jueves, 8 de diciembre de 2016

La huelga general contra la Azucarera Bañezana en junio de 1933 y sus efectos.- (1)

En el pleno municipal del 8 de marzo de 1933 agradecen los regidores bañezanos a los diputados a Cortes leoneses su interés y sus gestiones para conseguir la subvención del arreglo extraordinario de las carreteras Madrid-Coruña y la de Rionegro a León-Caboalles que cruzan la ciudad y que ya a primeros de febrero el ayuntamiento solicitaba del ministro de Obras Públicas (se pretendió después que se ampliaran los tramos a arreglar “de modo que incluyan las calles Pérez Crespo, Astorga, Manuel Diz y Plaza Mayor, cuya reparación tanto interesa”), lo que será un añadido remedio al paro que la azota, sobre todo cuando, sobrepasada la mitad de marzo y finalizada la campaña de molturación de la Azucarera, algunos obreros más se han quedado sin trabajo.
Se requería poco después desde la alcaldía a la Patronal Bañezana y a la Federación Local de Sociedades Obreras para que designen cada una tres vocales en la municipal Oficina de Colocación Obrera (o Bolsa de Trabajo), desde la que se intentaba paliar en lo posible aquella problemática, con escaso éxito, parece, pues a primeros de abril en La Bañeza 42 jornaleros solicitaban ocupación, denunciando que “en las obras de la Azucarera se emplean con preferencia trabajadores forasteros, perjudicando a los del lugar”, y pidiendo la intervención del ayuntamiento para corregir tal anomalía, incluso desautorizando la extracción de piedra y reblo para tales obras de las canteras municipales, y que se requiera al director de la Azucarera, Julio Hernández Ortega, para que admita al mayor número de obreros bañezanos.
A una comisión de los parados y al responsable de la factoría los citaba el gobernador civil el 25 de marzo, y al segundo se dirigía el alcalde el 6 de abril “para que coloque operarios de la ciudad antes que foráneos” (tal como disponía la Ley de términos municipales). Se esperaba entonces contribuir también a aminorar el paro obrero al sacar a subasta desde el Ayuntamiento las obras a realizar en las escuelas municipales en las vacaciones de primavera y de verano (las disposiciones laicas en la enseñanza habían sustituido por denominaciones estacionales –de invierno y primavera- las vacaciones de Navidad y de Semana Santa), obligadas por la inspectora de la zona, aunque a mitad de junio aún se pedía repararlas cuanto antes y con ello dar trabajo a algunos de los desempleados.
El 18 del mismo mes de abril desde la alcaldía se enviaba al gobierno civil un escrito reivindicativo de los obreros parados y copia del remitido a la Azucarera con relación de sus oficios. Responde el gobernador, Francisco Valdés Casas, el día 20 “no poder actuar con la celeridad debida por ser periodo electoral (se celebraban elecciones municipales parciales el domingo, 23, en 84 ayuntamientos provinciales); que el lunes 24 lo hará para resolverlo, y que hoy cambiará impresiones por teléfono con los trabajadores”. Para el día 25 de abril, a las doce, se citaba tres días antes a comparecer en la Casa Consistorial al presidente de las Sociedades Obreras, Eugenio Sierra Fernández, y a Luís Lorente Gallego, gerente de la fábrica de azúcar, acordándose colocar en las obras de la factoría al mayor número posible de obreros de la localidad.
Se constituyó unos días después la comisión inspectora de la Oficina local de Colocación Obrera del ayuntamiento, presidida por Fernando Alba Flórez (que ya era vocal integrante del Jura-do Mixto de Trabajo Rural provincial, además de presidente del bañezano Sindicato de Trabajadores de la Tierra, federado en la FNTT y afecto a la UGT), y de la que eran vocales Francisco Cabo Valenciano (uno de sus hermanos, Rafael, residía entonces en Astorga, donde formaba parte de la Juventud Tradicionalista; otro, Lorenzo, subalterno de Telégrafos, sería represaliado con cárcel de
1938 a 1944) y Eladio Fernández Rodríguez (uno más de los bañezanos paseados por el franquismo, en su caso el 29 de octubre de 1936, asesinato en el que seguramente mucho tuvo que ver aquella condición, sumada a la de ser desde final de mayo de 1936 secretario de la Agrupación Socialista de La Bañeza), representando a los obreros, y Ceferino Martín Martín, Felipe Prieto Moro, y Álvaro Valderas Blanco (del comercio) a los patronos.
Las gestiones de las fechas anteriores debieron de culminar en desacuerdos, pues se enviaba al gobernador civil el 5 de mayo copia del escrito presentado por los trabajadores en el Consistorio con motivo de la huelga declarada en la Azucarera Bañezana.
Desde el ayuntamiento de La Bañeza se citaba el día 15 a una nueva reunión el 16, a las 10 horas, al director de la fábrica de azúcar, a Eugenio Sierra Fernández, presidente de la Federación Local de Sociedades Obreras, a Miguel Fuertes Valderrey (de la Sociedad de Labradores), y Miguel Sola (constructor autorizado para extraer y machacar piedra de las canteras municipales), en la que tratar sobre el conflicto obrero, a la vez que se remitía al Jefe de línea de la Guardia Civil de La Bañeza comunicación del gobernador “para que se sirva proteger la libertad de trabajo en la Azucarera Bañezana”. Seguramente para facilitar la mediación en el conflicto, desde su condición de jornalero y socialista, el concejal y primer teniente de alcalde Ángel González González sustituía una vez más el día 16 y por unas horas al alcalde titular.

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