jueves, 26 de noviembre de 2015

Cuando los del futbol buscaban a “Pacun”



José Cruz Cabo
Corría el año 1956 y jugaba en La Llanera La Hullera Vasco Leonesa contra nuestro equipo, La Bañeza Fútbol Club, en la categoría entonces provincial y resulta que nuestro equipo, que gracias a Dios todavía dura y sigue ilusionando a los bañezanos, llevaba unos partidos en los que no conseguía buenos resultados y entonces, un joven cronista deportivo, que firmaba Pacun, sus crónicas en El Adelanto, ya que no quería que se supiera su nombre, les criticaba y eso molestaba a la entonces directiva y a los aficionados, que en casi doscientas personas entraron ese día en nuestro campo de futbol, ya que los partidos contra la Hullera, eran casi como los que se jugaban contra el Astorga, de eternos rivales, junto con Bembibre, en aquellos años, que nos daban bastante guerra y era dificil ganarles. 
Finalizó el primer tiempo y el equipo de casa ganaba por dos cero y había hecho un gran partido, por lo que durante el descanso apareció una pancarta que ponía ¿Que salga Pacun?, y el buenazo, gran persona y enorme aficionado a nuestro primer equipo, Julio González Dúvid, recorrió el campo, con su enorme vozarrón, pidiendo que saliera Pacun, “que haber lo que tenía qué decir ahora”. Como nadie sabía que era yo, seguí disfrutando del partido ya que no pedía alineaciones ni ningún dato durante el mismo. Mi crónica la confeccionaba el martes por la prensa provincial.
Pero como en todos los partidos, comenzó el segundo tiempo y la Hullera se hizo dueña del campo y practicamente barrió a nuestros jugadores del campo y cuando el partido finalizó, el marcador señalaba un empate a dos y la gente salió diciendo que Pacun tenía razón, que tenían el partido ganado y lo dejaron perder. Hay que tener en cuenta que los jugadores de entonces practicamente no entrenaban entre semana, que cuando lo hacian tenian que salir corriendo de su trabajo para llegar a la Llanera y entrenarse a la luz de la luna, ya que el hoy estadio, no tenía más luz que las de las casetas.
Nunca nadie ha comentado este partido, ni siquiera en la prensa local, ya que El Adelanto se hacía en Gráficas Rafael, en la Plaza Mayor, y nadie nunca, de los poquísimos que lo sabian se fueron de la lengua. Mi historia como cronista deportivo de El Adelanto comenzó en el año 1951 en mayo, y la primera crónica que escribí, pedí en la imprenta un seudónimo para firmar las crónicas, y me dijo José Santos Carrascal, compañero de profesión y del deporte “ya que eres músico y tocas el trombón en la banda, por qué no firmas Pacun” y así lo hice, hasta que definitvamente pasados unos pocos años comencé a firmar todo lo que escribía con mi nombre y apellidos. También ya entonces como ahora era socio y sigo siendo de La Bañeza Futbol Club, porque si yo pedía que ayudaran los bañezanos a nuestro primer equipo, aunque podía entrar grais al campo yo debía ser socio y pagar los dias del club. Así lo hice mientras fui cronista deportivo que duró desde el año 1951 hasta el dos mil siete, que dejé las agencias deportivas que tenía como Mencheta y una de Barcelona, porque ya no podía ir al futbol, lloviera, nevara, hubiera frio o hiciera sol, pero mi carnet de esta temporada tiene el número cinco de socio.

lunes, 16 de noviembre de 2015

82.-La construcción de la Casa Consistorial de La Bañeza.-

En septiembre de 1899 se declaró definitivamente ruinosa la vieja Casa Consistorial y se trasladaron sus oficinas a las escuelas públicas de la plaza de la Cruz Dorada creadas hacía un lustro, para iniciar al año siguiente la construcción de la actual, que se remataría en 1907, aunque se inauguraba dos años más tarde. Sobre el solar y los edificios ocupados por el Regimiento (Ayuntamiento) bañezano se habían ido acumulando desde los siglos XVI y XVII bastantes obras y reformas, hasta aquellas que diseñaron y ejecutaron el que aún se mantiene, entre clásico y moderno, en el vértice de las antiguas calles del Vino y de la Fuente, nombrada desde 1906 de Manuel Diz en honor del autor del proyecto del Puente de Requejo, inaugurado en mayo de aquel año, como se nombró en 1907 de Pérez Crespo la que hasta entonces había sido calle del Reloj, en la que se de-molieron antes el arco que lo sustentaba y en junio de 1904 por el relojero local Francisco Freire (se había tomado el acuerdo en 1900) la torre, que invadía la calzada y a la que se había adosado en la parte que daba a la otra calle un banco o potro para herrar el ganado.
Ya en 1895 el entonces alcalde Darío de Mata Rodríguez se había dirigido a los arquitectos Francisco Blanch y Pons (que lo era de la Diputación provincial), Juan Crisóstomo Torbado Flórez (arquitecto diocesano), y Juan Bautista Lázaro de Diego pidiéndoles presupuesto de elaboración de planos para la construcción de una nueva Casa Consistorial en La Bañeza, haciéndoles saber que “el municipio anda bastante escaso de recursos y por ello desea la mayor economía”. Los tres se mostrarán dispuestos a ocuparse del proyecto, ofreciendo el primero hacerlo a título particular, cobrando la mitad de los honorarios que son habituales (que se doblan cuando se trata de trazados de edificios públicos), o bien como arquitecto provincial, en cuyo caso se le abonarían tan solo las dietas devengadas pero habría de esperar la corporación bañezana su turno y a que antes realizara los encargos de otros ayuntamientos que previamente los solicitaron y que están ya comprometidos, mientras responde el último (en carta con membrete de Construcciones Civiles y como arquitecto jefe de la zona del noroeste) estar dispuesto a realizarlo sin cobrar honorarios siempre que el Ayuntamiento lo indemnice de los gastos materiales que le conlleve hacerlo (“que podrán ascender a 150 ó 200 pesetas, si se necesitasen, como cree, dos ejemplares completos”). En cuatro o seis meses podría servirles el proyecto si le envían plano o croquis acotado del solar, pero esto no evitará que haya de desplazarse para verlo, “pues deseo evitar lo que pasó cuando el cementerio, que mandándome el croquis y hecho el plano con arreglo a sus datos, supe después por el contratista que las rasantes eran inexactas y dio lugar a dificultades que por conveniencia de todos es recomendable evitar”, les manifiesta.
En febrero de 1901 cuenta el Ayuntamiento bañezano con un proyecto que firma el arquitecto Arsenio Alonso Ibáñez (a quien acompaña como ayudante Rogelio Cañas, maestro de obras e ingeniero; el segundo hizo los planos de la iglesia de San Esteban de Nogales –inaugurada en 1896- que el primero firmaría) y que contempla la construcción del Consistorio en tres fases y a cargo de los contratistas Domingo Vázquez y Ángel Fernández Franco. Aquel mismo año se iniciaba la segunda de ellas (sacada a subasta el 27 de febrero), habiendo actuado como contratista también antes Marcial García Guerrero, que continuaba en 1902, cuando en diciembre observa el arquitecto deficiencias en la edificación en marcha de la torre, que presenta aspecto ruinoso, cursándose entonces órdenes del Ayuntamiento al contratista para que la demuela (lo que se comenzará a realizar el 27
de aquel mes, durando su derribo hasta el 8 de febrero del siguiente año) y recibiendo oficios sobre el reconocimiento técnico de la misma tanto del Consistorio de León como del Gobierno Civil, al que por telegrama y con urgencia se había solicitado su inmediato examen por el arquitecto municipal de la capital de la provincia. En 1903 el arquitecto Arsenio Alonso elabora un expediente descriptivo de la obra realizada y determina no volver a repetir el elevado minarete proyectado, después de que un grupo de diez jornaleros se hayan encargado de la demolición completa de la torre derruida (por la que se les abona la cantidad total de 483,85 pesetas a Juan García, José y Benito Botas, Joaquín Santos, Manuel Raigada Ferrero, Domingo y Manuel Domínguez, Pablo González, Eugenio Lobato, y Urbano Alonso Fernández), produciéndose en agosto una denuncia del contratista Ángel Fernández Franco, que pleiteará con el Ayuntamiento bañezano por no cobrar la cantidad estipulada al no haber terminado la obra en el plazo previamente fijado, un asunto de impago que aún los enfrenta en 1904 y 1905, cuando se produce la solicitud de dimisión del contratista, y que se sustanciará entre dictámenes de los abogados Eumenio Alonso González y Elías Tagarro, contenciosos entablados por el acreedor y los deudores, y resoluciones del gobernador civil que ordenan el pago de la certificación de la obra cursada.
Se había encargado a un hijo del arquitecto, Emiliano Alonso, como perito práctico en la inspección del derribo de lo edificado y el reconocimiento de los materiales, de la que presentaba en nombre de su padre su informe el 4 de febrero de 1903 señalando algunas deficiencias constructivas que han hecho que los muros se resientan en exceso del peso de la torre, hurtando en algunas zonas “ladrillos por cascajo”, y usando un mortero de cal común bastante malo, con una mezcla de por lo menos cuatro partes de arena por una de cal (cuando la proporción debía de ser de dos a uno), siendo, dice, “esta la mierda que han empleado para el asiento de la fábrica de ladrillo”.

Torre de Santa María y Casa Consistorial en construcción

A primeros de abril de 1905 un numeroso grupo de vecinos dirige una instancia al Consistorio bañezano indicando que
desde que desapareció la Torre llamada del Reloj y este, la necesidad de colocarlo nuevamente ya sea en el edificio construido para Casa Consistorial, con el armazón de hierro cuyo proyecto se dice existe, ya sea en otra parte, es una necesidad imperiosa y urgente que se deja sentir en todo el pueblo, no solo porque sin él carece de hora oficial, necesaria para todo trabajador y patrono y porque seguramente se destruirá por la acción del tiempo la maquinaria, o por lo menos quedará inservible de seguir así, sino por otras mil razones que al Ayuntamiento no se le pueden ocultar; y como entre las obras anunciadas a subasta, cuya necesidad y bondad no desconocemos, no lo ha sido esta que de necesidad es, suplicamos al Ayuntamiento ya sea por subasta o administración acuerde la colocación del Reloj llamado de la Villa en el edificio construido para Consistorio o en el punto que más conveniente crea, por ser una necesidad hacerlo así y de justicia.
Seguramente esa “otra parte” en la que se colocaría entonces aquel reloj fuera uno de los huecos de las campanas de la torre de la Iglesia de Santa María, provista aún del romo tejadillo que había sustituido a la esbelta cúpula perdida años atrás en el incendio, antes de que se iniciara el inconcluso añadido vertical que le daría el aspecto que hoy presenta (también en la torre eclesial aumentada en altura se mantuvo un tiempo aquel reloj), según muestran algunas fotografías de la época. Parece que el proyecto al que los vecinos aludían no se llegaría a realizar, y de haberse materializado hubiera tal vez coronado durante algunos años (posiblemente entre aquellas fechas de 1905 y las del inicio de la construcción de su última fase en 1909) un torreón metálico el inacabado edificio del ayuntamiento bañezano, a semejanza quizá del que ostentaba en el centro de su fachada el de Valencia de Don Juan, pero lo que si nos descubren otras placas fotográficas es la existencia en la bañezana Plaza Mayor, al lado del templete y en un tiempo posterior al del remate de la Casa Consistorial, de una elevada torreta metálica que sostiene una especie de amplia plataforma cubierta por tejado que termina en estilizada aguja, de parecida hechura a la que en los años 20, y posiblemente soportando antenas radiotelegráficas, se alzaba en la leonesa Plaza de Santo Domingo, y ya antes, en torno a 1900, en la astorgana del Obispo Alcolea.
El arquitecto provincial Blanch y Pons realiza en diciembre del mismo año 1905 una valoración del estado de las obras encargada por el alcalde Darío de Mata Rodríguez, a quien se ha de dirigir en mayo de 1907, cuando ya es regidor municipal el sobrino del anterior, Leopoldo de Mata Casado, para que hable con este a fin de ver si se arregla pacíficamente el asunto del pago de sus honorarios, al que durante año y medio el actual alcalde y el secretario han estado respondiendo con evasivas, confiado en que no le vuelva ahora a suceder como con los emolumentos correspondientes a su proyecto y dirección de la Cárcel del Partido, que tardaron en abonarle once años, rogándole dé a aquellos recado para que le resuelvan el asunto y no haya de usar de los derechos que le asisten para intentar el cobro.
En julio de 1906 remite a la alcaldía bañezana un oficio el que será el nuevo arquitecto para la finalización de la obra, Manuel de Cárdenas Pastor (lo fue municipal de León desde 1900 hasta julio de 1914 en que pasa a serlo provincial; fue también arquitecto de la diócesis de Astorga), rogando se le envíen “las bases del concurso de proyectos para la conclusión del palacio municipal de la ciudad”. En mayo de 1908 se disculpaba ante el Consistorio, presidido ahora por Salustiano Casado Santos, por el retraso en la elaboración de aquel proyecto que antes le habían encargado y que en breve remitirá, como debió de hacer, pues el mismo aparece fechado en aquel mes de 1908, cuya ejecución saldrá a subasta a continuación (en bando que firma Robustiano Pollán Rodríguez como alcalde accidental; lo sería titular entre 1909 y 1910), adjudicada esta vez al contratista Emilio Perandones Cabo (había participado poco antes en la construcción del Puente de Requejo), que se obliga el 21 de junio a realizar conforme al mismo la terminación de la Casa Consistorial en la cantidad de 37.180 pesetas (15,34 menos de lo que había sido el tipo licitado). También se subastaba por entonces (en 2.870,03 pesetas) la obra de cerramiento con verja de la fachada principal del Hospital de la Vera Cruz de La Bañeza.
A lo largo de lo que restaba de aquel año y del de 1909 se remataría la construcción de la tercera fase del Consistorio bañezano, añadiendo la actual torre hexagonal con tejado de pizarra, no sin que antes se diera alguna reclamación a su diseño, como la que en 1908 entablaba el vecino Tomás Pérez Álvarez “para que modifiquen una ventana que da para su casa fuera de la distancia que para ello marca el Código Civil”, liquidando en abril del año siguiente el arquitecto al contratista Ángel Fernández Franco las 1.250,10 pesetas importe de la piedra facilitada por este para la edificación (aunque no incluirá “la partida del cantero”), una obra que supondría en su conjunto “un antes y un después en la arquitectura de la ciudad y el paso de una de hechuras tradicionales a otra modernista, ecléctica más bien”.
En 1910 y 1911 se va acometiendo la renovación del mobiliario interior del nuevo consistorio sacándose a subasta el amueblamiento de la alcaldía y de la sala de sesiones, que se adjudica al tapicero leonés Saúl Gutiérrez, quien envía muestras de tapizado en terciopelo inglés (también enviarían diseños de mesas y otros muebles, modelos de cortinas y presupuesto desde la leonesa “fábrica de muebles por energía eléctrica” de César Gago), y ya en febrero del segundo año ruega a quien es entonces de nuevo alcalde, Darío de Mata Rodríguez, se le salden las facturas que aún tiene pendientes. No obstante, al mismo alcalde se enviaban ya en abril de 1915 por ferrocarril sillones y divanes desde el gran almacén de muebles de ebanistería y tapicería de Higinio Gómez, en Valladolid.
El mismo año 1911 en respuesta a la pretensión de la Corporación bañezana de instalar por concurso un nuevo reloj en la Casa Consistorial y en la Estación del ferrocarril se reciben en enero presupuestos de algunas fábricas de relojes desde diversos lugares, como Zamora, de la relojería y óptica de Higinio Merino, y Benavente, de la gran relojería y taller de composturas de Isidro Parada Moreiras, e incluso de Francia, de Morez du Jura, de las fábricas de relojes monumentales de Pablo Odobey, hijo, y de su padre L. D. Odobey Cadet, que envía al Consistorio un extenso catálogo de sus relojes y remite a los concejales a su representante en Barcelona. También contactarían por entonces con la alcaldía bañezana desde la palentina fábrica de relojes de torre y fundición de campanas de Moisés Díez, quien el 8 de marzo indica a su titular que no se hará cargo de las obras de albañilería, carpintería y herrería precisas para la instalación del nuevo reloj (“al Ayuntamiento lo servirán mejor y con más economía los de aquí, mientras que del forastero siempre abusan”, dice), y sí del traslado del reloj viejo, aunque no puede fijar su importe “por desconocer el estado de la torre en que se ha de colocar (la de El Salvador seguramente, a la que se llevaría desde la de Santa María), quizá otro tanto como las 600 pesetas que vendrán costando aquellas obras, sin contar reparación alguna en el reloj, a lo que habrá de añadirse las 500 pesetas que importarán su limpieza y reponer con una esfera nueva la actual que está rota” (no tenemos seguridad de que se instalara efectivamente entonces el nuevo reloj en el Consistorio, y sobre todo de que se trasladara el viejo, pues aparece aún en la torre de Santa María en fotografías que se fechan en 1914). A los Hijos de Moisés Díez se encargará en 1926 la sustitución de aquel reloj por otro nuevo, una decisión de la Corporación de entonces que formaría parte de las del periodo primoriverista después denunciada como irregular y revisable por el Consistorio republicano elegido en 1931.


En 1918 Fernando García, maestro de obras de León, remite a la alcaldía bañezana presupuesto para pintar pasillos y techos y el salón de sesiones, y para realizar una lucera o claraboya de cristal y hierro cubierta a cuatro aguas (la que años después, en abril de 1933, se habrá de reparar tras su destrozo por una tormenta de granizo). En octubre de 1930 se autoriza la instalación de “calefacción por agua caliente o vapor” en el edificio consistorial, por importe de 4.348 pesetas y a
cargo de la empresa Viuda de Luís Gutiérrez, de León, la misma que en 1932 dotará de ella el juzgado de Instrucción; el expediente de subasta para su contratación se había iniciado en 1929 y en ella pujaría también la leonesa Comercial Industrial Pallarés, que a principios de septiembre de aquel año recomendaba a la Corporación no descuidar su decisión y estimar el presupuesto que le había remitido. Se consideraría en 1933 la colocación de baldosas en el patio de cristales del Consistorio, y al inicio de octubre de 1934 se adjudicará mediante subasta pública al contratista Narciso Concejo Álvarez la obra de reforma de las oficinas municipales, ya finalizada al terminar el año. Entre 1975 y 1977 se fecha el proyecto de modificación de las escaleras y otras dependencias de la Casa Consistorial bañezana, cuyas obras se liquidan en 1980 al arquitecto Pablo Vicente Herranz.

81.-Leonesistas y regionalistas bañezanos.-

En el periodo revolucionario, de 1869 a 1873, los federalistas pretendieron una descentralización del país, que entendían avanzada y decisiva, en contraposición al religioso y tradicional arcaicismo carlista de los fueros. En tiempos de la Primera República ya se recogió en su proyecto de Constitución federal del 17 de julio de 1873 la pretensión de crear un único Estado federado (dentro de los 15 proyectados) de once provincias en el valle del Duero español, que además hubiera com-prendido las de Logroño y Santander, como pocos años antes habían propugnado para Castilla la Vieja desde Valladolid en el Pacto Federal Castellano. En posteriores ocasiones denominarán Región Duero, y también Castilla-León, a ese territorio central que confiere a Valladolid su centralidad y a la que a lo largo de la historia le ha dado carta de existencia, por lo que esta urbe ha estado siempre al frente de todo intento unificador de castellanos y leoneses y oponiéndose con rotundidad a las reivindicaciones de unos y de otros en defensa de sus respectivas y separadas identidades.
Aquel proyecto será contestado por los republicanos leoneses de manera contundente, y fruto de la movilización de políticos de todo signo e instituciones, a la Asamblea Constituyente llegó en agosto de 1873 desde la comisión de la Diputación provincial de León (integrada por el secretario y cinco diputados, todos monárquicos) y apoyada por el ayuntamiento de La Bañeza y otros como los de Valencia de Don Juan y Riaño, una petición de su modificación que permitiera a la provincia formar un Estado propio dentro de la República Federal Española. El fin del breve régimen republicano, a principios de 1874, dio al traste con una y otra iniciativa.
Por lo que hace a la provincia leonesa, donde ya Fernando Merino, conde de Sagasta, había representado una aspiración leonesista, más o menos hábil o discretamente llevada, contra la aspiración o realidad centralista encarnada por los políticos datistas o garcíaprietistas, una de las características distintivas, no obstante, del regionalismo leonesista, del leonesismo cuyas raíces e impulso se hunden en el siglo XIX, frente al castellano-leonés fue la distinta relación que uno y otro tuvieron frente a las reivindicaciones autonómicas catalanas: Cuando en diciembre de 1918 se redacta por los representantes de las diputaciones de Castilla y de León en Burgos un documento de oposición al nacionalismo catalán, el ayuntamiento de León con su alcalde socialista Miguel Castaño Quiñones al frente rechazará tales acuerdos y se manifiesta favorable a las pretensiones catalanas, a la vez que reclama una amplia descentralización para municipios y provincias.
Se dieron además frecuentes y amistosos contactos entre Francesc Cambó y líderes leonesistas como José Eguiagaray Pallarés, quien, consciente de los atentados a la identidad leonesa, pretendió potenciarla evitando toda posible confusión artificial con las regiones vecinas, llegando a proponer en marzo de 1934 desde El Diario de León la creación de una Liga Regional Leonesa en-tendida como un centro de estudios leoneses, con sus secciones económicas y comerciales y con evidentes paralelismos con el viejo partido del nacionalista catalán. Ya antes, el 10 de mayo de 1931, en pleno periodo electoral para la representación en las Cortes Constituyentes, desde La Opinión, en La Bañeza, se había mostrado a Cataluña como “ejemplo vivo de la necesidad preconizada de defender el porvenir de la región, cada cual desde su credo ideológico, pero todos juntos antes que nada”, y en julio del mismo año, desde el mismo semanario bañezano Felipe Alonso Marcos (tildado de masón años más tarde) proponía la creación del Bloque Leonés, un partido político “para el necesario despertar de un regionalismo sincero y consecuente con los principios de las nacionalidades y el mejoramiento moral y material de la provincia de León y de la región leonesa”.
Antes, en 1917, en el número 7 y siguientes de La Voz Bañezana sus redactores Felipe Alonso Marcos, Gaspar Julio Pérez Alonso, Augusto Valderas Blanco, y Nicolás Benavides Moro habían formulado ya una manera de pensar el leonesismo, el Regionalismo leonés, como el mejoramiento moral y material de la provincia, al que se ha hecho acreedora por derecho; una idea ya presente en las páginas del bañezano semanario predecesor El Pueblo, la de establecer un bloque leones (netamente) para intensificar la vida provincial, la esencia de la Región Leonesa, que el primero retoma y brinda en La Opinión en agosto de 1931. En enero de 1915 se celebra en el Casino el homenaje al bañezano Padre Miguélez, recogido en sus placas de magnesio por el fotógrafo Manuel Anta (que se proveería seguramente de material fotográfico en el establecimiento de Luís Vigal, óptico y farmacéutico), y el discurso del agustino, tintado de un cierto y precursor leonesismo, lla-mando “al resurgir de la patria chica tan abandonada por el centralismo que todo lo absorbe”.
Se dio coincidiendo con la dictadura un leonesismo cultural que alimenta los ateneos y las sociedades y tertulias, que florecen entonces junto a revistas literarias e ilustradas en las que conviven gentes de todas las tendencias. Una efervescencia cultural que acrecienta el desarrollo de las letras y las artes y origina el renacer de la reivindicación universitaria y la recuperación de la historia, las tradiciones y el folklore (algunos de quienes la propiciaron en La Bañeza fueron, entre otros, Menas Alonso Llamas, Manuel Fernández y Fernández Núñez, y Nicolás Benavides), elementos todos que se plasman en el afianzamiento de un regionalismo leonés ligado a la defensa de los intereses morales y materiales de la provincia y que recoge con simpatía el golpe del general Primo de Rivera, presentado con rasgos arcaizantes y nostálgicos y desprovisto desde el principio de los perfiles y los contenidos propios de los nacionalismos periféricos peninsulares disidentes, frente a los cuales, ya en la Segunda República, aparecerá de nuevo como un “regionalismo sano y bien entendido” que reclama como discurso legitimador la rectificación de las reformas republicanas, de tal modo que la derecha leonesista se sumará en ocasiones a las campañas contra el Estatuto de Cataluña y participará en las propuestas regionalistas de las provincias de la cuenca del Duero, defendiendo su federación y la equiparación con otras regiones, e interviniendo en la redacción del proyecta-do Estatuto castellano-leonés para una comunidad que, tanto región entonces como autonomía casi cincuenta años después, se diseñaba como españolista contrapeso de aquellos nacionalismos de la periferia centrífuga.

Juegos Florales leoneses en las primeras décadas del siglo XX. Una de las manifestaciones del resurgir del leo-nesismo cultural. Fotografía de Germán Gracia.

Desde el mismo semanario había celebrado el 1 de marzo José Marcos de Segovia las orientaciones que desde la capital se pretenden dar por aquellas fechas al leonesismo por un grupo de prestigiosos intelectuales, abogando porque ellas produzcan los óptimos frutos virtualmente contenidos en el aún poco cultivado espíritu regional, y condensen “un regionalismo leonés elevado y sin mácula; un leonesismo grande e imperecedero”, que propugna como “el remedio a todos los males y postergaciones que colectivamente sufrimos”, y del que derivará “el respeto y la autonomía des-embarazada para colaborar en el engrandecimiento patrio”.
El regionalismo leonés se vio en aquel tiempo influido por las tesis del vallisoletano Narciso Alonso Cortés, favorables a la integración de todas las provincias de Castilla y de León en una Federación Castellana, planteamientos luego abandonados por los de formar un regionalismo más leonesista, como los que por entonces mostraba el citado semanario bañezano La Opinión, que clama porque “los nueve diputados que en las Cortes Constituyentes van a representar a la provincia sien-tan los latidos del pueblo leonés y sus problemas, y con Cataluña como espejo y ejemplo piensen en la región sobre todo lo demás, y cada cual dentro de su credo ideológico, pero todos juntos, laboren por ella como leoneses antes que nada”.
La Segunda República había reconocido la identidad leonesa como tal región cuando crea en 1933 el Tribunal de Garantías Constitucionales que prevé un representante de cada una de las re-giones españolas, tanto las “autónomas” como las “no autónomas”, León entre ellas (conformada por León, Zamora y Salamanca). En el mismo año el bañezano Manuel Fernández y Fernández Nú-ñez, que ya había aportado en 1919 su contribución teórica a la reflexión sobre “la descentralización, la autonomía, la mancomunidad, el regionalismo y la independencia” con la obra El problema del regionalismo en España (“De la descentralización surge la mancomunidad municipal; de la provincial o regional, la autonomía; y de este concepto la soberanía regional”, decía entonces), creó el grupo regionalista leonés Amigos de León, basado en la defensa del Fuero de León y de los intereses industriales, agrícolas y tradicionales de la región leonesa y en especial de la provincia “para que sea León quien rija sus propios destinos”, y con representación en todos los partidos judiciales, aunque el ideario y las aspiraciones autonomistas del Partido Republicano Autónomo Leonés (o Alianza Republicana), fundado por Ricardo Pallarés Berjón (presidente de la Diputación de León en 1931) y otros ya en 1912, y en el que habían militado, entre otros, Publio Suárez Uriarte, Alfredo Barthe Balbuena y Félix Sampedro Jíménez, no alcanzaron hasta ahora realización, y tampoco en la República ni en el tiempo posterior.
Surgía en 1934 el Grupo pro León, y en el mismo año la institución regionalista el Orfeón Leonés (la masa coral más antigua de España, creada en 1888 –o en 1886, según otros, con la inauguración del Círculo de Obreros Católicos-) estrenaba el Himno a León, con letra de José Pinto Maestro (su presidente, y director del diario conservador La Mañana) y música del bañezano Odón Alonso González (el director del Orfeón), y con motivo de la solemne celebración del quinto centenario de la gesta del Paso Honroso (para la que la comisión presidida por Mariano Domínguez Berrueta solicitó la contribución de los ayuntamientos, aportando el de La Bañeza 100 pesetas), al tiempo que se inauguraba el 22 de julio la Biblioteca Regional Leonesa, dependiente de la Diputación, a cuya Comisión Gestora propone desde El Diario de León José Marcos de Segovia (que firma Salvador Ferreras Mansilla) que se interese por adquirir para la neonata biblioteca las obras y un retrato del bañezano prócer nacional Padre Juan de Ferreras y García, teólogo y poeta, historiador, y Bibliotecario Mayor de la Academia Española que con el marqués de Villena fundara en 1713, que se sumarían en tal caso a los Apuntes para la historia del Partido Judicial de La Bañeza, de Manuel F. y Fernández Núñez, que él mismo acababa de donar.
El 1 de abril de aquel año daba en los nuevos y recién inaugurados locales del Orfeón Leonés una conferencia muy aplaudida sobre el tema “Estampas Leonesas” el mismo autor bañezano, excitando en ella a la unión para defender los Fueros leoneses, declarándose contrario al centralis-mo, y manifestando que “debemos ir a Madrid no a rogar sino a imponer nuestros derechos”. Dos días después Luís Corral y Fue abunda desde El Diario de León en proponer la creación de un Centro Leonés de Estudios Económicos. El leonesismo del que aquellos acontecimientos eran muestra
se acrecentaba también por entonces en América, donde en el mes de julio, coincidiendo con la conmemoración de las proezas del Paso Honroso, se inaugura en el Centro Leonés de La Habana la Biblioteca Leonesa (de autores leoneses y asuntos de León) reunida desde 1927 por la Comisión de Intereses Morales y Materiales que entonces se crea merced a donaciones particulares y a la hecha por la Diputación, a cuya formación había también contribuido el contramaestre de la armada cuba-na y maragato Toribio Fernández, y aquí, con el comienzo de las fiestas de conmemoración de las hazañas del caballero Suero de Quiñones (un brillante acto de afirmación del ideal leonesista), se proclama que “hay que emprender una cruzada para rescatar los tesoros leoneses que están fuera de las tierras de León, como la documentación llevada de San Marcos (con manuscritos de Quevedo) que aún se halla en el Archivo Histórico Nacional sin abrir ni catalogar”. En el número extraordinario de septiembre de aquel año 1934 de la revista León del Centro Región Leonesa de Buenos Aires se incluían sendas colaboraciones de los bañezanos Manuel F. y Fernández Núñez y Nicolás Benavides Moro (uno de los citados como regionalista leonés por el sociólogo Díez Llamas).
Como un signo más de las frecuentes disputas entre leoneses y castellanos, en 1935, y auspiciado por la Universidad de Santander, se celebran las fiestas milenarias de la independencia de Castilla del Reino de León, con un marcado e implícito carácter de agresividad antileonesista (a las que los leoneses no podemos sumarnos, decía el 20 de marzo El Diario de León). En respuesta, León conmemorará el aniversario de las Cortes Leonesas, las primeras de España con las que León antes de que surgiese Castilla estaba ya forjando la nación, tal como proclama aquel Himno de la ciudad, oficial desde 1978 y que se toma a veces por el de la provincia.
Miembros de la Colonia leonesa de Cuba en los años 20. De la Memoria de la Colonia leonesa de Cuba: desde su fundación en 1914 hasta el año actual 1939.

A lo largo del año 1935 Clemente Vilorio, en la sección casi fija de El Diario de León (desde el 11 de febrero añadía “Por León y para León” bajo la cabecera) que titula “Leoneses y Castellanos” asumirá la defensa de León y de su supremacía histórica sobre Castilla, como ya había hecho (firmando C. Vilorio de Altobar) en 1914 reivindicando el renacimiento de la región más sacrificada (casi víctima) en aras de la unidad nacional y rehusando la integración de León con el mayor número de provincias castellanas en la regionalización administrativa de la mancomunidad de Castilla y León que entonces, en la estela de la constitución de la Mancomunitat catalana, con tardío y no muy decidido ánimo se propone (se desechaba al inicio de 1914, por la enérgica reacción de Valladolid, la iniciativa madrileña de poner en marcha una Mancomunidad castellana que uniría ambas Castillas excluyendo las provincias de León, Palencia, Salamanca, Valladolid y Zamora, por considerarlas leonesas), abogando por la restauración de los Fueros y Privilegios y por una Mancomunidad exclusivamente leonesa dentro de una Federación de las Regiones que pertenecieron a los monarcas leoneses: Galicia, Asturias, León y Extremadura, un planteamiento panleonesista que forma parte de los escasos habidos en la historia contemporánea.
En sus escritos de 1935 (pergeñados desde una clara vinculación con el catolicismo y la derecha) circunscribirá el territorio leonés a las provincias de Zamora, Salamanca, Valladolid (que “no fue nunca Castilla”), Palencia y la mayor parte de la de Santander (“un siglo pegados a Castilla nominalmente no vale tanto como once vividos realmente en León”), incluyendo desde luego toda la leonesa, y rebate y argumenta históricamente contra los que “continúan en el error de tomar a Castilla por León y a León por Castilla”, pues “a pesar de las burdas confusiones y de todos los errores históricos producidos por la nefasta castellanización de la última mitad de la edad media, León brilla en la Historia, y tan mal servicio se hace al pueblo castellano atribuyéndole grandezas ajenas, como al leonés arrebatándole las propias”, vindicando los hechos y símbolos identitarios de un pueblo leonés decadente que se redimiría con el leonesismo, sin atentar en ningún caso contra la unidad española, y ”sin entender que un mal leonés pueda ser un buen español”, en una militancia leonesista que como la de los otros escasos compañeros de ideal no dejaba de ser en el León anterior a 1936 excepción a la regla y predicación en un desierto de indiferencia, aunque ya en periodo electoral, en el manifiesto que el 27 de enero de aquel año presentan a la opinión pública leonesa los candidatos centristas Juan Castrillo Santos y Toribio Martínez Cabrera se señale su pretensión de “intentar un renacimiento del leonesismo para mantener vivo el espíritu regionalista a fin de que la provincia de León ocupe el rango a que tiene derecho por su condición de madre”.