jueves, 4 de febrero de 2016

Adios a un gran amigo

José Cruz Cabo
A Jesús Valle Mielgo, lo conocí recien nacido y a medida que trascurrió el tiempo, la amistad entre él y yo se fue agrandando, ya que siempre fue una personas encantadora, sencilla, amable, simpático y gran persona.
Cuando el nació yo vivia en el corralón del Barrio San Eusebio y ya tenía amistad con sus hermanos mayores, Santiago y Carmina. A la vez que fue creciendo, fui conociendo a un chico listo, avispado, juguetón y reflexivo, que juntamente con mis hermanos Juanjo y Guillermo, eran inseparables, y más de una vez cuando yo llegaba a casa después del trabajo, los encontraba jugando a la lotería con mi padre Manolillo y a mi segunda madre, Pilar charlando con su madre también Pilar, en aquella destartalada cocina que era la vivienda del corralón. Con la señora Pilar, hasta que falleció, siempre la tuve un profundo afecto.
Con posterioridad, yo ya casado y viviendo en la zona centrica, nos veiamos, en la Peña Real Madrid, entonces en los bajos del Casino y a pesar de la diferencia de edad seguiamos manteniendo la amistad. Luego se fortaleció más cuando fuimos ambos directivos de la Peña, ya en el lugar que está ahora y la amistad seguia incólume y cada día más afectuosa, pues Jesús fue siempre un chico inteligente y avispado y lleno de sencillez-
Dos veces tuve que ir al registro ya estando él como empleado en el mismo, y nada más verme se levantaba y me preguntaba el motivo de mi visita y como eran problemas de herencia, enseguida me solucionaba el asunto y el me decía adios Cruz y yo le contetaba, hasta otra Arochina, ya que su padre fue siempre el señor Arocha.
Cuando venía su hermano Santiago a pasar el mes de agosto a su pueblo, trabajó en Barcelona donde emigró joven, todavía la conversación era más amena, recordando los tiempos del Barrio San Euesebio, donde las noches del verano cenábamos en la calle varias familias reunidas y entre ellas su familia y la mia.
Cuando la Peña Real Madrid organizo las ligas de futbol sala, también nos veimos muchas veces y siempre fuimos amigos leales y afectuosos, ya que su caracter era muy agradable. También nos tratamos en Semana Santa, ya que fue directivo de la Cofradía de Jesús Nazareno y después era el encargado de uno de los pasos de la misma, y yo tenía que ir a recoger información a la directiva de dicha cofradía.
Cuando enfermó del ictus me llevé un gran disgusto, pero luego cuando lo veía con su esposa, Dolores, paseando por nuestras, calles la primera vez fue un gran alegrón para mi y siempre que nos veiamos le comentaba lo bien que lo encontraba, hasta ahora que ya nos dejó para siempre el cariño fue mutuo y su recuerdo será permanente.
En estos momentos de dolor, quiero espresar a su esposa Dolores, a sus hijos Jesús y Hector y a sus queridos también hermanos, Santiago, Carmina y Pili, mi profundo pesar por su muerte, esperando que algún día y supongo no muy lejano, podamos encontrarnos en el más allá.

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