jueves, 27 de julio de 2017

VILLAMONTÁN DE LA VALDUERNA S. XVIII SEGÚN EL CATASTRO DE ENSENADA , 1.752

El día 21 de julio se celebró el acto cultural sobre el pueblo y habitantes de Villamontán en el S. XVIII, según los datos del Catastro de Ensenada de 1.752. Ha sido posible al disponer del Documento original que obra en el Archivo de l
a Junta Vecinal, mérito de las Juntas que han precedido su historia y han cuidado sus archivos.
Presidió el acto Severiano Prieto ,Presidente de la Junta Vecinal . Abrió el acto José Luis Cabero López , Presidente de la Asociación Cultural Argentiolum de Villamontán (Acavi), definiendo al conferenciante como serio, seguro y sincero.
Tuvo lugar en el salón de actos del Ayuntamiento, con un lleno pleno de más de unos 200 asistentes de Villamontán y pueblos de la Valduerna .Impartió la conferencia D. Martín Turrado Vidal, nacido en Quintana y Congosto, historiador, máster en Documentación y Archivos, Cronista Oficial del Ayuntamiento de Valdetorres del Jarama-Madrid, y entre otras publicaciones es autor de La Historia de la Policía , la Vida alegre en Madrid, la Policía en Cuba; Policía y Delincuencia, y sobre sus Memorias en Quintana.
El Catastro de Ensenada es un largo y engorroso interrogatorio de 40 preguntas cuya finalidad fundamental fue asegurarlo todo con dos fines principales: uno, tratar de unificar el sistema impositivo del siglo XVIII ,y dos, saber a ciencia cierta cuáles eran las posesiones de la monarquía en cada pueblo y ciudad.
El conferenciante sintetizó el tema en tres grandes apartados: habitantes del pueblo y calidad física de los terrenos y minifundios; riqueza general y particular, y el complicado tema de los impuestos. Dentro de la seriedad de los datos aportados , amenizó el acto con dudas sobre la sinceridad o encubrimientos de las respuestas tanto generales como particulares, la valoración, a favor, de la calidad de los terrenos ; la ausencia de viñedos en la zona, el reducido número de árboles frutales; y las penas vinales así llamado por pagarse con vino las multas.
Siguió un animado coloquio, y terminó con un vino español.
Landelino Franco Fernández. Cronista Oficial del Ayuntamiento de Villamontán de la Valduerna

viernes, 14 de julio de 2017

Los 110 años del Diario de León


José Cruz Cabo
El viernes tuve la satisfacción de poder asistir a la inauguración de la Exposición de los 110 años del Diario de León, en el que estuve de corresponsal durante casi treinta años.
La exposición está instalada en el Citba de La Bañeza o la harinera. Detrás de la Oficina de Turismo con una cantidad de imágenes y textos de diversas épocas que demuestran la gran importancia de este diario provincial en tantos años de existencia.
Naturalmente la mayoría de los que vinieron a la inauguración, incluído su director Joaquín S. Torné, no me conocían, solo uno que fue también futbolista del equipo bañezano. Canelas, sabia mi historia porque cuando finalizó su etapa de futbolista seguimos viéndonos y hasta coincidiendo cuando el Diario tuvo aquí oficina.
En la inauguración estuvo presente el Presidente de la Diputación, Juan Martínez Majo, que dijo que esta exposición resume los 110 años de un diario siempre al servicio de la provincia de León. El alcalde de nuestra ciudad, José Miguel Palazuelo, expresó su satisfacción por haber conseguido que El Diario montara aquí esta maravillosa exposición que además viene a valorar las tres cosas más importantes de la ciudad, con impresionantes fotografías del Carnaval, la Semana Santa y la Carrera de Motos. Tuvo a bien acordarse de los tres escritores bañezanos que hemos estado en este centenario periódico, Antonio Núñez, el famoso Chencho, que empezó en Proa y termino su vida periodística en este diario y Pepe Cruz, un servidor,  que estuvo de corresponsal casi treinta años escribiendo de nuestra ciudad en este diario.
Finalizó los discursos el director del Diario, que destacó la magnífica sede de la Exposición que finalizará con el mes, porque se combina un símbolo de la ciudad, como es este mara villoso espacio, con los 110 años de la historia de nuestro y de todos los leoneses, este periódico centenario.
Fianalizado el acto hubo una invitación para todos los asistentes en la segunda planta de la Harinera.

miércoles, 12 de julio de 2017

Cuando solo los pobres servían a la Patria.

JOSÉ CABAÑAS
Del libro “LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA” (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Ba-ñezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras localidades provinciales de 1808 a 1936), publicado en el año 2013 en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González. (+ info en www.jiminiegos36.com)


Prosiguió en el siglo XX la guerra marroquí iniciada en 1859, “cuando España alzó banderas contra el moro” (de las iniciales campañas de aquel año y el siguiente sobrevivió el bañezano José Monroy Santos, honrado como héroe “pensionado de supervivencia” a la altura de 1916), y que tantas aprensiones y temores suscitó entre tantas generaciones de quintos sorteados y en sus familias (todavía apesadumbradas en la década de los sesenta cuando al mozo le tocaba “pa África”), y lo hizo entre escasos triunfos como Alhucemas y sonados desastres como los del Barranco del Lobo en julio de 1909 y Annual en el mismo mes de 1921, en medio de un sistema de reclutamiento que permitía a los pudientes, privilegiados, y clases acomodadas quedar exentos, rescatados, de la incorporación a filas (en 1912 se estableció el Servicio militar obligatorio, aunque persistió el privilegio de los soldados de cuota, los que mediante pago gozaban de contribuir con una prestación aligerada y reducida al solo periodo de instrucción durante seis meses), o ser sustituidos mediante el abono de un canon, que era de 6.000 reales en 1910 y de 2.000 pesetas en 1916, cantidades que desde luego no estaban al alcance del pueblo, habida cuenta que el sustento diario de un trabajador ascendía entonces a unos 10 reales -2,50 pesetas-, y que la economía de la época contaba con una muy escasa circulación dineraria, por lo que generalmente los menos acomodados eran prófugos o se autolesionaban y los adinerados se redimían o sustituían por otro mozo al amparo de las posibilidades ofrecidas por la ley.
Además, la mayor parte de los reservistas eran pobres campesinos y obreros cuyos intereses nada tenían que ver con los que se ventilaban en la contienda, padres de familia en las que la única fuente de ingresos era el trabajo de éstos. Mientras, los hijos de los ricos compraban al vástago de
un trabajador para que ocupara su plaza en África, lo que con profusión y acierto era denominado en el periodo como trata de blancos. En La Bañeza en 1916 pudo permitirse tal discriminatorio privilegio el recluta Julián Fernández de la Poza, al que al inicio de aquel año solicitaban de la Caja de Recluta de Astorga “la presentación de la carta de pago de la cuota militar”, al igual que Odón Alonso González y José Cabo Valenciano en 1921.
Eran formas de eludir la “contribución de sangre” la “redención a metálico” (primero y desde 1836), además de la “sustitución personal” después, y otras exenciones (cambiar un número bajo por otro alto en el sorteo), así como las que originaron el negocio de los Seguros de Quintas que florecieron a su costa, en unos tiempos en los que las frecuentes guerras hacían de la prestación del Servicio militar un importante riesgo aun en el caso de volver de ellas con vida.
Ya en 1819 Pascual Martínez Fuertes, acaudalado de Boisán, había contratado con Joaquina Mielgo y su hijo Miguel López Mielgo, del mismo pueblo, para que éste sirva a la Patria como sustituto que reemplazará como soldado a su hijo Francisco Martínez Martínez (apodado Cuarentavacas), pagándole 10.000 reales -2.500 pesetas-, un precio elevado según los contratos similares que regían aquellos años (en Santa Marina del Rey se pagaban entre 5.000 y 6.000 reales), seguramente no menos que el riesgo que debió de afrontar el reclutado, que se encontró de pleno con la sublevación del general Riego y fue quizá llevado a América, en aquellos años tan revueltos en España y en sus posesiones de ultramar. La esposa del entonces sustituido contrataría en 1855 con Tiburcio Otero, de Villalibre de Somoza, por 4.000 reales, la sustitución de su hijo Santiago Martínez Criado (en lo que parece que era ya una costumbre famIliar).
En 1847 Juan Martínez, de Jiménez de Jamuz, sustituía por 4.200 reales (“o afianzando el doble”) la suerte de soldado de su hijo Cayetano. En 1856 la viuda Agustina Vidales, del mismo pueblo, libra a su hijo Mateo Vidal Vidales “que sostenía la labranza en la familia” y había obtenido el primer número en el sorteo, cambiándolo con el del mozo Agustín López, de Villanueva de Jamuz, “exento de cupo” al sortear (solo se reclutaba a la quinta parte de los integrantes del reemplazo, y de ello venía lo de quinto), pero que servirá en su lugar los 8 años entonces establecidos y al que entregará 1.000 reales al año siguiente y un traje completo cuando se licencie. En 1858 Ambrosio Peñín sustituye a su hijo Antonio por Antonio González, de Quintana y Congosto, al que paga 5.500 reales. Felipe Pérez, de Tabuyuelo de Jamuz, se cambia por 3.000 pesetas en 1863 por el hijo del amo con el que estaba de criado para ser alistado en vez de aquel por otros tres después de haber servido ya tres años en África. El confitero bañezano Manuel Fernández Centeno halla en 1878 sus-tituto para su hijo Manuel en el jiminiego Jacinto García Sanjuán, al que paga 6.500 reales, y en el mismo año y por 6.600 Inocencio Santamaría Vivas, de Jiménez de Jamuz, sustituye a su hijo Pablo Santamaría Fuertes, al que necesita en los trabajos alfareros, por un mozo de 22 años de Posada de la Valduerna.
Y si cierto fuera lo que la bañezana Josefina Alonso Ruiz nos dice que oyó contar siempre en su casa, rescatado habría sido también, a la altura de 1820 y con el dinero que para ello le prestara su bisabuelo, el que llegaría a ser oficial del Ejército y perseguido liberal, además de afamado relojero londinense, José Rodríguez Losada (constructor en 1866 del reloj enclavado en la madrile-a Puerta del Sol), que años después enviaba a su benefactor un reloj de oro (que aún conserva la familia) en agradecimiento por su ayuda.