viernes, 7 de octubre de 2016

El cura que se reia de sí mismo


José Cruz Cabo
Don José Victor, coadjutor de la parroquia entonces del Salvador, ya que aunque la mayor parte de las ceremonias religiosas se celebraban en Santa María, hasta el año 1955, la iglesia de Santa María no fue designada parroquia, después de unos examenes que el entonces Obispo de Astorga, Don Marcelo González, les realizó a todos los sacerdotes de la diócesis, no alcanzó la categoría de Parroquia, siendo Don Francisco Viloria, de gratísima memoria, el primer párroco de la misma.
Don José Victor era conocido por cabeza Cacahuete, porque la tenía como la forma de un barco; debió de ser porque fue sietemesino y al principio de los años veinte, la medicina no estaba tan adelantada como ahora y los niños nacian en la casa de los padres, no iban a sanatorios ni hospitales.
Pero esto a Don José no le importaba y el primero en reirse de su cabeza era él.
Recuerdo un día en la entonces casa parroquial y en la oficina donde él trabajaba, de explicarme que a el le gustaba mucho buscar genealogias que le encargaba al gún bañezano y me dice: “yo llegue a La Bañeza de noche y me hospedé en el Hotel Magín hoy Madrid y al día siguiente era domingo, Me voy para la iglesia y en la puerta que da a la calle Juan de Mansilla habia un grupo de señoritas hoy abuelas, hablamos del año 55, estaban en la puerta mirando para mí y riéndose y cuando llego al grupo les doy los buenos dias y les digo, “si vosotras tuvieras la cabeza como la mia, el que me reia era yo.” Entré para dentro y después me cogieron todas mucho cariño.
Cuando falleció el Papa Pio XII, entro en su despacho y me dice, “Sabrás Pepe que se murió el Papa y yo ahora hasta que no nombren a otro no puedo dormir” y yo le digo “pero tanto le ha disgustado” y él me contesta muy serio: “No puedo dormir porque fijate que me hacen Papa a mí, que mitra tendrian que hacer para que me entrara bien en la cabeza.
Otro dia estabamos en la sacristía de Santa María unos chavales, entre ellos yo, y en esto Don José Victor finaliza la misa y viene con Felipe de la Patrona, que tendría 10 o 11 años y en vez de abrir la puerta de la sacristia para dejar pasar al sacerdote y decirle “que le aproveche”, la abre de golpe y se tira al suelo como que está buscando algo que se le cayó; Don José Victor le dice “que buscas Felipe”, y él le dice “Su propina Don José”. Y el cura le contesta, me ha gustado tu respuesta, toma una peseta, y Felipe marchó más ancho que largo, pues una peseta era mucho en los años cuarenta.
Otro dia me dice, “a pesar ser sietemesino mi familia aguanta mucho, pues mi padre con noventa años todavía montaba a caballo y recuerdo que cuando yo era pequeño todos temian que muriera porque me tuvieron que tener en casa durante más de tres meses, entre botellas de agua caliente constantemente, de noche y de día y a pesar de eso fijate lo que estoy durando y la guerra que doy.
Otro dia le digo, don José, Los sermones que más me gustan son los suyos, “usted se da la vuelta en el altar y dice: Mientras sigue el Santo sacrificio de la misa, entonces era en latín, “Recen un padre nuestro a San José pìdiendo vocaciones, una salve a la Virgen y un credo en profesión de nuestra fe”, se da la vuelta y sigue la misa.
Te lo  voy a explicar “cuando yo canté mi primera misa en Puebla de Sanabria, por la tarde durante el rosario, lo normal era subir al púlpito y decir unas palabras de agradecimiento a los vecinos y familiares. Yo subí al púlpito pero me puse tan nervioso y emocionado que no fui capaz de decir nada y desde entonces no he sido capaz de subir a un púlpito.
Cuando se jubiló le regaló su reloj a Vicente Cadenas que en la Adoración Nocturna se lo pedía cada vez que le tocaba a Don José decir la misa, y al despedirse para marchar a la residencia de sacerdotes que se acababa de construir en Astorga le dijo: “Toma Vicente el reloj que tanto me has pedido para que te acuerdes de mi y me reces cuando muera.

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