miércoles, 6 de julio de 2016

Desayuno con…reciclar o reciclarse‏

Félix Asenseio

En estos tiempos que corren, nadie parece cuestionar la necesidad de reciclar y con ello contribuir al equilibrio y mantenimiento del medio ambiente. Cuestión aparte es el cómo, quién y cuánto. Si nos remontamos a principios de los setenta y escarbamos en nuestra memoria, lo ya madurit@s, podríamos constatar la abismal diferencia en nuestros hábitos de consumo y generación de basura, con el pasado reciente y el momento actual. Concurrían entonces varias cuestiones que de forma natural facilitaban el reciclaje y el cuidado de la naturaleza. La situación económica de una sociedad a la que no le sobraba nada y en la que tirar algo era casi un sacrilegio. La escasez de recursos agudizaba el ingenio de nuestras madres y abuelas, para sacarle provecho a todo lo que pareciera sobrar. Cuando ésto ocurría, rara vez, siempre estaba el eslabón siguiente de la cadena, los animales domésticos, para dar buena cuenta de lo que ya no resultara aprovechable. Algo similar ocurría con los útiles del hogar, ropa o mobiliario. El herman@ mayor estrenaba, pocas veces, y los siguientes aprovechando lo que se iba quedando pequeño. A quién se le podía ocurrir en esa época la locura de tirar un colchón o un mueble a los pocos años de comprarlos?
Transcurría el año 1.973 cuando los franceses, siempre los gabachos, volvieron a invadir nuestro país. Esta vez sin fusiles, cañones o espadas, ni siquiera la bendita Ilustración que tanto bien hubiera producido en la oscuridad de la España de principio del siglo XIX.  Ahora lo hacían con un arma más poderosa, el dinero. Con él y la connivencia no exenta de corruptelas de nuestros mandatarios municipales, se implantan en el Prat de Llobregat, para a los pocos años extenderse por todo el territorio peninsular. En aquellos momentos aún gobernaba el eterno Caudillo, bueno él y sus secuaces. La corrupción no tiene época ni color ni modelo político.
Con el modelo de distribución alimentaria al que llamaban moderna, se inició una auténtica revolución en los procesos de producción y especialmente en nuestra industria agroalimentaria. También en los modelos de compra de los consumidores. Citare a modo anecdótico una situación que viví en primera persona: Año 1989, en un hipermercado en Ferrol. Habían organizado una recepción especial, prensa incluida, para recibir a una paisana de una de las aldeas próximas a la que en los últimos 30 años nadie había conseguido sacarla de su aldea. Allí estaba ella, pañuelo negro a la cabeza, enjuta y ligeramente encorvada, con sus zapatillas negras con pompa en el empeine, sorprendida por lo que veía. Habíamos pasado del humilde y recio serillo que tan lozanamente portaban nuestras madres camino del mercado de los de verdad, los de entonces, a las abominables bolsas de plástico. De aprovisionarnos en la tienda de ultramarinos, carnicería, frutería o pescadería de confianza a hacerlo entre muros de colores con falsos atractivos que nos confundían hasta hacernos llenar los carros de productos que no precisábamos y con ello de plástico, cartón, papel o las indestructibles bandejas de porexpan.
Las industrias tuvieron que adaptarse de forma precipitada, forzadas por el nuevoimperio, a modificar sus presentaciones a formatos de PLS-productos libre servicio, era la modernidad. Así una humilde mortadela, un sabroso chorizo, un noble jamón serrano o un excelso ibérico, habían de ser dotados de un traje de plástico y otros disfraces, para hacerlo compatible con los intereses de los dominadores del mercado. Lo que muchos consumidores quizá desconocen es que en un sobre-bandeja de producto loncheado de 200 gr., el PVP del producto incluye un coste entre un 40% y un 50% de materiales y proceso. Pero al margen de lo económico, allá cada cual con su tesorería, con la compra de estos formatos estamos colaborando de forma pasiva, pero colaborando al fin, con el incremento casi exponencial de residuos de plástico, papel o cartón, gases alimentarios para ampliar artificialmente la vida de los productos, y no en beneficio del propio producto o el consumidor final, sino por la propia conveniencia de estos mausoleos del consumo irresponsable. Esta reflexión podríamos aplicarla a cualquier otra gama de productos, droguería, bazar, aseo personal, y un largo etc. Para los que aún nos afeitamos, además del brutal coste que supone un blíster de las cuchillas que no nombraré, necesitamos las tijeras de podar para abrir el bunker y las diferentes capas de plástico, más plástico, papel hasta llegar a una especie de cuchillas que no se reciclan. Me viene a la memoria aquellas cajitas de cuchillas de Palmera, MADE IN SPAIN,económicas, duraderas y de acuerdo a veces nos cortábamos, pero servían para casi todo.
La venta a granel se extinguió, la reutilización natural del vidrio de las botellas finalizó, no era operativo para los nuevos invasores y los nativos que les imitarían más tarde. Poco a poco y de nuevo con la inacción cómplice e irresponsable de nuestros mandatarios, las tiendas tradicionales fueron languideciendo, sin relevo generacional, hasta el cierre. Con ello también fueron pereciendo los centros de nuestras ciudades, quedando vacíos de actividad y de población nativa y contribuyendo con ello a la aparición de graves problemas sociales en gran parte de las ciudades. Hace un par de años apareció en Alemania, un nuevo modelo de comercialización basado en la venta a granel, con seguridad alimentaria, en el que el consumidor aporta su propio envase, adquiere la cantidad que necesita, ahorra dinero, dinamiza los productores de proximidad, genera actividad local y sobre todo contribuye a la disminución de basuras difíciles, costosas de tratar y que dañan nuestro medio ambiente y el de nuestros hijos, nietos y demás seres vivos que nos rodean.
Parece razonable pensar que la mejor forma de reciclar y casi la única es generar menos residuos. Siendo esto así, ¿dónde están las medidas de nuestros gobernantes, locales, regionales, autonómicos o nacionales, para potenciar iniciativas orientadas a conseguir evitar la generación de residuos? Ayudando a jóvenes o no tan jóvenes que, concienciados con este problema, quieran emprender la aventura ya iniciada en Alemania, estaremos ayudando a la sociedad y al medio ambiente. Pero también los consumidores somos corresponsables de esta lacra. Es hora de reciclarse y variar los hábitos de consumo que nos han traído hasta aquí. De nosotros depende en buena forma, que, por ejemplo, vuelva a aparecer en nuestra realidad, más allá del recuerdo, la imagen de aquellos baños de verano en nuestros ríos de cabecera, el Duerna, el Órbigo o en nuestra añorada playa fluvial de la corneta, tropezón o puente Paulón, cuando aún las aguas de sus cauces eran limpias… buenos días
PLAYA FLUVIAL CORNETA (2)

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