lunes, 30 de mayo de 2016

88.-2.- La reposición del consistorio bañezano electo en 1931.-

RETAZOS DE NUESTRO PASADO.-


(Alcaldes republicanos VI)
Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Ba-ñezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens por José Cabañas González. (+ info en www.jiminiegos36.com)
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Transcurridas las elecciones del 16 de febrero con el triunfo del Frente Popular,
en La Bañeza, a las doce horas del día 21, viernes, bajo la presidencia del alcalde Julio Fernández de la Poza se reúne la corporación municipal en sesión extraordinaria convocada para reponer al ayun-tamiento destituido en octubre de 1934 en virtud de órdenes recibidas del gobernador civil de la pro-vincia, asistiendo Ceferino Martín Martín, Conrado Blanco León, Gumersindo Fernández Astorga, José Perandones Cabo, Tomás Pérez Benito, y Servando Juárez Prieto, además de los concejales de elección popular que constituían el consistorio a reintegrar: Ángel González González, Isaac Nistal Blanco, Narciso Asensio Asensio, Liberto Díez Pardo, Porfirio González Manjarín, José Santos Pé-rez, Toribio González Prieto, y David González Moratinos, no asistiendo por ausencia justificada Luís Domínguez García, Severino Hernández Canelas, Juan Espeso González, Manuel Martín Mar-tín, y Joaquín Lombó Pollán.
Se dio lectura a la comunicación del gobernador civil (remitida el día 20 y recibida el 21), que lite-ralmente dice: “El Sr. Ministro de la Gobernación en telegrama circular me dice lo siguiente: En Consejo de Ministros celebrado hoy se ha acordado la inmediata reposición de todos los ayuntamien-tos que en su totalidad o en parte se hallen actualmente en suspenso gubernativo y lo participo a V.E. para que proceda inmediatamente a la reposición de los de esa provincia que se encuentren en ese ca-so. Lo que participo a V. para su conocimiento y a fin de que proceda a reponer a ese ayuntamiento en la forma ordenada si se encuentra en las circunstancias a que la orden ministerial hace referencia. León, 20 de febrero de 1936. El Gobernador Civil Luís Pardo Argüello. Señor alcalde del ayunta-miento de La Bañeza”.

Efecto de tal mandato, se repone el ayuntamiento republicano-socialista de elección popular del 31 de mayo de 1931 a todos los efectos legales, tomando posesión de sus cargos quienes lo constituían antes de su sustitución, y como no está presente Juan Espeso González (alcalde en la fecha de la suspensión), se posesiona del suyo de primer teniente de alcalde y de presidente del acto Ángel González González, “quien recibe quieta y pacíficamente las insignias de su cargo”.
El concejal Toribio González Prieto pide en aquel pleno que conste en acta un voto de agra-decimiento a la Gestora que cesa, y en especial a su presidente por el alto ejemplo de democracia que han dado en su eficaz actuación. Manifiesta por su parte Ceferino Martín Martín, ahora susti-tuido, que al ser la quinta vez que ha ocupado estos puestos, a pesar de ser esta la única en que lo hizo sin ser por elección popular, se marcha satisfecho de la armonía y el trabajo que ha existido entre todos, agradeciendo al pueblo su ayuda, y añade que el alto ejemplo dado por esta Gestora de continuar la obra que encontró iniciada al sustituir al ayuntamiento hoy repuesto debe ser seguido para hacer un pueblo grande, que es lo que a todos interesa. Abunda el también cesado Servando Juárez Prieto en la gratitud de la Gestora separada por la confianza que el pueblo le ha prestado y en que espera que esta corporación vendrá animada de continuar la labor iniciada, porque ello repercu-tirá en beneficio de todos. En la labor que ha de desarrollar este ayuntamiento dice confiar Ángel González, por ser el que tiene la confianza del pueblo, ya que el pueblo fue el que lo eligió y es el pueblo el que de nuevo lo trae, esperando que todos ayuden a que su gestión sea eficaz, tras lo que se acuerda realizar las sesiones ordinarias los lunes en primera convocatoria y los miércoles en se-
gunda, a las siete de la tarde. “Numeroso público acompañó después hasta su casa al alcalde cesado, Julio Fernández de la Poza (noticiaría al día siguiente El Adelanto), lo cual demuestra las grandes simpatías de que gozaba” aquel bañezano emprendedor que ya con unos once años se desplazara a Londres para estudiar allí comercio y fundar aquí después un novedoso negocio de reclamos, que visitaba ferias internacionales como la de Frankfurt, y que hablaba con soltura francés, alemán e inglés, idioma este que practicaba en sus frecuentes charlas con el británico don Eduardo Turrall, el obispo (o pastor) protestante responsable de la capilla evangélica de Jiménez de Jamuz.
A la mitad de septiembre de 1935 había regresado de su viaje por España y el extranjero el alcalde Julio Fernández de la Poza, que en unos días se haría de nuevo cargo de la alcaldía, y a quien el día 18 solicitaban los boticarios fueran provistas las plazas de inspectores farmacéuticos municipales correspondientes al ayuntamiento bañezano. En el pleno del día 25 de aquel mes, que ya presidiría, se acordaba anunciar vacante el cargo de Agente ejecutivo “necesario a la corporación para la cobranza de los impuestos y otros ingresos que no se recaudan en el periodo voluntario”, y también “adquirir una docena de cestas de alambre para ser colocadas en la vía pública (a la casa Riviere y Compañía, de Barcelona, primero media docena a modo de ensayo), para que en ellas puedan depositarse mondas, papeles y otros efectos que se arrojan en el pavimento de las calles, donde tan mal efecto producen, dándoles un aspecto grosero y sucio”. Cuando se coloque aquella “ornamentación moderna de ciudades cultas, atavío industrioso, cestitas de alambre que penden acá y acullá de los postes escogidos cual nido de jilgueros pendientes de la enramada”, se dirá en El Adelanto del 7 de diciembre que “el señor alcalde es muy fino, y que va a Londres muchas veces”, y que se canta la copla que señala que “Bañeza ya no es Bañeza / que es un segundo Madrid / ¿Quién no ha visto en La Bañeza / las cestas del papelín / que mandó el señor alcalde / colocar aquí y allí?…”.

Volviendo a febrero de 1936, a la sesión municipal del día 26 asisten todos los concejales bañezanos menos Manuel Martín Martín. Preside Ángel González como primer teniente de alcalde, que da cuenta de que Juan Espeso González no tomó posesión de la alcaldía fundándose en las ra-zones que expone en el escrito que subscribe, y al que se da lectura, que termina suplicando, “1º, considerarle incorporado a este ayuntamiento como concejal; 2º, estimar por su parte declinado el honor y el cargo de alcalde presidente, y 3º, considerar vacante el cargo y acordar proceder a su provisión en la forma que la Ley dispone”. Se acuerda por unanimidad conforme a dicha súplica, y considerando vacante la alcaldía se procede a la designación de la persona que ha de ocuparla, me-diante votación secreta y por papeletas con el resultado de 9 votos a Joaquín Lombó Pollán y 1
para Ángel González, tomando el primero posesión de su cargo quieta y pacíficamente y recibiendo las insignias del mismo, manifestando su sorpresa por la designación, por la que da las gracias a sus compañeros concejales, y dirigiendo un saludo al pueblo bañezano, al que hace constar que “él será alcalde para todos”. Como Lombó Pollán ostentaba el cargo de síndico de la corporación, que queda ahora vacío, se elige a quien ha de sustituirle, Porfirio González Manjarín, con 6 votos, y se decide reorganizar las comisiones municipales, para una mayor eficacia de las mismas, y designar al con-cejal González Prieto para que en el Consejo local de Primera Enseñanza vuelva a representar al consistorio.

91.- La secularización del cementerio bañezano en 1932.-

RETAZOS DE NUESTRO PASADO.-

Del libro “LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA” (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras localidades provinciales -León y Astorga- de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sa-piens por José Cabañas González.
(+ info en www.jiminiegos36.com)
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Señalaba el secretario municipal del Ayuntamiento bañezano, José Marcos de Segovia, a la altura de 1941 en su Informe para la Causa General de Asturias y León en su respuesta a la cuestión c) Fecha en que se trasladaron al cementerio las lápidas del cementerio civil. Acuerdo del ayunta-miento de entonces relacionado con esto:
En La Bañeza existía, adosado al cementerio católico un pequeño recinto destinado a cementerio ci-vil, separados uno de otro por una pared. El 16 de marzo de 1932, el Ayuntamiento, constituido en su mayoría por socialistas y republicanos, acordó que desapareciese la pared que separaba ambos ce-menterios; el 10 de agosto siguiente se acordó, aun siendo uno solo el cementerio, que se trasladasen los restos de las cinco personas, únicas enterradas en el civil, al católico. Las sepulturas civiles no te-nían lápidas, ni símbolos ni emblema alguno.
El 14 de septiembre se insistió en que aquel traslado acordado se hiciese con solemnidad, y antes de la festividad de los Santos. En un principio el acuerdo fue que se hiciese una sola sepultura, con una sola lápida para inhumar en ella, previa autorización de los familiares interesados, los restos de las referidas cinco personas, terminándose por decidir que se hiciese una sepultura para cada una, con sendas lápidas, costando estas a razón de doscientas cincuenta pesetas por unidad, que hizo el mar-molista de Zamora señor Calvo.
En la sesión del 14 de noviembre de 1932 se dio lectura al escrito (consignado literalmente en el ac-ta) del sacerdote don José Rubio Martínez (coadjutor) por el que protestaba de los acuerdos anterio-res, y se acordó que, previa consulta con un letrado (que sería don Publio Suárez Uriarte, de León), se denunciase judicialmente al sacerdote José Rubio por estimar ofensivo el escrito.
En definitiva no sucedió nada. El 12 de diciembre de 1932 se acordó que dicho traslado se hiciese el día 1 de enero de l933, a cuyo acto concurriría la Banda Municipal de Música y se invitaría al pue-blo; por fin el traslado se hizo el 22 de enero de 1933, a las doce de la mañana.
El acuerdo de la corporación del 10 de agosto de 1932 incluía el traslado de los restos en una fecha que se decidirá con las familias de los finados, que se les hiciera un homenaje, y que una lápi-da cubriera los restos de todos ellos. Uno de los ocupantes del cementerio civil era Modesto del Egido Ferrero, administrador de consumos fallecido en 1915, y sus sobrinos alegan una decisión del ayuntamiento de entonces para dedicarle una placa individual, lo que motivará que más adelante, y por votación, se imponga destinarles una para cada cual. El día 24 se vota y resulta por mayoría retirar la imagen del altar y el crucifijo de la capilla del camposanto para ser archivados por el Ayuntamiento en lugar adecuado, con el voto en contra de los concejales José Santos Pérez, Liberto Díez Pardo y David González Moratinos, que proponen que sean entregados al clero, “que conti-nuarán con su veneración”. Se plantea donde guardar el crucifijo: “envuelto en un trapo”, propone el concejal Isaac Nistal Blanco; “debe de tratarse con más respeto, y que él regalará una caja para depositar la imagen”, dice el edil Díez Pardo. El regidor Narciso Asensio Asensio propone que re-coja la imagen Díez Pardo, y a ello se adhiere Nistal Blanco.
No incluyó en su informe de 1941 el secretario lo que él mismo había consignado en el acta de la sesión del 14 de septiembre de 1932: que “la urgencia del traslado de los restos antes del 1 de noviembre obedecía a la pretensión de los corporativos (y en especial del socialista Porfirio Gonzá-
lez Manjarín) de que el día de todos los Santos pudieran los restos trasladados gozar de la misma solemnidad que los demás”. Tampoco que el coadjutor de la parroquia de Santa María en su recurso contra aquel traslado (amparado por la nueva normativa de enterramientos y de cementerios) “al cementerio católico” (insistía impropiamente, pues era municipal desde su construcción) se oponía a ello “como lo hace la parte más sana de la población”, y calificaba de “malversación de fondos” el coste de las lápidas, por lo que se acordó proceder judicialmente contra él por lo que de punible pudiera contener el injurioso escrito. Pocos días antes de la fecha acordada del traslado se pospone, por no contar aún con todas las autorizaciones de los familiares de los finados.
A propósito de los restos de Modesto del Egido, dirá el capitular José Santos Pérez que, con-tra lo publicado por el semanario local Avance en la reseña de la sesión anterior, él no era alcalde cuando aquel falleció, ni siquiera concejal, aunque, añade, lo ha sido desde 1901, y cuenta que “cuando murió su buen amigo se vio entre tres fuegos: la autoridad eclesiástica, la familia y el cla-moreo de la calle, y no sabía qué hacer por no faltar a la ley de entonces, un verdadero conflicto, decidiendo al fin presidir el entierro con todos los empleados municipales, y dando orden de que fuera por la calle del Padre Miguélez el cortejo fúnebre”.
Añadía en el referido Informe de 1941 el secretario municipal (además de otras respuestas a algunas consultas más que sobre diversos extremos el instructor de aquella Causa General le plan-teaba), sus manifestaciones en cuanto a lo que él mismo señala como cuestión e) Otros atropellos sectarios (durante la República, hasta el Movimiento) y cuanto se pueda aportar sobre esto, según las cuales había
acordado el Consistorio la retirada del cementerio bañezano de los signos católicos: el crucifijo e imágenes de la capilla y las cruces de su entrada, en la que se sustituyó el rótulo “Cementerio Católi-co” por el de “Cementerio Municipal” (en mármol), y en el que no se permitieron ni la cruz alzada en los entierros ni la entrada de los sacerdotes en el Día de los Santos (en lo segundo, como veremos, faltaba el secretario a la verdad), como también que las campanas de las iglesias molestaban y la desaparición de la corona real de los escudos nacionales que había en la alcaldía y en la sala de se-siones
Decisiones, las relativas al cementerio y las campanas, tomadas en el pleno del 17 de agosto de 1932, a solicitud de los concejales socialistas González Manjarín y Asensio Asensio, y en cum-plimiento del artículo 27 de la Constitución, como dejó fijado el acta de aquel día. La correspon-diente a la sesión del 14 de septiembre recogerá que en el techo del salón de plenos hay una corona monárquica que aún no se ha retirado o borrado porque se piensa hacer en breve reformas en el mismo, y se decide pintar la alegoría de blanco mientras tanto. Cuando en el pleno del 21 de no-viembre de 1936 (triunfante en La Bañeza el Movimiento desde cuatro meses antes) se ordene la reposición de las cruces a la entrada del cementerio y en el exterior de la capilla, se dispondrá -en evidente represalia- “por unanimidad (con el voto en contra de los entonces gestores municipales Antonio Fernández Nistal y Luís Vigal Tinajas) que de ello se ocupe precisamente el albañil y ya exconcejal Porfirio González Manjarín”.

Publio Suárez Uriarte


En el pleno municipal del 24 de octubre de 1932 precisamente “denuncia el concejal Gonzá-lez Manjarín sobre el rumor de haber reclamado en malas formas el cura Ángel Riesco Carbajo al encargado del cementerio unas velas, y ordenado que las encendiese en la capilla”. Pide además que se cumpla lo legislado sobre ceremonias religiosas (permitidas solo ante cada sepulcro); inquiere por la titularidad (ya legalmente municipal) de la necrópolis, habida cuenta que las papeletas de enterramiento siguen siendo firmadas por el párroco; reclama el cumplimiento de la Ley de secula-rización de cementerios, por el que ha de velar el alcalde, y propone que para conocimiento del ve-cindario se publique la misma en los periódicos locales. Su compañero de adscripción socialista, Narciso Asensio, solicita se confirme la veracidad de lo sucedido y se actúe legalmente contra el sacerdote si así procediera.
El día 31 de octubre la minoría socialista en el Consistorio presentaba un escrito “solicitando se cumpla lo dispuesto en el citado artículo 27 de la Constitución y en la referida Ley del 30 de enero de 1932 (según la cual, y tal como expone en su comienzo, "Los cementerios españoles serán comunes a todos los ciudadanos, sin diferencias fundadas en motivos confesionales"), que solo permite los ritos funerarios religiosos en el momento del enterramiento al pie de cada sepultura (de quienes así lo hayan dispuesto en vida de manera fehaciente), y propone que la Corporación clausu-re el cementerio todo el día primero de noviembre, no permitiendo la visita del clero para el rezo de responsos, que no tiene otra finalidad que lucrarse a costa de la ignorancia, de la candidez o del fa-natismo de los familiares del difunto”. Se debate sobre prohibir la entrada solo al clero, que no ha pedido permiso al Ayuntamiento; se contempla que no pueda hacer procesión, pero que se permita que vaya a la necrópolis y rece ante las tumbas donde se le pida, y se conviene en que los curas de-ben de pedir permiso. El alcalde Juan Espeso González (tachado por algunos de excesivamente con-servador y derechista) dice querer cumplir la Ley, pero que ha de atenderse también al ambiente del pueblo, para evitar disgustos; se manifiesta que en La Hojita Parroquial se ha anunciado la visita al camposanto, sin pedir la debida autorización a la autoridad civil, lo cual es falta de respeto, y que se debe de sancionar con una multa (se produce una protesta entre el público asistente al pleno muni-cipal, que vocea “fuera, fuera”, consigna en el acta el secretario). Se da finalmente un voto de con-fianza al alcalde para que se asesore y cumpla la Ley a su criterio, que debió de ser el de evitar des-encuentros al que antes aludía, pues Ángel González González, que lo era entonces en funciones, comunicaba el día siguiente al párroco don Lucas Castrillo Martínez que permitía, “por tolerancia, que puedan pasar por el cementerio vestidos de curas por la tarde” aquel 1 de noviembre, día de todos los santos.
Aquella deferencia no fue tenida en cuenta (se dirá) cuando después uno de los coadjutores (José Rubio Martínez) entable el recurso antes mencionado mediante un poco respetuoso alegato contra la decisión municipal de trasladar los restos de los inhumados en la antigua zona civil al re-cinto ya único del cementerio municipal, que merece se acuerde por la Corporación consultar con el letrado leonés Publio Suárez Uriarte (que lo era de los asuntos del Ayuntamiento) sobre su ilicitud penal, y cuyo dictamen se recibía el 20 de enero de 1933 señalando “no hallar en aquél materia de-lictiva para sostener la acusación de injurias o calumnias”, y que “incluso la referencia gramatical a la malversación de que se acusa en el escrito, jurídicamente no tendría fundamento según la repetida jurisprudencia del Tribunal Supremo”.
El 21 de enero de 1933 se avisaba a los familiares de los finados, Felipe del Egido, Clemente Fuertes del Río, Nazario Rodríguez, Eugenio de Mata, y Rafael Mateo de la inhumación en el mu-nicipal el día siguiente, 22, al medio día, de los restos de sus deudos retirados del antiguo cemente-rio civil. Para tal acto, igualador de la consideración de unos y otros ciudadanos en el trato mortuo-rio (y calificado desde El Adelanto del día 28 de “capricho impopular”), realizado con solemnidad y la presencia de la Banda de Música (según se había acordado) se hace cargo de la alcaldía el primer teniente, el socialista Ángel González González, notificado de la sustitución por el alcalde titular (una fórmula, la del relevo temporal del uno por el otro en la alcaldía bañezana, que se practicó en-tonces con una cierta frecuencia a la hora de abordar situaciones o actuaciones conflictivas o con-trovertidas como aquella). Cuatro músicos faltaron a aquel acto, y se proponen en la sesión munici-
pal del 1 de febrero sanciones para ellos según el Reglamento de la Banda, sustanciadas al cabo en dos multados con 5 pesetas y un expulsado de la misma.

90.- El parque de bomberos, la casa de socorro y la junta pro invalidez, mejoras que no se consiguieron.-

RETAZOS DE NUESTRO PASADO.-

Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Ba-ñezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens por José Cabañas González. (+ info en www.jiminiegos36.com)
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Ya en 1914 se proponen desde la publicación mensual El Jaleo soluciones y remedios a las deficiencias que se padecen en el municipio bañezano, como la adquisición de un carro de la basura (la famosa cuba de años posteriores arrastrada por un decrepito jumento a cargo de Nicolás Alba Guadián, que unas veces, deteriorada, se reclamará se sustituya, y otras que sea retirada por el por tantos años pendiente y deseado alcantarillado), la existencia de servicio de bomberos, la actuación de la Junta y la Inspección de Sanidad, y la traída de las aguas que tantos años aún demoraría: en 1945 entre las creaciones que para la Rondalla Los Majos escriben los maestros Lupi y Ricardo Álvarez Acedo se incluye el siguiente cuplé: “dicen que en La Bañeza / bebemos mucho vino / y tenemos la fama / de ser borrachos finos / pero pasando el tiempo / todo se arreglará / cuándo traigan las aguas / no beberemos más”.
El día 1 de julio de 1931 acuerdan los ediles bañezanos en el pleno comprar bombas para los pozos públicos de abastecimiento de aguas (de los que todavía se carece en los barrios extremos; en agosto se pretenderá profundizar uno en el Polvorín), y concertar el servicio de bomberos con la cuba de agua existente para el riego de las calles en verano, desechada la propuesta de comprar un tanque automóvil para ello. Aún en estos tiempos discurrían por la ciudad arroyos de agua sucia que iban (al decir de El Bachiller Pérez en La Opinión) “cantando el recorderis al pueblo muerto”. En la sesión municipal del día 15 propone el concejal de la minoría socialista Porfirio González Manjarín que se realice el amillaramiento rústico y se remedien las intrusiones llevadas a cabo en los terrenos comunales, “algunas tan descaradas como las cometidas en el Vallejo y la Cuesta de la Salgada”.
“La Bonifacia”, segundo vehículo de los bomberos de León. Años 20
Varios vecinos habían solicitado el riego de las calles con la dotación de una cuba-automóvil, asunto que se estudiaba en el pleno del 10 de mayo de 1933, reconociendo la necesidad del servicio, y sus dificultades económicas, y acordando sacarlo a subasta para los cuatro meses de verano (de junio a septiembre), separado del de limpieza. Propone el concejal González Manjarín
(habitaba el número 2 de la calle Santa Marina Baja, y el 6 de abril había nacido la cuarta de sus hijos, a la que puso por nombre Libertad) proveerse de una cuba-camión, y que se proyecte un ser-vicio contra incendios, ya que de declararse algún fuego en los barrios sería peligrosísimo, asunto que se acuerda estudiar y considerar relacionado con el abastecimiento de aguas. La subasta para ocuparse de aquella nueva prestación municipal quedaría sucesivamente desierta hasta adjudicarse la tercera, a primeros de julio y por 1.100 pesetas, a José Rodríguez Fernández, que debía de regen-tar (seguramente con su madre, la viuda de Antolín Rodríguez) un puesto de pescado, ya que son ellos parte de quienes a final de marzo reciben del Ayuntamiento la devolución de las cantidades ingresadas por el arbitrio de inspección de pescados que la delegación provincial de Hacienda había anulado al Consistorio.
En el Ayuntamiento bañezano estaba actuando a primeros de marzo de 1932 como deposita-rio de fondos municipales el oficial de la secretaria Eusebio Aragón Maroto, entretanto se nombraba reglamentariamente uno, y a la espera de que ello se produjera se hizo cargo eventualmente de la depositaría el concejal José Santos Pérez. En la sesión del día 9 de aquel mes el edil socialista y primer teniente de alcalde Ángel González González (uno de los más activos y de los que más pro-puestas e intervenciones realiza a lo largo de los plenos de todo el periodo republicano, y asistente regular a todos ellos) proponía establecer una Casa de Socorro o clínica de urgencias, de acuerdo para su atención con la cofradía del Hospital de la Vera Cruz (en octubre de 1933 insistirán en ello desde la minoría socialista), y en la del 16 es Porfirio González Manjarín quien reclama la desapari-ción cuanto antes de la separación del cementerio civil (en torno al 10 de octubre se derribaría la tapia de división, después de que el gobernador civil lo ordenara en oficio del día 8).
Se mantiene en la discusión de los presupuestos municipales para 1934 la subvención de 1.000 pesetas al Hospital de la Vera Cruz y de Juan de Mansilla. Los socialistas manifiestan de nuevo su antigua pretensión de disponer de una clínica de urgencias, pues es a veces precario el funcionamiento de aquella institución (en accidentes y atención de enfermos pobres), y de contar en ella con unas camas para enfermos tuberculosos. El concejal González Manjarín plantea que se des-tinen 4.000 pesetas a la creación de la clínica (que ha de ser beneficiosa para pobres y ricos), ges-tionada con el Hospital, lo que se aprueba (las dos diferentes subvenciones). Se acusa al Hospital de “atender y ejercer por la política”, como mostró el caso de un enfermo desatendido por la desave-nencia entre el médico de cabecera y el del Hospital (Manuel Marqués Pérez). Debe “desentenderse del matiz político para que el Hospital sea de todos”, dice González Manjarín, quien afirma que enfermó y se le negó la entrada, y añade que “son los médicos los que ejercen la política, como bien sabe el secretario municipal (José Marcos de Segovia) como jefe que es del Hospital” (que es una “entidad particular y, se le subvencione o no, procederá según sus estatutos”, manifiesta el regidor Joaquín Lombó Pollán). A primeros de febrero se había acogido allí por mandato del juez de Ins-trucción a una joven de 17 años embarazada y en estado de abandono, posiblemente de Gijón, a cuyo juzgado se comunicaba su ingreso.
En cuanto al recurrente asunto ya tratado de la necesaria clínica de urgencias o Casa de So-corro, se acordaba en la sesión municipal del 24 de febrero de 1934 dirigirse al Juez del Hospital de la Vera Cruz preguntando en qué condiciones pudiera construirse allí. La hija de uno de los dos últimos socorridos por el ayuntamiento por enfermedades de familiares ha sido operada gratuita-mente por el doctor Martiniano Pérez Arias e ingresada después en aquel Hospital, y por situaciones como aquella debe de construirse cuanto antes una clínica en la que puedan efectuarse tales opera-ciones, ya que los médicos se ofrecen gratuitamente a atender a los enfermos pobres. Cuando se estudió el presupuesto municipal para 1934 se consignaba cantidad para ella, pero al no ser aproba-do y prorrogar el del año anterior no la hay ahora disponible, ni se concertó ni exploró posibilidad alguna con el Hospital, y de concertarse ahora podría resolverse con parte de la consignación de obras (4.000 pesetas se dice suponer que puede importar todo, incluido el instrumental). Lo impor-tante es (en opinión de los concejales) que la clínica se cree, ya sea del municipio o del Hospital (que ya piensa en construirla, y tal vez acuda a una subvención para ello, se dirá), que siempre ha
admitido y atendido a todos los enfermos sin distinción (se dice ahora), el último uno transeúnte enviado allí por la alcaldía.
Se concede en el pleno del 4 de julio de 1934 un socorro de 50 pesetas a José Villasol del Río, y se acuerda gestionar con su familia la conveniencia de internarlo en un asilo, toda vez que en el Hospital de la Vera Cruz solo se acoge a enfermos agudos. Propone el concejal González Manja-rín establecer sobre los vecinos un impuesto para obtener un fondo con el que atender a casos tan lastimosos como este, aunque (le replica el concejal síndico Isaac Nistal Blanco, también socialista) el Ayuntamiento no tiene competencia para ello, y tal función es incumbencia del Estado. Plantea entonces el primero que por iniciativa de la Corporación se cree una Junta pro Invalidez, estiman-do que “no habrá conciudadano que se oponga a ello, pues los jóvenes deben de atender a los ancia-nos que no puedan trabajar”, y que se convoque a distintas representaciones para ver la forma de llevarla a efecto.

domingo, 29 de mayo de 2016

89.- Concejales elegidos sustituidos por gestores impuestos.- (Alcaldes republicanos V)

RETAZOS DE NUESTRO PASADO.-
Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Ba-ñezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens por José Cabañas González. (+ info en www.jiminiegos36.com)
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El día 6 de octubre de 1934, estallado ya el anunciado movimiento revolucionario en Astu-rias y en otras zonas del país, y declarada la huelga general en La Bañeza, llegaba del gobernador civil aviso telegráfico que ordenaba cesar como alcalde accidental al concejal socialista y primer teniente Ángel González González (sustituía al titular, Juan Espeso González, de permiso desde el 17 de septiembre), destituyéndolo quizá también como edil, pues ya ni siquiera como tal asiste a los siguientes plenos celebrados antes de que la corporación elegida el 31 de mayo de 1931 sea suspen-dida el día 15 de aquel mes.
A las nueve de la noche de aquella fecha, previa citación del comandante del puesto de la Guardia Civil, el cabo Pedro Lagarejo Villar, y por orden del gobernador, se reúnen en la Casa Con-sistorial parte de los concejales separados y salientes y las personas designadas como concejales interinos para sustituirlos: Julio Fernández de la Poza (industrial), como alcalde, y como regidores Conrado Blanco León (industrial), Tomás Pérez Benito, Gumersindo Fernández Astorga (tratante de ganados), Julio Fernández y Fernández Núñez (abogado; ya había sido alcalde en 1912 y en 1914-1915, y diputado provincial en 1923-1924 y 1930-1931), César Seoanez Romero (labrador –uno de los mayores contribuyentes por rústica- y concejal en la última corporación de la dictadura; sería uno de los 24 derechistas detenidos en la madrugada del 20 de julio de 1936 por su adhesión a los golpistas), José Perandones Cabo (industrial), Luís Domínguez García, Martiniano Pérez Arias (médico; alcalde de 1918 a 1920; en la primavera de 1936 figurará como uno de los falangistas ba-ñezanos), Servando Juárez Prieto (maestro), Severino Hernández Canelas (industrial), y Ceferino Martín Martín (industrial, alcalde en 1917), a los que el cabo de la benemérita da posesión de sus cargos, que aceptan pacíficamente y sin reclamación alguna, acatando todos, los nuevos y los cesa-dos (incluido Ángel González, que asiste a la sesión), las órdenes de la superioridad. De ellos, el designado alcalde, Julio Fernández de la Poza, era propietario-director de Reclamos de la Poza (“Representación en Londres, casa central en España, en La Bañeza; concesionario exclusivo de las principales novedades de propaganda y reclamo de Inglaterra, Alemania, Francia, Bélgica, Austria, Italia y Estados Unidos de Norte América”, proclamaban sus anuncios. Solía surtirse de productos también en Leipzig, Alemania). Tomás Pérez Benito, de 39 años, figuraba como depen-diente de comercio, seguramente en el de tejidos de su hermano Patricio (de 48 años) en la Plaza de Fray Diego Alonso o en el propio, heredado de su madre, viuda de Tomás Pérez García, en la calle de Pérez Crespo.
Mediante la monárquica Ley municipal de 1877 y previa investigación gubernativa (lo que no se hizo tras las decisivas elecciones de 1931), fueron sustituidas en todos o en la mayoría de los ayuntamientos las corporaciones y los concejales socialistas por otras y otros de matiz republicano radical y por militantes de Acción Popular, y en esta situación se llegará hasta febrero de 1936, en que tras las elecciones generales serán rehabilitados los ayuntamientos de elección popular de 1931. También fueron sustituidos los ediles socialistas en la corporación de Astorga.
Se constituyó después en La Bañeza la nueva corporación, presidida por el alcalde designa-do y con Ceferino Martín como primer teniente de alcalde; César Seoanez como segundo, y José Perandones como regidor síndico. El único propósito que la anima es el beneficio de los intereses
morales y materiales de la ciudad, alejados de toda bandería política, dirá el rector municipal en un bando el día 17, en el que explica que el concejal Ceferino Martín intentó renunciar al cargo, y ad-vertido de la obligación de obedecer órdenes del mando, solamente por acatamiento a la autoridad y teniendo en cuenta las actuales circunstancias lo acepta, pero reservándose el derecho de renunciar en el momento oportuno, alegando motivos que a su juicio le relevan de tal obligación. A Julio Fer-nández y Fernández Núñez, que no acudió a aquel pleno y que aún no ha aceptado la designación gubernativa, se le remite oficio, según acuerdo de la corporación en el de aquella fecha (a propuesta de Ceferino Martín) “rogándole acepte el cargo de concejal designado, por estimar necesaria y útil su valiosa colaboración, máxime en las circunstancias que actualmente atraviesan España y esta ciudad”, ruego que no tendrá en cuenta, pues se notificará en la sesión del 22 de octubre que se ha ratificado en su rechazo al nombramiento. Al edil Conrado Blanco León se le hace saber que ha de optar entre este cargo y el de fiscal municipal (en el que cesará), pues ambos son incompatibles.
Se forman en el pleno del día 17 las comisiones municipales, de Obras, Hacienda, Merca-dos, Beneficencia, Cementerio, Matadero, Música, Luz, y Policía Rural. De la comisión especial de Aguas forman parte los ediles Martín, Seoanez, Pérez Arias, Hernández y Perandones, y se designa al regidor Juárez Prieto vocal representante del ayuntamiento en el Consejo local de Primera Ense-ñanza. Se resuelve también que los serenos presten individualmente su servicio y no por parejas, como se venía haciendo.
Siendo facultativo de la corporación la elección de alcalde-presidente, se procede en la se-sión del día 22 a elegirlo por votación entre los concejales designados, presidiendo la misma el de más edad, Servando Juárez Prieto, y resultando elegido Julio Fernández de la Poza con nueve votos y uno en blanco (no asistía por causa justificada el corporativo Pérez Arias). Una gestora municipal integrada por pudientes (industriales muchos de ellos), radicales lerrouxistas correligionarios de Herminio Fernández de la Poza (seguramente algunos más de los que como Ceferino Martín –y el alcalde, hermano del exdiputado- sabemos con certeza que lo eran), y en su totalidad gentes de or-den, hasta el punto de que ya en 1939 el ahora regidor Julio Fernández de la Poza volvía a serlo y disponía de capacidad para interceder aminorando la represión destinada a algún desafecto bañe-zano, como será el caso del joven socialista Gabriel González González, a quien, de no mediar su intercesión, por su posición y trayectoria en la guerra civil recién finalizada le hubieran correspon-dido mayores represalias (según él mismo nos contaba en noviembre del año 2007).
Aquel ayuntamiento, que se pretende alejado de la política (aunque algunos de sus gestores, allegados y mentores llegaran a ser represaliados políticamente por el franquismo), parece espe-cialmente preocupado por lo administrativo y por la mera gestión de los asuntos municipales (como otros entonces designados: al de Valladolid “exhorta el gobernador civil a que dentro del Consisto-rio no se hable de política, dedicando su energía y entusiasmo a la administración”).
La renuncia de los gestores gubernativos.-
Antes de comenzar el despacho del orden del día en el pleno bañezano del 18 de diciembre de aquel año 1934 manifiesta el alcalde en nombre de todos los concejales que “en virtud de las circunstancias políticas del momento (se había producido cambio de gobierno el día 14, el primero de Portela Valladares después de la crisis acontecida el día 9 en el tercero radical-cedista y segundo encabezado por Joaquín Chapaprieta) concreta su pensamiento y el de todos proponiendo que se deben de poner a disposición del gobernador civil sus cargos de gestores, sin que ello signifique protesta alguna contra el ejecutivo constituido” (en el que se había dejado fuera a los representantes de la CEDA), proposición que todos aprueban por unanimidad, acordando que así se transmita a la autoridad provincial, lo que se hará aquel mismo día (el 22 se le remite la relación de los gestores con sus respectivas filiaciones políticas). El edil Martiniano Pérez Arias dirige unas palabras de despedida y gratitud a sus compañeros, en especial al presidente (“un ejemplo de rectitud y probi-dad como no se han conocido muchos en estas latitudes municipales”, dice), con los que en la ges-tora ha marchado en todo al unísono, y anuncia que se retira de su puesto. El regidor Ceferino Mar-tín se adhiere a lo expuesto por Pérez Arias, y él y el alcalde le ruegan que continúe y espere hasta
la admisión de la renuncia por el gobernador, que debió de admitírsela esta vez, aunque parece que solamente a él (la tercera que se producía, de las cuatro pretendidas a lo largo del mandato), pues no concurre a ninguna más de las sesiones que aquella gestora municipal celebra hasta ser sustituida el 21 de febrero de 1936 por la corporación electa en mayo de 1931 y destituida al inicio de octubre de 1934.

viernes, 27 de mayo de 2016

La diferencia de la Enseñanza


José Cruz Cabo
Yo recuerdo que inicié mi peregrinaje por las escuelas a los seis años, ya que antes no te admitian. Recuerdo que en la Escuela Villa me acogió un maestro llamado Avelino que me puso en la primera clase, la de los más pequeños y al dia siguiente me pasaron a la segunda porque ya sabía leer y hacer palotes, gracias a mi madre Everilda que me había enseñado. En ella estuve solo dos cursos, ya que el año 1938 se murió mi madre y al finalizar el curso de este año, me llevó mi padre para Hervás, donde estuve todo el verano. En septiembre de ese año me llevaron para Puerto de Bejar, donde mi padre había encontrado trabajo. Allí estuvimos mi hermano Manolo y yo en el curso 1938-39, y allí nos enteramos de que se había terminado la guerra.
En septiembre de ese año marché para Sevilla con mis tios y tias hermanos de mi padre, y allí se puede decir que estudie de verdad. Los Maristas tenian un sistema de aprendizaje que era de animarte a ser el mejor y a que cada día supieras más. Ya que cualquier falta de uno de los alumnos de una clase se convertia en castigo para la clase entera y si algun alumno hacia una cosa bien el beneficio era para todos sus compañeros de aula. Nunca vi ni supe que castigaran o pegaran a ninguno de los alumnos. Además yo tenía la ventaja en la escritura de que no seseaba. Las eses eran eses y las ces ces. Simplemente si no sabías una cosa y otro de más atrás la sabía te ibas para mas atrás y eso dolia mas que una bofetada.
Al terminar las vacaciones navideñas de 1940, 41. En enero de este último año volví a la Escuela Villa y allí me seguí desasnando con el maestro Don Santiago Marqués, que por cierto solo una vez nos pegó, en los dos años que estuve, con una vara y a mí me tocó la mayor parte, porque se le cayó cuando estaba pegando al que estaba antes que yo. En septiembre del 42 ingresé en el seminario del Maestro Avila de Salamanca, (Los Operarios les llamaban). Nunca en la vida me volvieron a dar las palizas que me dió el rector en este seminario y todo por culpa de que me dormia en la sala de estudios y cuando iba a clase no sabía la lección, imposible saberla sin estudiarla. 
El año 43 en junio, volvía para La Bañeza y estuve el último curso en la Escuela Villa. En el año cuarenta y seis comenzaron las clases nocturnas en la entonces casa parroquial, promovidas por Don Angel Riesco, teniamos buenos profesores los tres primeros cursos, y allí gané como premio por ser el que mejor redactaba, las novelas Ejemplares de Cervantes, que me regaló el maestro Enrique Alonso Sors, abogado que se volcó en enseñarnos, juntamente con mi tio Rafael Cabo y el gran juez Alberto Gutiérrez; cuando vino don Francisco Viloria de gran memoria y humanidad el año 48, seguimos con las clases en el Hospital de la Vera Cruz y allí Don Alberto, cuando yo salía de dar clase a los que estaban comenzando a aprender a leer y escribir, me sentaba en su clase y me dictaba páginas del libro de Miranda Podadera y gracias a eso aprendí toda la ortografía.
Las clases duraron hasta el año cincuenta y cinco que a Don Alberto lo ascendieron a magistrado de la Audiencia de La Coruña y se marchó de la ciudad, a la que nunca olvidó y aquí murió en Mensajeros de la Paz y está enterrado en nuestro cementerio. Nunca en las clases nocturnas hubo que pegar a nadie, el respeto de los chicos ya jovencitos, que tenían por sus profesores y por aprender, no necesitaba de bofetadas o aguantar malos modales.
Pero entonces si un padre tenía que pegar a un hijo por cuanquier falta grave, le daba unas bofetadas o como en mi caso, me ponían boca abajo y con la zapatilla me dejaban el culo caliente, pero primero me decian por qué me pegaban, y no pasaba nada y el chico o chica aprendía a respetar a los demás, porque en la escuela nos daban hasta lecciones de urbanidad y tenías que comportarte decentemente, porque si se quejaban a los padres de cualquiera, la paliza era inevitable y la enseñanza de no volverlo hacer también. Y es que sigo pensando que una bofetada a tiempo evita muchos males.

miércoles, 11 de mayo de 2016

La diferencia deportiva de antes y de ahora


José Cruz Cabo
Viene esto a cuento de que tanto en Ibañeza, periódico digital, como en La Bañeza Hoy semanal, se jalean los muchos y buenos logros deportivos en todas las formas de hacer deporte, incluido el ajedrez, de los bañezanos, ya que ahora hay clubs deportivos de todas clases y disciplinas deportivas.
En mi niñez y juventud, solo jugábamos al fútbol y en muchas ocasiones con balones construidos con periódicos que se ataban con cuerdas y se les daba una forma esférica, más o menos redonda. En los años cuarenta la Sociedad Deportiva Bañezana, nos alegraba el espíritu deportivo con sus partidos, para luego desaparecer, así como el equipo de Pelota a mano del Burrero, Tarzán y Gerardo, de lo mejor de la provincia y que nos dio bastantes tardes de satisfacción en el Frontón Novedades. Al principio de los cincuenta comenzaron unos pocos, dirigidos por Victor de la Fuente a hacer piragüismo en el Rio Tuerto. Con posterioridad se formó un equipo de balonmano, dirigido por Antonio Azores. Casi al mismo tiempo comenzaron los partidos de baloncesto, donde La Bañeza de aquellos principios era temida en la provincia, Formada por Bécares, Salgado, Cabello,  Clemente, etc. y dirigido por Eugenio Santos.
Después comenzó el fútbol sala, en el que los partidos se jugaban en las pistas del hoy Instituto Vía de la Plata, y que después popularizó la Peña Real Madrid en el ya Pabellón Deportivo y luego se formó un gran equipo representando a La Bañeza, que llegó a jugar una temporada en la División de Honor de este deporte. Naturalmente inició su carrera el Club Ciclista, capitaneado por José de la Fuente y el famoso todavía en activo Miche. El Moto Club Bañezano se fundó a finales de los cincuenta. Siguió la Gimnasia Rítmica y hoy en día hay deportistas de todos los deportes, en nuestra ciudad, que están dejando el pabellón bañezano muy alto en la mayoría de las disciplinas deportivas. Ahora se organizan pruebas deportivas de todo tipo, ya que el ayuntamiento se ha involucrado en la creación y ayuda al deporte de todas las materias desde la infancia de los niños y niñas y salen de nuestra ciudad, van a jugar a toda la provincia y a todos los sitios donde hay campeonatos y en la mayoría de las pruebas consiguen medallas y trofeos, además de llevar el nombre de nuestra ciudad por muchas partes de España y con muchas disciplinas deportivas.
De la Llanera que era el único campo de futbol que había, lleno de piedras y tierra, la hierba no existía,  en el setenta y dos apareció la piscina de verano, hasta el complejo polideportivo que ahora existe, con todos los adelantos y las mejoras realizadas, tanto en el pabellón cubierto, como en los campos exteriores, más las pistas de tenis y la piscina de invierno, ha supuesto un cambio enorme que los bañezanos debieran agradecer y desde luego, como ya hacen, disfrutarlos y entrenar para llegar a la élite del deporte.