sábado, 7 de enero de 2017

La Navidad de antes y la de ahora

José Cruz Cabo

Es verdad que la Navidad ha cambiado mucho en estos últimos tiempos, hasta el extremo de no conocerla los que somos mayores. Por ejemplo por la tarde salíamos grupos de chavales y chavalas a cantar los villancicos por los comercios y las casa, para recoger unas perricas con que comprar algo que luego no íbamos a tener.
Las cenas se celebraban en las casas y como mucho, algunas familias se reunían en alguna casa de amigos, donde siempre eras bien recibido y entre unos bailes, el juego de la lotería (hoy bingo) o las cartas, se pasaba la noche comiendo higos o avellanas, así como pasas, porque el turrón estaba muy caro y no eran muchos los que podían comprarlo.
Hablar de Marisco era en casas muy pudientes, el resto con la lombarda y algún pescado barato o cosa barata, así como unas nueces o unos higos ibas que chutabas. Los niños no salíamos a la plaza mayor a enseñar los juguetes, porque no se regalaban-
El dia grande de las fiestas era el Año Nuevo, pues ese día en la mayoría de las casas no había reloj y algunos podían comerlas al sonido de la radio, pero la mayoría de la juventud llenaba nuestra Plaza Mayor con las doce uvas contadas para comerlas al sonido de las campanadas del Reloj del ayuntamiento, en aquella época era cuando se llenaba la Plaza-
También en aquellos años había misa a las doce de la noche pero para la Adoración Nocturna que comenzaba su guardia al Santísimo Sacramento a las once y media de la noche, y a las doce en punto, con las campanadas del reloj del ayuntamiento, se tiraban boca abajo en el suelo para pedir por los pecadores.
Finalizada la Misa a la una de la madrugada y ya con la plaza vacía, los adoradores nocturnos nos llegabamos hasta el pasaje, donde nos invitaban los hermanos Blanco a una consumición en su Café Pasaje.
Esas eran las fiestas que había durante los dias de la Pascua y uno de los espectáculos más importantes para los pobres, era contemplar el cocodrilo de Confitería Viloria, o las otras delicias que hacían Baudilio, Conrado o Imperiales- Pero solo nos servían para mirarlas porque comprarlas solo las familias que tenían mucho dinero 
Hoy la Plaza está vacia, los restaurantes llenos y las uvas los que no pueden salir de casa las comen al sonido de la televisión. Como diría Don Hilarión, en su “Verbena de la Paloma”, “Los tiempos cambian que es una barbaridad”.

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