lunes, 18 de enero de 2016

85.- La quiebra de la Conjunción Republicano-Socialista.- (Alcaldes republicanos IV)

RETAZOS DE NUESTRO PASADO.-
Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañe-zanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens por José Cabañas González. (+ info en www.jiminiegos36.com)
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El 21 de septiembre de 1932 el alcalde, Toribio González Prieto (que lo era, por renuncia por edad de Felix Cardillo Puerta, desde el 30 del mismo mes del año
anterior), solicita licencia para octubre, y que lo sustituya en el cargo el primer teniente Ángel González (una situación que se daría con frecuencia también después de aquella fecha), quien “lo acepta si es con la cooperación de toda la corporación”, El concejal Narciso Asensio Asensio propone someter la cuestión al parecer de la Agrupación Socialista, y queda el asunto pendiente para la próxima sesión del día 28, y en ella
los concejales de la minoría socialista, y en representación de la Agrupación Socialista y la Federa-ción Local de Sociedades Obreras, presentan un voto de censura contra el alcalde Toribio González Prieto, por su perniciosa actuación en los hechos que se detallan: 1.- Por la denuncia presentada por Narciso Asensio por coacción contra Tomás del Riego. 2.- Por la denuncia presentada por la Federa-ción contra el industrial Cecilio de la Fuente Benito. 3.- Por varios oficios y comisiones de la Fede-ración para que solucionara en lo posible el paro obrero. 4.- Por creer que mientras siga en la alcaldía las aguas no llegarán a la ciudad, por considerarlo incompatible en este asunto. 5.- Por el abandono en que se encuentran los artículos de primera necesidad, no existiendo repesas de pan y carne ni aná-lisis de leche. 6.- Por su defectuosa actuación en cuanto a los solares cedidos por el ayuntamiento. 7.- Por no haber procurado llevar la luz a los pueblos de San Mamés, Sacaojos y San Pelayo. 8.- Por no apoyar la buena voluntad de los proponentes para la creación de casas baratas. 9.- Por haber votado contra la creación de las cuatro escuelas, con favoritismo para los centros particulares y confesiona-les. 10.- Por no hacer los expedientes con los trámites reglamentarios. 12.- Por haber hecho del asun-to de los consumos un interés personal y no una mejora, como se acordó, para la clase trabajadora. La Bañeza, 28 de septiembre de 1932. Porfirio González Manjarín. Narciso Asensio Asensio. Ángel González González. Isaac Nistal Blanco.

El alcalde (que perteneció a aquella minoría que ahora lo reprueba, dice La Opinión, que añade que la reprobación debiera hacerse a toda la corporación, culpable del dulce no hacer nada en que se halla) manifiesta que reconoce justificadísima la censura de que es objeto, y los defectos que tiene con perjuicio para el cargo que ostenta; admite además que su naturaleza expansiva y su carác-ter le impiden actuar con energía y dureza para castigar a los infractores, y que es el primero en desear para bien de la corporación y la ciudad la sustitución del cargo por quien pueda desempeñar-lo mejor que él, y promete convocar sesión municipal en 48 horas para presentar su dimisión, que es lo que noblemente procede en este caso, rogando que llegado este momento se le admita, puesto que así lo piden los concejales que presentan la censura y el pueblo presente, que asiente a ello.
En el pleno extraordinario del 30 de septiembre ratifica el alcalde su renuncia al cargo (pues-to honorífico, señala), para el que se dice incompetente, y se reafirma en devolverlo, pidiendo per-dón si no supo hacerlo bien: “quiso ser buen alcalde, y cree que no lo fue malo para nadie; él quería y quiere que la República sea de paz, fraternidad y alegría para todos, y ayudará a su sustituto, cual-quiera que sea”. Por unanimidad se le admite la renuncia, y entrega las insignias del cargo al primer teniente de alcalde, Ángel González, que pasa a ocupar la presidencia (y el puesto en funciones) y que agradece las palabras del saliente, “que demuestran que no ha habido manejo de nadie, sino sentimiento de él, y que los socialistas lo han resuelto con su solo parecer”.
El día 5 de octubre, con arreglo a la Ley Municipal y a la Real Orden del mismo mes de 1891, en una sesión a la que asiste incluso el concejal Manuel Martín Martín (sistemática e injusti-ficadamente ausente en la mayoría de las del mandato), se vota y obtiene 7 votos Juan Espeso González (abogado), y 5 Narciso Asensio, por lo que se proclama al primero por mayoría absoluta alcalde en propiedad, continuando la sesión, una vez que recibe las insignias y pasa a ocupar la pre-sidencia, desde la que saluda a los concejales y se ofrece a todos, y también al numeroso público que llena la sala, hasta un punto en el que parte de aquél “comienza a interrumpir el acto con voces y vivas a la República y mueras a la monarquía y a los farsantes, a los traidores y a los concejales vendidos; el incidente arrecia en forma violenta; por unos se protesta la elección del alcalde y por otros se aplaude. La presidencia logra dominar en parte la situación con frases de cordura (y orde-nando la presencia de la Guardia Civil, que es silbada por los revoltosos cuando se persona). El concejal Ángel González se dirige al público para decirle que allí se respeta a todos, y que en el Centro (Obrero, socialista) se resolverá; el edil Narciso Asensio indica a los asistentes (los arengó, dirá después el semanario Avance) que ellos lo ventilarán en el Centro, y que desde ese momento se ha roto la Conjunción Republicano-Socialista por culpa de los primeros, y que se ha infiltrado por ellos la monarquía. Vuelve a reproducirse la protesta y contraprotesta, invade el público el estrado, y se levanta la sesión”. El juzgado de instrucción del partido incoará sumario por aquellos hechos, que calificará de desorden público (en el que participó José García González desatando el tumulto al grito de “no consintáis que ocupe la silla presidencial un concejal monárquico”, que fue de nuevo detenido, procesado, y condenado a 4 meses de arresto mayor), ofreciendo a la corporación ser parte en el mismo, a lo que unánimemente se opusieron los concejales en la sesión que accidentalmente presidía Ángel González el día 31.
Un calendario de aquel año
De vergonzosa se calificaría en el número del izquierdista Avance del día 8 aquella elección “en la que tres concejales republicanos, desleales al régimen (republicano-socialistas, para mayor sarcasmo), dieron su voto a un mandatario de las extremas derechas y monárquico, elegido concejal con el apoyo del caciquismo, que no ha asistido a la mayoría de las sesiones, y que se hizo cargo de la vara municipal con el apoyo de la Benemérita, presente en el pleno” (el hermano de aquel alcal-de, Félix Espeso González, será hasta el 4 de agosto, en que es sustituido, el primero impuesto por los sublevados cuando sus tropas tomen La Bañeza el 21 de julio de 1936). Al noticiar lo sucedido, titulará El Diario de León: “De La Bañeza. Los socialistas, derrotados, promueven un gran escánda-lo. Un derechista alcalde”.
Aquellos acontecimientos debieron de generar descontentos y tensiones que aún perdurarían unos días, pues el 10 de octubre desde el ayuntamiento se participaba al comandante del puesto de la Guardia Civil de La Bañeza que se persone en la alcaldía a la mayor brevedad, para agradecer más tarde a su Jefe de línea que tenga prevenida la fuerza en el cuartel en espera de las órdenes que el alcalde precise transmitirle. Lo que las actas revelan de las sesiones que siguieron es mayor con-flictividad y desacuerdos entre los grupos municipales, menos cordialidad y más reproches cruzados entre ellos, y el aumento de la necesidad de votación para decidir en las discusiones sobre los asun-tos que se tratan.
Una tal quiebra no se dio solamente en La Bañeza: en las elecciones de 1931 se impusieron ampliamente las candidaturas de la conjunción republicano-socialista, pero esta coalición no era en absoluto estable (en León pronto se había desgajado); los partidos y las clases que accedieron al poder tenían la mayoría, pero no la hegemonía ni la cohesión ideológica. El viejo bloque había per-dido con la República el ejercicio del control político, pero seguía siendo el conglomerado econó-mico dominante, con una concepción aún de Antiguo Régimen. El único partido sólido y estructu-rado de la izquierda era el Partido Socialista. Entre los republicanos había varias formaciones, algu-nas de reciente creación, sin uniformidad ideológica, con elementos de tipo conservador y burgués y a las que acudieron numerosos individuos que anteriormente habían apoyado a la monarquía, y que más o menos a las claras defendían intereses económicos y de clase amenazados en numerosos lu-gares y ocasiones por las reformas que los socialistas planteaban, de manera que fueron corrientes las maniobras para arrebatarles el poder a toda costa (como se haría en Ponferrada), originando que en lugares como Astorga se diera a lo largo de 1933 varias veces por consumada la ruptura.

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