miércoles, 14 de octubre de 2015

79.-Los antiguos antruejos en tierras bañezanas.-

RETAZOS DE NUESTRO PASADO.-

Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañe-zanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens por José Cabañas González. (+ info en www.jiminiegos36.com)
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En las fiestas de los pueblos de la comarca bañezana se sucedían los bailes de dulzaina y tam-boril (eran afamados los de la ribera del Órbigo) en la plaza del lugar; y en los carnavales los disfra-ces asequibles y los socorridos esquilones y cencerros de animales (instrumentos idiófonos los nombran los etnólogos) los muchachos; las muchachas lucían los manteos o rodados de paño grue-so, los mandiles de abalorios y los pañuelos de ramos sacados de las arcas en las que reposaban desde que las abuelas habían dejado de usarlas, allá por 1880; indumentaria tradicional de lino, lana y estameña que requería de entre diez y quince prendas (teñidas cuando era el caso en el tinte de Villamandos, el más afamado del partido e industria antaño floreciente; en 1928 aún existe en La Bañeza una tintorería así llamada y a nombre de “hijos de Benito”) además de grandes piezas de joyería que daban cuenta de la riqueza de cada persona, y a veces de la localidad, pues los vecinos cedían todas sus joyas a la mujer que en la ocasión y ceremonialmente las lucía.
Así eran los antruejos en la segunda década del siglo XX y lo fueron aún por muchos años, como por mucho tiempo salió en los de Jiménez de Jamuz “el toro” (armazón o aparejo de madera traves-tido de humilde vestimenta de sacos o de mantas que portaban uno o dos jóvenes, dotado de un par de cuernos a su frente y trasunto de personajes zoomorfos de otros carnavales, como “la morena” de los cercanos de Galicia, o “la gomia” y “la mula” de los más próximos de Carrizo de la Ribera y de la comarca leonesa de Rueda) a embestir a los mozos y a las mozas y a tratar de levantarles a éstas las faldas con la cornamenta, recorriendo las calles del pueblo para susto de grandes y pequeños mientras otros disfrazados llevaban un fardel del que extraían la ceniza con la que tiznaban a los descuidados, que en ello y en realizar tauromáquicas pantomimas y mascaradas hilarantes consistía allí “correr el carnaval”, como lo era en Alija (de los Melones entonces) que “los jurrus” asustasen a todos con grandes tenazas de madera que blanden al son de cencerros durante los cuatro días de carnestolendas y jurraran y dieran las mazaculas a las mozas que se atrevían a salir de casa, mien-tras peleaban con los esbirros de doña Cuaresma, “los birrias”, hasta que finalmente el bien se im-ponía sobre el mal y el Gran Jurru recibía en la hoguera purificadora su castigo.
El ambiente del híbrido urbano de la villa-ciudad cabecera de comarca agrícola que es La Bañeza lo describe en breve alusión el jurisconsulto bañezano Manuel Fernández Núñez en su obra de 1931 Folklore bañezano: El domingo y el martes de carnaval los aldeanos del contorno se reunían allí para bailar en la Plaza, y entre ellos las máscaras de Castrocalbón conocidas como los juanillos, que antes habrán participado en las rondas moceriles de cantos petitorios de viandas y aguinaldos al compás del tamboril, acompañados por los arrumacos que agitan panderetas con sonajas y suenan castañuelas, al tiempo que introducen por las ventanas una larga vara con cintas de colores en la que los vecinos cuelgan los presentes con los que premian al pedigüeño cortejo, que a su término dará cuenta de ellos en una opípara merienda rodeada de francachela, baile, cantos y jarana. Otros acom-pañantes podían ser los farramacos de Castrocontrigo, cubiertos los rostros con máscaras y el cuer-po con enaguas blancas para meter miedo cual fantasmas y alborotar a los vecinos.
Es Ernesto Méndez Luengo quien refiere como en los carnavales bañezanos pobres y ricos, niños, jóvenes y mayores rivalizaban en ingenio y buen humor disfrazándose con los más bellos, típicos, singulares o extravagantes trajes que deleitaban a propios y forasteros. Se bebía, y mucho, en las tabernas, mientras en los casinos y cafés los incautos labradores de los pueblos del partido dejaban
sus ahorrillos de todo el año en las mesas de juego a manos de los tahúres locales. No faltaba tam-poco el clásico partido de fútbol entre un equipo de gentes de la clase obrera y artesana y otro de los mejor acomodados, y en los merenderos de las afueras, junto a los planteles de chopos, se usaba y se abusaba del porrón jugando a los bolos o a la rana, rematando el martes las fiestas con bailes en los casinos, sociedades y Círculo Mercantil, y la elección de la guapa del año en el teatro abarrotado de bullicioso público.
En el último tercio del siglo XIX un grupo de gentes de buen humor capitaneadas por el popular alguacil municipal conocido como el tío Usia divertían en las fiestas de carnaval al pueblo bañezano bailando y cantando la canción “Rengue…, rengue”, que más tarde recogería el músico local Odón Alonso González para presentarla con otras en el gran concierto que el Orfeón Leonés por él dirigi-do daría el 8 de abril de 1934 en el Teatro Pérez Alonso. Algunos años más tarde los carnavales o antruejos resultaron deslucidos. Así ocurrió en los de 1915, según la crónica que de su despedida se hace en El Jaleo, destacando de ellos las coplas referidas al pozo artesiano que desde junio del año anterior se pretendía disponer en Villamontán y a sus peripecias, y reseñando la poca valía de las comparsas (entre ellas “la bonita de modestos y simpáticos jóvenes de ambos sexos postulando a favor de los heridos y familias de los muertos en la campaña de África, a la que tan buena acogida se dispensó, que cantaban una patriótica jota dedicada a los pobres soldados”), lo desmerecido del entierro de la sardina, la menor animación que los años anteriores (se nos ocurre el posible factor de desánimo de la guerra europea, recién iniciada), y los concurridísimos y brillantes bailes de socie-dad en el Casino y el Liceo. A aquellos bailes y a los de disfraces y máscaras y al de Piñata del Car-naval, se concurría también en el Teatro Seoanez (después de su inauguración en 1923), del que para la ocasión se retiraban algunas butacas (contaba con 650 y 6 plateas) convirtiendo su sala en elegante y espaciosa pista.
Antruejos de Alija de los Melones. 1918
Años después, prohibidos los carnavales como tantas otras cosas durante tanto tiempo, eran muy reducidos los disfraces que se paseaban por los soportales de la Plaza, más para esconderse de la autoridad que para guarecerse de las inclemencias de febrero, guardando como castillo numantino resistente a toda interdicción gubernativa, a pesar de todo y de la severidad del franquismo, el sa-grado fuego de la libertad de la fiesta durante los casi 40 de dictadura, en los que raro fue el año en el que en las calles de La Bañeza no se viera alguna representación de la bufonada pecadora e insul-
tante, sacudida por la fusta del poder, camino del encierro en la trena benemérita o en “la perrera” (la Prevención municipal) o de la multa por romper la competente proscripción, cuando no había que salir pitando para llegar a la estación al paso del tren correo de Madrid y bajarse en el siguiente apeadero para regresar andando a la ciudad, o bajar corriendo desde aquella estación hasta la Plaza sorteando la persecución y el peligro de acabar detenido en el cuartel, y ello hasta los últimos ester-tores de la represión, en que los tradicionales antruejos se revistieron nominalmente de “Fiestas de Invierno” para burlar o disfrazar así la mala conciencia represora de los entonces mandamases del Movimiento local y provincial, a los que ya en la posguerra se había enfrentado una emblemática mujer, madre soltera llamada Encarnación Rodríguez Martínez (Encarna) y apodada “la Charra” y “Flor del Té”, instigadora y gran sacerdotisa del Entierro de la Sardina, pretendiendo que el Carna-val Bañezano se mantuviera en aquellos tiempos de prohibiciones y censuras del nacionalcatolicis-mo (empeño que le costaría dormir algún antruejo en la cárcel, a la que era conducida desde la ve-cina tienda que regentaba) después de haber sorteado los anteriores de otra dictadura, la de Primo de Rivera, en la que, en 1930 y ya moribunda, “el gobierno lo prohibía y la prensa de orden, que cla-maba desde antiguo por su desaparición o por su apartamiento del centro de las villas y ciudades, instaba a las autoridades locales a que, secundando la medida, impidieran en lugares públicos las molestas mascaradas”.
Algunos otros datos espigados y correspondientes a los Antruejos de otros años:
El número del semanario bañezano El Eco posterior a los carnavales de 1908 informa del decai-miento y la tranquila calma que aquéllos mostraron, no obstante la presencia de la brillante Tuna Bañezana, el animado paseo en el Parador, y los concurridos bailes del Casino La Unión, el Liceo Bañezano, y los salones Laciana y el Relámpago.
La vida cotidiana siguió en los años 20 su curso a pesar de la falta de libertad y la censura, que no impidieron la invasión de cupletistas y compañías cómicas en los tablados de cafés y teatros. Las campañas de la prensa católica contra las varietés, los cafés cantantes y las casas de juego no consi-guieron frenar la alegría de vivir propiciada por la prosperidad económica que acompañó al fin de la guerra europea, bonanza que trajo consigo los espectáculos, el cine, los deportes y la diversión, combatidos por el conservadurismo católico desde las Ligas contra la inmoralidad y la pornografía, los actos de desagravio por los carnavales, y los bandos gubernativos y las pastorales sobre la in-modestia en las costumbres que fijaban la separación de sexos y lo permitido en bailes, atuendos y excursiones.
Al final de febrero de 1931 en los salones de la distinguida sociedad Casino La Unión se celebró el Domingo de Piñata una cena americana servida por el Hotel Magín (después renombrado Hotel Madrid) y amenizada por la gran Orquestina Jazz Odón, y con tal motivo rememoran en La Opinión los antiguos y suntuosos “bailes de piña” de las madres y las abuelas tocadas con aquellos trajes de estrechísima cintura, con la sorpresa del regalo para la dama agraciada con la cinta de seda y las cintas trampa de varios metros de hiladillo de las que tiraba y tiraba la pareja desafortunada entre la hilaridad de los concurrentes, y la repetición al día siguiente de aquel otro al que invitaban los “Re-yes de la Piña”, la pareja agraciada, que obsequiaba a los asistentes con un té o dulces y vinos gene-rosos. Por cierto que aquel año, a propósito de “las escasas y ya manidas comparsas y de la poca animación de los bailes en las sociedades y en el Teatro y el Nuevo Salón”, se añadía que “poco a poco esta fiesta pagana va llegando a su término”.
En 1932, el alcalde Toribio González Prieto expone al vecindario mediante bando, muy similar por cierto al del alcalde de León, unas estrictas normas y prevenciones para la celebración de los carnavales de aquel año “dentro del buen orden y la moralidad” (en ellos se eligió, entre las cinco concurrentes al concurso de belleza, Señorita Bañeza 1932 a la quinceañera Aurita del Pozo López).
Finalizando el mes de febrero de 1933 y cercanos ya los carnavales (para los que se contratarán, como los años anteriores, unos tamborileros y el grupo Los Alegres para que actúen en la Plaza Mayor) se celebran en la bañezana Iglesia de Santa María (de igual modo también que los pasados años) funciones de reparación y desagravio a Jesús Sacramentado con ocasión de aquellas festivi-dades mundanas, en las que en los tres días de carnestolendas (se dirá en el número de La Opi-nión del 26 de febrero) se celebrarán en el Teatro Seoanez por la tarde y por la noche grandes bailes de mascaras como en años anteriores.
El 5 de febrero de 1934 comenzaba en la valdornesa villa de Destriana un solemne novenario en honor del Sagrado Corazón de Jesús “como desagravio por las ofensas que recibe en estos días de carnaval”, informaba el corresponsal del católico semanario bañezano El Adelanto. Los antrue-jos transcurrieron allí con mucho jolgorio y algazara entre los jóvenes en el típico y muy animado baile, y con muy pocas máscaras, con lo que "se da por desaparecido el carnaval callejero, que bien ido sea", se dice después de transcurridos. En el pleno municipal bañezano del 28 de febrero se acordaba abonar 105 pesetas a los músicos Los Alegres por su actuación en los pasados carnavales.
Se resuelve en la sesión municipal del 13 de marzo de 1935 abonar cuentas a las agrupaciones musicales Los Alegres y Los Gandules por sus actuaciones en las tres tardes del pasado carnaval. Los carnavales transcurrieron en Destriana con mucha alegría un año más, "pero Momo no habrá quedado muy satisfecho, dado el poco culto que aquí se le rinde; los enmascarados han abundado poco, con lo cual se da por terminado el carnaval callejero de antaño" (dice también de nuevo, un año más, El Adelanto), y lo que afirma no parece ser óbice para que también un año más “se des-agravie al Sagrado Corazón por las ofensas que contra él cometen estos días los malos cristianos con la celebración de un solemne triduo”.
Los antruejos bañezanos de 1936 eran animados por los conciertos de la tuna astorgana Los Ma-cacos (dirigida por nuestro paisano el ilustre “Chela” y acompañada en calidad de damas de honor por un grupo de simpáticas señoritas del Círculo Mercantil, según El Adelanto), además de por dul-zaineros y por la comparsa musical Los Gandules (que repetía su asistencia), y a unos y a otros por su contribución festiva aquellos días destinaría la corporación sendas gratificaciones en metálico. Con escasa animación se celebraban las carnestolendas en Santa María del Páramo, que van deca-yendo de modo notable cada año, siendo bastante concurridos los bailes en los salones. Se dieron varios conciertos en el Café Llanes por inteligentes artistas que fueron muy aplaudidos, y visitó también la villa una muy bien organizada comparsa de Benavente (al decir de El Diario de León). En Astorga, el Casino y la Sociedad Lírica Astorgana anunciaban el día 25 los tradicionales bailes de estas fechas carnavaleras.

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