantizar el orden público y para la defensa y cumplimiento de la ley”.
El de León dependía, con Galicia y Asturias, de la VIII Región Militar. “Concurso de ciuda-danos honrados, mayores de 23 años y de reconocida moralidad, comprometidos para la defensa del orden, sobre todo en el campo y pequeñas poblaciones, y que en caso preciso colaborarán con la Guardia Civil para el mantenimiento de la Ley”, su presencia se generalizó desde 1924 como mili-cia ciudadana armada (“usarán armas largas de su propiedad, y las autoridades militares concederán a los cabos, subcabos y escoltas de bandera el uso de armas cortas, disponía el artículo 5º del Real decreto que lo instituyó) auxiliar en la persecución de delincuentes y barrera en la contención del bolchevismo y de sus ideas disolventes. Por cierto que inscribirse y pertenecer a un Somatén fue entonces subterfugio socorrido para disponer de armas largas y de licencia para cortas, burlando así las disposiciones gubernamentales de desarme de una sociedad en la que abundaban ilícitamente en demasía (y seguirían abundando).
En 1926 la UPN estaba ya asentada en todas las provincias. En cada localidad se formó un Comité de Partido Judicial, que nombraba sus representantes en el Comité Provincial. Sus afiliados y adherentes ocupan los cargos en ayuntamientos, diputaciones y gobiernos civiles, y proceden pri-mordialmente de los sectores más económicamente pujantes de la sociedad, en su mayoría de la burguesía agrícola, dirigentes de organizaciones católicas, componentes de la antigua oligarquía caciquil, mauristas, carlistas y antiguos liberales. Respecto al número de los que llegaron a engrosar sus filas, la revista del partido los cifró en torno a 1.700.000, aunque algunos historiadores señalan cantidades próximas a los 500.000. A pesar de que uno de los objetivos políticos de la dictadura era “extirpar el caciquismo”, lo cierto es que la Unión Patriótica incorporó a sus filas a muchos de los antiguos caciques, que vieron en el partido oficialista la posibilidad de regenerarse políticamente, de reciclarse y continuar ligados al poder.
La UPN, tras el fallecimiento del dictador, se convirtió en abril de 1930 en Unión Monár-quica Nacional, para integrarse en Falange Española en 1936 después del fallido intento de los inicios de 1930 de crear un partido de centro con sus restos y con el apoyo de los que habían sido ministros en la dictadura, impedido por la desbandaba de quienes formaran en sus filas. De hecho, en León a mediados de febrero de 1931 en los locales ocupados antes por la Unión Patriótica se abría el nuevo Círculo organizado por la Juventud Monárquica leonesa.
En nuestra provincia surgió aquella formación con ánimos regionalistas, integrada por ultra-derechistas, mauristas y conservadores reciclados con aspiraciones de ocupar el espacio de los vie-jos partidos de la Restauración, invocando para ello los intereses provinciales. En Astorga el obispo presidió con presto y declarado entusiasmo su asamblea fundacional. La UPN encontró en el clero y en el profesorado de los centros de enseñanza leoneses la élite intelectual que aportó contenido ideológico a la obra de la dictadura. En León editaba su propia revista con el título de Región Leo-nesa; en Villamañán existirá un Círculo de Unión Patriótica desde finales de enero de 1928, y en La Bañeza el abogado José Marcos de Segovia dirigía La Opinión, órgano oficioso de la Unión Patrió-tica local. El letrado Gaspar Julio Pérez Alonso formó parte como vocal de la directiva provincial. José Santos Fernández, bañezano que ejercía de notario en Santander, integró la representación pro-vincial leonesa en la Asamblea Nacional, espejismo parlamentario con carácter solo deliberante, caricatura de las Cortes disueltas.
En 1925 fue homenajeado por la corporación municipal en el Teatro Seoanez de La Bañeza Manuel Fernández y Fernández Núñez, gobernador civil de Lérida desde el año anterior, lo que indica que también él debió de ser uno de los numerosos atraídos en tantos lugares y al principio por el deslumbrante señuelo de regeneración de la vida nacional que la “cirugía necesaria” de la dicta-dura de don Miguel representó para tantos. De hecho, dos años antes era aquella una idea y un sen-timiento tan extendidos, que los muestra en La Bañeza en septiembre de 1921, en entrevista en El Sorbete, incluso una joven como Tránsito Alonso Llamas (una de los siete hijos de Menas Alonso Fresno y de Loreta Llamas, y hermana del autor de Vendimiario), a la que se presenta como sufra-gista templada y feminista, contraria a un régimen que posterga a la mujer, y que manifiesta que “por la ausencia de la regeneradora trinidad: patriotismo, dignidad y buena voluntad, es tan necesa-rio hacer un buen barrido en nuestra política”. Uno de los atraídos entonces por las perspectivas y los horizontes que aquel cambio de régimen parecía representar (y después desengañado, como tan-tos) habría sido el político leonés Félix Gordón Ordás, entusiasta adalid del republicanismo luego, quien (a juzgar por lo que –copiado de El Diario de León- de él se dirá en la sección “Adelantando” del semanario bañezano El Adelanto el 14 de diciembre de 1935) “fue de la dictadura en aquellos ‘siete años indignos’, y calificó a la dictadura de ‘advenimiento feliz’, escribiendo versos religiosos en la revista Unión Patriótica” (lo que, de ser cierto, habría sucedido antes de que el dictador lo desterrara, aunque don Félix lo negará calificándolo de burda calumnia del rotativo leonés). Los deslumbrados fueron muchos, y de ellos bastantes arribaron luego al socialismo o al republicanismo de izquierdas (pasando a veces por el radical-socialismo).
La noticia del pronunciamiento en un periódico de entonces

A finales de junio de 1926 y en 1929 el dictador visitó León, acompañado en la segunda ocasión por el maragato y entonces coronel Toribio Martínez Cabrera, lo que cabría interpretar co-mo adhesión a Miguel Primo de Rivera y a su régimen, por cuanto su situación era de disponible en La Coruña. En el último año había somatenes militarmente organizados en casi todos los munici-pios de la provincia. En la capital se encargó de su organización el ex concejal Eulogio Crespo Ge-ro; en Astorga el banquero Pedro Domínguez, y en La Bañeza el militar retirado, abogado, y regen-te de una de las administraciones de tabacos Ildefonso Abastas Prieto (alcalde de 1920 a 1923 y en 1930). Se financiaba con fondos estatales, complementados luego con donativos (el ayuntamiento bañezano lo subvenciona con 100 pesetas en octubre de 1929) y suscripciones al Boletín del Soma-tén, y terminó siendo un mero adorno para realce de los actos del régimen que lo había creado. Al inicio de septiembre de 1928 la Bandera del Somatén del Partido Bañezano contaba con 340 indivi-duos, incluidos los cabos y subcabos (2) que los mandaban desde La Bañeza y los que lo hacían desde los distritos (15 de cada clase) y los pueblos (4 y 6), uno de ellos, Domingo García de Luís, en el de Nogarejas.
Muchos fueron también en nuestra tierra quienes se adhirieron al proyecto de la Unión Pa-triótica Nacional del dictador, entre ellos políticos que lo habían sido antes, y lo serían después, de las más variadas tendencias, algunos transitando una llamativa evolución ideológica que los llevaría años más tarde a militar, y a morir por ello en tantos casos, en el socialismo o en el republicanismo de izquierdas: En junio de 1924, “salvada España del desastre y de la ruina por la valerosa interven-ción del general Primo de Rivera”, se dice en el boletín de adhesión a su Comité en el distrito de La Bañeza, la preside Gonzalo Fernández de Mata (diputado provincial y su eficaz promotor en estas tierras), es vicepresidente César Moro Blanco (médico; lo había sido años antes municipal de Soto de la Vega), secretario Servando Juárez Prieto (maestro), y vicesecretario Francisco Baeza. Entre los vocales y los ya entonces adheridos aparecen industriales como Santiago Casado, Benigno Isla Carracedo, Vicente González Prieto, José y César Seoanez Romero, Salvador González, o Francisco Ruiz García; integrantes de la élite intelectual y cultural bañezana como José Fernández y Fernán-dez Núñez y Salustiano Casado Santos; políticos locales como Juan Fernández de Mata, Ildefonso Abastas Prieto, o José de Paz Pérez; médicos como Manuel Marqués Pérez (llegará a ser después Jefe Local de Falange, más tarde Jefe Provincial, diputado provincial desde agosto de 1937 y presi-dente de la Diputación de octubre de 1941 al mismo mes de 1942); clérigos como José Rubio Mar-tínez y Juan Combarros Cabero, o maestros como Enrique Fernández Cabal, Elisardo Moro García y David Escudero Martínez. Creemos que quien aparece como Herminio Fernández sea de la Poza, militar (al igual que Ildefonso Abastas, aunque éste figura ya como retirado de la milicia en mayo de 1915) que años más tarde será diputado por el Partido Republicano Radical de Lerroux en las Cortes Constituyentes republicanas de 1931 y candidato de nuevo en las elecciones de febrero de 1936, tenido por masón y represaliado por ello.
Resalta la ausencia en el listado de esta fecha de personajes bañezanos que después debieron de integrar sin duda aquel Partido “de buenos ciudadanos”, de “personas serias y respetables” que desde él ”acaso defendían sus vidas y haciendas no ha poco seriamente amenazadas” (cuando la huelga general de agosto de 1917), como los abogados José Marcos de Segovia o Gaspar Julio Pé-rez Alonso, ambos diputados provinciales upetistas antes del transcurso de un año, director el pri-mero del semanario La Opinión, difusor oficioso en La Bañeza de las tesis, opiniones y logros de aquella dictadura, además de presidente de la Unión Patriótica local, y el segundo vocal en la Junta Provincial de la UPN Leonesa. También es de notar la falta entonces del industrial Ceferino Martín Martín, uno de los fundadores de aquella upetista publicación y colaborador en las dos etapas de la misma, derivado más tarde, como tantos, al Partido Radical y presidente de su Círculo en La Bañe-za a la altura de agosto de 1931.
En agosto de 1924 aparece en la ciudad bajo la dirección de José Marcos de Segovia el se-manario independiente La Opinión (mientras se mantuvo, hasta julio de 1928, más dependiente de la UPN de lo que se proclamaba), publicado “previa revisión por la censura militar”, y cuya redac-ción integraban un nutrido grupo de prohombres locales a los que cabe por ello adjudicarles alguna
afección o simpatía por la formación política que la publicación representaba y promovía: Alfredo González Santos (maestro), Aureliano García Martínez (abogado), Ceferino Martín Martín, Emilio de Prada, Eugenio de Mata Alonso, José Fernández y Fernández Núñez, Luis Vigal Tinajas (era nombrado médico de Villamontán en mayo de 1916), Mariano Andrés Luna (médico; con el tiempo falangista), Toribio Santos Santos (industrial que terminará siendo socialista), Ventura García Bece-rril (profesor mercantil), y alguno natural de otros lugares, como Luís García Holgado (socialista con el tiempo), que lo era de La Fregeneda (Salamanca) y residía en La Bañeza en su condición de Administrador de Correos, varios de los cuales vendrán a tener un marcado y a veces trágico (cuan-do no enfrentado) protagonismo de una u otra manera una vez que pasados unos años se desate en julio de 1936 la vorágine de sangre.
Numerosos maestros se sumaron como aquí en todas partes con entusiasmo en un princi-pio a las “ansias de regeneración patria” que aquel Partido Nacional decía encarnar, y en estas tie-rras bañezanas resultó especialmente curiosa y significativa la implicación que con el mismo tuvo David Escudero Martínez, maestro de Castrocalbón y alcalde de la villa además de cabo de su So-matén entonces, muy cercano al dictador, con el que llegó a compartir alguna jornada de pesca en el Lago de Sanabria en una de aquellas visitas que don Miguel hizo a nuestra provincia, pocos años después entusiasta republicano y socialista, fusilado por ello en León en marzo de 1937.
Con Primo de Rivera en León en 1929. David Escudero pudiera ser el primero por la derecha (delante del mili-tar maragato Toribio Martínez Cabrera)

79.-Los antiguos antruejos en tierras bañezanas.-

RETAZOS DE NUESTRO PASADO.-

Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañe-zanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens por José Cabañas González. (+ info en www.jiminiegos36.com)
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En las fiestas de los pueblos de la comarca bañezana se sucedían los bailes de dulzaina y tam-boril (eran afamados los de la ribera del Órbigo) en la plaza del lugar; y en los carnavales los disfra-ces asequibles y los socorridos esquilones y cencerros de animales (instrumentos idiófonos los nombran los etnólogos) los muchachos; las muchachas lucían los manteos o rodados de paño grue-so, los mandiles de abalorios y los pañuelos de ramos sacados de las arcas en las que reposaban desde que las abuelas habían dejado de usarlas, allá por 1880; indumentaria tradicional de lino, lana y estameña que requería de entre diez y quince prendas (teñidas cuando era el caso en el tinte de Villamandos, el más afamado del partido e industria antaño floreciente; en 1928 aún existe en La Bañeza una tintorería así llamada y a nombre de “hijos de Benito”) además de grandes piezas de joyería que daban cuenta de la riqueza de cada persona, y a veces de la localidad, pues los vecinos cedían todas sus joyas a la mujer que en la ocasión y ceremonialmente las lucía.
Así eran los antruejos en la segunda década del siglo XX y lo fueron aún por muchos años, como por mucho tiempo salió en los de Jiménez de Jamuz “el toro” (armazón o aparejo de madera traves-tido de humilde vestimenta de sacos o de mantas que portaban uno o dos jóvenes, dotado de un par de cuernos a su frente y trasunto de personajes zoomorfos de otros carnavales, como “la morena” de los cercanos de Galicia, o “la gomia” y “la mula” de los más próximos de Carrizo de la Ribera y de la comarca leonesa de Rueda) a embestir a los mozos y a las mozas y a tratar de levantarles a éstas las faldas con la cornamenta, recorriendo las calles del pueblo para susto de grandes y pequeños mientras otros disfrazados llevaban un fardel del que extraían la ceniza con la que tiznaban a los descuidados, que en ello y en realizar tauromáquicas pantomimas y mascaradas hilarantes consistía allí “correr el carnaval”, como lo era en Alija (de los Melones entonces) que “los jurrus” asustasen a todos con grandes tenazas de madera que blanden al son de cencerros durante los cuatro días de carnestolendas y jurraran y dieran las mazaculas a las mozas que se atrevían a salir de casa, mien-tras peleaban con los esbirros de doña Cuaresma, “los birrias”, hasta que finalmente el bien se im-ponía sobre el mal y el Gran Jurru recibía en la hoguera purificadora su castigo.
El ambiente del híbrido urbano de la villa-ciudad cabecera de comarca agrícola que es La Bañeza lo describe en breve alusión el jurisconsulto bañezano Manuel Fernández Núñez en su obra de 1931 Folklore bañezano: El domingo y el martes de carnaval los aldeanos del contorno se reunían allí para bailar en la Plaza, y entre ellos las máscaras de Castrocalbón conocidas como los juanillos, que antes habrán participado en las rondas moceriles de cantos petitorios de viandas y aguinaldos al compás del tamboril, acompañados por los arrumacos que agitan panderetas con sonajas y suenan castañuelas, al tiempo que introducen por las ventanas una larga vara con cintas de colores en la que los vecinos cuelgan los presentes con los que premian al pedigüeño cortejo, que a su término dará cuenta de ellos en una opípara merienda rodeada de francachela, baile, cantos y jarana. Otros acom-pañantes podían ser los farramacos de Castrocontrigo, cubiertos los rostros con máscaras y el cuer-po con enaguas blancas para meter miedo cual fantasmas y alborotar a los vecinos.
Es Ernesto Méndez Luengo quien refiere como en los carnavales bañezanos pobres y ricos, niños, jóvenes y mayores rivalizaban en ingenio y buen humor disfrazándose con los más bellos, típicos, singulares o extravagantes trajes que deleitaban a propios y forasteros. Se bebía, y mucho, en las tabernas, mientras en los casinos y cafés los incautos labradores de los pueblos del partido dejaban
sus ahorrillos de todo el año en las mesas de juego a manos de los tahúres locales. No faltaba tam-poco el clásico partido de fútbol entre un equipo de gentes de la clase obrera y artesana y otro de los mejor acomodados, y en los merenderos de las afueras, junto a los planteles de chopos, se usaba y se abusaba del porrón jugando a los bolos o a la rana, rematando el martes las fiestas con bailes en los casinos, sociedades y Círculo Mercantil, y la elección de la guapa del año en el teatro abarrotado de bullicioso público.
En el último tercio del siglo XIX un grupo de gentes de buen humor capitaneadas por el popular alguacil municipal conocido como el tío Usia divertían en las fiestas de carnaval al pueblo bañezano bailando y cantando la canción “Rengue…, rengue”, que más tarde recogería el músico local Odón Alonso González para presentarla con otras en el gran concierto que el Orfeón Leonés por él dirigi-do daría el 8 de abril de 1934 en el Teatro Pérez Alonso. Algunos años más tarde los carnavales o antruejos resultaron deslucidos. Así ocurrió en los de 1915, según la crónica que de su despedida se hace en El Jaleo, destacando de ellos las coplas referidas al pozo artesiano que desde junio del año anterior se pretendía disponer en Villamontán y a sus peripecias, y reseñando la poca valía de las comparsas (entre ellas “la bonita de modestos y simpáticos jóvenes de ambos sexos postulando a favor de los heridos y familias de los muertos en la campaña de África, a la que tan buena acogida se dispensó, que cantaban una patriótica jota dedicada a los pobres soldados”), lo desmerecido del entierro de la sardina, la menor animación que los años anteriores (se nos ocurre el posible factor de desánimo de la guerra europea, recién iniciada), y los concurridísimos y brillantes bailes de socie-dad en el Casino y el Liceo. A aquellos bailes y a los de disfraces y máscaras y al de Piñata del Car-naval, se concurría también en el Teatro Seoanez (después de su inauguración en 1923), del que para la ocasión se retiraban algunas butacas (contaba con 650 y 6 plateas) convirtiendo su sala en elegante y espaciosa pista.
Antruejos de Alija de los Melones. 1918
Años después, prohibidos los carnavales como tantas otras cosas durante tanto tiempo, eran muy reducidos los disfraces que se paseaban por los soportales de la Plaza, más para esconderse de la autoridad que para guarecerse de las inclemencias de febrero, guardando como castillo numantino resistente a toda interdicción gubernativa, a pesar de todo y de la severidad del franquismo, el sa-grado fuego de la libertad de la fiesta durante los casi 40 de dictadura, en los que raro fue el año en el que en las calles de La Bañeza no se viera alguna representación de la bufonada pecadora e insul-
tante, sacudida por la fusta del poder, camino del encierro en la trena benemérita o en “la perrera” (la Prevención municipal) o de la multa por romper la competente proscripción, cuando no había que salir pitando para llegar a la estación al paso del tren correo de Madrid y bajarse en el siguiente apeadero para regresar andando a la ciudad, o bajar corriendo desde aquella estación hasta la Plaza sorteando la persecución y el peligro de acabar detenido en el cuartel, y ello hasta los últimos ester-tores de la represión, en que los tradicionales antruejos se revistieron nominalmente de “Fiestas de Invierno” para burlar o disfrazar así la mala conciencia represora de los entonces mandamases del Movimiento local y provincial, a los que ya en la posguerra se había enfrentado una emblemática mujer, madre soltera llamada Encarnación Rodríguez Martínez (Encarna) y apodada “la Charra” y “Flor del Té”, instigadora y gran sacerdotisa del Entierro de la Sardina, pretendiendo que el Carna-val Bañezano se mantuviera en aquellos tiempos de prohibiciones y censuras del nacionalcatolicis-mo (empeño que le costaría dormir algún antruejo en la cárcel, a la que era conducida desde la ve-cina tienda que regentaba) después de haber sorteado los anteriores de otra dictadura, la de Primo de Rivera, en la que, en 1930 y ya moribunda, “el gobierno lo prohibía y la prensa de orden, que cla-maba desde antiguo por su desaparición o por su apartamiento del centro de las villas y ciudades, instaba a las autoridades locales a que, secundando la medida, impidieran en lugares públicos las molestas mascaradas”.
Algunos otros datos espigados y correspondientes a los Antruejos de otros años:
El número del semanario bañezano El Eco posterior a los carnavales de 1908 informa del decai-miento y la tranquila calma que aquéllos mostraron, no obstante la presencia de la brillante Tuna Bañezana, el animado paseo en el Parador, y los concurridos bailes del Casino La Unión, el Liceo Bañezano, y los salones Laciana y el Relámpago.
La vida cotidiana siguió en los años 20 su curso a pesar de la falta de libertad y la censura, que no impidieron la invasión de cupletistas y compañías cómicas en los tablados de cafés y teatros. Las campañas de la prensa católica contra las varietés, los cafés cantantes y las casas de juego no consi-guieron frenar la alegría de vivir propiciada por la prosperidad económica que acompañó al fin de la guerra europea, bonanza que trajo consigo los espectáculos, el cine, los deportes y la diversión, combatidos por el conservadurismo católico desde las Ligas contra la inmoralidad y la pornografía, los actos de desagravio por los carnavales, y los bandos gubernativos y las pastorales sobre la in-modestia en las costumbres que fijaban la separación de sexos y lo permitido en bailes, atuendos y excursiones.
Al final de febrero de 1931 en los salones de la distinguida sociedad Casino La Unión se celebró el Domingo de Piñata una cena americana servida por el Hotel Magín (después renombrado Hotel Madrid) y amenizada por la gran Orquestina Jazz Odón, y con tal motivo rememoran en La Opinión los antiguos y suntuosos “bailes de piña” de las madres y las abuelas tocadas con aquellos trajes de estrechísima cintura, con la sorpresa del regalo para la dama agraciada con la cinta de seda y las cintas trampa de varios metros de hiladillo de las que tiraba y tiraba la pareja desafortunada entre la hilaridad de los concurrentes, y la repetición al día siguiente de aquel otro al que invitaban los “Re-yes de la Piña”, la pareja agraciada, que obsequiaba a los asistentes con un té o dulces y vinos gene-rosos. Por cierto que aquel año, a propósito de “las escasas y ya manidas comparsas y de la poca animación de los bailes en las sociedades y en el Teatro y el Nuevo Salón”, se añadía que “poco a poco esta fiesta pagana va llegando a su término”.
En 1932, el alcalde Toribio González Prieto expone al vecindario mediante bando, muy similar por cierto al del alcalde de León, unas estrictas normas y prevenciones para la celebración de los carnavales de aquel año “dentro del buen orden y la moralidad” (en ellos se eligió, entre las cinco concurrentes al concurso de belleza, Señorita Bañeza 1932 a la quinceañera Aurita del Pozo López).
Finalizando el mes de febrero de 1933 y cercanos ya los carnavales (para los que se contratarán, como los años anteriores, unos tamborileros y el grupo Los Alegres para que actúen en la Plaza Mayor) se celebran en la bañezana Iglesia de Santa María (de igual modo también que los pasados años) funciones de reparación y desagravio a Jesús Sacramentado con ocasión de aquellas festivi-dades mundanas, en las que en los tres días de carnestolendas (se dirá en el número de La Opi-nión del 26 de febrero) se celebrarán en el Teatro Seoanez por la tarde y por la noche grandes bailes de mascaras como en años anteriores.
El 5 de febrero de 1934 comenzaba en la valdornesa villa de Destriana un solemne novenario en honor del Sagrado Corazón de Jesús “como desagravio por las ofensas que recibe en estos días de carnaval”, informaba el corresponsal del católico semanario bañezano El Adelanto. Los antrue-jos transcurrieron allí con mucho jolgorio y algazara entre los jóvenes en el típico y muy animado baile, y con muy pocas máscaras, con lo que "se da por desaparecido el carnaval callejero, que bien ido sea", se dice después de transcurridos. En el pleno municipal bañezano del 28 de febrero se acordaba abonar 105 pesetas a los músicos Los Alegres por su actuación en los pasados carnavales.
Se resuelve en la sesión municipal del 13 de marzo de 1935 abonar cuentas a las agrupaciones musicales Los Alegres y Los Gandules por sus actuaciones en las tres tardes del pasado carnaval. Los carnavales transcurrieron en Destriana con mucha alegría un año más, "pero Momo no habrá quedado muy satisfecho, dado el poco culto que aquí se le rinde; los enmascarados han abundado poco, con lo cual se da por terminado el carnaval callejero de antaño" (dice también de nuevo, un año más, El Adelanto), y lo que afirma no parece ser óbice para que también un año más “se des-agravie al Sagrado Corazón por las ofensas que contra él cometen estos días los malos cristianos con la celebración de un solemne triduo”.
Los antruejos bañezanos de 1936 eran animados por los conciertos de la tuna astorgana Los Ma-cacos (dirigida por nuestro paisano el ilustre “Chela” y acompañada en calidad de damas de honor por un grupo de simpáticas señoritas del Círculo Mercantil, según El Adelanto), además de por dul-zaineros y por la comparsa musical Los Gandules (que repetía su asistencia), y a unos y a otros por su contribución festiva aquellos días destinaría la corporación sendas gratificaciones en metálico. Con escasa animación se celebraban las carnestolendas en Santa María del Páramo, que van deca-yendo de modo notable cada año, siendo bastante concurridos los bailes en los salones. Se dieron varios conciertos en el Café Llanes por inteligentes artistas que fueron muy aplaudidos, y visitó también la villa una muy bien organizada comparsa de Benavente (al decir de El Diario de León). En Astorga, el Casino y la Sociedad Lírica Astorgana anunciaban el día 25 los tradicionales bailes de estas fechas carnavaleras.