lunes, 16 de noviembre de 2015

82.-La construcción de la Casa Consistorial de La Bañeza.-

En septiembre de 1899 se declaró definitivamente ruinosa la vieja Casa Consistorial y se trasladaron sus oficinas a las escuelas públicas de la plaza de la Cruz Dorada creadas hacía un lustro, para iniciar al año siguiente la construcción de la actual, que se remataría en 1907, aunque se inauguraba dos años más tarde. Sobre el solar y los edificios ocupados por el Regimiento (Ayuntamiento) bañezano se habían ido acumulando desde los siglos XVI y XVII bastantes obras y reformas, hasta aquellas que diseñaron y ejecutaron el que aún se mantiene, entre clásico y moderno, en el vértice de las antiguas calles del Vino y de la Fuente, nombrada desde 1906 de Manuel Diz en honor del autor del proyecto del Puente de Requejo, inaugurado en mayo de aquel año, como se nombró en 1907 de Pérez Crespo la que hasta entonces había sido calle del Reloj, en la que se de-molieron antes el arco que lo sustentaba y en junio de 1904 por el relojero local Francisco Freire (se había tomado el acuerdo en 1900) la torre, que invadía la calzada y a la que se había adosado en la parte que daba a la otra calle un banco o potro para herrar el ganado.
Ya en 1895 el entonces alcalde Darío de Mata Rodríguez se había dirigido a los arquitectos Francisco Blanch y Pons (que lo era de la Diputación provincial), Juan Crisóstomo Torbado Flórez (arquitecto diocesano), y Juan Bautista Lázaro de Diego pidiéndoles presupuesto de elaboración de planos para la construcción de una nueva Casa Consistorial en La Bañeza, haciéndoles saber que “el municipio anda bastante escaso de recursos y por ello desea la mayor economía”. Los tres se mostrarán dispuestos a ocuparse del proyecto, ofreciendo el primero hacerlo a título particular, cobrando la mitad de los honorarios que son habituales (que se doblan cuando se trata de trazados de edificios públicos), o bien como arquitecto provincial, en cuyo caso se le abonarían tan solo las dietas devengadas pero habría de esperar la corporación bañezana su turno y a que antes realizara los encargos de otros ayuntamientos que previamente los solicitaron y que están ya comprometidos, mientras responde el último (en carta con membrete de Construcciones Civiles y como arquitecto jefe de la zona del noroeste) estar dispuesto a realizarlo sin cobrar honorarios siempre que el Ayuntamiento lo indemnice de los gastos materiales que le conlleve hacerlo (“que podrán ascender a 150 ó 200 pesetas, si se necesitasen, como cree, dos ejemplares completos”). En cuatro o seis meses podría servirles el proyecto si le envían plano o croquis acotado del solar, pero esto no evitará que haya de desplazarse para verlo, “pues deseo evitar lo que pasó cuando el cementerio, que mandándome el croquis y hecho el plano con arreglo a sus datos, supe después por el contratista que las rasantes eran inexactas y dio lugar a dificultades que por conveniencia de todos es recomendable evitar”, les manifiesta.
En febrero de 1901 cuenta el Ayuntamiento bañezano con un proyecto que firma el arquitecto Arsenio Alonso Ibáñez (a quien acompaña como ayudante Rogelio Cañas, maestro de obras e ingeniero; el segundo hizo los planos de la iglesia de San Esteban de Nogales –inaugurada en 1896- que el primero firmaría) y que contempla la construcción del Consistorio en tres fases y a cargo de los contratistas Domingo Vázquez y Ángel Fernández Franco. Aquel mismo año se iniciaba la segunda de ellas (sacada a subasta el 27 de febrero), habiendo actuado como contratista también antes Marcial García Guerrero, que continuaba en 1902, cuando en diciembre observa el arquitecto deficiencias en la edificación en marcha de la torre, que presenta aspecto ruinoso, cursándose entonces órdenes del Ayuntamiento al contratista para que la demuela (lo que se comenzará a realizar el 27
de aquel mes, durando su derribo hasta el 8 de febrero del siguiente año) y recibiendo oficios sobre el reconocimiento técnico de la misma tanto del Consistorio de León como del Gobierno Civil, al que por telegrama y con urgencia se había solicitado su inmediato examen por el arquitecto municipal de la capital de la provincia. En 1903 el arquitecto Arsenio Alonso elabora un expediente descriptivo de la obra realizada y determina no volver a repetir el elevado minarete proyectado, después de que un grupo de diez jornaleros se hayan encargado de la demolición completa de la torre derruida (por la que se les abona la cantidad total de 483,85 pesetas a Juan García, José y Benito Botas, Joaquín Santos, Manuel Raigada Ferrero, Domingo y Manuel Domínguez, Pablo González, Eugenio Lobato, y Urbano Alonso Fernández), produciéndose en agosto una denuncia del contratista Ángel Fernández Franco, que pleiteará con el Ayuntamiento bañezano por no cobrar la cantidad estipulada al no haber terminado la obra en el plazo previamente fijado, un asunto de impago que aún los enfrenta en 1904 y 1905, cuando se produce la solicitud de dimisión del contratista, y que se sustanciará entre dictámenes de los abogados Eumenio Alonso González y Elías Tagarro, contenciosos entablados por el acreedor y los deudores, y resoluciones del gobernador civil que ordenan el pago de la certificación de la obra cursada.
Se había encargado a un hijo del arquitecto, Emiliano Alonso, como perito práctico en la inspección del derribo de lo edificado y el reconocimiento de los materiales, de la que presentaba en nombre de su padre su informe el 4 de febrero de 1903 señalando algunas deficiencias constructivas que han hecho que los muros se resientan en exceso del peso de la torre, hurtando en algunas zonas “ladrillos por cascajo”, y usando un mortero de cal común bastante malo, con una mezcla de por lo menos cuatro partes de arena por una de cal (cuando la proporción debía de ser de dos a uno), siendo, dice, “esta la mierda que han empleado para el asiento de la fábrica de ladrillo”.

Torre de Santa María y Casa Consistorial en construcción

A primeros de abril de 1905 un numeroso grupo de vecinos dirige una instancia al Consistorio bañezano indicando que
desde que desapareció la Torre llamada del Reloj y este, la necesidad de colocarlo nuevamente ya sea en el edificio construido para Casa Consistorial, con el armazón de hierro cuyo proyecto se dice existe, ya sea en otra parte, es una necesidad imperiosa y urgente que se deja sentir en todo el pueblo, no solo porque sin él carece de hora oficial, necesaria para todo trabajador y patrono y porque seguramente se destruirá por la acción del tiempo la maquinaria, o por lo menos quedará inservible de seguir así, sino por otras mil razones que al Ayuntamiento no se le pueden ocultar; y como entre las obras anunciadas a subasta, cuya necesidad y bondad no desconocemos, no lo ha sido esta que de necesidad es, suplicamos al Ayuntamiento ya sea por subasta o administración acuerde la colocación del Reloj llamado de la Villa en el edificio construido para Consistorio o en el punto que más conveniente crea, por ser una necesidad hacerlo así y de justicia.
Seguramente esa “otra parte” en la que se colocaría entonces aquel reloj fuera uno de los huecos de las campanas de la torre de la Iglesia de Santa María, provista aún del romo tejadillo que había sustituido a la esbelta cúpula perdida años atrás en el incendio, antes de que se iniciara el inconcluso añadido vertical que le daría el aspecto que hoy presenta (también en la torre eclesial aumentada en altura se mantuvo un tiempo aquel reloj), según muestran algunas fotografías de la época. Parece que el proyecto al que los vecinos aludían no se llegaría a realizar, y de haberse materializado hubiera tal vez coronado durante algunos años (posiblemente entre aquellas fechas de 1905 y las del inicio de la construcción de su última fase en 1909) un torreón metálico el inacabado edificio del ayuntamiento bañezano, a semejanza quizá del que ostentaba en el centro de su fachada el de Valencia de Don Juan, pero lo que si nos descubren otras placas fotográficas es la existencia en la bañezana Plaza Mayor, al lado del templete y en un tiempo posterior al del remate de la Casa Consistorial, de una elevada torreta metálica que sostiene una especie de amplia plataforma cubierta por tejado que termina en estilizada aguja, de parecida hechura a la que en los años 20, y posiblemente soportando antenas radiotelegráficas, se alzaba en la leonesa Plaza de Santo Domingo, y ya antes, en torno a 1900, en la astorgana del Obispo Alcolea.
El arquitecto provincial Blanch y Pons realiza en diciembre del mismo año 1905 una valoración del estado de las obras encargada por el alcalde Darío de Mata Rodríguez, a quien se ha de dirigir en mayo de 1907, cuando ya es regidor municipal el sobrino del anterior, Leopoldo de Mata Casado, para que hable con este a fin de ver si se arregla pacíficamente el asunto del pago de sus honorarios, al que durante año y medio el actual alcalde y el secretario han estado respondiendo con evasivas, confiado en que no le vuelva ahora a suceder como con los emolumentos correspondientes a su proyecto y dirección de la Cárcel del Partido, que tardaron en abonarle once años, rogándole dé a aquellos recado para que le resuelvan el asunto y no haya de usar de los derechos que le asisten para intentar el cobro.
En julio de 1906 remite a la alcaldía bañezana un oficio el que será el nuevo arquitecto para la finalización de la obra, Manuel de Cárdenas Pastor (lo fue municipal de León desde 1900 hasta julio de 1914 en que pasa a serlo provincial; fue también arquitecto de la diócesis de Astorga), rogando se le envíen “las bases del concurso de proyectos para la conclusión del palacio municipal de la ciudad”. En mayo de 1908 se disculpaba ante el Consistorio, presidido ahora por Salustiano Casado Santos, por el retraso en la elaboración de aquel proyecto que antes le habían encargado y que en breve remitirá, como debió de hacer, pues el mismo aparece fechado en aquel mes de 1908, cuya ejecución saldrá a subasta a continuación (en bando que firma Robustiano Pollán Rodríguez como alcalde accidental; lo sería titular entre 1909 y 1910), adjudicada esta vez al contratista Emilio Perandones Cabo (había participado poco antes en la construcción del Puente de Requejo), que se obliga el 21 de junio a realizar conforme al mismo la terminación de la Casa Consistorial en la cantidad de 37.180 pesetas (15,34 menos de lo que había sido el tipo licitado). También se subastaba por entonces (en 2.870,03 pesetas) la obra de cerramiento con verja de la fachada principal del Hospital de la Vera Cruz de La Bañeza.
A lo largo de lo que restaba de aquel año y del de 1909 se remataría la construcción de la tercera fase del Consistorio bañezano, añadiendo la actual torre hexagonal con tejado de pizarra, no sin que antes se diera alguna reclamación a su diseño, como la que en 1908 entablaba el vecino Tomás Pérez Álvarez “para que modifiquen una ventana que da para su casa fuera de la distancia que para ello marca el Código Civil”, liquidando en abril del año siguiente el arquitecto al contratista Ángel Fernández Franco las 1.250,10 pesetas importe de la piedra facilitada por este para la edificación (aunque no incluirá “la partida del cantero”), una obra que supondría en su conjunto “un antes y un después en la arquitectura de la ciudad y el paso de una de hechuras tradicionales a otra modernista, ecléctica más bien”.
En 1910 y 1911 se va acometiendo la renovación del mobiliario interior del nuevo consistorio sacándose a subasta el amueblamiento de la alcaldía y de la sala de sesiones, que se adjudica al tapicero leonés Saúl Gutiérrez, quien envía muestras de tapizado en terciopelo inglés (también enviarían diseños de mesas y otros muebles, modelos de cortinas y presupuesto desde la leonesa “fábrica de muebles por energía eléctrica” de César Gago), y ya en febrero del segundo año ruega a quien es entonces de nuevo alcalde, Darío de Mata Rodríguez, se le salden las facturas que aún tiene pendientes. No obstante, al mismo alcalde se enviaban ya en abril de 1915 por ferrocarril sillones y divanes desde el gran almacén de muebles de ebanistería y tapicería de Higinio Gómez, en Valladolid.
El mismo año 1911 en respuesta a la pretensión de la Corporación bañezana de instalar por concurso un nuevo reloj en la Casa Consistorial y en la Estación del ferrocarril se reciben en enero presupuestos de algunas fábricas de relojes desde diversos lugares, como Zamora, de la relojería y óptica de Higinio Merino, y Benavente, de la gran relojería y taller de composturas de Isidro Parada Moreiras, e incluso de Francia, de Morez du Jura, de las fábricas de relojes monumentales de Pablo Odobey, hijo, y de su padre L. D. Odobey Cadet, que envía al Consistorio un extenso catálogo de sus relojes y remite a los concejales a su representante en Barcelona. También contactarían por entonces con la alcaldía bañezana desde la palentina fábrica de relojes de torre y fundición de campanas de Moisés Díez, quien el 8 de marzo indica a su titular que no se hará cargo de las obras de albañilería, carpintería y herrería precisas para la instalación del nuevo reloj (“al Ayuntamiento lo servirán mejor y con más economía los de aquí, mientras que del forastero siempre abusan”, dice), y sí del traslado del reloj viejo, aunque no puede fijar su importe “por desconocer el estado de la torre en que se ha de colocar (la de El Salvador seguramente, a la que se llevaría desde la de Santa María), quizá otro tanto como las 600 pesetas que vendrán costando aquellas obras, sin contar reparación alguna en el reloj, a lo que habrá de añadirse las 500 pesetas que importarán su limpieza y reponer con una esfera nueva la actual que está rota” (no tenemos seguridad de que se instalara efectivamente entonces el nuevo reloj en el Consistorio, y sobre todo de que se trasladara el viejo, pues aparece aún en la torre de Santa María en fotografías que se fechan en 1914). A los Hijos de Moisés Díez se encargará en 1926 la sustitución de aquel reloj por otro nuevo, una decisión de la Corporación de entonces que formaría parte de las del periodo primoriverista después denunciada como irregular y revisable por el Consistorio republicano elegido en 1931.


En 1918 Fernando García, maestro de obras de León, remite a la alcaldía bañezana presupuesto para pintar pasillos y techos y el salón de sesiones, y para realizar una lucera o claraboya de cristal y hierro cubierta a cuatro aguas (la que años después, en abril de 1933, se habrá de reparar tras su destrozo por una tormenta de granizo). En octubre de 1930 se autoriza la instalación de “calefacción por agua caliente o vapor” en el edificio consistorial, por importe de 4.348 pesetas y a
cargo de la empresa Viuda de Luís Gutiérrez, de León, la misma que en 1932 dotará de ella el juzgado de Instrucción; el expediente de subasta para su contratación se había iniciado en 1929 y en ella pujaría también la leonesa Comercial Industrial Pallarés, que a principios de septiembre de aquel año recomendaba a la Corporación no descuidar su decisión y estimar el presupuesto que le había remitido. Se consideraría en 1933 la colocación de baldosas en el patio de cristales del Consistorio, y al inicio de octubre de 1934 se adjudicará mediante subasta pública al contratista Narciso Concejo Álvarez la obra de reforma de las oficinas municipales, ya finalizada al terminar el año. Entre 1975 y 1977 se fecha el proyecto de modificación de las escaleras y otras dependencias de la Casa Consistorial bañezana, cuyas obras se liquidan en 1980 al arquitecto Pablo Vicente Herranz.

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