lunes, 16 de noviembre de 2015

81.-Leonesistas y regionalistas bañezanos.-

En el periodo revolucionario, de 1869 a 1873, los federalistas pretendieron una descentralización del país, que entendían avanzada y decisiva, en contraposición al religioso y tradicional arcaicismo carlista de los fueros. En tiempos de la Primera República ya se recogió en su proyecto de Constitución federal del 17 de julio de 1873 la pretensión de crear un único Estado federado (dentro de los 15 proyectados) de once provincias en el valle del Duero español, que además hubiera com-prendido las de Logroño y Santander, como pocos años antes habían propugnado para Castilla la Vieja desde Valladolid en el Pacto Federal Castellano. En posteriores ocasiones denominarán Región Duero, y también Castilla-León, a ese territorio central que confiere a Valladolid su centralidad y a la que a lo largo de la historia le ha dado carta de existencia, por lo que esta urbe ha estado siempre al frente de todo intento unificador de castellanos y leoneses y oponiéndose con rotundidad a las reivindicaciones de unos y de otros en defensa de sus respectivas y separadas identidades.
Aquel proyecto será contestado por los republicanos leoneses de manera contundente, y fruto de la movilización de políticos de todo signo e instituciones, a la Asamblea Constituyente llegó en agosto de 1873 desde la comisión de la Diputación provincial de León (integrada por el secretario y cinco diputados, todos monárquicos) y apoyada por el ayuntamiento de La Bañeza y otros como los de Valencia de Don Juan y Riaño, una petición de su modificación que permitiera a la provincia formar un Estado propio dentro de la República Federal Española. El fin del breve régimen republicano, a principios de 1874, dio al traste con una y otra iniciativa.
Por lo que hace a la provincia leonesa, donde ya Fernando Merino, conde de Sagasta, había representado una aspiración leonesista, más o menos hábil o discretamente llevada, contra la aspiración o realidad centralista encarnada por los políticos datistas o garcíaprietistas, una de las características distintivas, no obstante, del regionalismo leonesista, del leonesismo cuyas raíces e impulso se hunden en el siglo XIX, frente al castellano-leonés fue la distinta relación que uno y otro tuvieron frente a las reivindicaciones autonómicas catalanas: Cuando en diciembre de 1918 se redacta por los representantes de las diputaciones de Castilla y de León en Burgos un documento de oposición al nacionalismo catalán, el ayuntamiento de León con su alcalde socialista Miguel Castaño Quiñones al frente rechazará tales acuerdos y se manifiesta favorable a las pretensiones catalanas, a la vez que reclama una amplia descentralización para municipios y provincias.
Se dieron además frecuentes y amistosos contactos entre Francesc Cambó y líderes leonesistas como José Eguiagaray Pallarés, quien, consciente de los atentados a la identidad leonesa, pretendió potenciarla evitando toda posible confusión artificial con las regiones vecinas, llegando a proponer en marzo de 1934 desde El Diario de León la creación de una Liga Regional Leonesa en-tendida como un centro de estudios leoneses, con sus secciones económicas y comerciales y con evidentes paralelismos con el viejo partido del nacionalista catalán. Ya antes, el 10 de mayo de 1931, en pleno periodo electoral para la representación en las Cortes Constituyentes, desde La Opinión, en La Bañeza, se había mostrado a Cataluña como “ejemplo vivo de la necesidad preconizada de defender el porvenir de la región, cada cual desde su credo ideológico, pero todos juntos antes que nada”, y en julio del mismo año, desde el mismo semanario bañezano Felipe Alonso Marcos (tildado de masón años más tarde) proponía la creación del Bloque Leonés, un partido político “para el necesario despertar de un regionalismo sincero y consecuente con los principios de las nacionalidades y el mejoramiento moral y material de la provincia de León y de la región leonesa”.
Antes, en 1917, en el número 7 y siguientes de La Voz Bañezana sus redactores Felipe Alonso Marcos, Gaspar Julio Pérez Alonso, Augusto Valderas Blanco, y Nicolás Benavides Moro habían formulado ya una manera de pensar el leonesismo, el Regionalismo leonés, como el mejoramiento moral y material de la provincia, al que se ha hecho acreedora por derecho; una idea ya presente en las páginas del bañezano semanario predecesor El Pueblo, la de establecer un bloque leones (netamente) para intensificar la vida provincial, la esencia de la Región Leonesa, que el primero retoma y brinda en La Opinión en agosto de 1931. En enero de 1915 se celebra en el Casino el homenaje al bañezano Padre Miguélez, recogido en sus placas de magnesio por el fotógrafo Manuel Anta (que se proveería seguramente de material fotográfico en el establecimiento de Luís Vigal, óptico y farmacéutico), y el discurso del agustino, tintado de un cierto y precursor leonesismo, lla-mando “al resurgir de la patria chica tan abandonada por el centralismo que todo lo absorbe”.
Se dio coincidiendo con la dictadura un leonesismo cultural que alimenta los ateneos y las sociedades y tertulias, que florecen entonces junto a revistas literarias e ilustradas en las que conviven gentes de todas las tendencias. Una efervescencia cultural que acrecienta el desarrollo de las letras y las artes y origina el renacer de la reivindicación universitaria y la recuperación de la historia, las tradiciones y el folklore (algunos de quienes la propiciaron en La Bañeza fueron, entre otros, Menas Alonso Llamas, Manuel Fernández y Fernández Núñez, y Nicolás Benavides), elementos todos que se plasman en el afianzamiento de un regionalismo leonés ligado a la defensa de los intereses morales y materiales de la provincia y que recoge con simpatía el golpe del general Primo de Rivera, presentado con rasgos arcaizantes y nostálgicos y desprovisto desde el principio de los perfiles y los contenidos propios de los nacionalismos periféricos peninsulares disidentes, frente a los cuales, ya en la Segunda República, aparecerá de nuevo como un “regionalismo sano y bien entendido” que reclama como discurso legitimador la rectificación de las reformas republicanas, de tal modo que la derecha leonesista se sumará en ocasiones a las campañas contra el Estatuto de Cataluña y participará en las propuestas regionalistas de las provincias de la cuenca del Duero, defendiendo su federación y la equiparación con otras regiones, e interviniendo en la redacción del proyecta-do Estatuto castellano-leonés para una comunidad que, tanto región entonces como autonomía casi cincuenta años después, se diseñaba como españolista contrapeso de aquellos nacionalismos de la periferia centrífuga.

Juegos Florales leoneses en las primeras décadas del siglo XX. Una de las manifestaciones del resurgir del leo-nesismo cultural. Fotografía de Germán Gracia.

Desde el mismo semanario había celebrado el 1 de marzo José Marcos de Segovia las orientaciones que desde la capital se pretenden dar por aquellas fechas al leonesismo por un grupo de prestigiosos intelectuales, abogando porque ellas produzcan los óptimos frutos virtualmente contenidos en el aún poco cultivado espíritu regional, y condensen “un regionalismo leonés elevado y sin mácula; un leonesismo grande e imperecedero”, que propugna como “el remedio a todos los males y postergaciones que colectivamente sufrimos”, y del que derivará “el respeto y la autonomía des-embarazada para colaborar en el engrandecimiento patrio”.
El regionalismo leonés se vio en aquel tiempo influido por las tesis del vallisoletano Narciso Alonso Cortés, favorables a la integración de todas las provincias de Castilla y de León en una Federación Castellana, planteamientos luego abandonados por los de formar un regionalismo más leonesista, como los que por entonces mostraba el citado semanario bañezano La Opinión, que clama porque “los nueve diputados que en las Cortes Constituyentes van a representar a la provincia sien-tan los latidos del pueblo leonés y sus problemas, y con Cataluña como espejo y ejemplo piensen en la región sobre todo lo demás, y cada cual dentro de su credo ideológico, pero todos juntos, laboren por ella como leoneses antes que nada”.
La Segunda República había reconocido la identidad leonesa como tal región cuando crea en 1933 el Tribunal de Garantías Constitucionales que prevé un representante de cada una de las re-giones españolas, tanto las “autónomas” como las “no autónomas”, León entre ellas (conformada por León, Zamora y Salamanca). En el mismo año el bañezano Manuel Fernández y Fernández Nú-ñez, que ya había aportado en 1919 su contribución teórica a la reflexión sobre “la descentralización, la autonomía, la mancomunidad, el regionalismo y la independencia” con la obra El problema del regionalismo en España (“De la descentralización surge la mancomunidad municipal; de la provincial o regional, la autonomía; y de este concepto la soberanía regional”, decía entonces), creó el grupo regionalista leonés Amigos de León, basado en la defensa del Fuero de León y de los intereses industriales, agrícolas y tradicionales de la región leonesa y en especial de la provincia “para que sea León quien rija sus propios destinos”, y con representación en todos los partidos judiciales, aunque el ideario y las aspiraciones autonomistas del Partido Republicano Autónomo Leonés (o Alianza Republicana), fundado por Ricardo Pallarés Berjón (presidente de la Diputación de León en 1931) y otros ya en 1912, y en el que habían militado, entre otros, Publio Suárez Uriarte, Alfredo Barthe Balbuena y Félix Sampedro Jíménez, no alcanzaron hasta ahora realización, y tampoco en la República ni en el tiempo posterior.
Surgía en 1934 el Grupo pro León, y en el mismo año la institución regionalista el Orfeón Leonés (la masa coral más antigua de España, creada en 1888 –o en 1886, según otros, con la inauguración del Círculo de Obreros Católicos-) estrenaba el Himno a León, con letra de José Pinto Maestro (su presidente, y director del diario conservador La Mañana) y música del bañezano Odón Alonso González (el director del Orfeón), y con motivo de la solemne celebración del quinto centenario de la gesta del Paso Honroso (para la que la comisión presidida por Mariano Domínguez Berrueta solicitó la contribución de los ayuntamientos, aportando el de La Bañeza 100 pesetas), al tiempo que se inauguraba el 22 de julio la Biblioteca Regional Leonesa, dependiente de la Diputación, a cuya Comisión Gestora propone desde El Diario de León José Marcos de Segovia (que firma Salvador Ferreras Mansilla) que se interese por adquirir para la neonata biblioteca las obras y un retrato del bañezano prócer nacional Padre Juan de Ferreras y García, teólogo y poeta, historiador, y Bibliotecario Mayor de la Academia Española que con el marqués de Villena fundara en 1713, que se sumarían en tal caso a los Apuntes para la historia del Partido Judicial de La Bañeza, de Manuel F. y Fernández Núñez, que él mismo acababa de donar.
El 1 de abril de aquel año daba en los nuevos y recién inaugurados locales del Orfeón Leonés una conferencia muy aplaudida sobre el tema “Estampas Leonesas” el mismo autor bañezano, excitando en ella a la unión para defender los Fueros leoneses, declarándose contrario al centralis-mo, y manifestando que “debemos ir a Madrid no a rogar sino a imponer nuestros derechos”. Dos días después Luís Corral y Fue abunda desde El Diario de León en proponer la creación de un Centro Leonés de Estudios Económicos. El leonesismo del que aquellos acontecimientos eran muestra
se acrecentaba también por entonces en América, donde en el mes de julio, coincidiendo con la conmemoración de las proezas del Paso Honroso, se inaugura en el Centro Leonés de La Habana la Biblioteca Leonesa (de autores leoneses y asuntos de León) reunida desde 1927 por la Comisión de Intereses Morales y Materiales que entonces se crea merced a donaciones particulares y a la hecha por la Diputación, a cuya formación había también contribuido el contramaestre de la armada cuba-na y maragato Toribio Fernández, y aquí, con el comienzo de las fiestas de conmemoración de las hazañas del caballero Suero de Quiñones (un brillante acto de afirmación del ideal leonesista), se proclama que “hay que emprender una cruzada para rescatar los tesoros leoneses que están fuera de las tierras de León, como la documentación llevada de San Marcos (con manuscritos de Quevedo) que aún se halla en el Archivo Histórico Nacional sin abrir ni catalogar”. En el número extraordinario de septiembre de aquel año 1934 de la revista León del Centro Región Leonesa de Buenos Aires se incluían sendas colaboraciones de los bañezanos Manuel F. y Fernández Núñez y Nicolás Benavides Moro (uno de los citados como regionalista leonés por el sociólogo Díez Llamas).
Como un signo más de las frecuentes disputas entre leoneses y castellanos, en 1935, y auspiciado por la Universidad de Santander, se celebran las fiestas milenarias de la independencia de Castilla del Reino de León, con un marcado e implícito carácter de agresividad antileonesista (a las que los leoneses no podemos sumarnos, decía el 20 de marzo El Diario de León). En respuesta, León conmemorará el aniversario de las Cortes Leonesas, las primeras de España con las que León antes de que surgiese Castilla estaba ya forjando la nación, tal como proclama aquel Himno de la ciudad, oficial desde 1978 y que se toma a veces por el de la provincia.
Miembros de la Colonia leonesa de Cuba en los años 20. De la Memoria de la Colonia leonesa de Cuba: desde su fundación en 1914 hasta el año actual 1939.

A lo largo del año 1935 Clemente Vilorio, en la sección casi fija de El Diario de León (desde el 11 de febrero añadía “Por León y para León” bajo la cabecera) que titula “Leoneses y Castellanos” asumirá la defensa de León y de su supremacía histórica sobre Castilla, como ya había hecho (firmando C. Vilorio de Altobar) en 1914 reivindicando el renacimiento de la región más sacrificada (casi víctima) en aras de la unidad nacional y rehusando la integración de León con el mayor número de provincias castellanas en la regionalización administrativa de la mancomunidad de Castilla y León que entonces, en la estela de la constitución de la Mancomunitat catalana, con tardío y no muy decidido ánimo se propone (se desechaba al inicio de 1914, por la enérgica reacción de Valladolid, la iniciativa madrileña de poner en marcha una Mancomunidad castellana que uniría ambas Castillas excluyendo las provincias de León, Palencia, Salamanca, Valladolid y Zamora, por considerarlas leonesas), abogando por la restauración de los Fueros y Privilegios y por una Mancomunidad exclusivamente leonesa dentro de una Federación de las Regiones que pertenecieron a los monarcas leoneses: Galicia, Asturias, León y Extremadura, un planteamiento panleonesista que forma parte de los escasos habidos en la historia contemporánea.
En sus escritos de 1935 (pergeñados desde una clara vinculación con el catolicismo y la derecha) circunscribirá el territorio leonés a las provincias de Zamora, Salamanca, Valladolid (que “no fue nunca Castilla”), Palencia y la mayor parte de la de Santander (“un siglo pegados a Castilla nominalmente no vale tanto como once vividos realmente en León”), incluyendo desde luego toda la leonesa, y rebate y argumenta históricamente contra los que “continúan en el error de tomar a Castilla por León y a León por Castilla”, pues “a pesar de las burdas confusiones y de todos los errores históricos producidos por la nefasta castellanización de la última mitad de la edad media, León brilla en la Historia, y tan mal servicio se hace al pueblo castellano atribuyéndole grandezas ajenas, como al leonés arrebatándole las propias”, vindicando los hechos y símbolos identitarios de un pueblo leonés decadente que se redimiría con el leonesismo, sin atentar en ningún caso contra la unidad española, y ”sin entender que un mal leonés pueda ser un buen español”, en una militancia leonesista que como la de los otros escasos compañeros de ideal no dejaba de ser en el León anterior a 1936 excepción a la regla y predicación en un desierto de indiferencia, aunque ya en periodo electoral, en el manifiesto que el 27 de enero de aquel año presentan a la opinión pública leonesa los candidatos centristas Juan Castrillo Santos y Toribio Martínez Cabrera se señale su pretensión de “intentar un renacimiento del leonesismo para mantener vivo el espíritu regionalista a fin de que la provincia de León ocupe el rango a que tiene derecho por su condición de madre”.

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